martes, 28 de octubre de 2008

EDIFICIO DE MAS DE DIEZ PISOS EN EL MALECON

Si no nos ponemos abusados – y aguzados- los paceños y a los amantes de La Paz, este bello metacarpo del llamado brazo descarnado de la patria, bien se nos podía ir al carajo y entrar en una lógica de desarrollo que bien sabemos que no queremos. Y tan bien sabemos que no queremos que desde hace algún tiempo, se pusieron las bases legales, en el Municipio de La Paz, para impulsar el desarrollo armónico de la zona maleconera y sus alrededores.
Quienes hemos tenido la fortuna de visitar otros lugares, otros puertos, otros mares que lamen la tierra, hemos constatados –sin negar la parcialidad y la saudade- que este, el de La Paz es uno de los malecones mas bellos y que necesitamos, requerimos, por el bien de todos, que lo siga siendo. Es necesario, por lo tanto, que los ciudadanos paceños cerremos filas ante el intento del actual H (¡y que Hache!) Ayuntamiento de autorización a la empresa DECOPE para desarrollar el Proyecto ECONOHOTEL en el malecón costero que contempla un adefesio –edificio- de mas de diez pisos, a pesar de que los reglamentos de la ciudad, lo prohíben.
El malecón sin duda es el sello de la ciudad, por lo tanto, nos pertenece a todos. Es la naturaleza, sin duda quien los delineó y puso límites, pero en el casi medio siglo años de existencia del puerto de la antigua Santa Cruz, los sucesivos pobladores paceños le fueron colocando piedra y argamasa donde chocara el manso oleaje de la bahía, para luego darle su aire, su distancia producida por las mareas máximas y los mas bravos huracanes.
A partir de ahí se formó el caserío del margen maleconero y como galería de teatro, en el terraplén donde puso su primera cruz Jaime Bravo, se edificaron otras casas y mas arriba otras y sí hasta llegar a salvar los arroyos que hoy son las calles 16 de septiembre, 5 de Mayo, Rosales, Allende y Márquez de León. Un orden natural para poder ver hacia el mar y las islas que protegen la bahía de La Paz que a su vez le dan ese aspecto de sosegado espejo líquido.
Administraciones municipales pasadas con la contribución de los paceños interesados previeron de manera pitonisa y admirable que los edificios con vista a la bahía, es decir, los que se encuentran en el malecón, no tuvieran mas de tres pisos pues ello rompería ese orden además de que el efecto estético sería desastroso como muchos que conocemos, sin ir muy lejos, Cabo San Lucas, que entre edificios cubrieron las marinas y lo que pudo ser un bello y prolongado malecón no es mas que un acúmulo de pisos de hotel y la vista, que debería ser de todos, es de unos pocos: los empresarios ganones que lucran con el paisaje que nos pertenece.
La avaricia de inversionistas y constructores, en contubernio con autoridades, sin duda, obraron para que en Los Cabos se construyeran esos adefesios además de un plan de desarrollo que hoy sufre las consecuencias del desorden y la anarquía.
La Paz hace mucho que ha delineado su forma de desarrollo y tiene en Los Cabos el mejor ejemplo de lo que no queremos.
Sin embargo, parece que en La Paz, a pesar de que las leyes del desarrollo urbano no permiten la construcción de grandes edificios en el malecón, al actual ayuntamiento poco le han importado tales ordenamientos. El proyecto Condohotel que contempla mas de 10 pisos frente al malecón, está siendo apoyado por jilgueros periodísticos, empresarios, políticos –quizás la presidenta municipal- y no pocos regidores, precisamente, los que tienen la obligación de velar por nuestros intereses.
Algunas organizaciones de vecinos ya han puesto el grito en el cielo -y en el ayuntamiento- para evitar que esto suceda; se han abierto algunos blogs -http://mogotito.blogspot.com- y otros vecinos están organizando colectivos con el fin de que las autoridades municipales hagan lo que tienen que hacer: respetar los reglamentos de desarrollo de la ciudad.
Particularmente el Reglamento de Imagen Urbana (RIU) del Municipio de La Paz y al Programa de Desarrollo Urbano del Centro de Población (PDUCP)de la Ciudad de La Paz, los cuales están actualizados y revisados hasta abril de 2008.
Desde el 22 de septiembre de este año, El Periódico lanza una editorial muy interesada, titulado “Llega a La Paz una alternativa para el desarrollo”, el artículo de marras, además de halagar por todo lo alto la filantropía empresaria que llega para dar empleo y desarrollo a La Paz, se pone el huarache –antes de la espina- y la emprende contra “grupitos de pseudoecologistas que nunca aportan nada y se oponen a todo”, contra “enemigos del desarrollo económico” etc. Como si todo el crecimiento –que no desarrollo- económico fuera deseable.
La Paz –y sus ciudadanos- hace tiempo que han escogido el tipo de desarrollo que queremos tener y la vocación turística diferenciada. Tales ideas están plasmadas en el pducp por lo que únicamente exigimos –no pedimos- que se respeten las leyes.
En el periódico El Sudcaliforniano –que bien se sabe está alquilado al régimen- el día 24 de octubre, se publica en la primera plana, página central, una fotografía donde aparecen la presidenta Municipal Rosa Delia Cota, un nuncio de la iglesia en compañía del inversionista del régimen Luis Cano (el Carlos Ahumada sudcaliforniano), departiendo en El Mogote.
Malas compañías. Mal fario. Mala cosa.
Se invita entonces, por este blog a estar pendientes –aguzados- con el albazo que pretenden dar las autoridades municipales para que el Señor Carlos Estrada, director del proyecto Econohotel, lleve a cabo sus aviesas intenciones de recetarnos un edificio de mas de 10 pisos en el malecón paceño, cuya construcción, aparte de que romperá la armonía del paisaje; aumentará los problemas de tránsito, de drenaje, por si fuera poco: está prohibido por la ley.

sábado, 27 de septiembre de 2008

HACE MAS DE CUARENTA AÑOS; EL ROCK (A propósito de los cuarenta años del 2 de octubre de 1968)

Hace poco mas de 40 años,a finales de los sesentas, yo cursaba los últimos años de primaria; vivía en San Ignacio y me encantaba -me encanta- escuchar la radio. No había TV…ni luz eléctrica. La radio que escuchaba, eran las estaciones de Sonora y Sinaloa. El esquema era el de siempre: muchos anuncios con locutores ruidosos al grito de ¡Ofertooooón!, luego una cancioncita rítmica –“alegre”- en general, cumbias, música ranchera, tríos y baladas de cantantes de moda, en ocasiones, interrumpido por un noticiario.


El "rockanrol" mexicano estaba pasando de moda y aquellos dizque rockeros como Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Manolo Muñoz o Angélica María, ahora solo cantaban baladitas melosas copiadas de la música popular italiana y norteamericana. Algunos grupos que conservaban –en el nombre- cierta reminiscencia del rockanrol -al menos el nombre en inglés- como los Fredys, Los Babys, los Jhonny Jets o Los Moonlight, habían dado un giro hacia la música romántica, sollozante y obvia. Al igual que los Apson, dejaron de copiar el rockanrol gringo para dedicarse a amenizar bailes y a grabar viejas canciones de tríos, boleritos guapachosos tocados con instrumentos modernos y ocurrencias de fugaz paso por las estaciones de radio como "La minifalda de Reynalda", "La mula bronca", o "Fuiste a Acapulco" que causaron furor en su momento.


