domingo, 16 de agosto de 2009

¿VAS PAL NORTE?

¿Vas pal norte? era una pregunta que se hacían los sudcas cuando alguien llevaba algún cargamento, maleta o mochila, porque para ir al norte había que ir bien avituallado, cargado con lonche, tendidos y bastimento para varios días.

El camino no era exactamente el que habrían seguido los misioneros. Los jesuitas y luego los franciscanos perseguían la conversión de la indiada, sus trayectos buscaban colectivos nómadas; en cambio, los ciudadanos del naciente siglo XX, hacer circular un vehículo de combustión interna por la península de Baja California. Si bien existen reminiscencias de lo fue el sendero misional, una vez inventado el automóvil, democratizado y extendido su uso, fueron los norteamericanos aventureros de la antigua AAA (Asociación Americana del Automóvil), quienes en búsqueda de coyunturas entre la cordillera y el mar, fueron encontrando los pasajes más adecuados para que vehículos de motor pudieran transitar a lo largo la península. Hay quien piensa que El Chapo Galván, un mecánico de Santa Rosalía fue un factor decisivo en la apertura de ese camino que, una vez hecha la carretera transpeninsular, en general no varió demasiado el curso, en algunos segmentos se pueden ver las huellas del viejo camino real.

El norte de Baja California Sur dependía del puente marítimo de Guaymas-Santa Rosalía para surtir frutas, verduras y otros perecederos. Pequeños barcos, paquebotes, hacían los, a veces, intrépidos viajes. De la frontera, dependía para la introducción de latería, muebles, ropa, carros y todos los productos que se compraban en los USA; prendas nuevas y de segunda recalaban hacia los norteños del sur, de tal manera que el comercio hacia el norte –Tijuana, Ensenada- era muy fluido por un camino pedregoso, estrecho, donde solo podía pasar un “troque” a la vez, con muy pocas brechas rápidas y arenales extensos, con aspecto del talco pero que con agua de lluvia se convertían en verdaderos cenagales. De Santa Rosalía a Ensenada o Tijuana se hacían no menos de tres días. Cuando llovía y aparecía el Lago de Chapala –la mayor parte del año, seco- los atascos y desperfectos de los troques, dejaban en la indigencia al norte de Baja California Sur.



El medio que se usaba para ir al norte era el troque -el truck de la General Motors- un auto con redilas fabricado para cargar hasta 10 toneladas y que podía pasar por los angostos senderos de las cuestas en los que, a veces, las llantas apenas se ajustaban entre el paredón y el abismo. Las redilas bamboleaban, y crujían, el auto pujaba y amenazaba con apagarse mientras los bordes de los neumáticos despejaban pequeños guijarros que se perdían en el desfiladero. Eran vehículos de gasolina, sumamente austeros, con poderosos ejes y de trasmisiones con velocidades extras como el “campao” –compound- y el “chango” –change- que se requerían cuando cargados había que subir una empinada pendiente. Un auto de carga mas grande no cabría en esas estrecheces; uno más pequeño, no valdría la pena el viaje. El troque era el carro justo para este largo y sinuoso camino.


Los troqueros eran hombres recios cuyas desventuras en el camino las tomaban como parte del negocio, eran el precio de la audacia. No había “viaje al norte” sin al menos una ponchadura –que había que arreglar con parche de “El Camello” sobre la cámara- cuando no, las fugas de aceite, las roturas de muelles o del diferencial y hasta el motor partido por la mitad. Se sabían de todas - todas las fallas de sus armatostes y pasaban horas y horas debajo del troque hasta que, con un arreglo provisional, podían pasar a la siguiente ranchería. Eran reconocidos en los pueblos por donde pasaban, se les asignaba cierto halo de heroicidad y hasta galanura. No faltaba el troquero inquieto que dejaba en cada pueblo un amor y uno que otro retoño que de grande, afirmaría orgulloso, “mi papá es troquero”. No era cualquier cosa, eran personajes famosos en la región; eran los que surtían de alimentos y los materiales imprescindibles de esa zona del territorio, sin ellos, el mercado se caía y la escasez aparecía.

Había troqueros legendarios cuyas andanzas se contaban entre el pueblo y no pocos párvulos que escuchaban las pláticas de los mayores, querían, de grande, ser troqueros. Igualmente, los niños jugábamos con carritos que pasaban, en el patio de la casa, en la calle, las mismas peripecias que los choferes que iban al norte.


Las conversaciones de troqueros iban desde las contingencias posibles, digamos verosímiles, las creíbles con cierta dosis de ingenuidad hasta las mas locas ficciones dignas de febriles y alucinados escribidores.

“... cuando revisamos el carro, la banda estaba rota y no llevábamos refacción, no hallé mas que lanzarme el monte a buscar una mata de soyate, corté varias ramas y las trencé; medí la banda rota y formé un círculo con la trenza de soyate, la hice del mismo tamaño y la coloqué en lugar de la banda. Me persigné y encendí el carro, metí primera y el carro empezó a caminar, faltaban todavía unos 300 kilómetros para llegar a Ensenada. Pensé que se iba a tronar la improvisada banda, el carro iba bien cargado, pero no pasó nada, como si llevara una banda nueva. Así llegamos a Ensenada y aunque compré otra banda, le dejé la de soyate solo para ver cuánto aguantaba, fue en la carretera entre Ensenada y Tijuana que la banda reventó. Creo que se calentó porque le metí todo el acelerador en la carretera” –verdad o mentira- eso contaba un troquero. Cuando detectaba al escéptico que nunca falta, agregaba –pregúntenle a mi compadre… tal-


No hay mejor muelle que la de datilillo”- decía otro y empezaba a contar la ocasión que yendo pal Norte: “un poco después de Las Vírgenes, al final de la brecha de El Mezquital, la carga se fue de lado y por poco nos volteamos, en cuanto sucedió, le dije a mi ayudante: “son las muelles que se rompieron y no fallé”. Mi ayudante, El Sony Boy – hijo de Juan Verdugo, estaba chavalito, eran sus primeros viajes al norte- nomás volteaba pa todos lados y yo, tranquilo, agarré monte armado de un machete ante el asombro de mi ayudante y al rato regresé con tres o cuatro trozos de datilillo verdón no muy maduro. Así cargados como íbamos, levantamos el carro y en el lugar de las muelles colocamos el datilillo. Mi ayudante se rió de la puntada y creyó que no iba a aguantar, así nos fuimos hasta Los Ángeles –el rancho del güero Betancourt- donde revisamos el arreglo, los palos de datilillo como si nada”, apenas terminaba la anécdota y no faltaba quien reviraba otra aun más increíble.

De ahí pasaban a las travesuras que se hacían cuando, ante un obstáculo en al camino, los troques y troqueros se acumulaban. Entre el “lonche” y cachivaches siempre había botellas de aguardiente, algún vinillo regional y otros “fuertecitos” que degustaban en la retaguardia mientras los de adelante trabajaban para destrabar el impedimento. Tales borracheras eran de antología y venían a aumentar la cantidad de anécdotas, además de contribuir a estrechar una especie de hermandad entre troqueros cuyos códigos de conducta en el camino, aun sin ser escritos, eran de todos conocidos. Había una nobleza auspiciada, sin duda, por la vulnerabilidad de hombre y máquina ante el cruel desierto, la dureza del terreno, la inmensidad de la intemperie.




De tal manera que la gente que viajaba al norte esperaba un viaje de 2 a 3 días, si bien les iba. Pero la mayoría de las veces no faltaban los imponderables y el viaje se podía prolongar hasta por 10 días según fuera el obstáculo: lluvia, desperfecto o incluso maniobras para pasar dos carros por el mismo camino y a la misma hora, cosa que no se podía como bien lo había descrito Newton en sus infalibles leyes. Por lo tanto, para viajar al norte había que cargar con tendidos – cobijas envuelta con una cuilta (el primitivo sleeping bag), maletas; un itacate con machaca y tortillas de harina, latas de leche, carne enlatada; agua, combustible y las “encomiendas” –que nunca faltaban- cajas de cartón que mandaba alguien a alguien –PMAC por muy amable conducto- con contenidos de lo mas variados.

