lunes, 21 de septiembre de 2009

LA PAZ, LA CAPITAL

Puerto de Ilusión. Hace 40 años, para quienes vivíamos en la periferia del entonces territorio de Baja California Sur, no era fácil acudir a La Paz. No había carretera pavimentada; el transporte aéreo era caro, peligroso e irregular; el transporte marítimo no tenía grandes alcances.

Para quienes vivíamos en las inmediaciones del paralelo 28, La Paz era territorio casi vedado, era más fácil transportarse a Sonora. De Santa Rosalía a Guaymas siempre estuvo abierta una vía marítima, “El Güero” y el “Jesús Enrique” eran las dos cáscaras que a finales de los 60’s hacían viajes regulares, ruta en la que los norteños del sur utilizaban para el comercio, el turisteo, la atención médica, salida al continente y para visitar familiares. La quiebra de la Compañía El Boleo y el subsecuente éxodo de finales de los cincuentas, arrojó una buena cantidad de cachanías a Guaymas donde se asentaron la mayoría, otros al norte, muy pocos a La Paz. Ya un espléndido artículo de Blas Ramón Cota Meza –El Pirri- titulado “Cachanía la guaymense”, narra las intensas relaciones entre Santa Rosalía y Guaymas, de tal manera que: –cito de memoria- “no había un cachanía que no tuviera familiares o conocidos en Guaymas ”.

Sin embargo, La Paz siempre fue el centro burocrático, por lo tanto, de visita obligada. Había que venir al Puerto de Ilusión a reclamar el cheque, a afiliarse al ISSSTE, a buscar chamba, a conseguir becas, a registrar propiedades, actas de nacimiento, de defunción y hasta a los juegos olímpicos. No había otra que subirse al “correo”, un camión de redilas con doble cabina que salía de Santa Rosalía a La Paz una o dos veces por semana. Casi 48 horas de viaje si no sucedía un desperfecto, tan frecuente en aquellos escarpados terrenos por donde transitaba el armatoste.
Tanto en los caminos del norte como hacia el sur, “los troqueros” contaban cada historia acerca de sus aventuras, sus accidentes; las cuestas peligrosas como la de “El Burro”, la de “El Tiburón”, la de “Liguí” siempre aparecían en los relatos, eran además puntos de referencia. Se hacía una escala forzosa –a dormir- en Loreto o Comondú y al otro día –si todo iba bien- se tomaba la brecha de El Crucero a La Paz –que fue el primer tramo que se convirtió en carretera pavimentada- se llegaba a La Paz poco después de mediodía. Una odisea para los tiempos que corren.

Chilanguismo paceño. Pero La Paz era el centro y los paceños se percibían –desde la periferia- como los estirados, los soberbios, los arrogantes, en fin, el chilanguismo que endilgamos a los defeños; que también atribuyen los de Salta a bonaerenses; los de Provence a parisinos o los siberianos a moscovitas, supongo. No podía ser de otra manera en un país centralizado, modelo que se repetía en los estados pero mucho más en el Territorio de Baja California Sur carente de autonomía estatal. Si los gobernadores se nombraban en las tripas de los centros ceremoniales del PRI en el DF; los delegados municipales, a su vez, se nombraban desde La Paz. Con un régimen de partido único, la centralización era aun más aparente.

Cuando los juegos olímpicos estatales se hacían en La Paz, un buque de la armada se encargaba de transportar los contingentes deportivos. Como casi siempre eran al final del otoño –coincidían con el 20 de noviembre- la mar con frecuencia estaba picada y después de casi 24 horas de viaje; de náuseas, vómitos y mareos quedaban los deportistas muy disminuidos y desde luego, con desventajas para la competición contra los paceños, los adversarios a vencer y a quienes se les achacaban, con cierta razón, un gandallismo deportivo que provocaba interminables discusiones.
Los paceños tenían fama de malos perdedores, de conseguir en los reglamento, en minucias legaloides, lo que no podían lograr en el campo de juego.

Ante los paceños había cierto rencor soterrado que emergía y se hacía aparente en la rivalidad deportiva, por ejemplo, en la que Santa Rosalía era el mayor oponente a La Paz. Los juegos de básquet y beisbol, eran de alarido e invariablemente terminaban en bronca. Una vez terminado el tiempo regular, los tiempos extras seguían en la calle; algunos juegos terminaron en la barandilla por infringir el bando de buen gobierno. Si a algún miembro del contingente deportivo le llegaba a dar diarrea, sin duda, eran los paceños que habían colocado laxantes en la comida.
Ante los paceños había desconfianza y cierta paranoia.

De La Paz provenían los jefes, los inspectores, los decretos. La relación era unidireccional por falta de comunicación. Unos mandaban, otros obedecían. Los ahora municipios nacen en la transición de territorio a Estado, a partir de 1970, eran delegaciones y los delegados no siempre eran producto de elecciones, sino dedazo desde La Paz.

Aun con una hegemonía priista, aceptada como natural en el entonces Territorio de BCS, no fue raro que en el norte, alguna vez ganaran otros partidos políticos, como fue el caso de Don Manuel Cota que ganó la delegación de Santa Rosalía por el PAN, que decir de aquella gloriosa gesta del Dr. Adán Velarde y Oaxaca que ganó una diputación federal del Territorio al PRI del mismísimo Dr. Raúl A. Carrillo.

