lunes, 21 de septiembre de 2009

LA PAZ, LA CAPITAL

Puerto de Ilusión. Hace 40 años, para quienes vivíamos en la periferia del entonces territorio de Baja California Sur, no era fácil acudir a La Paz. No había carretera pavimentada; el transporte aéreo era caro, peligroso e irregular; el transporte marítimo no tenía grandes alcances.

Para quienes vivíamos en las inmediaciones del paralelo 28, La Paz era territorio casi vedado, era más fácil transportarse a Sonora. De Santa Rosalía a Guaymas siempre estuvo abierta una vía marítima, “El Güero” y el “Jesús Enrique” eran las dos cáscaras que a finales de los 60’s hacían viajes regulares, ruta en la que los norteños del sur utilizaban para el comercio, el turisteo, la atención médica, salida al continente y para visitar familiares. La quiebra de la Compañía El Boleo y el subsecuente éxodo de finales de los cincuentas, arrojó una buena cantidad de cachanías a Guaymas donde se asentaron la mayoría, otros al norte, muy pocos a La Paz. Ya un espléndido artículo de Blas Ramón Cota Meza –El Pirri- titulado “Cachanía la guaymense”, narra las intensas relaciones entre Santa Rosalía y Guaymas, de tal manera que: –cito de memoria- “no había un cachanía que no tuviera familiares o conocidos en Guaymas ”.

Sin embargo, La Paz siempre fue el centro burocrático, por lo tanto, de visita obligada. Había que venir al Puerto de Ilusión a reclamar el cheque, a afiliarse al ISSSTE, a buscar chamba, a conseguir becas, a registrar propiedades, actas de nacimiento, de defunción y hasta a los juegos olímpicos. No había otra que subirse al “correo”, un camión de redilas con doble cabina que salía de Santa Rosalía a La Paz una o dos veces por semana. Casi 48 horas de viaje si no sucedía un desperfecto, tan frecuente en aquellos escarpados terrenos por donde transitaba el armatoste.
Tanto en los caminos del norte como hacia el sur, “los troqueros” contaban cada historia acerca de sus aventuras, sus accidentes; las cuestas peligrosas como la de “El Burro”, la de “El Tiburón”, la de “Liguí” siempre aparecían en los relatos, eran además puntos de referencia. Se hacía una escala forzosa –a dormir- en Loreto o Comondú y al otro día –si todo iba bien- se tomaba la brecha de El Crucero a La Paz –que fue el primer tramo que se convirtió en carretera pavimentada- se llegaba a La Paz poco después de mediodía. Una odisea para los tiempos que corren.

Chilanguismo paceño. Pero La Paz era el centro y los paceños se percibían –desde la periferia- como los estirados, los soberbios, los arrogantes, en fin, el chilanguismo que endilgamos a los defeños; que también atribuyen los de Salta a bonaerenses; los de Provence a parisinos o los siberianos a moscovitas, supongo. No podía ser de otra manera en un país centralizado, modelo que se repetía en los estados pero mucho más en el Territorio de Baja California Sur carente de autonomía estatal. Si los gobernadores se nombraban en las tripas de los centros ceremoniales del PRI en el DF; los delegados municipales, a su vez, se nombraban desde La Paz. Con un régimen de partido único, la centralización era aun más aparente.

Cuando los juegos olímpicos estatales se hacían en La Paz, un buque de la armada se encargaba de transportar los contingentes deportivos. Como casi siempre eran al final del otoño –coincidían con el 20 de noviembre- la mar con frecuencia estaba picada y después de casi 24 horas de viaje; de náuseas, vómitos y mareos quedaban los deportistas muy disminuidos y desde luego, con desventajas para la competición contra los paceños, los adversarios a vencer y a quienes se les achacaban, con cierta razón, un gandallismo deportivo que provocaba interminables discusiones.
Los paceños tenían fama de malos perdedores, de conseguir en los reglamento, en minucias legaloides, lo que no podían lograr en el campo de juego.

Ante los paceños había cierto rencor soterrado que emergía y se hacía aparente en la rivalidad deportiva, por ejemplo, en la que Santa Rosalía era el mayor oponente a La Paz. Los juegos de básquet y beisbol, eran de alarido e invariablemente terminaban en bronca. Una vez terminado el tiempo regular, los tiempos extras seguían en la calle; algunos juegos terminaron en la barandilla por infringir el bando de buen gobierno. Si a algún miembro del contingente deportivo le llegaba a dar diarrea, sin duda, eran los paceños que habían colocado laxantes en la comida.
Ante los paceños había desconfianza y cierta paranoia.

De La Paz provenían los jefes, los inspectores, los decretos. La relación era unidireccional por falta de comunicación. Unos mandaban, otros obedecían. Los ahora municipios nacen en la transición de territorio a Estado, a partir de 1970, eran delegaciones y los delegados no siempre eran producto de elecciones, sino dedazo desde La Paz.

Aun con una hegemonía priista, aceptada como natural en el entonces Territorio de BCS, no fue raro que en el norte, alguna vez ganaran otros partidos políticos, como fue el caso de Don Manuel Cota que ganó la delegación de Santa Rosalía por el PAN, que decir de aquella gloriosa gesta del Dr. Adán Velarde y Oaxaca que ganó una diputación federal del Territorio al PRI del mismísimo Dr. Raúl A. Carrillo.

Santa Rosalía. Casi un siglo, Santa Rosalía, fue el centro de población mas importante en el norte. Sin origen misional, fundado a finales del siglo XIX y colonizado para la extracción de cobre por franceses, se convirtió rápidamente en destino tanto para conseguir trabajo como para el comercio. El crecimiento de Santa Rosalía en menos de 20 años alcanzó niveles que San Ignacio o Mulegé, los pueblos misionales vecinos, no alcanzarían en siglos.
Los adelantos tecnológicos con los que los franceses dotaron a Santa Rosalía, no los tenían ni siquiera en La Paz: luz eléctrica las 24 horas, un tren de vapor, grandes grúas, barcos gigantescos para la época, hospital con medicina y cirugía de primer mundo. El crecimiento fue monstruoso.
Sin embargo, La Paz, poco o nada tuvo que ver en el asunto. La Compañía francesa El Boleo, se introdujo desde el centro del país, mediante concesiones otorgadas directamente por Porfirio Díaz en donde se dispensaban impuestos y se disponía de la tierra como mejor les pareciera a los colonos franceses. Así, Santa Rosalía se convirtió en un enclave en el que el Gerente de El Boleo, era el Jefe Político de Santa Rosalía y circunvecinos. Los escasos funcionarios del gobierno, las fuerzas del orden, eran captados por la compañía que a su vez, se encargaba de mejoras materiales y hasta de la educación.
Fue hasta un poco antes de la Segunda Guerra Mundial que la comunicación entre los franceses de Santa Rosalía y los de Francia se hizo prácticamente imposible que El Boleo empezó a decaer. Dicha compañía se convirtió en objetivo militar para los alemanes, pero también, la cantidad y la pureza del cobre había descendido, de tal manera que ya en la postguerra, el boleo se declaraba en quiebra dejando Santa Rosalía sin trabajo y aislada, sin puentes hacia la capital del Estado. Fueron momentos difíciles en los que la gran mayoría decidió emigrar, muy pocos lo hicieron hacia La Paz.
La entonces altiva e independiente Santa Rosalía miraba hacia al sur sin respuesta. El gobierno del Territorio no tenía tampoco elementos para reactivar la actividad económica de una Santa Rosalía oscura, atrapada en su angustia mientras los esfuerzos venían desde el DF. Fue de la oficina federal de Fomento Minero de donde partieron los primeros planes para reconvertir y explotar la industria del cobre y quien detuvo la debacle y la desaparición de Santa Rosalía.

El Pacífico Norte. Mientras en el Pacífico Norte los viejos campos pesqueros de población temporal, se convertían en asentamientos formales, permanentes así Bahía Tortugas, Bahía Asunción, La Bocana y Punta Abreojos acogieron una buena parte de cachanías con vocación pesquera –y beisbolista- y abrían fuentes de trabajo para la juventud de la región. Todas esas cooperativas pesqueras, que comercializaban sus productos en California, tenían sus oficinas en Ensenada, BC. Aviones privados hacían el puente aéreo, de tal manera que los pobladores del Pacífico Norte nunca miraban hacia La Paz. La atención médica, la educación, las compras o las vacaciones se hacían en Ensenada y California.

Lo mismo sucede con Guerrero Negro que también fue refugio de cachanías. Al aumentar la explotación de la sal, el crecimiento de Guerrero Negro requirió de mano de obra, sin embargo, los impuestos de la ESSA –Exportadora de Sal- no se pagaban en el estado y a pesar de ser una empresa nacionalizada –en parte- sus ejecutivos ninguna relación tenían con Baja California Sur, todos procedían del centro del país de tal manera que el gobierno del Estado y su capital ninguna influencia tenían sobre esa compañía.
La Transcisión. Quizás el punto de unión más fuerte en los años anteriores a la estatización del territorio de BCS fue la Escuela Normal que había nacido a instancias del gobierno de Lázaro Cárdenas como Normal Rural con sede en San Ignacio. Fue hasta que se fundó la Universidad Autónoma de BCS, la única escuela de educación terminal. Aunque luego emigraría hacia La Paz, la Normal enviaba paceños hacia la periferia, asimismo desde la periferia acudían a la Normal paceña los estudiantes que, una vez, profesores, regresaban a sus comunidades.