La música ranchera que siempre ha rifado en esos lares eran los corridos de Antonio Aguilar y el recuerdo de Javier Solís; desde luego que José Alfredo y sus múltiples intérpretes estaban presentes, pero en el ambiente ranchero de San Ignacio, los incuestionables reyes eran los Alegres de Terán a quienes les hacían sombra los Broncos de Reynosa y los Gorriones de Topochico que tenían sus presentaciones estelares en el madrugador programa de Laboratorios Mayov.

Cuando llegaba la noche, las estaciones mexicanas de Sonora y Sinaloa desaparecían del cuadrante y si el tiempo era bueno, se podía escuchar la W de México donde escuchábamos "El Risámetro" o el programa del “Doctor IQ”; radionovelas como la de “El Ojo de Vidrio”. Mal muy mal de escuchaba la XEB “La B Grande de México” –se le iba y venía la onda- donde escuchábamos el béisbol de la Liga Mexicana a “la hora mágica del béisbol” -Mago Septién dixit- si el tiempo era bueno y la interferencia nos permitía algo de claridad.

Si nada de esto funcionaba, solo quedaban las estaciones de los Estados Unidos que se escuchaban nítidas, aun en las noches invernales ventosas del desierto. Casi sin anuncios comerciales, solo irrumpía de vez en cuando el locutor que aullaba como lobo o alguna aguardentosa voz que anunciaba a Chuck Berry, Beatles o Elvis –que apenas entendía o a lo mejor no- pero que tenía un sonido diferente a todo lo que se escuchaba en la radio en el norte de la Baja California Sur.

Era una estridencia bien marcada, acompasada por sonidos fuertes de bajos y percusiones, además de resonancias alargadas que se distorsionaban y daban una sensación de caos controlado; la voz del cantante no era especialmente virtuosa, incluso se perdía en los sonidos dominantes de la instrumentación. Me gustaba, simplemente me gustaba el tono festivo, los gritos destemplados y quizás, cierta sensación de diferencia, quizás de libertad. Obviamente no tenía idea de lo que la canción decía, ni quien cantaba y tocaba aquellas disonancias tan distintas a lo que se escuchaba en San Ignacio...y puntos circunvecinos.

Había otras estaciones. Recuerdo especialmente una que mencionaba frecuentemente a “Oklahoma” en su identificación. La música de esa radio era un poco diferente: poco mas lenta, los instrumentos eran mas numerosos y variados –trompetas, por ejemplo- pero además incluían invariablemente coros que hacían una especie de respuesta a la voz del cantante principal. También me gustaban, tampoco sabía porqué ni quien o quienes cantaban. Mucho tiempo después sabría que era la música de The Miracles, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Diana Ross & The Supremes, The Jackson five, The Temptations, Martha and the Vandellas, The Velvelettes, The Spinners, Gladys Knight & the Pips, y muchísimos otros de los grandes de la grabadora Motown Sound.

Cuando entré a la secundaria, conocí amigos que tenían discos, uno de ellos, tenía a su vez un tío que compraba discos de los Beatles y estaba suscrito al “México Canta”, una revista semanal que informaba el Hit Parade, traía artículos escritos por Carlos Chimal y José Agustín, cartas del público que respondía el Vivi Hernández, cancionero, traducciones de algunas rolas, entrevistas. El “México Canta”, además de los artistas de éxito de la época –Manzanero, Roberto Jordán, Carlos Lico, etc.- traía información y fotos de Beatles, Rare Earth, Jefferson Airplane, Mammas and the Papas y muchos otros a los que ya identificaba con la música que escuchaba en la noche en San Ignacio. También tenía espacio el rock nacional como El Three Soul on My Mind y Xavier Bátiz


La colección de “México Canta” del Alfonso –el Tío del Koyso- empezó a formar parte de las lecturas obligadas en mi temprana juventud y de ahí a sintonizar las estaciones gringas nocturnas para identificar a los grupos y luego a la traducción de las canciones.
Un golpe tremendo en esa época fue la separación de los Beatles, no lo podíamos creer. Apenas estábamos masticando Let it Be y Lady Madona cuando por el “México Canta” nos llegaban las noticias de que Ringo, Paul, John y George no tocarían mas juntos por culpa de Yoko Ono; otros decían que, en realidad Paul había muerto y que era difícil sustituirlo y volvíamos a la portada de Abbey Road donde se decía estaban las claves de la desaparición de Paul y volvíamos a escuchar Come Together, something, Maxwell's Silver Hammer, Oh! Darling, Octopus's Garden en busca de las claves de la separación. Sabía –por Chimal- que Abbey Road (1969) fue el último disco de los Beatles, se puede decir que era una despedida. Aunque Let it be salió al mercado en 1970, pues se había grabado anteriormente, y fue retrasado debido a motivos comerciales y artísticos.


Para finales de los setentas, ya en plena secundaria, no encontré ningun prospecto de novia que le gustara el rock, a las chicas mas o menos progresistas -dizque alivianadas- les gustaba Leonardo Fabio, los Solitarios, y Raphael que empezaba a provocar tumultos y a invadir las estaciones de radio y cuando no, pues los rancheros y las cumbias de moda.

Por otro lado, en México estaban pasando cosas que nosotros, acá, en Baja California Sur, no sabíamos o no querían que supiéramos. Solo sabíamos que los Beatles habían desafiado a Jesucristo con su fama; que John y Yoko se habían tomado fotos desnudos; que en Vietnam había guerra; que los estudiantes en México andaban muy alborotados por culpa del comunismo internacional y que la policía andaba en busca de melenudos, fanáticos del rockanrol para meterlos al bote por marihuanos y porque estaban en contra del gobierno.
Díaz Ordaz les había dado una lección en 1968 y el PRI en pleno, apoyaba la mano dura del presidente a quien no le gustaban los melenudos –y que la vida lo habría de premiar con Alfredito, un hijo rockero- el vocero del presidente, Porfirio Muñoledo habría de pagar su justificación de la Masacre de Tlaltelolco con una larga -brillante- vida política con triste final en el PRD.


Finalmente llegó la realidad a Santa Rosalía. Algunos jóvenes que habían salido a cursar estudios universitarios a Guanajuato, Hermosillo, Guadalajara y México, empezaban a usar el pelo largo, ropa informal de mezclilla, largas patillas y a juntarse a escuchar rock y quizás a quemar yerba seca. Andaban de vacaciones en el mineral, cuando la policía, con el pretexto de una infracción de tránsito, arremetió contra ellos, los apresaron y el siguiente paso fue cortarles el pelo, a lo que –obviamente- se resistieron y se armó el pancho. Lo que parecía un conflicto entre los jóvenes, sus familias y la policía, se extendió al resto de la población que vio en el accionar policiaco un abuso de autoridad.