Otro miembro de la fauna que surcaba aquellos caminos, eran los fayuqueros. Comerciantes andantes que usaban un auto un poco mas pequeño, camionetonas a las cuales le colocaban un altoparlante con el cual anunciaban las ofertas. Cobijas, trastos, juguetes, lámparas, blancos, pilas, focos, cortaúñas, destapadores, chucherías de todo tipo que vendían una vez apostados en una esquina, en una plaza. De gran oratoria, los fayuqueros convencían al más receloso y si no podían, la oferta se elevaba y del 2 x 1, que ante el comprador remolón se convertía en 3 x 1 y además agregaban “por el mismo precio” cualquier otro artículo hasta hacer irresistible el ofrecimiento.

Entre mitos, mentiras, medias verdades, mitotes y verdaderas hazañas, los troqueros y los fayuqueros surcaban aquellos caminos que sustituyó pero no borró del todo la carretera Transpeninsular.

En 1974, Echeverría en su cuarto informe de gobierno decía: "Esta vía de comunicación, que se extiende desde Tijuana hasta Cabo San Lucas, tiene una extensión de 1,708 kilómetros. Fue justificado anhelo de muchas generaciones de bajacalifornianos y constituye la obra de infraestructura fundamental para la península. El unir por un camino pavimentado, a las mas lejanas de las capitales de las Entidades Federativas con el resto de nuestro territorio, representan para nuestro país un paso definitivo en su integración".



En la actualidad, solo los aficionados del off road han mantenido vigente el viejo camino que surtía los productos necesarios a la península; hoy es un deporte, una diversión lo que en otro tiempo era, en la práctica, la savia que llenaba el pulso de lo que llamó -alguien que fatigó una y otra vez estos caminos- El Otro México, por recóndito y olvidado.

Muchos de los troqueros se jubilaron, el oficio ya no volvió a ser lo que fue; algunos, los más jóvenes siguieron viajando en la nueva carretera y la mayoría decía que ya no tenía chiste. Así era, el camino pavimentado, aunque largo y sinuoso, se democratizaba y cualquier bípedo con unos dedos de frente podría franquearlo en un auto común y corriente; no se requerían ya los hombres rudos, sabios del tiempo y sus vaivenes, excelentes mecánicos, famosos en la tribu. Con la carretera pavimentada, no solo terminó la función del troquero, nació otra era para los sudcalifornianos, otra forma de viajar al norte, con menos vituallas, con menos emociones y, sin lugar par la audacia.

sábado, 1 de agosto de 2009

EL PRI Y EL PRIISMO SUDCA

Introducción. Vuelven por sus fueros en el país. El viejo partido de estado que en Baja California Sur parecía aplastado, ha recibido algunas bocanadas de aire, aunque dista mucho de ser el trabuco que fue, bien podría, al igual que en el ámbito nacional, hacer un regreso triunfal a la gubernatura de Baja California Sur, de donde parecía expulsado para siempre.
Habría que preguntarse cuales son las probabilidades de que el PRI vuelva a ser la primera fuerza política en BCS y si sería el mismo PRI que alguna vez campeó a sus anchas, dueño de la situación a lo largo de la media península.


La posibilidad existe. No es raro que en las nuevas democracias, los partidos de estado, los viejos partidos únicos como los partidos comunistas Europa del este, una vez instalado el sistema democrático, muevan a nostalgia y regresen a manejar hilos de poder.

Antecedentes. El PRI sudcaliforniano inicia su ascenso al asociarse a movimientos populares de los años 40’s, los colectivos que solicitaban al gobierno federal el gobernador nativo y con arraigo, además de autonomía estatal, funcionaban prácticamente como un partido. Es el FUS –Frente de Unificación Sudcaliforniana- la organización que el PRI penetra y consigue elevar a una clase política que durante varios años se mantuvo en segundo plano, detrás de los gobernantes que enviaban del centro.


Aquella clase política sudcaliforniana no tuvo la oportunidad de escalar el poder, sin embargo, quedó una especie de dinastía que, en 1970 cuando se inició la transición de Territorio a Estado, saltaron al primer plano y fueron los gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales, dirigentes del partido y de todo el directorio que requirió la gobernanza del Estado.
No es raro que los dos primeros gobernadores de Baja California Sur se apellidaran Arámburo.
Tal era la estrechez de las familias que heredaron el poder. El PRI fungía –en casi todo el país- como agencia de colocaciones, como filtro y selección de funcionarios. El control era total.
El crecimiento de la burocracia después de los 70’s necesitó de sangre nueva y el PRI se dio a la tarea, por medio del IEPES (la escuela de cuadros del PRI) de reclutar jóvenes inquietos, estudiantes promedio y buenos oradores, de ahí surgirían Jesús Murillo, Antonio Manríquez, Mario Vargas, Cirilo Guluarte, Raúl Rouseau, David de la Paz y muchos otros jóvenes que pasaron a formar una élite de consentidos que, en cuanto terminaron su carrera universitaria, ingresaron al servicio público. La mayoría no pertenecían a familias relacionadas con la clase política, lo que amplió el espectro de sudcalifornianos que podían ingresar a los selectos círculos del poder.


La costumbre del poder. Que diferencia a aquellos tiempos en los que solo con tronar los dedos se tenían recursos humanos, económicos y hasta sobraba “para llevar”. Las relaciones del partido con el gobierno eran únicas y unánimes y solo había que preocuparse por la posición, por la elección interna, por el dedo indicador del “jefe nato” del partido.

Eran días aquellos en que los fantasmas priistas que hoy se encuentran deambulando sin sentido, eran los de cajón en un presídium. Las glorias priistas acudían a los homenajes, a las inauguraciones de obras, a recibir jefes nacionales. Tiempos eran de grandes titulares en los periódicos, los mismos que hoy cabecean en grandes letras las buenas nuevas del grupo en el poder; esos mismos, describían con lujo de detalle, la grandeza de los próceres que hoy se esconden en sus estancias de retiro.

Tiempos de grandes compras, de viajes a San Diego al “mandado”. Tiempos en que los negocios eran prósperos porque el cliente, el propio gobierno, era obeso y derrochador, poco fijado y apapachador; el cliente era tan bonachón que abrazaba a la familia, a los amigos y establecía nuevas relaciones, no solo las del famoso diez por ciento de comisión. El dinero era un león de papel.
No solo había que ser prócer priísta, había que parecerlo. El aspecto exterior no era baba de perico. Además de la casa solariega y las de descanso, el rancho o la casita en el suburbio lo menos parecida a lo que llaman de “interés social”, había que tener una lancha –por alguna razón, la lancha siempre ha tenido caché- y el carro de moda. El viaje anual a Las Vegas descubierto –oh sorpresa- por el fotógrafo del aeropuerto. Y que decir del manejo social: las páginas del periódico daban cuenta del enlace matrimonial –siempre de buena familia a buena familia- de los hijos del prócer. El cumpleaños era rumboso y los vecinos tenían que soporta una impresionante carga vehicular de la cuadra y los grupos musicales que desfilaban, desde los ranchero, marichis hasta la Rondalla del Cereso –que estaba a las órdenes de los poderosos de antaño-, igual sucedía con los bautizos y primeras comuniones de los cachorros de la revolución.