La Normal de La Paz se convertiría en el rostro más amable de la capital. La gran mayoría de nuestros profesores eran egresados de la Normal quienes mostraban auténtico orgullo pertenecer a esta escuela.

Es hasta que el Territorio se convierte en Estado y se organizan los Municipios que las relaciones de la periferia norte se empiezan a normalizar y empezamos a acudir a La Paz con mayor frecuencia. La carretera Transpeninsular fue definitiva en esta correlación de la Paz capital y sus poblaciones del norte. También la desaparición de la zona libre que inicia una era de comercio de productos mexicanos, desconocidos hasta que entra la CONASUPO
Así, La Paz y su periferia norte inician otro tipo de relaciones, la cual se incrementa con la democratización del país y ya no solo son profesores de educación básica lo que se intercambia, también estudiantes – UABCS, TEC, universidades privadas-, vacacionistas; comerciantes y la burocracia de toda la vida que ahí continúa y que, en su cojunto, ha hecho de La Paz, un centro de visita obligada, es cierto, pero también una de las ciudades mas bellas y apacibles, donde se puede vivir muy bien sin los sobresaltos de la inseguridad y sin la neurosis de las grandes ciudades, además de la inestimable vista al mar, sus atardeceres rojos y un andar de más de trescientos años que le dan aspecto entre cosmopolita y provinciana, pero al fin puerto, es decir, pecadora y virtuosa, honesta y gamberra, recatada y carnavalera.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

EL NOMBRE DEL PABELLON CULTURAL DE LOS CABOS

Introducción. Desde que se anunció la construcción del llamado Pabellón Cultural de la República (PCR), se intuía que habría críticas acerca de su costo, del momento en que se presenta la obra, pero sobre todo, del personaje que el gobernador quiere honrar su memoria con este proyecto.

Hay quien piensa que el dinero que se gastará en el Pabellón mencionado bien se pudo aplicar para hacer frente a la crisis, de utilizarlo para aliviar problemas mas urgentes, sin embargo, al menos desde que tengo conciencia, este país vive en crisis permanente, luego entonces, si habría que argumentar la crisis económica, pocas, muy pocas obras se podrían llevarse a cabo.


Al parecer, la construcción del PCR obedece a un proyecto que nació en el Gobierno del Estado desde el 2008 a cuyo frente está Limón Rojas, exsecretario de Educación con Zedillo y para ello, según se informó, se realizó un concurso en el que se presentaron 11 obras, de las cuales fue ganadora la del Arq. Pablo Serrano Orozco. El proyecto y su maqueta ya lo presentó el Gobernador con la asistencia de las autoridades culturales del Estado, el representante federal de los festejos del Bicentenario Tovar y de Teresa y también, la familia del Sr. Nabor García Aguirre, presentes ahí, porque según el comunicado de prensa, fue impulsor del proyecto y nombre que seguramente se le pondrá al mencionado pabellón.

Nabor García, que de la iniciativa privada, ingresó al servicio público en el 2005 a invitación del Gobernador Narciso Agúndez como Secretario de Finanzas, también ocuparía la Secretaría General por algunos meses para después, regresar a Finanzas. El 18 de octubre del año pasado fallece en un accidente aéreo en tránsito de Monterrey a La Paz, después de participar en una reunión oficial. En las exequias, dice un comunicado: “el gobernador anunció que en su memoria se decidió poner a la sala de juntas de la Secretaría de Finanzas su nombre y de igual forma propuso al Cabildo de Los Cabos que el Pabellón Cultural lleve su nombre”.

La presentación del proyecto. Las palabras de presentación, son por lo menos, atípicas. Según un diario local inician así: “Negarle a Cabo San Lucas y a Baja California Sur una obra como el Pabellón Cultural de la República representaría una injusticia y un agravio a una sociedad con una riqueza histórica única y que ha dado su mejor esfuerzo para el desarrollo de la entidad y del país”. Es decir, hemos vivido en la injusticia –y en el agravio- porque, los Cabos no contaba con el PCR. Quizás la obra se justifica por motivos menos dramáticos, por ejemplo:
· Festejar el Bicentenario
· Frenar el proceso de transculturación que vive el Municipio de Los Cabos
· Fortalecer las raíces y conservar nuestras costumbres y tradiciones
· Ser el factor de unidad para la población que vive en la entidad
· Fortalecer la identidad local y tender un puente de los sudcalifornianos con la nación entera
· Fomentar del turismo cultural
· Ampliar la difusión y promoción de nuestra identidad y de nuestra cultura

En otra parte del discurso se destaca: “sólo aquellos que no coinciden en que Los Cabos y Baja California Sur se merecen una obra de esta magnitud, pueden descalificar el esfuerzo conjunto emprendido por el Gobierno de la República, la administración estatal y el X Ayuntamiento de Los Cabos para hacer realidad el Pabellón Cultural”. Tanta subjetividad conmueve, el drama continúa. Bien podrían presentar el proyecto como una buena idea, algo necesario. Hay algo de pudor y algo de chantaje en la declaración. Un gobierno no edifica obra pública con base a merecimientos colectivos, no son premios. Demasiados subterfugios para anunciar la tentación de todo gobernante.

La obra personal. Todo gobernante tiene la tentación de edificar la obra con la que se le recuerde -por eso carecemos de buenos sistemas de drenaje-, dejar su nombre para las posteridad, de materializar la memoria, de trascender en lo sempiterno del concreto y la varilla. Agúndez no podría ser la excepción. Es su obra.

Puede que no sea un buen momento para presentar el relumbrón del sexenio. Por lo demás, esas obras de relumbrón - “la obra del sexenio”- a veces son obras importantes. Así, sucedió con la UABCS y Mendoza Arámburo; sin la megalomanía de Alvarado Arámburo no tuviéramos el Centro Cultural de La Paz que alberga al Teatro de la Ciudad, la Radio, museo, bibliotecas, espacios verdes, teatro al aire libre, a la cual le colocaron el nombre de Jesús Castro Agúndez; que por cierto, Don Chucho Castro fue de los fundadores de la Casa del Estudiante en México, impulsor de los Internados Rurales, Senador de la República, poeta, escritor y recopilador de anécdotas sudcalifornianas. Aun así, algunos de los más conspicuos cultureros del Estado discutían si era un nombre adecuado para el conjunto cultural, se esgrimía la falta de calidad en la prosa de Chucho Castro, entre otras falencias.

Tan es la obra del gobernador que se ha deslizado, con disgusto de la clase cultural en pleno, que el PCR llevará el nombre de Nabor García un colaborador a quien calificaría también como su amigo. Quizás el punto de discusión mas áspero que ha despertado el PCR es el nombre tentativo –¿o definitivo?- que llevará dicho pabellón. El merecimiento que tiene el Sr. Nabor García es que fue “impulsor del proyecto”. Nadie duda de las capacidades intelectuales financieras del García Aguirre, si la obra fuera un centro financiero o comercial, quizás le quedaría como anillo al dedo el nombre del encargado de las finanzas del estado que falleció en un accidente de avión, pero al presentarse como un proyecto cultural cuya función es la promoción de las artes y la cultura, el nombre del tesorero del estado fallecido resulta forzado y ajeno al espíritu de la obra.
Que fuera amigo, colaborador del Ing. Agúndez, gobernador del Estado no debería ser un factor decisivo, pues la amistad y los asuntos de gobierno son cosas que se manejan aparte. Ya ha sucedido. Un colaborador del Gobierno estatal, también dedicado a las finanzas de apellidos Álvarez Rico, falleció en un accidente automovilístico en la carretera Cd. Constitución – La Paz lo que fue suficiente para que a una calle le plantaran su nombre. En un principio la calle quedaba en la periferia de La Paz, casi nadie la conocía, pero después la calle Alvarez Rico quedó en medio de una serie de construcciones del Estado como son la Procuraduría, el Cereso, el Conalep, el Sindicato de electricistas y desemboca –paradójicamente- en la calle Colosio, otro muerto ilustre.

La idea que la muerte nos dignifica es muy conveniente, hasta en defensa propia hay que honrar la memoria de los que ya no están, en primer lugar porque ya no se pueden defender, en segundo, porque ya no tiene remedio, pero tampoco hay que exagerar sus virtudes. Sin duda el sentimiento de la amistad es una virtud, pero es personal, pertenece a la vida privada.

El Gobernador y la cultura. Me atrevo a decir que ningún miembro de la comunidad cultural estará de acuerdo en que el Pabellón se le ponga el nombre de “Nabor García Aguirre”, porque sus méritos en el campo de la cultura y del las artes son mínimos, al menos, no conocidos; porque deben existir sudcalifornianos o más precisamente cabeños con muchos mas méritos en ese rublo y porque no se debe confundir la gestión administrativa como la de Nabor García con la de quien ha dedicado toda su vida a las artes, a las humanidades, a las ciencias y al desarrollo la intelectualidad libre e independiente.