El episodio no hizo mas que reunir a muchas otras personas en contra del delegado municipal que había ordenado la represión, era evidente que el aspecto de los jóvenes y sus manera de comportarse irritaba a las autoridades (desde Díaz Ordaz hasta el mas insignificante alcalde).
Liderados por El Pirri Cota, el Chema Bravo, el Quirry Juárez y otros, las autoridades cedieron, aceptaron el mea culpa y los reos salieron de las mazmorras. Como festejo a las acciones y el buen final se improvisó un concierto de rock que reunió a mas palomilla de la que se esperaba ante la inquina y antipatía de las autoridades y fuerzas vivas de la comunidad que solo aceptaba como forma de diversión juvenil las “serenatas” de los jueves que reunía a la familia, parejitas amorosas que se lanzaban -a la menor provocación- a la pista de baile y al chamaquero a tomar limonadas en la nevería de Lito Cuevas y a meterle tostones a la sinfonola.

Cuando terminé la secundaria en Santa Rosalía, ingresé a la Prepa Morelos en La Paz y conocí amigos que escuchaban música de aquella de las estaciones nocturnas gringas de San Ignacio. El entorno era diferente porque la NT, la estación que dirigía Don Francisco King expedía música muy variada fuera de las cancioncitas de moda, cumbias guapachosas, bandas sinaloenses y música bronca de la contracosta. La NT no solo nos educó un poco el oído con música clásica y semiclásica, también nos enseñó a reconocer géneros musicales, pero sobretodo, por la noche a la hora de la maleconeada- emitía un programa de rock –“De Cabellos Largos”- ahí escuché a los durables y rítmicos Credence, el rock latino - tropical- de Santana, el regreso de Paul con los Wings, las melosas melodías de los Bee Gees –antes de que cantaran como Cepillín-, la voz potente de Joe Cocker, las rolitas de Simon y Grafunkel, a los camaleónicos Crosby, Still, Nash and Young o el duro guitarrazo de Hendrix y muchos mas que los morros maleconeros solicitaban a la estación, a quienes los hijos -o sobrinos- de Don Pancho King hacían esfuerzos por mantener actualizados.

En La Paz encontré compañeros que habían estado en Los Ángeles y San Diego que trajeron discos de Carol King, de Janis Joplin, de Cream (White Room) y otros que empezamos a escuchar con verdadera veneración y nos creíamos los mas adelantados de la comarca que, obviamente despreciábamos olímpicamente, la música popular de “cancioncitas que no sacan de ningún apuro”.

El “México Canta” había degenerado –ante las presiones del gobierno- y solo ofrecía información grupera, cantantes españoles, letras de canciones de moda; el gusto musical lo marcaba Raúl Velazco y las estaciones guapachosas de la contracosta, pero casi nada de rock. Finalmente "México Canta" desapareció.
Me encantaría decir que en la prepa leíamos la revista "Rolling Stone" pero solo sucedió una vez que el Alberto Vargas –un compañero de la prepa- que fue a San Diego y se trajo la revista –“hecha para caminar por el lado salvaje de la vida”- donde venían unos artículos sobre la guerra de Vietnam, una entrevista con Andy Warhol, otra con Dylan que empezaba a entrar en la leyenda; información acerca del nuevo disco de Jethro Tull –solo conocido por los muy avanzados- y muchos otros grupos que jamás habíamos escuchado.


La revista Rolling Stone y la inquietud juvenil nos revelaban que, además de las novias –afectas a las baladitas de moda- y la sudcalifornia de la “cortina de cholla”, había otras cosas en el mundo, entre ellas el festival de Woodstock; empezábamos a tratar de saber que pasó en el movimiento estudiantil de 1968, a leer a Carlos Fuentes, García Márquez, Cortázar y Vargas Llosa; a preguntarse acerca de la democracia con un partido único que siempre ganaba las elecciones.

En eso ocurrió el Festival de Avándaro que fue vapuleado por los medios de comunicación de la época y por la gente decente. Nadie sabía de donde habían salido tantas bandas de rock –con el pretexto de las carreras de autos- ni tantos espectadores que se pasaron una tarde y toda la noche de música y gritos de liberación en un país que todo se prohibía.


En adelante, la represión contra el rock y los conciertos fue mayor, igualmente contra los chavos que usaban pelo largo. El gobierno obligó a las disqueras a rechazar a la enorme cantidad de grupos –Dug Dugs, Peace and Love, Five Finger, Tinta Blanca, El Klan, Bandido, etc. Obligaron a cerrar los lugares donde se presentaban y muchos tuvieron que desaparecer. Solo el polvo de “Three soul in my mind” (El Tri de Lora) queda de aquellos lodos.

Comprenderíamos después, que tanto la explosión de Avándaro como la del Movimiento Estudiantil que terminó en la tragedia de Tlatelolco tres años antes, tenían la misma raíz: eran los jóvenes que estaban hartos, hartos de sus familias, de su país, de su gobierno, del partido eterno, de no poder vestir y arreglarse como se les pegara la gana, de musiquita con letras ñoñas, tontas y repetitivas. Del gobierno que trataba a los ciudadanos como hijos que premia y castiga y no como ciudadanos y a los jóvenes como a retrasados mentales condenados a seguir las modas de Televisa.


El rock formaba parte de esa búsqueda y de esas exigencias. Las razias se sucedían en todo el país, la policía en búsqueda de chavos con greña larga a quien tundir con toletes y meter al bote. Los conciertos de rock ni pensarlo, el gobierno le temía a cualquier concentración de jóvenes.

En la música de rock se acumulaba buena parte del descontento social y del hartazgo de los jóvenes contra el orden de cosas; el rock les caía mal a los “decentes”, a la derecha, a la iglesia, al PRI, a las clases acomodadas.
El rock no solo era música estridente con letras en inglés; era también otra forma de vestir y de cambios en el aspecto personal; otra forma de ver el mundo, mas amplia, mas profunda y cosmopolita; era un fenómeno m
undial que, pedía a gritos libertad y la incorporación de los jóvenes y sus ideas a la participación social.

Entre otros movimientos y fenómenos sociales, el rock empezó una recomposición del gobierno, la familia, el arte, la escuela, que finalmente, provocó el rompimiento de prohibiciones, que hoy, nuestros hijos consideran ridículas o piensan que exageramos para poder justificar esas fotografías que mis hijas exhiben a sus amigas –para carcajearse- de vez en cuando, donde su padre, flaco, enjuto; de jeans y zapatos de gamusa, camiseta hang ten, pelo largo, desordenado y lentes lenon, posa en su recámara de estudiante ante el poster

de Génesis y no se imaginan que ahí se encuentra –con pelo- el venerable Phil Collins, ese que ahora le pone música a una película sobre Tarzán y a "Tierra de Osos". En eso terminamos, después de todo, ha sido divertido.