La ideología era lo de menos, pero había una serie de claves y enunciados priistas que tendían hacia el nacionalismo y desde luego, a la herencia de la Revolución de 1910. Tales herencias ideológicas se dejaban ver en las fechas patrias o en las reuniones plenarias. No por nada, buena parte de los próceres escalaron a la cúpula a causa de sus atributos oratorios.
La fecha orientaba el discurso, las frases grandilocuentes eran coronadas con un fuerte aplauso y al terminar, el orador era masacrado en la espalda por potentes manazos, cuanto mas sonoras, mejor. La elección del orador llevaba mensaje: denotaba un empujón a la posición próxima superior, predilección en un pleito interno o era un recado que algunos entenderían.
Las famosas reglas no escritas del PRI, en Baja California Sur fueron asimiladas al pie de la letra por la clase política sudcaliforniana.
Los gobiernos del PRI. Los gobiernos del PRI tuvieron sucesivamente una calidad descendente. El primer gobierno, el de Ángel César Mendoza A. es uno de los más recordados, no solo porque fue el primero estatal, sino porque tuvo un gran acercamiento con la gente, porque supo realzar las tradiciones sudcalifornianas y porque construyó las instituciones necesarias para el arranque del Estado, tarea que consolidaría Alberto Alvarado Arámburo, un viejo político, fogueado en las delegaciones del DF, autoritario y paternal y, a quien se le empezaron achacar mano larga con los dineros del erario, además de cierta dejadez en los asuntos del Estado.
Los gobernadores eran nombrados desde el centro, allá se desarrollaba la política sudcaliforniana. Liceaga Ruibal con quien empezó la decadencia del PRI, era senador y coordinaba la campaña de Miguel de la Madrid cuando un accidente, al bajarse de un avión, le cercenó un brazo, nadie dudó que el favor se pagaría con la gubernatura. En cuanto se hizo del poder, empezaron líos de tipo familiar que se ventilaron en público; el asunto terminó en divorcio mientras el sistema priista hacía lo imposible por aparentar normalidad. El acabose llegó cuando dos de sus hermanos fueron detenidos por complicidad con narcotraficantes. Aun cuando la renuncia se imponía, terminó su mandato con calificaciones reprobatorias y las primeras deserciones del partido.

Con el prestigio muy estropeado, el PRI nomina a Guilllermo Mercado. Sería la última vez que la cargada priista sudca acudiría al aeropuerto a recibir al elegido en las oficinas del PRI del Distrito Federal. Igual que en los anteriores candidatos a gobernadores, la nomenclatura del partido esperaba en primera fila; el “apoyo irrestricto” de los sectores - obrero, campesino y popular- con mantas y carteles elogiosos secundaban el apoteósico acto; sindicatos afiliados al partidazo ponían las porras, las gorras, las camisetas alusivas; matracas, confeti y mariachis por doquier; guayaberas, abrazote y fuerte apretón de manos se movían entre un mar de gente, deseosa de hacerse presente ante el recién seleccionado desde las alturas.

Mercado Romero, se suponía, enderezaría los entuertos de Liceaga. No fue así, rodeado de colaboradores ávidos y patrimonialistas, su gobierno se mantuvo en flotación mientras la oposición empezaba a dar algunos golpes. No fue fácil para Mercado hacerse de la gubernatura, por primera vez, se habló de gran fraude electoral; candidato del PAN –un priista empanizado- Crisóforo Salido, consiguió una cantidad de votos que prendió los focos rojos del PRI. Otros priistas se empezaban a pasar a otros partidos, fue el caso de Ruffo Velarde que ganó la presidencia municipal de La Paz con las siglas del PAN; Ricardo Gerardo Higuera optó por el PRD. El gobierno timorato de Mercado empezaba a dispersar priistas distinguidos.

Mercado Romero terminó su sexenio en medio de escándalos de enriquecimientos muy explicables; quema de papelería comprobatoria, negocios turbios y acusaciones populares de corrupción que, como veremos, después se harían materiales y judiciales.



La debacle. No fue raro que después del desastroso gobierno de Mercado, un priista, Leonel Cota sacara provecho de la situación. De familias humildes, con formación universitaria y participación política juvenil en la izquierda, Leonel Cota se afilió al PRI en cuanto terminó sus estudios en el DF. Rápidamente escaló el directorio priista; los puestos mas altos –presidencia municipal de La Paz y diputación federal- durante la administración –y con la anuencia- de Mercado Romero.




El siguiente candidato del PRI sería Antonio Manríquez, un priista de toda la vida, criado, educado y promocionado por el partidazo. Nadie dudaba que sería el próximo gobernador; lo habían preperado para tal empresa. El sistema priista trataba de reinventarse ante las presiones de sus críticos y accedió, por primera vez, a hacer una consulta interna, abierta a la ciudadanía. En efecto, la ganó Manríquez Guluarte con muy pocos votos sobre Cota Montaño quien, enseguida acusó al PRI de fraude y se pasó al PRD donde fue nominado.
Muchos priístas que no habían escalado la cúpula del partido encontraron en la disidencia leonelista su oportunidad y así, junto con otros desprendimientos del Revolucionario, que se sumaron a la izquierda histórica del PRD, supieron capitalizar el descontento contra el gobierno priísta saliente y la armaron en grande: ganaron la gubernatura por paliza.




Una vez en el poder Cota Montaños acusó de peculado a Mercado y a sus mas cercanos colaboradores, le quitó las oficinas al PRI –que eran de propiedad del Estado-, viejos funcionarios priistas fueron expulsados del gobierno, otros, por miedo, desaparecieron de la escena política. Una buena parte del priismo que no podría vivir fuera del presupuesto se afilió al PRD; otros, pactaron el silencio con el nuevo gobierno

El PRI quedó destrozado, desorientado y sin brújula.
En PRI en la oposición. Muy pocos permanecieron en el partido. No había los incentivos de antaño. Apenas si consiguieron algunos escaños en el congreso local, los diputados priistas empezaron a sentir el rigor de ser oposición. Eran “mayoriteados” tiro por viaje, la nueva mayoría del PRD se comportaba, exactamente como se comportó el PRI en sus días de gloria.
No solo porque el PRI fue desangrado por sus propios militantes que se fueron -a la campaña primero, al gobierno después- en oleadas. Aquel PRI pujante de guayabera blanca, abrazo estruendoso y promesas a cada paso, había desaparecido.
Aquellos próceres priistas sudcalifornianos que alguna vez presumieron los alcances de la Revolución Mexicana, parecían cansados.
Se podía ver por la ciudad, como fantasmas al exgobernador Mendoza Arámburo, al Gral Valdivia, a Liceaga Ruibal, deambulando como fantasmas, en busca de ojos y manos quien los reconozca, a quien saludar. Otros, se sabe, viven en La Paz o se han retirado a sus propiedades ganadas en sus días de gloria, rara vez se dejan ver, como si escondieran un pasado vergonzoso, es el caso de Manríquez Guluarte, Mercado Romero, Mario Vargas. Otros; los menos, han seguido en el partido y han tratado de revertir la situación como Román Pozo, Jesús Flores , Estela Ponce, Anita Beltrán, que han tenido que batallar, contra la falta de incentivos, la pobreza, el peso del grupo en el poder y a sus propias malas decisiones .
Dos sexenios ya llevan los priistas en la oposición, tiempo suficiente para advertir lo que se siente.

Sin los mandamás de antes, la clase política de segundo orden –que parecían de tercero- pelearon por el partido. Ya sin líder en el ejecutivo que todo lo podía como siempre fue su tradición, el PRI cayó en sucesivas manos de políticos desconocidos que lejos estaban de elaborar políticas de oposición, en el mejor de los casos, administraban las miserias, los despojos de lo que había sido el gran partido de estado; en el peor de los casos, trataban de pactar con el gobierno y vivir -of course- del presupuesto.
El PRI tocó fondo en el 2005 cuando postuló a Rodimiro Amaya a la gubernatura. Quien había sido priista distinguido, que abandonó el partido junto con Leonel Cota de quien fue secretario general y que, por no haber sido postulado por el dedo todopoderoso de Leonel, regresó al PRI en donde fue recibido con la postulación. Después, la campaña sería un enorme fracaso y Rodimiro desapareció del mapa mientras el PRI quedó aun más hundido.



Muy pocos priistas trataban de salvar al partido. Casi daba vergüenza ser del PRI. Fueron muchas las malas decisiones que prolongaron la cuasi agonía del PRI sudca que requería terapia intensiva urgente. Es Estela Ponce quien se mantuvo vigente en la política partidista nacional quien toma el PRI en completa decadencia y quien, al menos, detiene la caída.
Poco a poco han ido regresando los que no se fueron al PRD. Quienes han tomado conciencia de su papel de oposición y lo duro que resulta dicho papel. En las ceremonias priistas vuelven a aparecer algunos viejos políticos y también la sangre nueva del partido que, ahora, tiene que transformarse y dirigir el discurso a los jóvenes que no saben muy bien de que se trata el asunto. A quienes tenían 10 años cuando perdieron el poder en Sudcalifornia pero que hoy tienen veinte y credencial de elector.