Pasa que a los políticos se les atraganta la cultura. Ha existido, desde siempre un distanciamiento entre políticos y cultureros, dicho divorcio proviene de la desconfianza mutua. Los políticos desconfían porque ven en los intelectuales y artistas a sus críticos y echan sobre ellos la visión simplista y atrasada de seres informales, bohemios y hasta antisociales con los que no hay que dejarse ver. Por otra parte, los artistas ven a los políticos como especuladores, que todo lo hacen en función del poder.

Los gobiernos priistas se caracterizaban por utilizar a los intelectuales. Cuando se acercaban a ellos, casi siempre era un asunto coyuntural como campañas políticas, envío de mensajes crípticos, cumplimiento de programas culturales; los dos gobiernos perredistas se han percibido como muy alejados de la cultura, no es un asunto de su incumbencia. Ni Leonel Cota ni Narciso Agúndez, ni sus mas cercanos colaboradores –con excepción de los dirigentes del Instituto de Cultura, por razones obvias- se han visto con cierta asiduidad en exposiciones, presentaciones de libros, obras de teatro, conciertos, etc. Los políticos perredistas han dado la impresión que los espacios que la cultura suele llenar en el individuo, lo dedican a las peleas de gallo, carreras de caballos, al box, al off road. Es al menos la percepción, a veces humorística de buena parte de la población. Pero los políticos, en general, miran de reojo al artista, al intelectual porque no los conocen, no me refiero al conocimiento personal, sino a la obra, a sus productos.



No hay –nunca hubo– un diálogo político ni institucional entre los gobiernos y los profesionales de las artes

Quizás en esa desconfianza, en estos prejuicios, en ese desconocimiento subyace la nominación del Pabellón Cultural de la República con el nombre de “Nabor García”.


domingo, 16 de agosto de 2009

¿VAS PAL NORTE?

¿Vas pal norte? era una pregunta que se hacían los sudcas cuando alguien llevaba algún cargamento, maleta o mochila, porque para ir al norte había que ir bien avituallado, cargado con lonche, tendidos y bastimento para varios días.

El camino no era exactamente el que habrían seguido los misioneros. Los jesuitas y luego los franciscanos perseguían la conversión de la indiada, sus trayectos buscaban colectivos nómadas; en cambio, los ciudadanos del naciente siglo XX, hacer circular un vehículo de combustión interna por la península de Baja California. Si bien existen reminiscencias de lo fue el sendero misional, una vez inventado el automóvil, democratizado y extendido su uso, fueron los norteamericanos aventureros de la antigua AAA (Asociación Americana del Automóvil), quienes en búsqueda de coyunturas entre la cordillera y el mar, fueron encontrando los pasajes más adecuados para que vehículos de motor pudieran transitar a lo largo la península. Hay quien piensa que El Chapo Galván, un mecánico de Santa Rosalía fue un factor decisivo en la apertura de ese camino que, una vez hecha la carretera transpeninsular, en general no varió demasiado el curso, en algunos segmentos se pueden ver las huellas del viejo camino real.

El norte de Baja California Sur dependía del puente marítimo de Guaymas-Santa Rosalía para surtir frutas, verduras y otros perecederos. Pequeños barcos, paquebotes, hacían los, a veces, intrépidos viajes. De la frontera, dependía para la introducción de latería, muebles, ropa, carros y todos los productos que se compraban en los USA; prendas nuevas y de segunda recalaban hacia los norteños del sur, de tal manera que el comercio hacia el norte –Tijuana, Ensenada- era muy fluido por un camino pedregoso, estrecho, donde solo podía pasar un “troque” a la vez, con muy pocas brechas rápidas y arenales extensos, con aspecto del talco pero que con agua de lluvia se convertían en verdaderos cenagales. De Santa Rosalía a Ensenada o Tijuana se hacían no menos de tres días. Cuando llovía y aparecía el Lago de Chapala –la mayor parte del año, seco- los atascos y desperfectos de los troques, dejaban en la indigencia al norte de Baja California Sur.



El medio que se usaba para ir al norte era el troque -el truck de la General Motors- un auto con redilas fabricado para cargar hasta 10 toneladas y que podía pasar por los angostos senderos de las cuestas en los que, a veces, las llantas apenas se ajustaban entre el paredón y el abismo. Las redilas bamboleaban, y crujían, el auto pujaba y amenazaba con apagarse mientras los bordes de los neumáticos despejaban pequeños guijarros que se perdían en el desfiladero. Eran vehículos de gasolina, sumamente austeros, con poderosos ejes y de trasmisiones con velocidades extras como el “campao” –compound- y el “chango” –change- que se requerían cuando cargados había que subir una empinada pendiente. Un auto de carga mas grande no cabría en esas estrecheces; uno más pequeño, no valdría la pena el viaje. El troque era el carro justo para este largo y sinuoso camino.


Los troqueros eran hombres recios cuyas desventuras en el camino las tomaban como parte del negocio, eran el precio de la audacia. No había “viaje al norte” sin al menos una ponchadura –que había que arreglar con parche de “El Camello” sobre la cámara- cuando no, las fugas de aceite, las roturas de muelles o del diferencial y hasta el motor partido por la mitad. Se sabían de todas - todas las fallas de sus armatostes y pasaban horas y horas debajo del troque hasta que, con un arreglo provisional, podían pasar a la siguiente ranchería. Eran reconocidos en los pueblos por donde pasaban, se les asignaba cierto halo de heroicidad y hasta galanura. No faltaba el troquero inquieto que dejaba en cada pueblo un amor y uno que otro retoño que de grande, afirmaría orgulloso, “mi papá es troquero”. No era cualquier cosa, eran personajes famosos en la región; eran los que surtían de alimentos y los materiales imprescindibles de esa zona del territorio, sin ellos, el mercado se caía y la escasez aparecía.

Había troqueros legendarios cuyas andanzas se contaban entre el pueblo y no pocos párvulos que escuchaban las pláticas de los mayores, querían, de grande, ser troqueros. Igualmente, los niños jugábamos con carritos que pasaban, en el patio de la casa, en la calle, las mismas peripecias que los choferes que iban al norte.


Las conversaciones de troqueros iban desde las contingencias posibles, digamos verosímiles, las creíbles con cierta dosis de ingenuidad hasta las mas locas ficciones dignas de febriles y alucinados escribidores.

“... cuando revisamos el carro, la banda estaba rota y no llevábamos refacción, no hallé mas que lanzarme el monte a buscar una mata de soyate, corté varias ramas y las trencé; medí la banda rota y formé un círculo con la trenza de soyate, la hice del mismo tamaño y la coloqué en lugar de la banda. Me persigné y encendí el carro, metí primera y el carro empezó a caminar, faltaban todavía unos 300 kilómetros para llegar a Ensenada. Pensé que se iba a tronar la improvisada banda, el carro iba bien cargado, pero no pasó nada, como si llevara una banda nueva. Así llegamos a Ensenada y aunque compré otra banda, le dejé la de soyate solo para ver cuánto aguantaba, fue en la carretera entre Ensenada y Tijuana que la banda reventó. Creo que se calentó porque le metí todo el acelerador en la carretera” –verdad o mentira- eso contaba un troquero. Cuando detectaba al escéptico que nunca falta, agregaba –pregúntenle a mi compadre… tal-


No hay mejor muelle que la de datilillo”- decía otro y empezaba a contar la ocasión que yendo pal Norte: “un poco después de Las Vírgenes, al final de la brecha de El Mezquital, la carga se fue de lado y por poco nos volteamos, en cuanto sucedió, le dije a mi ayudante: “son las muelles que se rompieron y no fallé”. Mi ayudante, El Sony Boy – hijo de Juan Verdugo, estaba chavalito, eran sus primeros viajes al norte- nomás volteaba pa todos lados y yo, tranquilo, agarré monte armado de un machete ante el asombro de mi ayudante y al rato regresé con tres o cuatro trozos de datilillo verdón no muy maduro. Así cargados como íbamos, levantamos el carro y en el lugar de las muelles colocamos el datilillo. Mi ayudante se rió de la puntada y creyó que no iba a aguantar, así nos fuimos hasta Los Ángeles –el rancho del güero Betancourt- donde revisamos el arreglo, los palos de datilillo como si nada”, apenas terminaba la anécdota y no faltaba quien reviraba otra aun más increíble.

De ahí pasaban a las travesuras que se hacían cuando, ante un obstáculo en al camino, los troques y troqueros se acumulaban. Entre el “lonche” y cachivaches siempre había botellas de aguardiente, algún vinillo regional y otros “fuertecitos” que degustaban en la retaguardia mientras los de adelante trabajaban para destrabar el impedimento. Tales borracheras eran de antología y venían a aumentar la cantidad de anécdotas, además de contribuir a estrechar una especie de hermandad entre troqueros cuyos códigos de conducta en el camino, aun sin ser escritos, eran de todos conocidos. Había una nobleza auspiciada, sin duda, por la vulnerabilidad de hombre y máquina ante el cruel desierto, la dureza del terreno, la inmensidad de la intemperie.