lunes, 15 de septiembre de 2008

EL REGRESO DEL PADRE GUILLEN

Después de 26 días de camino, el Padre Clemente Guillén, 4 soldados y un cabo español, además de 15 indios monquis de la región de Liguí –o Malibat- maltrechos, cansados y sin provisiones llegaron a la Bahía de Paz, avistaron, la balandra “Triunfo de la Santa Cruz” en la que se trasladaron el Padre Jaime Bravo y el Padre Ugarte, después, un poco mas adelante, Guillén se encontró con los santos varones que recibieron al fatigado contingente con la buena nueva de que habían logrado hacer amistad tanto con los indios guaycuras de la playa como con los pericúes de las islas y que, por lo tanto, sería posible edificar la misión en la bahía.
Fueron obsequiados con las mejores viandas, descansaron y luego todo el grupo de Liguí y Guillén se sumaron al desmonte y levantamiento y hasta en las expediciones al interior. Pasaron ahí la Navidad en la que se acercaron grupos de guaycuras –ya con mas confianza- y llegaron a bautizar cerca de cuarenta inditos.
El Año Nuevo, el Padre Bravo mandó matar 3 vacas y armaron tremendo pachangón, comieron carne asada y los indios lauretanos sorprendieron con su habilidad culinaria pues en un terraplén de grava, colocaron una gran cantidad de almejas, a las cuales les agregaron yerbas aromáticas para después cubrirlas con varas secas que fueron encendidas en una fugaz lumbrada. Las almejas tomaron un sabor digno de los mejores y más regios banquetes europeos.
Cuando tomó forma el establecimiento, fueron llegando a La Paz tanto indios del interior como de las islas a los que el Padre Jaime Bravo amistó, alimentó e instó a que le ayudaran a levantar la edificaciones que formarían la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, de todo esto fueron testigos en su estancia, el Padre Guillén y sus acompañantes....pero había qu regresar de nuevo a Malibat (Liguí).
Se decidió el retorno para el Día de Reyes - 6 de enero de 1721- ese día amaneció lloviendo y tuvieron que esperar hasta el día 10 en que mulas y vituallas fueron llevadas en canoas hasta la terminación de la bahía, de ahí en adelante, Guillén tomó de nuevo el camino andado y durante casi una semana repasó senderos conocidos. Pero Guillén quería explorar hacia otros parajes y con ayuda de sus indios preguntaba en las rancherías por lugares con agua y pastos.
A medida que se apartaba del camino ya conocido, las rancherías y grupos de indios se hacían más hostiles, especialmente los de la región de Aripes. Algunos recibían regalos pero se negaban a guiarlos; otros, simplemente huían hacia las serranías y otros los seguían a cierta distancia, pero no se acercaban mientras de cerro a a cerro se comunicaban con gritos y silbidos incomprensibles para Guillén y su gente que se mantenía en tensión constante.

Cuenta Guillén que al llegar a un poblado prequeño, un indio se mantenía a cierta, pero seguramente deseaba ser regalado de comida, Guillén se acerca y le insta a unirse al grupo para comer, el indio responde algo que Guillén no comprende por lo que se dirige a los indios amigos y traductores que no aguantan la risa, finalmente Guillén y los españoles sonríen al escuchar las razones por las que el indio no quiere acceder al poblado "dice que ahí tiene muchos suegros"- tradujeron los lauretanos.


Poco a poco se dieron cuenta que los indios que encontraron a su paso les mentían acerca de los rumbos y direcciones a tomar. El sábado 18 de enero tuvieron el primer desencuentro franco: una legua antes de llegar a una ranchería, salieron a su encuentro varios indios que los invitaron a correr. Guillén sabía que llegar corriendo a toda velocidad y probar su capacidad muscular era una manera de iniciar amistad, pero le pareció sospechosa la invtación puesto que los anfitriones no se mostraban muy amables y la invitación parecía mas un udo reto que un rito amistoso. Guillén les comentó que venían muy cansados, que habían caminado muchas leguas; que había que seguir aún muchas leguas y que, además, ya estaban certificados de su amistad. Tal respuesta no gustó a los anfitriones que se negaron a recibir alimento que Guillén les regalaba. Sin embargo permenecían cerca del contingente. Así, ambos contingentes se mantenían en guardia mientras avanzaban por las veredas.
Cuando llegaron a Pameraquí, se sumaron una mayor cantidad de indios hostiles que se acercaban a la expedición. Al tratar de salir de la ranchería de Pameraquí, la expedición se encontraba rodeada por unos setenta indios que les instaban se fueren por veredas peligrosas. El cabo español, a lomo de caballo, les respondió que fuesen adelante, que dejaran el camino libre, a esto, un indio se molestó y dio con su arco un fuerte piquete al caballo que acusó con un salto el dolor; otro indio hizo lo mismo con otro caballo y estos amenazaron con desbocarse. Los indios hostiles se acercaban a los indios amigos y les preguntaban “¿poque no traen arcos?, ¿son mujeres?”; otros comentaban entre ellos
“tienen miedo”, “si tienen miedo ¿para que vienen a nuestras tierras?”.
Así, en este ambiente caminaron
todo el día. “con tan pesada compañía -narra en su diario Clemente Guillén- llegamos a Aripité. Los indios se mostraban sospechosamente amables y se acomidieron, después de recibir regalos, a guiar a la expedición, por mejores caminos, mientras los facinerosos se agrupaban y parecían discutir la manera de atacar al contingente de Guillén. Al salir de la ranchería “vimos un planta de pitahaya toda destrozada, hecha añicos y de ella algunos pedacillos mayores estaban clavados contra el suelo con estacas y palos aguzados; lo que interpretaron nuestros indios amigos y españoles prácticos ser hecho a fin de declararnos enemigos y rompernos guerra”. La expedición sigió su camino sin volver la vista atrás y no pararon hasta después de caminar 12 leguas a causa del cansancio de bestias y personal y fue hasta la madrugada del 19 de enero que empezarían a reconocer parajes de indios amigos como los de Cudemé y los de San Cosme Chirigaguí, aun así, tales indios no se acercaron a la expedición, “quizás por miedo o por traición”.

Continuaron el día 20 y 21 por rancherías conocidas – Guerecuaná, Aenatá, Quepo, Quatiquié, Onduchah, Anyaichirí y Candapán- las cuales se encontraban deshabitadas. Fue hasta el miércoles 22 que llegaron a Santa Cruz Udaré, de donde eran naturales tres de los indios expedicionarios, que fueron recibidos por los parientes con gran regocijo. Se encontraba de visita el cacique de Anyaichirí a quien “refirieron los tres amigos los indicios que tuvimos del mal ánimo de la gente de Pemeraquí y Aripité”. El cacique, para mostrar sus respetos y su parcialidad a favor del Padre Clemente
Guillén y su expedición, en el silencio de la noche, hizo un enérgico conjuro contra los hostiles aripitinos y pemeraquienses: flechas, lanzas ardientes, tizones que chocaban entre si iluminaron la noche, potentes movimientos de animal salvaje; gritos de guerra, de reto y reclamo, beligerantes aullidos que se perdieron en el corazón de las tinieblas, surcaron el aire en algún paraje al sur de Loreto, ya muy cerca de Liguí-, tan cerca que, al otro día, el 23 de enero de 1721, el Padre Clemente Guillén y su contingente regresaban sanos y salvos, a la misión de San Juan Malibat de la que habían salido un 11 de noviembre de 1720.