Ya sin jefes natos, sin los recursos del estado, sin el tráfico de influencias, sin el control político a todos los niveles, el PRI empieza a recuperar terreno. En buena parte, por los triunfos nacionales y el posicionamiento político que ha manejado en el congreso nacional, pero también porque el grupo en el poder se empieza a resquebrajar. A medida que se acerca la sucesión de Narciso Agúndez, el PRD parece fraccionarse en tribus –como es su costumbre- tales tribus suelen tener pleitos fratricidas sin importarles dañar al partido y dar ventajas a la oposición. Estas desavenencias del PRD y el grupo en el poder, es el filón que deberá explotar el PRI en los próximos meses.


PRI nacional; PRI Sudca. Lo que sucede en el PRI nacional, no necesariamente sucede en Baja California Sur, el aislamiento secular y nuestra propia realidad, han hecho que no solo en el ámbito político, BCS, camine, a veces, a contracorriente. El PRI nacional, desde hace tiempo, avanza inexorablemente, a lo que parece, la recuperación de la silla presidencial. Se ha posicionado como casi seguro ganador en las próximas elecciones generales.
Ha mantenido cerca del 60% de los gobiernos estatales, igual número de presidencias municipales y en estas elecciones intermedias que acaban de pasar, el PRI, el viejo partido de estado, de nuevo, se levanta con la victoria.


A diferencia de otros estados, el PRI sudcaliforniano no mantuvo sus bases territoriales, esta condición ha hecho que en muchos estados, donde alguna vez perdió, el PRI encuentre la manera de regresar y ganar de nuevo el poder ejecutivo. En Sudcalifornia, las bases priistas hoy las detenta el PRD porque esta partido debe sus triunfos electorales no solo a las antiguas bases territoriales priistas, sino también a los próceres priistas que trasvasaron tales bases al PRD. Es decir, son las mismas, por lo tanto, requiere de un proceso de conversión reversiva.
Otra de las condiciones que ha hecho que el PRI regrese en otros estados es el mal gobierno de priistas o perredistas, situación que han aprovechado los priistas para enviar el mensaje de que ellos si sabían gobernar. Es el mismo mensaje que en el ámbito nacional siguen enviando ante las incapacidades evidentes de los gobiernos panistas en el ejecutivo nacional. Tanto Fox en el sexenio anterior, como Felipe Calderón en el actual, han presentado serias deficiencias para mostrar que eran mejores que los viejos priistas; mientras los priistas no pierden ocasión para recordar sus triunfos en el gobierno, su mano derecha y su mano izquierda en las formas de gobernar.


En Baja California Sur, los gobiernos perredistas tanto el de Leonel Cota como el actual de Narciso Agúndez no han dado oportunidad al PRI de mostrar las deficiencias y patrañas de tales gobernanzas. No porque no tengan –o hayan tenido- tales gobiernos motivos para ser acremente criticados, sino porque los priistas ya no tienen los canales de antaño para dirigirse al vasto público sudcaliforniano. La radio, la televisión y los periódicos que alguna vez comieron de la mano del viejo partido de estado, hoy los detenta el PRD y su gobierno.

Como podemos ver: las bases territoriales, los medios de comunicación, parte de la dirigencia del PRI, hoy están en manos del PRD. Es decir, el PRD se convirtió en el PRI de hace mas de una década. Funcionan igual, por lo tanto, difícil será para la nomenclatura priista, arrebatar el gobierno al PRD. Igual que el PRI en otros tiempos, el PRD sabe como mantener el poder. Igual que el PRI, sus próceres han subido en la escala social, también van a ver el box a Las Vegas y también compran mandado en San Diego. Igual que el PRI casan a sus hijos con buenas familias y aparecen en grandes titulares en las páginas sociales de los periódicos. Igual que los priistas, los próceres perredistas ya han cambiado sus casas de interés social por el caserón con lancha y carros para todos los miembros de la familia.

Igual que los priistas, las doñas perredistas no solo hacen trabajo solidario en el DIF, también juegan canasta, presumen las adquisiciones materiales de sus maridos y ya visten mejorcito; el dinero embellece y ya empiezan a distinguir entre lo casual, lo in o lo out en la moda.

Aunque en materia de cultura y trapicheo social, igual que los priistas: lo que natura no da; Salamanca non presta.

Reaparición. Después de una década de sequía el PRI ha tenido un éxito, impensable meses atrás: ganaron La Paz al PRD en las elecciones próximas pasadas al Congreso de la Unión. Dicho triunfo no se puede achacar ciertamente al gran trabajo territorial del PRI, tiene que ver mas que nada con las controversias entre los grupos perredistas, a la coyuntura de la sucesión.Por otro lado, parece que las agitadas aguas en la dirigencia del PRI estatal han amainado y aunque en estas elecciones pasadas han presentado candidatos sin esperanza de triunfo, es claro que el viejo partido de estado no desapareció a pesar de todo. Los columnistas priistas que se han mantenido en los periódicos, empiezan a sonreír en lugar de las amargas quejas; los próceres del PRI ya se dejan ver en busca de miradas y saludos en la calle, en charlas de café y actos del partido; los próceres aparecen otra vez en las páginas sociales, después de haber encabezado la policiaca; los que aguantaron el vendaval, se erigen como héroes y dan lecciones de sobrevivencia política; los agazapados salen de sus rincones en estado postraumático y cuando alguna que otra nostálgica guayabera blanca cruza la calle, nos recuerda que todo se puede esperar de la cambiante clase política sudcaliforniana….hasta el regreso triunfal del PRI.

domingo, 19 de julio de 2009

PRIMERA GRAN RUPTURA EN EL PRD SUDCALIFORNIANO

Desde que el 1999 el PRD tomó el poder en BCS, en las elecciones, tiro por viaje, ese partido ha obtenido “carro completo”. Sucedió igual en las elecciones intermedias que acaban de efectuarse. Las dos diputaciones federales en juego fueron para el PRD.

Se ha convertido en un partido invencible: el PAN desaparecido; los partiditos como siempre –cachando elevaditas- y el PRI, después de la estruendosa derrota del 99, apenas está empezando a sacar la cabeza y en estas elecciones intermedias, ha obtenido números que le saben a triunfo. Algo ha cambiado en la política electoral de Baja California Sur.


Días de vino y de rosas. Los triunfos pasados del PRD se resaltaban por la prensa a modo; la algarabía y el gozo se notaban en el perredismo; grupos de fans hacían alarde del éxito en las calles. Las doñas que han conseguido trabajo en el DIF, los que lograron colocar al hijo de conserje, los que consiguieron permiso de puestos ambulantes, los que gozan de un cheque quincenal estatal sin falta, no se mostraron como en otras elecciones ganadoras. Ni aquelarres privados, ni carcajadas alcohólicas y satisfechas surcaron los hogares de los elegidos. Ni guirnaldas ni coronas de laurel hicieron su aparición cuando los resultados electorales declararon vencedores a Castro y a Covarrubias.

Al otro día, ni El –izquierdista- Sudcaliforniano, ni El Periódico, acostumbrados juglares del perredismo; tampoco el Panorama Informativo de la HZ, tan alternativos ellos, cantaban regodeados en sus editoriales el triunfo del dúo dinámico.

En esta ocasión nada de esto pasó. El triunfo perredista fue mucho más apretado de lo que se pensó, incluso, uno de los candidatos perdió la capital a manos del PRI, de tal manera que lo que ayer fue “miel sobre hojuelas”, hoy no lo es tanto.

Nada de eso hubo ahora. Ni mariachis ni estruendo de fuegos artificiales.

Había, a pesar del triunfo, caras largas en el perredismo. La Paz, la capital la perdió el profesor Castro Cosío. Fueron los votos de Los Cabos los que empujaron la victoria y al parecer, hubo mucha balandronada, carruseles, compra, acarreo y desaseos a los que el perredismo ya nos tiene acostumbrados.

Titilaban focos rojos en el PRD. La experiencia ha demostrado que cualquier partido que conquista el poder, es muy difícil que lo suelte. El PRI tuvo la experiencia por setenta años y saben muy bien como mantenerlo, como maniobrar desde las alturas del poder en cada elección para favorecer a sus candidatos. Esto mismo ha hecho el PRD. Sin embargo, el PRD sudca ya no gana con la misma solvencia que lo hizo en otras ocasiones. En esta elección, incluso, el triunfo estuvo en entredicho.