De tal manera que la gente que viajaba al norte esperaba un viaje de 2 a 3 días, si bien les iba. Pero la mayoría de las veces no faltaban los imponderables y el viaje se podía prolongar hasta por 10 días según fuera el obstáculo: lluvia, desperfecto o incluso maniobras para pasar dos carros por el mismo camino y a la misma hora, cosa que no se podía como bien lo había descrito Newton en sus infalibles leyes. Por lo tanto, para viajar al norte había que cargar con tendidos – cobijas envuelta con una cuilta (el primitivo sleeping bag), maletas; un itacate con machaca y tortillas de harina, latas de leche, carne enlatada; agua, combustible y las “encomiendas” –que nunca faltaban- cajas de cartón que mandaba alguien a alguien –PMAC por muy amable conducto- con contenidos de lo mas variados.

Otro miembro de la fauna que surcaba aquellos caminos, eran los fayuqueros. Comerciantes andantes que usaban un auto un poco mas pequeño, camionetonas a las cuales le colocaban un altoparlante con el cual anunciaban las ofertas. Cobijas, trastos, juguetes, lámparas, blancos, pilas, focos, cortaúñas, destapadores, chucherías de todo tipo que vendían una vez apostados en una esquina, en una plaza. De gran oratoria, los fayuqueros convencían al más receloso y si no podían, la oferta se elevaba y del 2 x 1, que ante el comprador remolón se convertía en 3 x 1 y además agregaban “por el mismo precio” cualquier otro artículo hasta hacer irresistible el ofrecimiento.

Entre mitos, mentiras, medias verdades, mitotes y verdaderas hazañas, los troqueros y los fayuqueros surcaban aquellos caminos que sustituyó pero no borró del todo la carretera Transpeninsular.

En 1974, Echeverría en su cuarto informe de gobierno decía: "Esta vía de comunicación, que se extiende desde Tijuana hasta Cabo San Lucas, tiene una extensión de 1,708 kilómetros. Fue justificado anhelo de muchas generaciones de bajacalifornianos y constituye la obra de infraestructura fundamental para la península. El unir por un camino pavimentado, a las mas lejanas de las capitales de las Entidades Federativas con el resto de nuestro territorio, representan para nuestro país un paso definitivo en su integración".



En la actualidad, solo los aficionados del off road han mantenido vigente el viejo camino que surtía los productos necesarios a la península; hoy es un deporte, una diversión lo que en otro tiempo era, en la práctica, la savia que llenaba el pulso de lo que llamó -alguien que fatigó una y otra vez estos caminos- El Otro México, por recóndito y olvidado.

Muchos de los troqueros se jubilaron, el oficio ya no volvió a ser lo que fue; algunos, los más jóvenes siguieron viajando en la nueva carretera y la mayoría decía que ya no tenía chiste. Así era, el camino pavimentado, aunque largo y sinuoso, se democratizaba y cualquier bípedo con unos dedos de frente podría franquearlo en un auto común y corriente; no se requerían ya los hombres rudos, sabios del tiempo y sus vaivenes, excelentes mecánicos, famosos en la tribu. Con la carretera pavimentada, no solo terminó la función del troquero, nació otra era para los sudcalifornianos, otra forma de viajar al norte, con menos vituallas, con menos emociones y, sin lugar par la audacia.

sábado, 1 de agosto de 2009

EL PRI Y EL PRIISMO SUDCA

Introducción. Vuelven por sus fueros en el país. El viejo partido de estado que en Baja California Sur parecía aplastado, ha recibido algunas bocanadas de aire, aunque dista mucho de ser el trabuco que fue, bien podría, al igual que en el ámbito nacional, hacer un regreso triunfal a la gubernatura de Baja California Sur, de donde parecía expulsado para siempre.
Habría que preguntarse cuales son las probabilidades de que el PRI vuelva a ser la primera fuerza política en BCS y si sería el mismo PRI que alguna vez campeó a sus anchas, dueño de la situación a lo largo de la media península.


La posibilidad existe. No es raro que en las nuevas democracias, los partidos de estado, los viejos partidos únicos como los partidos comunistas Europa del este, una vez instalado el sistema democrático, muevan a nostalgia y regresen a manejar hilos de poder.

Antecedentes. El PRI sudcaliforniano inicia su ascenso al asociarse a movimientos populares de los años 40’s, los colectivos que solicitaban al gobierno federal el gobernador nativo y con arraigo, además de autonomía estatal, funcionaban prácticamente como un partido. Es el FUS –Frente de Unificación Sudcaliforniana- la organización que el PRI penetra y consigue elevar a una clase política que durante varios años se mantuvo en segundo plano, detrás de los gobernantes que enviaban del centro.


Aquella clase política sudcaliforniana no tuvo la oportunidad de escalar el poder, sin embargo, quedó una especie de dinastía que, en 1970 cuando se inició la transición de Territorio a Estado, saltaron al primer plano y fueron los gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales, dirigentes del partido y de todo el directorio que requirió la gobernanza del Estado.
No es raro que los dos primeros gobernadores de Baja California Sur se apellidaran Arámburo.
Tal era la estrechez de las familias que heredaron el poder. El PRI fungía –en casi todo el país- como agencia de colocaciones, como filtro y selección de funcionarios. El control era total.
El crecimiento de la burocracia después de los 70’s necesitó de sangre nueva y el PRI se dio a la tarea, por medio del IEPES (la escuela de cuadros del PRI) de reclutar jóvenes inquietos, estudiantes promedio y buenos oradores, de ahí surgirían Jesús Murillo, Antonio Manríquez, Mario Vargas, Cirilo Guluarte, Raúl Rouseau, David de la Paz y muchos otros jóvenes que pasaron a formar una élite de consentidos que, en cuanto terminaron su carrera universitaria, ingresaron al servicio público. La mayoría no pertenecían a familias relacionadas con la clase política, lo que amplió el espectro de sudcalifornianos que podían ingresar a los selectos círculos del poder.


La costumbre del poder. Que diferencia a aquellos tiempos en los que solo con tronar los dedos se tenían recursos humanos, económicos y hasta sobraba “para llevar”. Las relaciones del partido con el gobierno eran únicas y unánimes y solo había que preocuparse por la posición, por la elección interna, por el dedo indicador del “jefe nato” del partido.

Eran días aquellos en que los fantasmas priistas que hoy se encuentran deambulando sin sentido, eran los de cajón en un presídium. Las glorias priistas acudían a los homenajes, a las inauguraciones de obras, a recibir jefes nacionales. Tiempos eran de grandes titulares en los periódicos, los mismos que hoy cabecean en grandes letras las buenas nuevas del grupo en el poder; esos mismos, describían con lujo de detalle, la grandeza de los próceres que hoy se esconden en sus estancias de retiro.

Tiempos de grandes compras, de viajes a San Diego al “mandado”. Tiempos en que los negocios eran prósperos porque el cliente, el propio gobierno, era obeso y derrochador, poco fijado y apapachador; el cliente era tan bonachón que abrazaba a la familia, a los amigos y establecía nuevas relaciones, no solo las del famoso diez por ciento de comisión. El dinero era un león de papel.
No solo había que ser prócer priísta, había que parecerlo. El aspecto exterior no era baba de perico. Además de la casa solariega y las de descanso, el rancho o la casita en el suburbio lo menos parecida a lo que llaman de “interés social”, había que tener una lancha –por alguna razón, la lancha siempre ha tenido caché- y el carro de moda. El viaje anual a Las Vegas descubierto –oh sorpresa- por el fotógrafo del aeropuerto. Y que decir del manejo social: las páginas del periódico daban cuenta del enlace matrimonial –siempre de buena familia a buena familia- de los hijos del prócer. El cumpleaños era rumboso y los vecinos tenían que soporta una impresionante carga vehicular de la cuadra y los grupos musicales que desfilaban, desde los ranchero, marichis hasta la Rondalla del Cereso –que estaba a las órdenes de los poderosos de antaño-, igual sucedía con los bautizos y primeras comuniones de los cachorros de la revolución.