Como se sabe, la misión de Malibat ya no existe. Debido a la escasez y las epidemias, fue cambiada a Nuestra Señora de los Dolores, lugar que el propio Guillén descubrió en su viaje de ida y vuelta a la Bahía de La Paz.

domingo, 31 de agosto de 2008

SUDCALIFORNIA REAL STATE

No seria la primera vez que se ofrece la tierra sudcaliforniana al extraño; quizás si la última, pues la tierra, su extensión, tiene un límite.
No sabemos que negocios hicieron guaycuros, coras, cochimìes, monquis y demás indiada que habitó la península, pero dice Fernando Jordán que el jefe guaycuro, en cuanto Hernán Cortés pisó tierra, se puso de nalgas prontas:
“Tuya e la costa mágica de perlas y arenas
Los bosques de cardones
La sierra que se eleva para mirar el mar
Las Fuentes que recortan esmeraldas sobre la tierra seca
El valle donde el sol duerme la siesta
Las islas de misterios y de peces”
…..y sigue el guaycuro ofreciendo la tierra como se supone que primero Leonel y luego Narciso han estado ofreciendo la tierra a un Cortés denominado Luis Cano y una pléyade de neonotarios –ascendidos sospechosamente en el gobierno perredista- que legalizan los mas chueco.
Después del guaycuro ofrecedor, fueron los misioneros jesuitas que se arrogaron el derecho de seleccionar y repartir la tierra, las mejores para ellos por supuesto, pero, al menos levantaron misiones y enseñaron a cultivarla. Había misioneros jesuitas a los que la tierra de la Antigua California no le gustaba nadita –y dejó constancia de ello- como el caso de Juan Jacobo Baegert que trabajó en San Luis Gonzaga –Chiriyaquì- aun así se quedó 17 años, luego escribió “Noticias de la Antigua California”
Después de que los jesuitas fueron expulsados, llegaron los franciscanos que hicieron mutis y se dirigieron a la Alta California, había mejores tierras en Los Ángeles, San Diego o Sacramento –aparte de Hollywood-, los dominicos se quedaron en la Baja California a hacer la repartición y en eso llegó la independencia de México.
La Independencia obligó a reconocer como ciudadanos a los indios y a estos como propietarios, sin embargo, los indios no tenían sentido de posesión y era imposible confinarlos a un espacio. Así que mientras los indios andaban de un lado a otro, la tierra se repartió entre nuestros parientes los Lucero, Villavicencios, Mezas, Peraltas, Osunas, Avileses, etc.
Pero había una gran cantidad de tierra sin dueño y con los tratados juaristas como el de Guadalupe-Hidalgo que permitía el libre paso por el Colorado al Golfo de California, los extranjeros formaron compañías colonizadoras que se apropiaron, mediante ridículos contratos de la tierra por donde vagaban los escasos indios que finalmente fueron exterminados por la “gente de razón”. El 20 de julio de 1863, la administración de Benito Juárez, promulgó la ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos, que en parte de su artículo 2º. decía: Todo habitante de la República tiene derecho a denunciar hasta 2 500 Has....; quince años después, Guillermo Andrade, representando a la Compañía Mexicana Agrícola Industrial y Colonizadora de los Terrenos del Colorado, y a la Compañía J. Kelly, obtuvo 300 000 hectáreas para medir y colonizar terrenos en las márgenes del río Colorado.
Desde el tiempo de Juárez, se concedió a Jacobo P. Leese autorización para el deslinde y colonización desde el paralelo 31º hasta los 24º 20’ de latitud. En 1883, las compañías Hüller, Bulle, Flores Hale y Macedo, a las que deben agregarse las concesiones a Andrade y Kelly, sumaban once millones quinientas mil Has., de las poco más de catorce millones de Has. que constituyen la superficie de la Península de Baja California.
Cuando llegó al poder Porfirio Díaz, entraron muchas otras compañías con pretextos mineros, agrícolas, pesqueros a los que se les regaló grandes extensiones para que abrieran fuentes de trabajo y poblaran este baldío y solitario territorio. Así entraron en el norte compañías que les birlaron los terrenos a los cucapás, kiliwas o kumiai, lo mismo sucedió en el sur, solo que ya no había indios.
Aquí en el sur, tanto en Santa Roisalía, en El Triunfo, San Antonio, incluso en El Arco, las compañías mineras obtuvieron además de megaextensiones, contratos sumamente ventajosos para explotar al minero mexicano
Con la Revolución Mexicana, los dizque héroes, es decir, los que se formaron en el bando ganador, se hicieron de grandes extensiones. Algunos muy conocidos como los predios inmensos de Ildefonso Green -en la Rotonda de los Hombres Ilustres- que aun litigan sus familiares; sucedió igual con los Ortega, los Canseco o los Cornejo, que daban lugar a un nuevo tipo de gandalla que prohijaba el gobierno de la revolución que nos duró mas de setenta años.
El gran terrateniente de esta revolución fue sin duda, Miguel Alemán que resultó que aquí en estas tierras lejanas, ignotas también tiene terrenos, desde luego pegaditos a la playa y en la Bahía de La Paz, en Balandra para ser mas precisos; sus sucesores –es decir, Miguelito- tiene la desvergüenza de reclamarlos para si, pero respetuosos que somos de las leyes no se les puede despojar.
El gobierno del PRI, como se sabe, produjo ejidos por todo el territorio, muy poca tierra en BCS quedó fuera del régimen ejidal: cerros, desiertos y grandes extensiones de playa quedaron bajo esa denominación. De tal manera que cuando, en el gobierno de Salinas se dieron cuenta que la organización ejidal había agotado sus posibilidades, dieron a los ejidatarios la oportunidad de vender sus tierras y es los que han hecho.
¿Quién ha comprado esas tierras? Gente que está bien informada al respecto. Es decir, quienes trabajan en el gobierno que se pueden aliar a grandes capitales para hacer desarrollos turísticos. Es el caso del hoy gobernador de Baja California Sur, quien junto con empresarios cabeños, en contubernio con las autoridades locales, elaboraron actas apócrifas de ser residentes en la zona de La Purísima pues tenían información privilegiada que en la zona se liberarían terrenos ejidales. Narciso Agúndez gue agarrado en la maroma y después, incluso pidió perdón por su gandallez y prometió que se reformaría y sería un mas honesto político, cosa que le creyó el pueblo sudscalifornaiano pues, votó para que fuera su gobernador por 6 años…y ahí está.
En las últimas semanas han aparecido artículos en alguna revista nacional donde detallan movimientos de ventas de tierras desde que se inició el gobierno perredista con Leonel Cota a quien acusan de funcionar como el hoy gobernador: información privilegiada para hacerse, mediante el poder, de la burocracia de grandes extensiones de terreno.
El presidente del PAN sudcaliforniano, el profesor Jiménez aparentemente ha destapado una cloaca donde los contubernios del gobierno perredista junto con emisarios del gobierno pasado, han hecho un negociazo, según cuenta una revista de distribución nacional, dicha situación también ha sido tratada en noticieron televisivos.
Leonel Cota ha respondido que es una maniobra de sus enemigos, aunque sería mucho mejor que aclarara de mejor forma el ditirambo, pues mal se vería inmerso en la “defensa del petróleo” y de su privatización y por otro lado, haciendo negocios con los malvados gringos neoliberales y explotadores de América Latina
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miércoles, 20 de agosto de 2008