Primera gran ruptura. En cuanto se entregó a los perredistas triunfadores (Castro Cosío y Covarrubias) las constancias de mayoría que los hacía diputados electos por los dos distritos sudcalifornianos, Castro Cosío habló de las dificultades para ganar la elección y ubicó a dichas dificultades en la persona de Rosa Delia Cota Montaño, alcaldesa de La Paz, quien, según Castro Cosío, a nombre de la familia Cota Montaño y de su patriarca Leonel, fue quien mas que el PRI y el PAN, se constituyó en su oposición. En conclusión, dice Castro Cosío que las maniobras de Rosa Delia, pusieron en peligro el triunfo perredista en Baja California Sur.


Por lo tanto, es la primera gran ruptura en el PRD sudcaliforniano.

Ha habido otras desavenencias perredistas: cuando llegó el momento de la sustitución del gobierno de Leonel Cota, se dio una primera fisura. Algunos que preferían a Rodimiro Amaya fueron apartados cuando Leonel Cota se decidió por Narciso Agúndez. Sin embargo, dicha ruptura fue suavizada por el triunfo electoral, se repartieron cargos y el poder que todo lo soluciona mantuvo a raya a los rupturistas. Las mieles del poder, el control que mantenía Leonel Cota sobre el partido, logró balancear el barco y Rodimiro Amaya fue depuesto para después hacer el ridículo como candidato del PRI, de donde habían salido la mayoría de perredistas hoy en el poder.


Así, Leonel los mantuvo unidos y las cosas no pasaron a mayores. Terminó su gobernanza y ligó la presidencia nacional del PRD por encargo de El Peje.

El león sin melena. En el periodo preelectoral y después del conflicto postelectoral del 2006, Leonel Cota alcanzó gran notoriedad en el ambiente político, sin embargo, el prestigio obtenido pronto fue a la baja con el papel que jugó en la elección de la dirigencia partidista donde se fraguó la gran ruptura perredista nacional entre Jesús Ortega y Encinas. Leonel Cota, como organizador de dichas elecciones, no pudo terminar un trabajo convincente y una vez terminado su periodo, abandonó la presidencia del partido, sin aclarar el conflicto postelectoral que mantiene, hoy mismo, al PRD en guerra interna.

A Leonel Cota se le consideraba gente de López Obrador y quienes se quedaron con el partido –y con las prerrogativas- fueron sus supuestos adversarios.

Sin mucha ocupación en la capital, sin cargos en el comité ejecutivo, era previsible que Leonel Cota regresara a Baja California Sur en busca de sus antiguas relaciones que lo impulsaran, al menos, a una diputación federal. A sabiendas, los grupos locales cerraron el círculo y evitaron que tal posición largamente acariciada por los exalcaldes, cayera en manos de Leonel Cota quien buscaba una manera de permanecer visible en la política nacional.

Se esperaría que igual que sucedió en el 2005 cuando la disidencia de Rodimiro Amaya fisuró al partido, el gobernador Narciso Agúndez mediara en el asunto e igual, que Cota Montaño apaciguó los ánimos en aquella ocasión, Agúndez lo hiciera.

Es probable que el gobernador ni tenga capacidad política para tal empresa y también es probable que no le interese destapar el activismo de Leonel Cota en la entidad; se entiende que entre mas lejos mejor, bastante ya tenía con la hermana en la alcaldía de La Paz. Rosa Delia, la punta de lanza de Leonel Cota para permanecer en el poder, bien se sabe, no es la preferida de Agúndez como sucesora. Bien podrían ser tanto sus secretario general o alguno de los diputados federales. De ahí que Rosa Delia, como parte de las acciones de la familia Cota Montaño, obstruya a Víctor Manuel Castro en su camino a la diputación.

Por otro lado, sin la autoridad partidista del gobernador Narciso Agúndez, los viejos perredistas genuinos, los expriistas, los representantes Chuchos, Amalios, los profesores de la Coordinadora, los perredistas cabeños, los muleginos, etc. queda el PRD propenso a convertirse en una lucha de facciones, muy parecido al caos que hoy mantienen en el DF.

Cosas de familia. Para la familia Cota Montaño, las credenciales y méritos de Leonel eran suficientes para que, por lealtad y aprecio a sus buenos oficios, tanto Castro como Covarrubias, bien pudieron hacerse a un lado para dejar paso a que Leonel se alzara con una diputación.


Después de su abrupto fin como presidente del PRD nacional, Leonel se quedaba sin una ventana a la política nacional, sin duda, estas elecciones intermedias eran las ideales para que tomara un lugar que se le negaba desde el PRD nacional puesto que pertenecía a las huestes AMLO.

No solo deseaba un escaño en el próximo congreso para no perder la visibilidad nacional después de andar en las grandes ligas, sino para, desde esa posición, aupar la candidatura de Rosa Delia a la gubernatura de Baja California Sur y así, completar los 18 años prometidos de Cotas Montaños en la dirigencia del estado.

Obviamente no son los únicos tiradores. No solo la familia Cota Montaño pretende lograr la gubernatura próxima. Si bien el gobernador está donde está por obra y gracia de los Cota Montaño, también ha mostrado que no le gusta el papel de cuida-puesto; que el ego no es solo una instancia freudiana y que, al final, seguramente hará las maniobras necesarias para dejar en su lugar, como suele hacerse, a un leal a toda prueba…no vaya a ser. Pero también le debe lealtad a los Cota Montaño… esa es la cuestión. Habrá que ver al final si puede más el cuidado de sus propias espaldas o el acatamiento de la conciencia, si esta recuerda con pelos y señales quien lo colocó en el mentado Palacio de Cantera.


De perredistas a perredistas. Si bien, el salto del PRD en 1999 se dio por el trasvase de militantes priistas, parecía que el PRD había logrado amalgamar una fuerza homogénea de priistas convencidos de las bondades de la izquierda. Ya existía, como se recuerda, un núcleo perredista duro en la entidad entre los cuales se encontraba el Prof. Victor Manuel Castro Cosío quien se convirtió en el enlace y contacto de los priistas perredizados y los viejos perredistas fundadores, algunos de los cuales fueron incorporados al gobierno de Leonel Cota.

Pero el caos en el que se ha convertido el PRD nacional, las elecciones fallidas, las tribus salvajes, los dislates de López Obrador, el dinero en juego, el futurismo y demás patrañas que padece el sol azteca, no podía dejar indemne a la Baja California Sur.

Esta es la primera fractura que deberá tener consecuencias porque el PRD ya no tiene las riendas del poder aseguradas en Baja California Sur. Hoy, el PRI animado por los triunfos nacionales y el caballo de hacienda en el que corre su seguro candidato a la presidencia el 2012, la autoestima hasta arriba, como lo demostró en La Paz en estas elecciones, se encuentra en situación de ganar alcaldías, quizás con ciertas alianzas podría lograr la gubernatura.


El PRD carece de la firmeza de antaño y sus huestes militantes provenientes del PRI, bien podrían regresar a la querencia. Así como un día un puñado de priistas se levantaron izquierdistas, un día, cualquier otro, esos mismos militantes, bien podrían levantarse revolucionarios…e institucionales.

jueves, 18 de junio de 2009

LOS PROFES Y LA GORDILLO

Todos los días paso por ahí, todos los días veo las pintas, los letreros, las consignas de quienes ocupan hoy el edificio del sindicato de profesores (SNTE). Las variopintas pintas del SNTE ocupado, ocupa la vista de todo automovilista que hace el alto en el semáforo inmediato. Mientras se espera el verde, en lugar de ver lejos, espiar a la vecina o pensar en la inmortalidad del cangrejo, la atención se centra en esa profusión de mensajes que los ocupantes lanzan, supongo que, a nosotros los ciudadanos de a pie y motorizados que pasamos día con día por el bulevar Olachea, mas conocido –afortunadamente- como Las Garzas

Lo que el deambulante puede sacar, -a vuelo de pájaro- en conclusión es que entre los profesores hay un evidente conflicto, tal asunto es innegable. La otra deducción es que los ocupantes del edificio pertenecen a un grupo diferente del que dirige Elba Esther Gordillo.

Tal deducción se desprende de que, hay escasa información acerca de la naturaleza del conflicto -¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?¿donde?- pero una abundancia de mensajes dedicados a la profesora Gordillo.