La ideología era lo de menos, pero había una serie de claves y enunciados priistas que tendían hacia el nacionalismo y desde luego, a la herencia de la Revolución de 1910. Tales herencias ideológicas se dejaban ver en las fechas patrias o en las reuniones plenarias. No por nada, buena parte de los próceres escalaron a la cúpula a causa de sus atributos oratorios.
La fecha orientaba el discurso, las frases grandilocuentes eran coronadas con un fuerte aplauso y al terminar, el orador era masacrado en la espalda por potentes manazos, cuanto mas sonoras, mejor. La elección del orador llevaba mensaje: denotaba un empujón a la posición próxima superior, predilección en un pleito interno o era un recado que algunos entenderían.
Las famosas reglas no escritas del PRI, en Baja California Sur fueron asimiladas al pie de la letra por la clase política sudcaliforniana.
Los gobiernos del PRI. Los gobiernos del PRI tuvieron sucesivamente una calidad descendente. El primer gobierno, el de Ángel César Mendoza A. es uno de los más recordados, no solo porque fue el primero estatal, sino porque tuvo un gran acercamiento con la gente, porque supo realzar las tradiciones sudcalifornianas y porque construyó las instituciones necesarias para el arranque del Estado, tarea que consolidaría Alberto Alvarado Arámburo, un viejo político, fogueado en las delegaciones del DF, autoritario y paternal y, a quien se le empezaron achacar mano larga con los dineros del erario, además de cierta dejadez en los asuntos del Estado.
Los gobernadores eran nombrados desde el centro, allá se desarrollaba la política sudcaliforniana. Liceaga Ruibal con quien empezó la decadencia del PRI, era senador y coordinaba la campaña de Miguel de la Madrid cuando un accidente, al bajarse de un avión, le cercenó un brazo, nadie dudó que el favor se pagaría con la gubernatura. En cuanto se hizo del poder, empezaron líos de tipo familiar que se ventilaron en público; el asunto terminó en divorcio mientras el sistema priista hacía lo imposible por aparentar normalidad. El acabose llegó cuando dos de sus hermanos fueron detenidos por complicidad con narcotraficantes. Aun cuando la renuncia se imponía, terminó su mandato con calificaciones reprobatorias y las primeras deserciones del partido.

Con el prestigio muy estropeado, el PRI nomina a Guilllermo Mercado. Sería la última vez que la cargada priista sudca acudiría al aeropuerto a recibir al elegido en las oficinas del PRI del Distrito Federal. Igual que en los anteriores candidatos a gobernadores, la nomenclatura del partido esperaba en primera fila; el “apoyo irrestricto” de los sectores - obrero, campesino y popular- con mantas y carteles elogiosos secundaban el apoteósico acto; sindicatos afiliados al partidazo ponían las porras, las gorras, las camisetas alusivas; matracas, confeti y mariachis por doquier; guayaberas, abrazote y fuerte apretón de manos se movían entre un mar de gente, deseosa de hacerse presente ante el recién seleccionado desde las alturas.

Mercado Romero, se suponía, enderezaría los entuertos de Liceaga. No fue así, rodeado de colaboradores ávidos y patrimonialistas, su gobierno se mantuvo en flotación mientras la oposición empezaba a dar algunos golpes. No fue fácil para Mercado hacerse de la gubernatura, por primera vez, se habló de gran fraude electoral; candidato del PAN –un priista empanizado- Crisóforo Salido, consiguió una cantidad de votos que prendió los focos rojos del PRI. Otros priistas se empezaban a pasar a otros partidos, fue el caso de Ruffo Velarde que ganó la presidencia municipal de La Paz con las siglas del PAN; Ricardo Gerardo Higuera optó por el PRD. El gobierno timorato de Mercado empezaba a dispersar priistas distinguidos.

Mercado Romero terminó su sexenio en medio de escándalos de enriquecimientos muy explicables; quema de papelería comprobatoria, negocios turbios y acusaciones populares de corrupción que, como veremos, después se harían materiales y judiciales.



La debacle. No fue raro que después del desastroso gobierno de Mercado, un priista, Leonel Cota sacara provecho de la situación. De familias humildes, con formación universitaria y participación política juvenil en la izquierda, Leonel Cota se afilió al PRI en cuanto terminó sus estudios en el DF. Rápidamente escaló el directorio priista; los puestos mas altos –presidencia municipal de La Paz y diputación federal- durante la administración –y con la anuencia- de Mercado Romero.




El siguiente candidato del PRI sería Antonio Manríquez, un priista de toda la vida, criado, educado y promocionado por el partidazo. Nadie dudaba que sería el próximo gobernador; lo habían preperado para tal empresa. El sistema priista trataba de reinventarse ante las presiones de sus críticos y accedió, por primera vez, a hacer una consulta interna, abierta a la ciudadanía. En efecto, la ganó Manríquez Guluarte con muy pocos votos sobre Cota Montaño quien, enseguida acusó al PRI de fraude y se pasó al PRD donde fue nominado.
Muchos priístas que no habían escalado la cúpula del partido encontraron en la disidencia leonelista su oportunidad y así, junto con otros desprendimientos del Revolucionario, que se sumaron a la izquierda histórica del PRD, supieron capitalizar el descontento contra el gobierno priísta saliente y la armaron en grande: ganaron la gubernatura por paliza.




Una vez en el poder Cota Montaños acusó de peculado a Mercado y a sus mas cercanos colaboradores, le quitó las oficinas al PRI –que eran de propiedad del Estado-, viejos funcionarios priistas fueron expulsados del gobierno, otros, por miedo, desaparecieron de la escena política. Una buena parte del priismo que no podría vivir fuera del presupuesto se afilió al PRD; otros, pactaron el silencio con el nuevo gobierno

El PRI quedó destrozado, desorientado y sin brújula.
En PRI en la oposición. Muy pocos permanecieron en el partido. No había los incentivos de antaño. Apenas si consiguieron algunos escaños en el congreso local, los diputados priistas empezaron a sentir el rigor de ser oposición. Eran “mayoriteados” tiro por viaje, la nueva mayoría del PRD se comportaba, exactamente como se comportó el PRI en sus días de gloria.
No solo porque el PRI fue desangrado por sus propios militantes que se fueron -a la campaña primero, al gobierno después- en oleadas. Aquel PRI pujante de guayabera blanca, abrazo estruendoso y promesas a cada paso, había desaparecido.
Aquellos próceres priistas sudcalifornianos que alguna vez presumieron los alcances de la Revolución Mexicana, parecían cansados.
Se podía ver por la ciudad, como fantasmas al exgobernador Mendoza Arámburo, al Gral Valdivia, a Liceaga Ruibal, deambulando como fantasmas, en busca de ojos y manos quien los reconozca, a quien saludar. Otros, se sabe, viven en La Paz o se han retirado a sus propiedades ganadas en sus días de gloria, rara vez se dejan ver, como si escondieran un pasado vergonzoso, es el caso de Manríquez Guluarte, Mercado Romero, Mario Vargas. Otros; los menos, han seguido en el partido y han tratado de revertir la situación como Román Pozo, Jesús Flores , Estela Ponce, Anita Beltrán, que han tenido que batallar, contra la falta de incentivos, la pobreza, el peso del grupo en el poder y a sus propias malas decisiones .
Dos sexenios ya llevan los priistas en la oposición, tiempo suficiente para advertir lo que se siente.

Sin los mandamás de antes, la clase política de segundo orden –que parecían de tercero- pelearon por el partido. Ya sin líder en el ejecutivo que todo lo podía como siempre fue su tradición, el PRI cayó en sucesivas manos de políticos desconocidos que lejos estaban de elaborar políticas de oposición, en el mejor de los casos, administraban las miserias, los despojos de lo que había sido el gran partido de estado; en el peor de los casos, trataban de pactar con el gobierno y vivir -of course- del presupuesto.
El PRI tocó fondo en el 2005 cuando postuló a Rodimiro Amaya a la gubernatura. Quien había sido priista distinguido, que abandonó el partido junto con Leonel Cota de quien fue secretario general y que, por no haber sido postulado por el dedo todopoderoso de Leonel, regresó al PRI en donde fue recibido con la postulación. Después, la campaña sería un enorme fracaso y Rodimiro desapareció del mapa mientras el PRI quedó aun más hundido.



Muy pocos priistas trataban de salvar al partido. Casi daba vergüenza ser del PRI. Fueron muchas las malas decisiones que prolongaron la cuasi agonía del PRI sudca que requería terapia intensiva urgente. Es Estela Ponce quien se mantuvo vigente en la política partidista nacional quien toma el PRI en completa decadencia y quien, al menos, detiene la caída.
Poco a poco han ido regresando los que no se fueron al PRD. Quienes han tomado conciencia de su papel de oposición y lo duro que resulta dicho papel. En las ceremonias priistas vuelven a aparecer algunos viejos políticos y también la sangre nueva del partido que, ahora, tiene que transformarse y dirigir el discurso a los jóvenes que no saben muy bien de que se trata el asunto. A quienes tenían 10 años cuando perdieron el poder en Sudcalifornia pero que hoy tienen veinte y credencial de elector.

Ya sin jefes natos, sin los recursos del estado, sin el tráfico de influencias, sin el control político a todos los niveles, el PRI empieza a recuperar terreno. En buena parte, por los triunfos nacionales y el posicionamiento político que ha manejado en el congreso nacional, pero también porque el grupo en el poder se empieza a resquebrajar. A medida que se acerca la sucesión de Narciso Agúndez, el PRD parece fraccionarse en tribus –como es su costumbre- tales tribus suelen tener pleitos fratricidas sin importarles dañar al partido y dar ventajas a la oposición. Estas desavenencias del PRD y el grupo en el poder, es el filón que deberá explotar el PRI en los próximos meses.