EL VIAJE DEL PADRE CLEMENTE GUILLEN

Ya se habían edificado las misiones de Loreto y San Javier por Salvatierra, Bravo y Ugarte, a Clemente Guillén lo habían enviado a levantar la misión de Malibat o de Liguí, a 30 km al sur de Loreto. Sin embargo, Salvatierra y Bravo, empecinados en construir una misión en la Bahía de La Paz después de casi 20 años de iniciada su obra evangelizadora, usaban todas sus posibilidades.
Las dificultades para establecer la misión de La Paz -bahía muy valiosa desde el punto de vista estratégico- provenía de las enemistades y guerras frecuentes entre los cochimíes de las islas y los guaycuros playanos y estos, contra buzos perleros. Mas de 20 años de edificada la primera misión en Loreto, decidieron partir desde Loreto en la balandra “Triunfo de la Santa Cruz” los jesuitas Bravo y Ugarte y unos 8 indios asimilados pero, previendo que ante una situación difícil con imposibilidad para escapar por mar, necesitaban un camino alterno por tierra- Así, comisionaron al Padre Clemente Guillén para que buscara una entrada a la Bahía de La Paz por el complejo montañoso del centro de la península.
Así, Clemente Guillén partió con cuatro soldados españoles, 6 indios de su misión en unas 8 bestias de carga. El camino fue azaroso: el terreno tan disparejo, la falta de veredas y de guías, el temor a los ataques y la incertidumbre sobre el agua y pitanza, califican de odisea el extenuante viaje de Clemente Guillén y su gente.
Todo el viaje lo consigna día a día Guillén en su diario que se encuentra en El Departamento de Libros Raros y Curiosos y Manuscritos de la Biblioteca Nacional.
Salieron el 11 de noviembre de 1720 de Malibat o Ligui, al otro día ya habían penetrado en el país de los guaycuros: "hicimos a Santa daría Acuré, casi todo por cuestas y por lomas. Se andarían sieta leguas. Aquí comienza ya el territorio de los guaycuros, o nación cuvé".
Sin poder avanzar por la costa, se desviaron hacia el centro de la península por sierras y barrancos difíciles donde perdieron mulas que se rodaron y caballada que se lesionó. Por fin, una semana después llegan a un lugar con un arroyo y buena tierra para cultivar a la que nombró “Nuestra Señora de los Dolores”. Dice Guillén: "...tiene esta agua dos tablones de tierra que con facilidad pueden regar- Mientras se registró el arroyo, se proveyó de agua a las bestias, haciendo bateque mas arriba de donde lo hacen los barcos y canoas. Por la tarde nos mudamos arriba a Nuestra Señora de los Dolores para que la caballada tuviera agua sin escasez. Es todo el territorio lo mejor que hemos hallaldo"
Al otro día -19 de noviembre- encuentran indios enemigos que aparecen y desaparecen en las laderas, escuchan sonidos de pitos con los que éstos se llaman y reúnen. Armados los indios, Guillén logra hablar con ellos, los apacigua mediante regalos, incluso 6 de ellos accedieron a acompañarlos. Dice Guillén en esta parte: "...tomaron sus armas y trataron de retirarse; mas por medio de los Aripaquí, que acompañaban a los exploradores, se apaciguaron y llegaron a hablar"
Es hasta el día 23 en que pueden ver la costa desde lo alto de la sierra, una ensenada que Guillén llamó San Evaristo. Algunos exploradores se han perdido y ya no tienen agua. En esas condiciones los indios recién agregados desertan y los dejan a su suerte.

Para el 27 de noviembre aún no pueden acercarse a la costa, los exploradores han visto los que podría ser el seno de La Paz. Los españoles ya no soportan la fatiga y falta de alimentos. Relata Guillén "...Y como eran todas o barrancas o sierras, todo bajar o todo subir y con las armas, fue la sed de todos al volver, puesto ya el sol muy ardiente; tanto que el empeñado ardor de Don Juan Antonio de Covarrubias le faltaba ya el aliento de el de el ánimo. Otro de los compañeros españoles se imposibilitó con la fatiga al ir, y así se retiró a esperar, donde etaban las bstias, la vuelta de los que proseguían". Deshidratados, tienen que descansar el día 28 y esperan agua y caballos de repuesto. Avanzan por barrancos y cañadas que de seguir en esas condiciones, los bastimentos no alcanzarán de no encontrar pronto un paso hacia La Paz-

El día 29 se reúnen a deliberar. El dilema: seguir o intentar un regreso. Deciden continuar y cumplir la promesa a Bravo y Ugarte, acuerdan que en caso de situación desesperada, matarán bestias para comer, recogerán yuca y mezcal, esa será su subsistencia. Dice Guillén al respecto: "....obligó esta tarde a formar junta para deliberar si convendría seguir a La Paz o tomar la vuelta a Nuestra Señora de Loreto. Se resolvió que, a todo alnce, se prosiga, lo cual ha sido sobrado aliento; porque el bastimento, aunquer mas se tase, alcanzará para seis u ocho días..."
El 29 de noviembre los indios exploradores traen buenas nuevas. Han encontrado un paso a la costa a 10 o 12 leguas del lugar. El camino es mas sinuoso aun. No solo pierden bestias, algunos indios temerosos de quedar sin bastimento deciden regresar a su país.
Es hasta el día 2 de diciembre cuando encuentran agua en un paraje que llaman Santa Bibiana de las Averías, nombre apropiado, pues no encuentran el paso hacia el seno de La Paz y por la noche hay una estampida de la caballada que los obliga a juntar bestias durante la madrugada, todas mancas y espinadas.
Al otro día dan con un arroyo donde encuentran algo de pasto para las bestias. Caminan por el cajón del arroyo y a dos leguas encuentran el mar. Pero no es el seno de La Paz, han caído al norte de este, de tal manera que caminan por la playa el día 3 y 4 de diciembre, pero la falta de agua dulce les obliga a alejarse del mar y el día 5 consumen las últimas raciones de pozole.
El día 6 regresan al mar por un desfiladero donde pierden algunas bestias y a las 4 de la tarde ven el mar y enfrente la balandra en la que se trasladaron Bravo y Ugarte al Puerto de La Paz. Así lo cuenta Guillén: "...Cuando divisamos la balandra y las barracas en tierra, fue grande el regocijo , porque todos, así los soldados españoles, como los indios amigos, se hallaban muy quebrantados del mucho trabajo de la expedición"
El Padre Guillén felicita a los españoles y a los indios que les acompañaron hasta el final. Hace aquí una reflexión acerca de la fidelidad de estos indios –de origen cochimí- pues a pesar de acompañar a extraños y tener que transitar por territorios considerados enemigos, con todas las penalidades descritas, se mantuvieron en la expedición.
Grande fue la alegría cuando por fin llegaron a las inmediaciones de la bahía, mucho más cuando Clemente Guillén se encontró con sus superiores Bravo y Ugarte que se detalla así: "... fuimos todos los caminantes recibidos y regalados de su primer fundador y ministro Padre jaime Bravo, con caritativa amplitud, con que reparados del cansancio en pocos días, se aplicó la gente a tener parte en la nueva fundación...."; encuentro que se consigna el 6 de diciembre de 1721