Si ya es preocupante el hecho que los profesores, es decir, quienes educan a nuestros hijos e hijos de vecinos, el gremio trabajador mas ilustrado, la cúpula de la intelectualidad de la sociedad mexicana prefieran la dictadura de la Gordillo –pues son ellos quienes la reeligen, le dan poder y nombramientos a perpetuidad- también es preocupante la manera de afrontar el conflicto contra sus adversario que no parece ser otro que la Profesora Elba E. Gordillo

Como se puede ver en las fotografías, las caricaturas y dibujos resaltan reiteradamente los defectos físicos de la Gordillo. No hay información al público. Hay insultos a la imagen de la profesora, al parecer, culpable de su situación.

Cada dibujo contiene una fuerte carga insultante contra la profesora a quien la han comparado con personajes siniestros del cine y la ficción (Chucky, Drácula etc.) y que exhiben en el exterior del edificio con el fin –supongo- de mostrar su odio, rencor, tirria, antipatía, desafecto por la maestra que no ha hecho otra cosa que los mismo que hacen los dirigentes sindicales en este país –ver a Napo, Hernández Juárez, F Velázquez, Jonguitud, Gómez Zeta, La Guera R Alcaide por obra y gracia de los trabajadores y desde luego, el gobierno, parte de un sistema que le convienen interlocutores como la Gordillo.

Sus razones deben tener los profes para estar en pie de lucha, me imagino que tienen argumentos mucho mas poderosos e informativos para que el peatón, el automovilista que pulula por el edificio del SNTE comprendiera cual es el objeto de su descontento y no cuales son sus fobias y rencores pues las luchas colectivas ni se llevan a cabo ni se ganan porque odien mas, o porque la sorna y la capacidad de ridiculizar sobrepase el otro.



Un método de lucha excéntrico y supongo, ineficiente. La Gordillo debe estarse zurrando de risa cuando observa ese tipo de expresiones de sus adversarios.

En el tiempo que lleva el plantón -quizás mas de un año- los insultos a la Gordillo han cambiado de caricaturas, de dibujos que se ríen del aspecto personal de Elba Esther, de las múltiples cirugías plásticas que se ha hecho en la cara, de su pretendida fealdad; con pretendido ingenio los profesores muestran a su verdugo como un adefesio, como si el poder de la Gordillo se encontrara en su capacidad para cambiar de cara. La cara de la Gordillo ha sido mostrada como las mas horripilantes de las criaturas y al parecer, la lucha magisterial se centra en denostar mediante las características físicas de la Gordillo, la corrupción y el desmadre de la educación en México; la burla, la carrilla, sustituye a las razones; la capacidad para ridiculizar es una táctica de lucha; el señalamiento grotesco del aspecto físico es el centro de sus demandas.

Nada mas pueril, nada mas inefectivo. En esas manifestaciones de los maestros se observa una buena parte del desmadre educativo. Los profesores -o los profes o ¿maistros?- muestran que quizás no tengan capacidad para argumentar sus razones, capacidad para informar al público sus impugnaciones, sus descontento pero eso si, la burla, la sorna, el señalamiento hiriente como instrumento de lucha creen saberlo manejar y en eso centran sus motivaciones para luchar en contra de uno de los monopolios mas feroces y perversos como el de los sindicatos y sus líderes eternos que, al ver como los disidentes luchan, lo único que se puede estar seguros es que, tienen estos líderes amañados con el poder, una larga vida, la cara es lo de menos.

martes, 19 de mayo de 2009

LOS SORDOS TERRITORIOS

(Comentario a la obra “Los Sordos Territorios”, con motivo de la presentación el día 12 de mayo de 2009, en el Teatro de la Ciudad, en La Paz Baja California Sur)

Cuando se abrí este libro de relatos e inicié la lectura, me extrañó no encontrar, en los primeros textos, el tono jocoso, la ocurrencia inteligente con la que Miguel Ángel despliega tanto en su literatura de ficción como en sus textos periodísticos; esa manera de deslizar para el lector una sonrisa velada que no llega a carcajada. En la medida que pasaba hojas y me adentraba en la lectura, al contrario, no solo no aparecían los guiños satíricos, mordaces, sino el relato de la realidad pura y dura, sin concesiones

Antes de llegar a la mitad del libro comprendí que el tono no cambiaría, que Miguel se había propuesto a recetarnos un grupo de narraciones que, sin atajos ni maquillajes, golpean directo a la cara; literatura traumática diría a falta de mejor adjetivo; el retrato de una realidad que se intuye, que se sabe existe pero que no se quiere ver, quizás porque duele, porque espanta pero aquí está la literatura para espetárnosla y acorralarnos en este cúmulo de verdades que abruman.


Lo podemos ver en los textos. El joven homosexual que delinque pero que también es una víctima social; víctimas del desempleo, expulsados de la frontera, cirróticos de la existencia sin remedio; el impúdico ratero, el robado, el licenciado vaquetón, apático el ministerio público; pensiones de mala muerte, cantinas pringosas, calles inmundas; expedientes perdidos, juicios eternos, presos políticos, presos gandallas; la selva donde nadie es bueno, nadie es malo del todo. Los juicios morales quedan inconclusos, la ética un territorio desconocido, sordo, paralítico, asténico; en fin, la justicia fallida. Un espejo donde todos nos reflejamos, un retrato que si no fuera cotidiano, bien podría llamarse kafkiano.

Aunque son casi veinte relatos, el tono áspero y riguroso inicial se mantiene hasta el final y desde un principio lanza al lector la pregunta: ¿has estado alguna vez en la cárcel? que se repite con los múltiples sinónimos populares de cárcel, no hay respuesta pero si una sucesión de preguntas agresivas cargadas de descripciones aterradoras que al terminar desearás ser un ciudadano modelo y jamás, ni por fuera, visitar una penitenciaría. En otras narraciones recordaremos la pregunta inicial donde la rehabilitación social es solo una manera burocrática de nominar un lugar, de establecer una topografía.

Testimonio, realidad
En algunas narraciones aparece, de manera sutil un narrador que, todo hace suponer, es el autor. Que estuvo ahí o si no, muy cerca del suceso. Por su ocupación como abogado, dicha primera persona hace suponer que estas narraciones son testimoniales





Testimonio. Un tipo de narración pone en escena la exclusión más radical cuando intenta hablar por las víctimas, por los marginados, por los muertos, ya que los testigos directos de la máxima destrucción no pueden dar testimonio

El testimonio expone las marcas, desafía la aniquilación, admite sus efectos. Aunque ni siquiera sea leído, es la única forma viable de hacerse cargo de la pérdida, del horror.

Las narraciones de M Ángel no son rasgos constitutivos de la existencia sino hechos históricos; el testimonio no sólo es el medio para asumir el caos social, sino también para resistir social y culturalmente, un deber para la recuperación ética de la comunidad.

Se insiste en que la verdad exige que el tema a tratar se aborde desde distintos ángulos (periodismo, literatura, testimonio) al mismo tiempo se le asigna una nueva función a esta forma, que debe informar y activar la comprensión política del lector.

En la tradición latinoamericana, Miguel Bonasso, Sol Arguedas, Rodolfo Walsh y otros que han querido modificar la manera de hacer literatura, optando por un "trabajo de transformación" por el cual se "literaturiza" un testimonio o un informe periodístico.

Se demuestra así que los géneros "marginales" son aptos para narrar ciertos hechos históricos en sociedades en las que las versiones oficiales están desacreditadas. Es decir, mezclar datos recogidos en la investigación periodística con mecanismos discursivos que permiten transformar la información en acontecimiento novelado

Realidad. Dice Borges, en una parte del cuento “Emma Zunz”: La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.

La irrealidad de la realidad es un fenómeno estudiado por los escritores norteamericanos de fines de los sesenta - Capote, Mailer, Wolfe- cuando sellaron con el Nuevo Periodismo el auge de la escritura “de no-ficción”.