PRI nacional; PRI Sudca. Lo que sucede en el PRI nacional, no necesariamente sucede en Baja California Sur, el aislamiento secular y nuestra propia realidad, han hecho que no solo en el ámbito político, BCS, camine, a veces, a contracorriente. El PRI nacional, desde hace tiempo, avanza inexorablemente, a lo que parece, la recuperación de la silla presidencial. Se ha posicionado como casi seguro ganador en las próximas elecciones generales.
Ha mantenido cerca del 60% de los gobiernos estatales, igual número de presidencias municipales y en estas elecciones intermedias que acaban de pasar, el PRI, el viejo partido de estado, de nuevo, se levanta con la victoria.


A diferencia de otros estados, el PRI sudcaliforniano no mantuvo sus bases territoriales, esta condición ha hecho que en muchos estados, donde alguna vez perdió, el PRI encuentre la manera de regresar y ganar de nuevo el poder ejecutivo. En Sudcalifornia, las bases priistas hoy las detenta el PRD porque esta partido debe sus triunfos electorales no solo a las antiguas bases territoriales priistas, sino también a los próceres priistas que trasvasaron tales bases al PRD. Es decir, son las mismas, por lo tanto, requiere de un proceso de conversión reversiva.
Otra de las condiciones que ha hecho que el PRI regrese en otros estados es el mal gobierno de priistas o perredistas, situación que han aprovechado los priistas para enviar el mensaje de que ellos si sabían gobernar. Es el mismo mensaje que en el ámbito nacional siguen enviando ante las incapacidades evidentes de los gobiernos panistas en el ejecutivo nacional. Tanto Fox en el sexenio anterior, como Felipe Calderón en el actual, han presentado serias deficiencias para mostrar que eran mejores que los viejos priistas; mientras los priistas no pierden ocasión para recordar sus triunfos en el gobierno, su mano derecha y su mano izquierda en las formas de gobernar.


En Baja California Sur, los gobiernos perredistas tanto el de Leonel Cota como el actual de Narciso Agúndez no han dado oportunidad al PRI de mostrar las deficiencias y patrañas de tales gobernanzas. No porque no tengan –o hayan tenido- tales gobiernos motivos para ser acremente criticados, sino porque los priistas ya no tienen los canales de antaño para dirigirse al vasto público sudcaliforniano. La radio, la televisión y los periódicos que alguna vez comieron de la mano del viejo partido de estado, hoy los detenta el PRD y su gobierno.

Como podemos ver: las bases territoriales, los medios de comunicación, parte de la dirigencia del PRI, hoy están en manos del PRD. Es decir, el PRD se convirtió en el PRI de hace mas de una década. Funcionan igual, por lo tanto, difícil será para la nomenclatura priista, arrebatar el gobierno al PRD. Igual que el PRI en otros tiempos, el PRD sabe como mantener el poder. Igual que el PRI, sus próceres han subido en la escala social, también van a ver el box a Las Vegas y también compran mandado en San Diego. Igual que el PRI casan a sus hijos con buenas familias y aparecen en grandes titulares en las páginas sociales de los periódicos. Igual que los priistas, los próceres perredistas ya han cambiado sus casas de interés social por el caserón con lancha y carros para todos los miembros de la familia.

Igual que los priistas, las doñas perredistas no solo hacen trabajo solidario en el DIF, también juegan canasta, presumen las adquisiciones materiales de sus maridos y ya visten mejorcito; el dinero embellece y ya empiezan a distinguir entre lo casual, lo in o lo out en la moda.

Aunque en materia de cultura y trapicheo social, igual que los priistas: lo que natura no da; Salamanca non presta.

Reaparición. Después de una década de sequía el PRI ha tenido un éxito, impensable meses atrás: ganaron La Paz al PRD en las elecciones próximas pasadas al Congreso de la Unión. Dicho triunfo no se puede achacar ciertamente al gran trabajo territorial del PRI, tiene que ver mas que nada con las controversias entre los grupos perredistas, a la coyuntura de la sucesión.Por otro lado, parece que las agitadas aguas en la dirigencia del PRI estatal han amainado y aunque en estas elecciones pasadas han presentado candidatos sin esperanza de triunfo, es claro que el viejo partido de estado no desapareció a pesar de todo. Los columnistas priistas que se han mantenido en los periódicos, empiezan a sonreír en lugar de las amargas quejas; los próceres del PRI ya se dejan ver en busca de miradas y saludos en la calle, en charlas de café y actos del partido; los próceres aparecen otra vez en las páginas sociales, después de haber encabezado la policiaca; los que aguantaron el vendaval, se erigen como héroes y dan lecciones de sobrevivencia política; los agazapados salen de sus rincones en estado postraumático y cuando alguna que otra nostálgica guayabera blanca cruza la calle, nos recuerda que todo se puede esperar de la cambiante clase política sudcaliforniana….hasta el regreso triunfal del PRI.

domingo, 19 de julio de 2009

PRIMERA GRAN RUPTURA EN EL PRD SUDCALIFORNIANO

Desde que el 1999 el PRD tomó el poder en BCS, en las elecciones, tiro por viaje, ese partido ha obtenido “carro completo”. Sucedió igual en las elecciones intermedias que acaban de efectuarse. Las dos diputaciones federales en juego fueron para el PRD.

Se ha convertido en un partido invencible: el PAN desaparecido; los partiditos como siempre –cachando elevaditas- y el PRI, después de la estruendosa derrota del 99, apenas está empezando a sacar la cabeza y en estas elecciones intermedias, ha obtenido números que le saben a triunfo. Algo ha cambiado en la política electoral de Baja California Sur.


Días de vino y de rosas. Los triunfos pasados del PRD se resaltaban por la prensa a modo; la algarabía y el gozo se notaban en el perredismo; grupos de fans hacían alarde del éxito en las calles. Las doñas que han conseguido trabajo en el DIF, los que lograron colocar al hijo de conserje, los que consiguieron permiso de puestos ambulantes, los que gozan de un cheque quincenal estatal sin falta, no se mostraron como en otras elecciones ganadoras. Ni aquelarres privados, ni carcajadas alcohólicas y satisfechas surcaron los hogares de los elegidos. Ni guirnaldas ni coronas de laurel hicieron su aparición cuando los resultados electorales declararon vencedores a Castro y a Covarrubias.

Al otro día, ni El –izquierdista- Sudcaliforniano, ni El Periódico, acostumbrados juglares del perredismo; tampoco el Panorama Informativo de la HZ, tan alternativos ellos, cantaban regodeados en sus editoriales el triunfo del dúo dinámico.

En esta ocasión nada de esto pasó. El triunfo perredista fue mucho más apretado de lo que se pensó, incluso, uno de los candidatos perdió la capital a manos del PRI, de tal manera que lo que ayer fue “miel sobre hojuelas”, hoy no lo es tanto.

Nada de eso hubo ahora. Ni mariachis ni estruendo de fuegos artificiales.

Había, a pesar del triunfo, caras largas en el perredismo. La Paz, la capital la perdió el profesor Castro Cosío. Fueron los votos de Los Cabos los que empujaron la victoria y al parecer, hubo mucha balandronada, carruseles, compra, acarreo y desaseos a los que el perredismo ya nos tiene acostumbrados.

Titilaban focos rojos en el PRD. La experiencia ha demostrado que cualquier partido que conquista el poder, es muy difícil que lo suelte. El PRI tuvo la experiencia por setenta años y saben muy bien como mantenerlo, como maniobrar desde las alturas del poder en cada elección para favorecer a sus candidatos. Esto mismo ha hecho el PRD. Sin embargo, el PRD sudca ya no gana con la misma solvencia que lo hizo en otras ocasiones. En esta elección, incluso, el triunfo estuvo en entredicho.

Primera gran ruptura. En cuanto se entregó a los perredistas triunfadores (Castro Cosío y Covarrubias) las constancias de mayoría que los hacía diputados electos por los dos distritos sudcalifornianos, Castro Cosío habló de las dificultades para ganar la elección y ubicó a dichas dificultades en la persona de Rosa Delia Cota Montaño, alcaldesa de La Paz, quien, según Castro Cosío, a nombre de la familia Cota Montaño y de su patriarca Leonel, fue quien mas que el PRI y el PAN, se constituyó en su oposición. En conclusión, dice Castro Cosío que las maniobras de Rosa Delia, pusieron en peligro el triunfo perredista en Baja California Sur.


Por lo tanto, es la primera gran ruptura en el PRD sudcaliforniano.

Ha habido otras desavenencias perredistas: cuando llegó el momento de la sustitución del gobierno de Leonel Cota, se dio una primera fisura. Algunos que preferían a Rodimiro Amaya fueron apartados cuando Leonel Cota se decidió por Narciso Agúndez. Sin embargo, dicha ruptura fue suavizada por el triunfo electoral, se repartieron cargos y el poder que todo lo soluciona mantuvo a raya a los rupturistas. Las mieles del poder, el control que mantenía Leonel Cota sobre el partido, logró balancear el barco y Rodimiro Amaya fue depuesto para después hacer el ridículo como candidato del PRI, de donde habían salido la mayoría de perredistas hoy en el poder.


Así, Leonel los mantuvo unidos y las cosas no pasaron a mayores. Terminó su gobernanza y ligó la presidencia nacional del PRD por encargo de El Peje.