Santa Rosalía. Casi un siglo, Santa Rosalía, fue el centro de población mas importante en el norte. Sin origen misional, fundado a finales del siglo XIX y colonizado para la extracción de cobre por franceses, se convirtió rápidamente en destino tanto para conseguir trabajo como para el comercio. El crecimiento de Santa Rosalía en menos de 20 años alcanzó niveles que San Ignacio o Mulegé, los pueblos misionales vecinos, no alcanzarían en siglos.
Los adelantos tecnológicos con los que los franceses dotaron a Santa Rosalía, no los tenían ni siquiera en La Paz: luz eléctrica las 24 horas, un tren de vapor, grandes grúas, barcos gigantescos para la época, hospital con medicina y cirugía de primer mundo. El crecimiento fue monstruoso.
Sin embargo, La Paz, poco o nada tuvo que ver en el asunto. La Compañía francesa El Boleo, se introdujo desde el centro del país, mediante concesiones otorgadas directamente por Porfirio Díaz en donde se dispensaban impuestos y se disponía de la tierra como mejor les pareciera a los colonos franceses. Así, Santa Rosalía se convirtió en un enclave en el que el Gerente de El Boleo, era el Jefe Político de Santa Rosalía y circunvecinos. Los escasos funcionarios del gobierno, las fuerzas del orden, eran captados por la compañía que a su vez, se encargaba de mejoras materiales y hasta de la educación.
Fue hasta un poco antes de la Segunda Guerra Mundial que la comunicación entre los franceses de Santa Rosalía y los de Francia se hizo prácticamente imposible que El Boleo empezó a decaer. Dicha compañía se convirtió en objetivo militar para los alemanes, pero también, la cantidad y la pureza del cobre había descendido, de tal manera que ya en la postguerra, el boleo se declaraba en quiebra dejando Santa Rosalía sin trabajo y aislada, sin puentes hacia la capital del Estado. Fueron momentos difíciles en los que la gran mayoría decidió emigrar, muy pocos lo hicieron hacia La Paz.
La entonces altiva e independiente Santa Rosalía miraba hacia al sur sin respuesta. El gobierno del Territorio no tenía tampoco elementos para reactivar la actividad económica de una Santa Rosalía oscura, atrapada en su angustia mientras los esfuerzos venían desde el DF. Fue de la oficina federal de Fomento Minero de donde partieron los primeros planes para reconvertir y explotar la industria del cobre y quien detuvo la debacle y la desaparición de Santa Rosalía.

El Pacífico Norte. Mientras en el Pacífico Norte los viejos campos pesqueros de población temporal, se convertían en asentamientos formales, permanentes así Bahía Tortugas, Bahía Asunción, La Bocana y Punta Abreojos acogieron una buena parte de cachanías con vocación pesquera –y beisbolista- y abrían fuentes de trabajo para la juventud de la región. Todas esas cooperativas pesqueras, que comercializaban sus productos en California, tenían sus oficinas en Ensenada, BC. Aviones privados hacían el puente aéreo, de tal manera que los pobladores del Pacífico Norte nunca miraban hacia La Paz. La atención médica, la educación, las compras o las vacaciones se hacían en Ensenada y California.

Lo mismo sucede con Guerrero Negro que también fue refugio de cachanías. Al aumentar la explotación de la sal, el crecimiento de Guerrero Negro requirió de mano de obra, sin embargo, los impuestos de la ESSA –Exportadora de Sal- no se pagaban en el estado y a pesar de ser una empresa nacionalizada –en parte- sus ejecutivos ninguna relación tenían con Baja California Sur, todos procedían del centro del país de tal manera que el gobierno del Estado y su capital ninguna influencia tenían sobre esa compañía.
La Transcisión. Quizás el punto de unión más fuerte en los años anteriores a la estatización del territorio de BCS fue la Escuela Normal que había nacido a instancias del gobierno de Lázaro Cárdenas como Normal Rural con sede en San Ignacio. Fue hasta que se fundó la Universidad Autónoma de BCS, la única escuela de educación terminal. Aunque luego emigraría hacia La Paz, la Normal enviaba paceños hacia la periferia, asimismo desde la periferia acudían a la Normal paceña los estudiantes que, una vez, profesores, regresaban a sus comunidades.

La Normal de La Paz se convertiría en el rostro más amable de la capital. La gran mayoría de nuestros profesores eran egresados de la Normal quienes mostraban auténtico orgullo pertenecer a esta escuela.

Es hasta que el Territorio se convierte en Estado y se organizan los Municipios que las relaciones de la periferia norte se empiezan a normalizar y empezamos a acudir a La Paz con mayor frecuencia. La carretera Transpeninsular fue definitiva en esta correlación de la Paz capital y sus poblaciones del norte. También la desaparición de la zona libre que inicia una era de comercio de productos mexicanos, desconocidos hasta que entra la CONASUPO
Así, La Paz y su periferia norte inician otro tipo de relaciones, la cual se incrementa con la democratización del país y ya no solo son profesores de educación básica lo que se intercambia, también estudiantes – UABCS, TEC, universidades privadas-, vacacionistas; comerciantes y la burocracia de toda la vida que ahí continúa y que, en su cojunto, ha hecho de La Paz, un centro de visita obligada, es cierto, pero también una de las ciudades mas bellas y apacibles, donde se puede vivir muy bien sin los sobresaltos de la inseguridad y sin la neurosis de las grandes ciudades, además de la inestimable vista al mar, sus atardeceres rojos y un andar de más de trescientos años que le dan aspecto entre cosmopolita y provinciana, pero al fin puerto, es decir, pecadora y virtuosa, honesta y gamberra, recatada y carnavalera.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola me llamo Arturo Manríquez soy hijo del tallo de cachania me pidió que lo contactare me gustaría platicar acerca de algunas temas relacionados con lo que es la carrera de comunicaciones ya en el ramo laboral , espero poder contactarlo.