miércoles, 6 de agosto de 2008

AQUÍ ESTAMOS III

Leonel Cota dimitió unos meses antes de terminar su mandato legal, y las huestes del PRD se preparaban para sucederle, los probables eran: Rodimiro Amaya T, Senador de la República, hombre adinerado ante la oportunidad de su vida, quizás lo menos parecido a un hombre de izquierda; Víctor Guluarte, expresidente municipal de La Paz, de ambiciones holgadas pero con buen sentido de la oportunidad, ambos compañeros de fuga priista de Lionel; el expresidente municipal de Los Cabos, Narciso Agúndez que ya había estrenado su cuarto partido, el PRD como Diputado Federal, después de ser presidente municipal de Los Cabos aún por el PT. Había quien creía en la relación izquierda/PRD sudca y agregaba a Víctor M. Castro, fundador del PRD, el más encumbrado perredista –no priista- que había llegado a la Secretaría de Educación, obviamente con pocas posibilidades.



Para el 2005, el PRI no se había recuperado de las palizas del 99 y la de las elecciones intermedias que se llevó el PRD casi con carro completo. El PRI mas dividido que nunca; el PAN tan inexistente que hace preguntar si en Baja California Sur se acabaron los conservadores o no hay nada que conservar; el resto de los partiditos, en la espera –como siempre- de “cachar elevaditas”.
Debido a la fuerza inaudita que ha tomado el grupo Cota Montaño, se deduce que quien mantenga el apoyo de su patriarca Lionel, será quien contienda por la Revolución Democrática. Mientras tanto, la figura de Rodimiro Amaya es la que parece más próxima a la nominación: concita apoyos por doquier y emprende una deslumbrante precampaña rumbo a su máxima ambición. Solo faltaba el Vo Bo de Lionel.
Pero los Cota Montaño tienen otro proyecto, y pronto, aquellos perredistas que lucían y exhibían con singular entusiasmo su preferencia por El Rodi, empiezan a bajar la intensidad de su apoyo, otros, simplemente cambian de opinión, la línea –como en el PRI- “el bueno” es Narciso Agúndez, de tal manera que El Rodi y Guluarte se quedan con un palmo de narices; uno se echa a la milonga, da bandazos por aquí y por allá y termina de candidato del PRI que así da muestras de su grave descomposición –del Rodi y del PRI- el otro, masculla su derrota dentro del PRD y se sube al carro del ganador, tanto que con el triunfo de
Agúndez será Secretario General de Gobierno.
Rodimiro, con una maniobra similar y viceversa –del PRD al PRI- a la de Leonel 99, no levanta los ánimos y a la mitad de su campaña, como buen empresario, supo que dicha empresa no tendría buen fin y dejó de gastar dinero, mientras que a Narciso Agúndez, solventado –ahora si- por la plana mayor perredista, los medios de comunicación fieles al gobierno y la cotamontañada, de volada le aparecieron virtudes impensables en otras circunstancias.
Narciso Agúndez cargaba con un pecado que podría costarle la gubernatura –decían los optimistas de la democracia y de la sabiduría popular- pues cuando presidente municipal de Los Cabos fue sorprendido en abierto contubernio con adinerados cabeños quienes habían obtenido falsas cartas de residencia de la región de La Purísima con el objeto de hacerse de unos terrenos valiosos –playeros- que serían liberados del régimen ejidal. Fue mostrada y probada la transa en varios medios de comunicación al punto que, ante la presión, Narciso Agúndez tuvo que reconocer que, en efecto, había incurrido con esa actitud gandalla, ofreció disculpas públicas e invalidó la bribonada. Del resto de los rufianes nada se supo y hoy son quizás, los felices poseedores de terrenos para parcelar frente a las playas del Océano Pacífico.
Pero la ya tradicional amnesia de la ciudadanía, la propaganda -virtudes extraordinarias repetitivas-, las despensas, las promesas de campañas y las promesas del poder, evitó que le sucediera al hoy gobernador, los que un país normal y democrático le hubiera sucedido: la despedida de la política y el ostracismo per secula seculorum.
La elección fue un paseo. Al Rodi se le había acabado el gas y el presupuesto, tanto que meses después de terminado el jolgorio electoral, era frecuente ver en los periódicos esos temibles insertos que d
icen: “se le suplica al Sr. Rodimiro Amaya que pasa a tal…. a liquidar asuntito pendiente…..”, acreedores desesperados que no veían claro el pago de camisetas, gorras, rótulos, trípticos y demás artilugios de campaña. Agúndez le ganó con la mano en la cintura, lo que se interpretaba como: Lionel obtuvo lo que quería.
Ante situaciones así, era lógico que bien y malpensados sacaran en conclusión que Narciso Agúndez subía al trono sudcaliforniano como un alfil –mas- del poder suprasexenal de los Cota Montaño.
De esta manera a Agúndez, si quería consolidar su gobierno y exhibir capacidad propia; ejercer con don de mando y procurarse el respetillo del respetable, tendría que, buscar la forma de alejarse de los fuertes lazos, que se supone, lo unían al grupo que lo apoyó –contra todo pronóstico- para colocarlo donde está.
El inicio de su gobierno fue desastroso, el mero día de su toma de posesión, un grupo de “acarreados” –vieja tradición del PRI- del Valle de Santo Domingo regresaban a su lugar de origen, después de hurras y bravos al nuevo gobierno, el autobús urbano –en carretera- en el que viajaba chocó con un camión de carga y fallecieron cerca de veinte personas. Las irregularidades eran incontables y fue la primera prueba de control de daños a la que se sometió a Agúndez y al bisoño gabinete no tenían ni idea que hacer ante el tamaño de la tragedia. Finalmente el tiempo obró y se ha enterrado convenientemente el suceso.
Lo demás ha sido los golpes de timón con el objeto de mostrar su independencia de Lionel que por su parte, emprendería un brillante camino en la política nacional, favorito de López Obrador llega a la presidencia del PRD con lo que acapara las miradas y afirma su poder en la política local.
Así, Narciso Agúndez desde el inicio de su mandato, ha tenido que batallar en las definiciones: al siguiente año de su gobierno tendría que optar o por la vía institucional que obligaba a reconocer la legitimidad de Felipe Calderón o entrarle a la vía del pelele, el espurio; después a la búsqueda de inversiones para el estado mediante el fuerte grupo económico de Los Cabos. Lionel por su parte brillaba en el ring nacional al frente de la presidencia del PRD, lo que lo mantuvo ocupado, mientras Agúndez hacía manitas con el “espurio” Calderón.
Después de deshacerse de modo paulatino de colaboradores herencia del lionelismo, ha traído a la Secretaría General al expresidente municipal de Los Cabos, Luis Armando Díaz, con lo que se consolida el Grupo Cabeño en el manejo de los destinos de Baja California Sur.
A poco más de la mitad del mandato, Narciso Agúndez apenas empieza a mostrar su propio camino, habrá que ver en los próximos meses, si NAM es solo una pieza mas de una maquinaria destinada a la conservación y usufructo del poder en Baja California Sur.

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