El león sin melena. En el periodo preelectoral y después del conflicto postelectoral del 2006, Leonel Cota alcanzó gran notoriedad en el ambiente político, sin embargo, el prestigio obtenido pronto fue a la baja con el papel que jugó en la elección de la dirigencia partidista donde se fraguó la gran ruptura perredista nacional entre Jesús Ortega y Encinas. Leonel Cota, como organizador de dichas elecciones, no pudo terminar un trabajo convincente y una vez terminado su periodo, abandonó la presidencia del partido, sin aclarar el conflicto postelectoral que mantiene, hoy mismo, al PRD en guerra interna.

A Leonel Cota se le consideraba gente de López Obrador y quienes se quedaron con el partido –y con las prerrogativas- fueron sus supuestos adversarios.

Sin mucha ocupación en la capital, sin cargos en el comité ejecutivo, era previsible que Leonel Cota regresara a Baja California Sur en busca de sus antiguas relaciones que lo impulsaran, al menos, a una diputación federal. A sabiendas, los grupos locales cerraron el círculo y evitaron que tal posición largamente acariciada por los exalcaldes, cayera en manos de Leonel Cota quien buscaba una manera de permanecer visible en la política nacional.

Se esperaría que igual que sucedió en el 2005 cuando la disidencia de Rodimiro Amaya fisuró al partido, el gobernador Narciso Agúndez mediara en el asunto e igual, que Cota Montaño apaciguó los ánimos en aquella ocasión, Agúndez lo hiciera.

Es probable que el gobernador ni tenga capacidad política para tal empresa y también es probable que no le interese destapar el activismo de Leonel Cota en la entidad; se entiende que entre mas lejos mejor, bastante ya tenía con la hermana en la alcaldía de La Paz. Rosa Delia, la punta de lanza de Leonel Cota para permanecer en el poder, bien se sabe, no es la preferida de Agúndez como sucesora. Bien podrían ser tanto sus secretario general o alguno de los diputados federales. De ahí que Rosa Delia, como parte de las acciones de la familia Cota Montaño, obstruya a Víctor Manuel Castro en su camino a la diputación.

Por otro lado, sin la autoridad partidista del gobernador Narciso Agúndez, los viejos perredistas genuinos, los expriistas, los representantes Chuchos, Amalios, los profesores de la Coordinadora, los perredistas cabeños, los muleginos, etc. queda el PRD propenso a convertirse en una lucha de facciones, muy parecido al caos que hoy mantienen en el DF.

Cosas de familia. Para la familia Cota Montaño, las credenciales y méritos de Leonel eran suficientes para que, por lealtad y aprecio a sus buenos oficios, tanto Castro como Covarrubias, bien pudieron hacerse a un lado para dejar paso a que Leonel se alzara con una diputación.


Después de su abrupto fin como presidente del PRD nacional, Leonel se quedaba sin una ventana a la política nacional, sin duda, estas elecciones intermedias eran las ideales para que tomara un lugar que se le negaba desde el PRD nacional puesto que pertenecía a las huestes AMLO.

No solo deseaba un escaño en el próximo congreso para no perder la visibilidad nacional después de andar en las grandes ligas, sino para, desde esa posición, aupar la candidatura de Rosa Delia a la gubernatura de Baja California Sur y así, completar los 18 años prometidos de Cotas Montaños en la dirigencia del estado.

Obviamente no son los únicos tiradores. No solo la familia Cota Montaño pretende lograr la gubernatura próxima. Si bien el gobernador está donde está por obra y gracia de los Cota Montaño, también ha mostrado que no le gusta el papel de cuida-puesto; que el ego no es solo una instancia freudiana y que, al final, seguramente hará las maniobras necesarias para dejar en su lugar, como suele hacerse, a un leal a toda prueba…no vaya a ser. Pero también le debe lealtad a los Cota Montaño… esa es la cuestión. Habrá que ver al final si puede más el cuidado de sus propias espaldas o el acatamiento de la conciencia, si esta recuerda con pelos y señales quien lo colocó en el mentado Palacio de Cantera.


De perredistas a perredistas. Si bien, el salto del PRD en 1999 se dio por el trasvase de militantes priistas, parecía que el PRD había logrado amalgamar una fuerza homogénea de priistas convencidos de las bondades de la izquierda. Ya existía, como se recuerda, un núcleo perredista duro en la entidad entre los cuales se encontraba el Prof. Victor Manuel Castro Cosío quien se convirtió en el enlace y contacto de los priistas perredizados y los viejos perredistas fundadores, algunos de los cuales fueron incorporados al gobierno de Leonel Cota.

Pero el caos en el que se ha convertido el PRD nacional, las elecciones fallidas, las tribus salvajes, los dislates de López Obrador, el dinero en juego, el futurismo y demás patrañas que padece el sol azteca, no podía dejar indemne a la Baja California Sur.

Esta es la primera fractura que deberá tener consecuencias porque el PRD ya no tiene las riendas del poder aseguradas en Baja California Sur. Hoy, el PRI animado por los triunfos nacionales y el caballo de hacienda en el que corre su seguro candidato a la presidencia el 2012, la autoestima hasta arriba, como lo demostró en La Paz en estas elecciones, se encuentra en situación de ganar alcaldías, quizás con ciertas alianzas podría lograr la gubernatura.


El PRD carece de la firmeza de antaño y sus huestes militantes provenientes del PRI, bien podrían regresar a la querencia. Así como un día un puñado de priistas se levantaron izquierdistas, un día, cualquier otro, esos mismos militantes, bien podrían levantarse revolucionarios…e institucionales.

jueves, 18 de junio de 2009

LOS PROFES Y LA GORDILLO

Todos los días paso por ahí, todos los días veo las pintas, los letreros, las consignas de quienes ocupan hoy el edificio del sindicato de profesores (SNTE). Las variopintas pintas del SNTE ocupado, ocupa la vista de todo automovilista que hace el alto en el semáforo inmediato. Mientras se espera el verde, en lugar de ver lejos, espiar a la vecina o pensar en la inmortalidad del cangrejo, la atención se centra en esa profusión de mensajes que los ocupantes lanzan, supongo que, a nosotros los ciudadanos de a pie y motorizados que pasamos día con día por el bulevar Olachea, mas conocido –afortunadamente- como Las Garzas

Lo que el deambulante puede sacar, -a vuelo de pájaro- en conclusión es que entre los profesores hay un evidente conflicto, tal asunto es innegable. La otra deducción es que los ocupantes del edificio pertenecen a un grupo diferente del que dirige Elba Esther Gordillo.

Tal deducción se desprende de que, hay escasa información acerca de la naturaleza del conflicto -¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?¿donde?- pero una abundancia de mensajes dedicados a la profesora Gordillo.

Si ya es preocupante el hecho que los profesores, es decir, quienes educan a nuestros hijos e hijos de vecinos, el gremio trabajador mas ilustrado, la cúpula de la intelectualidad de la sociedad mexicana prefieran la dictadura de la Gordillo –pues son ellos quienes la reeligen, le dan poder y nombramientos a perpetuidad- también es preocupante la manera de afrontar el conflicto contra sus adversario que no parece ser otro que la Profesora Elba E. Gordillo

Como se puede ver en las fotografías, las caricaturas y dibujos resaltan reiteradamente los defectos físicos de la Gordillo. No hay información al público. Hay insultos a la imagen de la profesora, al parecer, culpable de su situación.

Cada dibujo contiene una fuerte carga insultante contra la profesora a quien la han comparado con personajes siniestros del cine y la ficción (Chucky, Drácula etc.) y que exhiben en el exterior del edificio con el fin –supongo- de mostrar su odio, rencor, tirria, antipatía, desafecto por la maestra que no ha hecho otra cosa que los mismo que hacen los dirigentes sindicales en este país –ver a Napo, Hernández Juárez, F Velázquez, Jonguitud, Gómez Zeta, La Guera R Alcaide por obra y gracia de los trabajadores y desde luego, el gobierno, parte de un sistema que le convienen interlocutores como la Gordillo.

Sus razones deben tener los profes para estar en pie de lucha, me imagino que tienen argumentos mucho mas poderosos e informativos para que el peatón, el automovilista que pulula por el edificio del SNTE comprendiera cual es el objeto de su descontento y no cuales son sus fobias y rencores pues las luchas colectivas ni se llevan a cabo ni se ganan porque odien mas, o porque la sorna y la capacidad de ridiculizar sobrepase el otro.



Un método de lucha excéntrico y supongo, ineficiente. La Gordillo debe estarse zurrando de risa cuando observa ese tipo de expresiones de sus adversarios.

En el tiempo que lleva el plantón -quizás mas de un año- los insultos a la Gordillo han cambiado de caricaturas, de dibujos que se ríen del aspecto personal de Elba Esther, de las múltiples cirugías plásticas que se ha hecho en la cara, de su pretendida fealdad; con pretendido ingenio los profesores muestran a su verdugo como un adefesio, como si el poder de la Gordillo se encontrara en su capacidad para cambiar de cara. La cara de la Gordillo ha sido mostrada como las mas horripilantes de las criaturas y al parecer, la lucha magisterial se centra en denostar mediante las características físicas de la Gordillo, la corrupción y el desmadre de la educación en México; la burla, la carrilla, sustituye a las razones; la capacidad para ridiculizar es una táctica de lucha; el señalamiento grotesco del aspecto físico es el centro de sus demandas.