miércoles, 6 de agosto de 2008

AQUÍ ESTAMOS III

Leonel Cota dimitió unos meses antes de terminar su mandato legal, y las huestes del PRD se preparaban para sucederle, los probables eran: Rodimiro Amaya T, Senador de la República, hombre adinerado ante la oportunidad de su vida, quizás lo menos parecido a un hombre de izquierda; Víctor Guluarte, expresidente municipal de La Paz, de ambiciones holgadas pero con buen sentido de la oportunidad, ambos compañeros de fuga priista de Lionel; el expresidente municipal de Los Cabos, Narciso Agúndez que ya había estrenado su cuarto partido, el PRD como Diputado Federal, después de ser presidente municipal de Los Cabos aún por el PT. Había quien creía en la relación izquierda/PRD sudca y agregaba a Víctor M. Castro, fundador del PRD, el más encumbrado perredista –no priista- que había llegado a la Secretaría de Educación, obviamente con pocas posibilidades.



Para el 2005, el PRI no se había recuperado de las palizas del 99 y la de las elecciones intermedias que se llevó el PRD casi con carro completo. El PRI mas dividido que nunca; el PAN tan inexistente que hace preguntar si en Baja California Sur se acabaron los conservadores o no hay nada que conservar; el resto de los partiditos, en la espera –como siempre- de “cachar elevaditas”.
Debido a la fuerza inaudita que ha tomado el grupo Cota Montaño, se deduce que quien mantenga el apoyo de su patriarca Lionel, será quien contienda por la Revolución Democrática. Mientras tanto, la figura de Rodimiro Amaya es la que parece más próxima a la nominación: concita apoyos por doquier y emprende una deslumbrante precampaña rumbo a su máxima ambición. Solo faltaba el Vo Bo de Lionel.
Pero los Cota Montaño tienen otro proyecto, y pronto, aquellos perredistas que lucían y exhibían con singular entusiasmo su preferencia por El Rodi, empiezan a bajar la intensidad de su apoyo, otros, simplemente cambian de opinión, la línea –como en el PRI- “el bueno” es Narciso Agúndez, de tal manera que El Rodi y Guluarte se quedan con un palmo de narices; uno se echa a la milonga, da bandazos por aquí y por allá y termina de candidato del PRI que así da muestras de su grave descomposición –del Rodi y del PRI- el otro, masculla su derrota dentro del PRD y se sube al carro del ganador, tanto que con el triunfo de
Agúndez será Secretario General de Gobierno.
Rodimiro, con una maniobra similar y viceversa –del PRD al PRI- a la de Leonel 99, no levanta los ánimos y a la mitad de su campaña, como buen empresario, supo que dicha empresa no tendría buen fin y dejó de gastar dinero, mientras que a Narciso Agúndez, solventado –ahora si- por la plana mayor perredista, los medios de comunicación fieles al gobierno y la cotamontañada, de volada le aparecieron virtudes impensables en otras circunstancias.
Narciso Agúndez cargaba con un pecado que podría costarle la gubernatura –decían los optimistas de la democracia y de la sabiduría popular- pues cuando presidente municipal de Los Cabos fue sorprendido en abierto contubernio con adinerados cabeños quienes habían obtenido falsas cartas de residencia de la región de La Purísima con el objeto de hacerse de unos terrenos valiosos –playeros- que serían liberados del régimen ejidal. Fue mostrada y probada la transa en varios medios de comunicación al punto que, ante la presión, Narciso Agúndez tuvo que reconocer que, en efecto, había incurrido con esa actitud gandalla, ofreció disculpas públicas e invalidó la bribonada. Del resto de los rufianes nada se supo y hoy son quizás, los felices poseedores de terrenos para parcelar frente a las playas del Océano Pacífico.
Pero la ya tradicional amnesia de la ciudadanía, la propaganda -virtudes extraordinarias repetitivas-, las despensas, las promesas de campañas y las promesas del poder, evitó que le sucediera al hoy gobernador, los que un país normal y democrático le hubiera sucedido: la despedida de la política y el ostracismo per secula seculorum.
La elección fue un paseo. Al Rodi se le había acabado el gas y el presupuesto, tanto que meses después de terminado el jolgorio electoral, era frecuente ver en los periódicos esos temibles insertos que d
icen: “se le suplica al Sr. Rodimiro Amaya que pasa a tal…. a liquidar asuntito pendiente…..”, acreedores desesperados que no veían claro el pago de camisetas, gorras, rótulos, trípticos y demás artilugios de campaña. Agúndez le ganó con la mano en la cintura, lo que se interpretaba como: Lionel obtuvo lo que quería.
Ante situaciones así, era lógico que bien y malpensados sacaran en conclusión que Narciso Agúndez subía al trono sudcaliforniano como un alfil –mas- del poder suprasexenal de los Cota Montaño.
De esta manera a Agúndez, si quería consolidar su gobierno y exhibir capacidad propia; ejercer con don de mando y procurarse el respetillo del respetable, tendría que, buscar la forma de alejarse de los fuertes lazos, que se supone, lo unían al grupo que lo apoyó –contra todo pronóstico- para colocarlo donde está.
El inicio de su gobierno fue desastroso, el mero día de su toma de posesión, un grupo de “acarreados” –vieja tradición del PRI- del Valle de Santo Domingo regresaban a su lugar de origen, después de hurras y bravos al nuevo gobierno, el autobús urbano –en carretera- en el que viajaba chocó con un camión de carga y fallecieron cerca de veinte personas. Las irregularidades eran incontables y fue la primera prueba de control de daños a la que se sometió a Agúndez y al bisoño gabinete no tenían ni idea que hacer ante el tamaño de la tragedia. Finalmente el tiempo obró y se ha enterrado convenientemente el suceso.
Lo demás ha sido los golpes de timón con el objeto de mostrar su independencia de Lionel que por su parte, emprendería un brillante camino en la política nacional, favorito de López Obrador llega a la presidencia del PRD con lo que acapara las miradas y afirma su poder en la política local.
Así, Narciso Agúndez desde el inicio de su mandato, ha tenido que batallar en las definiciones: al siguiente año de su gobierno tendría que optar o por la vía institucional que obligaba a reconocer la legitimidad de Felipe Calderón o entrarle a la vía del pelele, el espurio; después a la búsqueda de inversiones para el estado mediante el fuerte grupo económico de Los Cabos. Lionel por su parte brillaba en el ring nacional al frente de la presidencia del PRD, lo que lo mantuvo ocupado, mientras Agúndez hacía manitas con el “espurio” Calderón.
Después de deshacerse de modo paulatino de colaboradores herencia del lionelismo, ha traído a la Secretaría General al expresidente municipal de Los Cabos, Luis Armando Díaz, con lo que se consolida el Grupo Cabeño en el manejo de los destinos de Baja California Sur.
A poco más de la mitad del mandato, Narciso Agúndez apenas empieza a mostrar su propio camino, habrá que ver en los próximos meses, si NAM es solo una pieza mas de una maquinaria destinada a la conservación y usufructo del poder en Baja California Sur.