La historia etnográfica desarrollada en las ciencias sociales desde 1950 por Oscar Lewis (en los Estados Unidos) impulsa la formación de este género, tributario de la “contracultura” de los 60, que rescata el testimonio oral para darle cabida a la historia no oficial
Ser realistas, pero sin comillas: de eso se trata. Porque el realismo verdadero lo contiene todo: la fantasía y la razón, lo constatable y lo deseable; inclusive, la utopía. En cambio, el realismo entrecomillado reduce la realidad a datos, que por ser parciales, terminan siendo pura apariencia.




Y es que, borrar la memoria popular y reprimir cualquier intento de alimentarla, fue precisamente uno de los objetivos principales de quienes han hecho del horror y la destrucción generalizada su propuesta de vida. Diversos países de la región, allí donde el afán libertario aparecía con más solidez, debieron soportar durante años el discurso del realismo entrecomillado. Aquel que con el pretexto de reprimir los excesos subversivos, justificaba procesos de devastación nacional pocas veces experimentados en Latinoamérica.
Economías destruidas, industrias y recursos naturales arrasados, una deuda externa sin precedentes, desempleo y marginalidad pocas veces vistos, corrupción institucionalizada, aculturización e hipocresía total en los discursos dominantes, son, para muchos de nuestros países, la respuesta "realista" a los proyectos emancipadores de los años 60.

La única zona optimista de la obra es la ocurrencia del relato, la ocurrencia de dárnoslos a conocer. Quizás sucedió a Miguel lo que a Rodolfo Walsh, después de pedir infructuosamente justicia para los fusilados, decidió dar a conocer los hechos. El lugar que niega la justicia, lo encuentra en la literatura.

Solo hay un héroe, un redentor cuasi cristiano sin nombre al final del libro; una luz en las expectativas de salvación. El pronunciamiento más político en esta serie de relatos, porque representa lo deseable, la solución; simboliza la salida anhelada a esta realidad que no nos gusta.
Pero Miguel no afloja. No se muestra como un escritor complaciente que quiera quedar bien con sus lectores, sino un escritor que está dispuesto a arriesgarse a incomodar a quienes lo lean con tal de ser fiel a la realidad que describe. Captura el espíritu del entorno para todos aquellos que viven la pesadilla de un país sin oportunidades, sin incentivos, sin esperanzas. Posee una aguda percepción de la realidad nacional, que describe despojado de ilusiones, sin brindar ninguna tregua esperanzadora al lector. Las cosas son como son. “Si no te gusta, tu problema”, parece enunciar el narrador de cada uno de los relatos de este libro.

Cuando se termina el libro, en efecto, el lector se siente acorralado. Sabe que de alguna manera también participa; que las campanas doblan por todos y que no hay manera de huir; que la forma directa y brutal con la que Miguel Ángel nos lanza estas experiencias quizás personales van mas allá de solo mostrar lo que sucede en ese lado oscuro de la condición humana porque es imposible no conmoverse; es imposible evitar la perturbación y hasta la sensación de culpa en tanto entes sociales.

No hay víctimas inocentes, ni delincuentes cándidos; la tipología lambrosiana choca y se estrella en una sociedad en la que cada quien reza a su santo, cada quien se rasca con sus uñas. La desconfianza, el recelo y la suspicacia alcanzan a todos.



Miguel no deja espacio para la esperanza, ignoro si esa era la intención de sus textos, al final el agobio es tanto, no solo porque no hay esperanza, sino también falta de respuestas. Uno espera una señal, un gesto de optimismo que es negado hasta el final, el relato termina con esta frase: -es tu patria, cabrón… es tu patria.

sábado, 16 de mayo de 2009

…Y ÉRAMOS TAN FELICES III

El insípido gobierno de José María Castro. Dejamos a Pablo María Castro al frente del poder en Baja California pero como sombra agorera permanecía al acecho el hombre fuerte, al General Bibiano Dávalos, guardián nombrado por el gobierno central.
Don Pablo María Castro había ascendido en marzo de 1869, permaneció en el poder dos años en los que se tiró a la milonga; nada hizo por cuenta propia, en pocas palabras, era medio huevón. Fue tanta la apatía de Castro que el 8 de abril de 1871 –sin chistar- entregó el poder al General Bibiano Dávalos.

La Concesión Leeses. Dávalos inició contactos con lo que es hoy el norte de la Baja California. Algunos norteamericanos habían estado sustrayendo cabras de la Isla de Guadalupe. Era imposible mantener vigilada la zona. El vasto desierto entre La Paz y la zona fronteriza, la falta de comunicaciones hicieron que Dávalos enviara algunos subprefectos que rápidamente renunciaron ante la falta de incentivos. Finalmente decidió que familias mexicanas de la Alta California, se hicieran de terrenos con lo que Juárez estuvo de acuerdo. Así fue como inició una de las primeras colonizaciones en un contrato que se firmó con Jacobo Leeses, en Saltillo el 30 de marzo de 1864.

El contrato era leonino: sumamente ventajosa para el colonizador que solo pagó cien mil pesos. Dicho convenio lo comprometía a introducir 200 familias en un lapso de 5 años. La llamada Concesión Leeses abarcaba desde grado 31 latitud norte en dirección al sur, hasta los 24 grados y 20 minutos de latitud –casi toda la Baja California-. Las cláusulas convertían a la Colonia Lesses en un estado independiente –podría cobrar sus propios impuestos, formar su propia fuerza pública, los minerales encontrados serían de los colonos, se les exentaban de impuestos y del servicio militar; incluso podrían tener sus propias leyes. El contrato era abusivo, inmoderado, gandalla; las familias asentadas, aunque fueran gringos, les obligaba a tomar la nacionalidad mexicana. Bien sabemos que seguirían siendo gringos pasara lo que pasara.


La Colonia Lesses, ergo, sería una extensión de los E.U. En Baja California no gustó nada esta concesión de Juárez.


Algunos periódicos de La Paz se inconformaron; se arroparon con la bandera del nacionalismo y publicaban las desventajas de la concesión. Otros, aplaudían la medida. Juárez se estaba deshaciendo de la Baja California; de un pedazo de la República que –quizás pensaba el indio de Guelatao- nada contribuía al erario nacional, al contrario, solo daba problemas. Cuando los representantes de Leeses acudieron a La Paz para tomar posesión de los terrenos, el Jefe Político les respondió que había algunas cláusulas contrarias a la Constitución que prohibía a los extranjeros “adquirir terrenos baldíos bajo ningún título”, se declaró incompetente y turnó el asunto al juez de primera instancia. Los representantes de la compañía colonizadora se inconformaron y acudieron al gobierno federal. Don Benito –que aun no se convertía en busto, en calle, en nombre de ciudad ni salía en los billetes- les dijo que todo estaba arreglado, que podían tomar los terrenos cuando desearan, pasando por encima de las autoridades sudcas.
Dicha compañía afortunadamente tropezó con dificultades para introducir las familias y tomar posesión de los terrenos.


En eso estaban cuando sucedió un descubrimiento casual en parte de los terrenos concesionados a la compañía Leeses: se encontró una planta parásita llamada Orchilla que se utilizaba, para fabricar tinturas textiles. Su valor en el mercado internacional era alto. El descubrimiento fue hecho por un capitán de un barco ballenero que llegó a las costas de Bahía Magdalena.
En cuanto se supo, se introdujeron cerca de 500 trabajadores en Bahía Magdalena y en los llanos de Hiray –hasta donde se extendía la orchilla- aunque había solo una mujer, la compañía Leeses aprovechó para argumentar que esas eran las 200 familias a las que se habían comprometido en el contrato. La explotación de la orchilla abrió a Bahía Magdalena como puerto comercial y fue como surgió lo que hoy se conoce como Puerto Cortés.


Mientras se explotaba la orchilla, la compañía colonizadora se encargaba de enviar al gobierno federal una serie de noticias falsas que aparentaban cumplir lo prometido: que estaban construyendo una carretera entre La Paz y Bahía Magdalena; que levantaron una escuela en La Soledad para los hijos de los colonos; que explotaban salinas; que erigían ranchos ganaderos; que estaban ampliando el puerto y hasta construcción de ríos navegables y otras patrañas que Juárez y sus muchachos creían a pie juntillas, satisfechos con su proceder. En realidad, lo único que habían hecho hasta la fecha eran unas cuarenta casuchas de madera y un pozo para sacar agua y evitar que se murieran de sed los trabajadores de la orchilla que, malvivían y trabajaban como condenados en estas áridas regiones.