Nada mas pueril, nada mas inefectivo. En esas manifestaciones de los maestros se observa una buena parte del desmadre educativo. Los profesores -o los profes o ¿maistros?- muestran que quizás no tengan capacidad para argumentar sus razones, capacidad para informar al público sus impugnaciones, sus descontento pero eso si, la burla, la sorna, el señalamiento hiriente como instrumento de lucha creen saberlo manejar y en eso centran sus motivaciones para luchar en contra de uno de los monopolios mas feroces y perversos como el de los sindicatos y sus líderes eternos que, al ver como los disidentes luchan, lo único que se puede estar seguros es que, tienen estos líderes amañados con el poder, una larga vida, la cara es lo de menos.

martes, 19 de mayo de 2009

LOS SORDOS TERRITORIOS

(Comentario a la obra “Los Sordos Territorios”, con motivo de la presentación el día 12 de mayo de 2009, en el Teatro de la Ciudad, en La Paz Baja California Sur)

Cuando se abrí este libro de relatos e inicié la lectura, me extrañó no encontrar, en los primeros textos, el tono jocoso, la ocurrencia inteligente con la que Miguel Ángel despliega tanto en su literatura de ficción como en sus textos periodísticos; esa manera de deslizar para el lector una sonrisa velada que no llega a carcajada. En la medida que pasaba hojas y me adentraba en la lectura, al contrario, no solo no aparecían los guiños satíricos, mordaces, sino el relato de la realidad pura y dura, sin concesiones

Antes de llegar a la mitad del libro comprendí que el tono no cambiaría, que Miguel se había propuesto a recetarnos un grupo de narraciones que, sin atajos ni maquillajes, golpean directo a la cara; literatura traumática diría a falta de mejor adjetivo; el retrato de una realidad que se intuye, que se sabe existe pero que no se quiere ver, quizás porque duele, porque espanta pero aquí está la literatura para espetárnosla y acorralarnos en este cúmulo de verdades que abruman.


Lo podemos ver en los textos. El joven homosexual que delinque pero que también es una víctima social; víctimas del desempleo, expulsados de la frontera, cirróticos de la existencia sin remedio; el impúdico ratero, el robado, el licenciado vaquetón, apático el ministerio público; pensiones de mala muerte, cantinas pringosas, calles inmundas; expedientes perdidos, juicios eternos, presos políticos, presos gandallas; la selva donde nadie es bueno, nadie es malo del todo. Los juicios morales quedan inconclusos, la ética un territorio desconocido, sordo, paralítico, asténico; en fin, la justicia fallida. Un espejo donde todos nos reflejamos, un retrato que si no fuera cotidiano, bien podría llamarse kafkiano.

Aunque son casi veinte relatos, el tono áspero y riguroso inicial se mantiene hasta el final y desde un principio lanza al lector la pregunta: ¿has estado alguna vez en la cárcel? que se repite con los múltiples sinónimos populares de cárcel, no hay respuesta pero si una sucesión de preguntas agresivas cargadas de descripciones aterradoras que al terminar desearás ser un ciudadano modelo y jamás, ni por fuera, visitar una penitenciaría. En otras narraciones recordaremos la pregunta inicial donde la rehabilitación social es solo una manera burocrática de nominar un lugar, de establecer una topografía.

Testimonio, realidad
En algunas narraciones aparece, de manera sutil un narrador que, todo hace suponer, es el autor. Que estuvo ahí o si no, muy cerca del suceso. Por su ocupación como abogado, dicha primera persona hace suponer que estas narraciones son testimoniales





Testimonio. Un tipo de narración pone en escena la exclusión más radical cuando intenta hablar por las víctimas, por los marginados, por los muertos, ya que los testigos directos de la máxima destrucción no pueden dar testimonio

El testimonio expone las marcas, desafía la aniquilación, admite sus efectos. Aunque ni siquiera sea leído, es la única forma viable de hacerse cargo de la pérdida, del horror.

Las narraciones de M Ángel no son rasgos constitutivos de la existencia sino hechos históricos; el testimonio no sólo es el medio para asumir el caos social, sino también para resistir social y culturalmente, un deber para la recuperación ética de la comunidad.

Se insiste en que la verdad exige que el tema a tratar se aborde desde distintos ángulos (periodismo, literatura, testimonio) al mismo tiempo se le asigna una nueva función a esta forma, que debe informar y activar la comprensión política del lector.

En la tradición latinoamericana, Miguel Bonasso, Sol Arguedas, Rodolfo Walsh y otros que han querido modificar la manera de hacer literatura, optando por un "trabajo de transformación" por el cual se "literaturiza" un testimonio o un informe periodístico.

Se demuestra así que los géneros "marginales" son aptos para narrar ciertos hechos históricos en sociedades en las que las versiones oficiales están desacreditadas. Es decir, mezclar datos recogidos en la investigación periodística con mecanismos discursivos que permiten transformar la información en acontecimiento novelado

Realidad. Dice Borges, en una parte del cuento “Emma Zunz”: La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.

La irrealidad de la realidad es un fenómeno estudiado por los escritores norteamericanos de fines de los sesenta - Capote, Mailer, Wolfe- cuando sellaron con el Nuevo Periodismo el auge de la escritura “de no-ficción”.

La historia etnográfica desarrollada en las ciencias sociales desde 1950 por Oscar Lewis (en los Estados Unidos) impulsa la formación de este género, tributario de la “contracultura” de los 60, que rescata el testimonio oral para darle cabida a la historia no oficial
Ser realistas, pero sin comillas: de eso se trata. Porque el realismo verdadero lo contiene todo: la fantasía y la razón, lo constatable y lo deseable; inclusive, la utopía. En cambio, el realismo entrecomillado reduce la realidad a datos, que por ser parciales, terminan siendo pura apariencia.




Y es que, borrar la memoria popular y reprimir cualquier intento de alimentarla, fue precisamente uno de los objetivos principales de quienes han hecho del horror y la destrucción generalizada su propuesta de vida. Diversos países de la región, allí donde el afán libertario aparecía con más solidez, debieron soportar durante años el discurso del realismo entrecomillado. Aquel que con el pretexto de reprimir los excesos subversivos, justificaba procesos de devastación nacional pocas veces experimentados en Latinoamérica.
Economías destruidas, industrias y recursos naturales arrasados, una deuda externa sin precedentes, desempleo y marginalidad pocas veces vistos, corrupción institucionalizada, aculturización e hipocresía total en los discursos dominantes, son, para muchos de nuestros países, la respuesta "realista" a los proyectos emancipadores de los años 60.

La única zona optimista de la obra es la ocurrencia del relato, la ocurrencia de dárnoslos a conocer. Quizás sucedió a Miguel lo que a Rodolfo Walsh, después de pedir infructuosamente justicia para los fusilados, decidió dar a conocer los hechos. El lugar que niega la justicia, lo encuentra en la literatura.

Solo hay un héroe, un redentor cuasi cristiano sin nombre al final del libro; una luz en las expectativas de salvación. El pronunciamiento más político en esta serie de relatos, porque representa lo deseable, la solución; simboliza la salida anhelada a esta realidad que no nos gusta.
Pero Miguel no afloja. No se muestra como un escritor complaciente que quiera quedar bien con sus lectores, sino un escritor que está dispuesto a arriesgarse a incomodar a quienes lo lean con tal de ser fiel a la realidad que describe. Captura el espíritu del entorno para todos aquellos que viven la pesadilla de un país sin oportunidades, sin incentivos, sin esperanzas. Posee una aguda percepción de la realidad nacional, que describe despojado de ilusiones, sin brindar ninguna tregua esperanzadora al lector. Las cosas son como son. “Si no te gusta, tu problema”, parece enunciar el narrador de cada uno de los relatos de este libro.

Cuando se termina el libro, en efecto, el lector se siente acorralado. Sabe que de alguna manera también participa; que las campanas doblan por todos y que no hay manera de huir; que la forma directa y brutal con la que Miguel Ángel nos lanza estas experiencias quizás personales van mas allá de solo mostrar lo que sucede en ese lado oscuro de la condición humana porque es imposible no conmoverse; es imposible evitar la perturbación y hasta la sensación de culpa en tanto entes sociales.

No hay víctimas inocentes, ni delincuentes cándidos; la tipología lambrosiana choca y se estrella en una sociedad en la que cada quien reza a su santo, cada quien se rasca con sus uñas. La desconfianza, el recelo y la suspicacia alcanzan a todos.



Miguel no deja espacio para la esperanza, ignoro si esa era la intención de sus textos, al final el agobio es tanto, no solo porque no hay esperanza, sino también falta de respuestas. Uno espera una señal, un gesto de optimismo que es negado hasta el final, el relato termina con esta frase: -es tu patria, cabrón… es tu patria.