martes, 29 de julio de 2008

LA AVENTURA DE JUAN DIAZ

Para 1705, el Padre Juan María de Salvatierra, muy a su pesar, aconsejó a sus patrocinadores de Jalisco y Colima, que dieran permiso a algunos barcos para que ingresaran a la Bahía de La Paz, muy preciada por su configuración geográfica. Salvatierra creía que tales barcos servirían para, finalmente, catequizar a los Guaycuras de la bahía y a los Pericúes de las islas –en guerra constante-. Se habían levantado las misiones de Loreto y de San Javier pero la de La Paz seguía quedando pendiente.
A partir de esos años, las incursiones de exploradores, cabotaje, perleros y piratas en la Bahía de La Paz fue constante.
En 1713, uno de estos barcos perleros, hizo contacto con los indios isleños y comerciaron con ellos. Un día, cuando regresaron los buzos, el piloto que había quedado solo abordo, horrorizado narró que unos indios ingresaron al barco a la fuerza, que lo ataron, amagaron con incendiar el barco y robaron una fanega de maíz. Los marineros decidieron dar un escarmiento a los indios. Cuando al otro día, cuatro indios regresaron en sus canoas, los españoles prepararon sus armas y una vez cerca del barco abrieron fuego y los asesinaron. Previendo una reacción de los naturales huyeron y no regresaron mas.

Sin embargo, los indios no olvidaron y un año después, el Padre Jaime Bravo escribía: “ …no mirando estas gentes que la venganza sea en los mismos que hacen el daño, sino les basta que sea de su nación o ranchería o lengua; y a todos los españoles y de cara blanca, los miran como parientes unos de otros”
Enseguida relata el Padre Bravo el ataque de los indios isleños a los integrantes del barco: “Un día que era ya a los últimos de su buceo, en que les había ido muy bien, y ya a primeros de octubre, fueron a dar primero sobre los que estaban en el barco, que eran el capitán, un contramaestre mallorquín y otro español, que estaban solos mientras las canoas iban a sacar concha. Y matando a los tres, sin recibir de ellos daño alguno, fueron sobre las canoas, que con facilidad acabaron con todos ellos, como estaban descuidados de lo que ya había sucedido con los del barco. Solo reservaron sin daño a Juan Díaz a fin de que les sirviese para gobernarles el barco en el manejo del timón y velas, y llevándolo al barco, le mandaron levar anclas, ayudando ellos y fueron a poner el barco en un estero”
Juan Díaz no solo era el piloto, también tenía que achicar la bodega del desvencijado armatoste a punta de azotes. Los indios lo trataban francamente mal, en los pocos descansos que tenía el pobre Juan Díaz, el indio que pasaba a su lado, así sin mas, le daba un sopapo; otro una patada, otro -sin querer- lo pisaba, luego otro lo mandaba a hacer algo; si uno le daba comida, otro se la quitaba, además era fuente de escarnio, risas burlescas y los trabajos mas pesados, Juan los hacía, en fin, los indios le daban una carrilla que el peor carrilludo sudca no podría.
Un día, fondeados en un estero de la bahía, aprovechando que los indios habían salido en sus canoas, Juan trató de sorprenderlos: esperó el vientecillo de la tarde, levó anclas, desplegó velas, el barco se movió pesadamente y tomó algo de velocidad pero no la suficiente. Los indios se dieron cuenta, remaron cual atletas olímpicos y en un momento le dieron alcance. El castigo fue que entre dos indios lo tomaron, uno de la cabeza, otro de los pies, levantándolo lo mas que podían y dejándolo caer sobre la cubierta del barco hasta que se cansaron. El aporreo fue de antología y Juan no volvió a tratar de huir, en parte porque, en llegando de nuevo al estero, los indios quemaron el barco y le sacaron todas las partes de hierro que eran muy valiosas para ellos.
En lo sucesivo, el trato a Juan Díaz no cambió y lo usaban entre otras cosas para pasear a los niños, como si Juan fuera un caballo (Un hombre llamado caballo). Pasaron los meses y los indios isleños querían dar un escarmiento a los guaycuros playanos, sus acérrimos enemigos, de tal manera que le regresaron su arma a Juan que no contaba con pólvora, aun así los indios le pedían que disparara; el plan era que Juan encabezara el ataque y detrás, ellos como arqueros arremeterían contra los guaycuros, usando -of course- a Juan como escudo. Cuando Juan les dice que sin pólvora no hay ¡pum!, los indios le trajeron carcoma de madera negra, muy parecida a la pólvora que, obviamente no funcionaba, otros azotes y pescozones le costó a Juan, hasta que les enseñó que si le arrimaba un tizón la carcoma no explotaba, solo así dejaron de castigarlo
Aun así, vistieron a Juan con ropas españolas y le dieron título de capitán y lo mandaron por delante con el rifle y a cierta distancia los isleños que esperaban que salieran los guaycuros, Juan se adelantó y cuando estuvo a una distancia en la que no lo alcanzarían ni los indios ni sus flechas, corrió y corrió hasta que se perdió en los matorrales al interior de la bahía. Aún así los indios le gritaban que regresara que ya lo tratarían bien
Una vez que perdió a sus captores regresó a la playa a esperar algún barco que lo rescatara, hizo un hueco donde se escondía y solo salía a buscar alimento. Cuando escuchaba merodeadores se metía a la cueva, fueron varias las ocasiones en las que anduvieron cerca los guaycuros a punto de dar con el, finalmente fue encontrado por los guaycuros y cual fue su sorpresa que sabiendo ellos que Juan había sido capturado por sus enemigos, lo trataron como rey. Casi 6 meses pasó Juan entre los guaycuros a los que aprendió a querer y a entender. Ellos trataron a Juan casi como una deidad, tanto que cuando salían de pesca dejaban a Juan en la orilla, le hacían una ramadita y le llevaban sus mejores especímenes alimenticios, hasta compartieron mujeres con el buen Juan, asimismo lo consolaban cuando Juan, llevado por la nostalgia lloraba y compungía. Ellos mismos, los guaycuros lo llevaron a la costa una vez que avistaron un barco español. Ahí contó al capitán Don José de Larreategui toda su tragedia.
Fue llevado a Loreto donde conoció al Padre Jaime Bravo quien le dio asilo y escuchó con todo detalle las historias que Juan acumuló en su prisión primero y en su liberación después

En ocasión de la incursión hacia La Paz con el objeto de establecer la misión, es Juan quien sirve de guía y de contacto con los indios. Grande fue la alegría de los guaycuros cuando se encontraron de nuevo, de tal manera que Juan Díaz fue una pieza fundamental para establecer lo que sería la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz.
Jaime Bravo, compara, en sus escritos, la aventura de Juan Díaz con las que vivieron Gonzalo de Aguilar y Cabeza de Vaca, dos casos excepcionales de quienes vivieron entre indios intervalos largos de tiempo, intimaron, se adaptaron a su forma de vida y en muchas ocasiones actuaron como uno de ellos, haciendo suyas sus guerras, sus penas, sus creencias, olvidando, a veces, en ese mundo raro, alucinante, completamente la cultura original.