Cuando la orchilla empezó a escasear y a disminuir su valor a causa de la invención de tinturas artificiales, la compañía dejó embarcados –sin empleo- en Bahía Magdalena cerca de 50 trabajadores, los cuales tuvieron que acudir a La Paz para ser auxiliados y no morir de hambre.
Finalmente –todo se sabría- el 11 de noviembre de 1871, la secretaría de gobernación comunicó a las autoridades bajacalifornianas el fin de la concesión por no cumplir, la compañía colonizadora con las principales cláusulas del contrato.


Ascenso y descenso de Dávalos. En la grilla local, el general Dávalos seguía al frente del gobierno. Aunque no era un estadista, había desplegado una gran actividad benéfica para los habitantes. Construyó caminos, ordenó asentamientos humanos, mejoró la administración de justicia; dio nuevas atribuciones a los municipios. En fin, con mucho trabajo había conseguido cierta aceptación popular.

Sus méritos fueron desconocidos y las simpatías ganadas se fueron a pique cuando se le acusó de meter las mano en unas elecciones municipales. La animosidad del partido contrario y de la prensa fue tanta que a Dávalos le salió lo militar y actuó lleno de odio y ánimo de venganza; era de carácter duro, hosco e intransigente, tal talante no le ayudó a la hora de hacer política. Al contrario, unificó a sus enemigos en su contra y el 13 de octubre de 1874, una asonada en San José del Cabo solicitaba el desconocimiento del General Dávalos como Jefe Político y el reconocimiento del general Jesús Toledo.


Los sublevados fueron atacados y vencidos, pero iniciaron los rumores de levantamientos en Mulegé, en El Triunfo y otras poblaciones. Dávalos enloquecido sospechaba de enemigos por doquier y empezó a meter al bote a ciudadanos inocentes por cualquier gesto, por cualquier dicho. En El Triunfo fue aprehendido el señor Emiliano Ibarra y Cenobio Cota a quienes el juez no encontró culpas y fueron liberados. No contento, Dávalos lo mandó apresar de nuevo y los puso a disposición de la justicia militar en Sinaloa. En ese juicio, tampoco se encontró pretexto a los cargos de sedición que Dávalos le había endilgado. Además, a los sublevados encarcelados los trató de manera inhumana; vejados, apaleados, torturados. La prensa hizo del conocimiento esos brutales métodos y Dávalos la tomó contra la prensa.


Emiliano Ibarra se había ganado las simpatías de los paceños mientras el rechazo contra Dávalos crecía. Así Ibarra inició, junto con Cenobio Cota un plan para derrocar a Dávalos. Fue el 2 de junio de 1875, Ibarra había sobornado el oficial de la plaza para que se hiciera loco y con motivo de un rumboso baile donde estaba casi toda la tropa en alegre jolgorio, ya pisteadones los soldados, las fuerzas de Ibarra los apresaron. Dávalos, empezó a sospechar que algo no andaba bien, salió de su casa a echar una ojeada. Apenas hubo puesto un pie fuera de su casa cuando sintió el helado cañón de una pistola en la garganta, era Cenobio Cota y su palomilla. Dávalos estaba solo y a merced de sus enemigos.


Cenobio Cota se dio vuelo con Dávalos a quien le recordó todas sus bellaquerías. Lo pateó, lo cacheteó, lo sarandeó y descargó contra Dávalos todos sus agravios y resentimientos. Lo trasladaron al El Triunfo y por todo el camino fue amenazado de tortura y muerte mientras le propinaban fuertes coscorrones, mentadas de madre y otras linduras; además, hicieron correr la especie de que se había ordenado su fusilamiento. El general Dávalos fue perdiendo valentía y al rato ya estaba suplicando por su vida. Dávalos ya muy agobiado y atemorizado ante las amenazas envió por el obispo para que permaneciera a su lado. Se sabe que nunca fue la intención de Emiliano Ibarra el fusilarlo, pero dada la conducta que había mostrado cuando detentaba el poder, se lo hicieron creer. Dicen que suplicó por sus hijos, por la virgen, por diosito y hasta por el osito Bimbo con tal de no morir. El general se achicopaló y en cuanto le mostraron un documento en el que se comprometía a dejar el poder y no aceptar ningún cargo en el ejército, estampó la firma sin mirar.


El Coronel Máximo Velazco. Al saberse en Mazatlán lo ocurrido en La Paz, el jefe de las armas envió a BC una fuerza de infantería y caballería para restablecer el orden al mando del Coronel Máximo Velazco, nombrado Jefe Político en lugar de Dávalos. Este llegó por La Ventana y enseguida se dedicó a batir a Ibarra que había salido hacia San José. Se encontraron en Santiago y después de reñido combate fue derrotado Ibarra y sus muchachos. En el campo quedaron cerca de 30 muertos; perseguidos y lanzados al mar, Ibarra y otros cabecillas lograron huir en un barco llamado El Lucifer por la costa del Pacífico. Una vez destruidas las fuerzas de Ibarra, quedó reestablecida la paz en La Paz… pero no por mucho tiempo.


El Coronel Velazco se hizo cargo del gobierno el 28 de junio de 1875. Fue recibido con algarabía por los habitantes de La Paz quienes ya no soportaban las bravuconadas de Dávalos y su cobarde conducta, ni los desmadres de Ibarra. Habían vivido días de encierro, de temor, de estado de excepción de tal manera que Velazco que además era un militar Liberal, bien educado, de finas formas, se ganó inmediatamente el favor de la sociedad porteña.


El primer problema con el que se encontró Velazco fue el obispo Ramón Moreno y Castañeda. Este prelado la emprendía, desde los tiempos de Dávalos- contra las Leyes de Reforma y contra los masones -tanto Dávalos como Velazco lo eran- además, no observaba la ley que le prohibía vestir en público los hábitos religiosos. Desde principios de 1875, el obispo se paseaba por doquier con sus hábitos y aun cuando ya se le había llamado la atención, continuaba en su empeño por desobedecer. Velazco citó al obispo de manera privada, habló en buenos términos con el prelado pero le valió madres; era un fanático intolerante: en las misas arengaba a la población a desobedecer a la autoridad y a rechazar las leyes juaristas. Velazco con cierta paciencia amonestó de nuevo al obispo y recibió a las damas de la alta sociedad porteña –que nunca faltan- que pedían clemencia para el gandalla del obispo. Velazco que además de guapetón era galante y simpaticón, dejó contentas a las damas con sus alocuciones, sus ojitos y su sonrisa de galán del cine mudo.


El obispo Moreno no paraba, sacó un periódico para atacar al gobierno y sus leyes, según esto, apoyado por el Papa. Los masones respondieron con otro periódico al que Moreno a su vez, desde el púlpito replicaba. Afortunadamente, en este pleito nunca participó de manera decidida la sociedad sudca que siempre se ha caracterizado como apática en los pleitos religiosos. Mientras el Coronel Velazco se ganaba el favor de la sociedad con trabajo fecundo en la administración, llamados a la concordia y relaciones sociales, además que embellecía la ciudad con un magnífico jardín frente a la catedral. No gozaba de cabal salud y a pesar de caer con frecuencia enfermo, seguía trabajando a favor de la comunidad. Finalmente muere el 19 de abril de 1876. Una multitud de todas las clases sociales se congregó para darle el último adiós, los masones pronunciaron, ante su sepulcro un discurso que en parte decía: “El hombre que ha cumplido con sus deberes es el santo, no el que ha llenado de cilicios, no el que ha quemado a la humanidad…; no es justo que el que se rapa la cabeza y maldice a sus hermanos; lo es el que se ciñe el mandil del trabajador y el que empuña el cincel y la truya”. En obvia alusión al obispo locochón que se tornó aun más intolerante.


Por su parte el obispo no quitaba el dedo del renglón; sus discursos cada vez mas incendiarios invitaban a la rebelión: censuraban el matrimonio civil e insultaba al presidente Juárez y sus compinches liberales.


El Gobierno de Miranda y el Obispo Moreno. Una vez muerto Velazco fue el Coronel Francisco Miranda quien se hizo cargo de la Jefatura Política del Territorio. Apenas llegado al gobierno, el obispo Moreno retó a Miranda con la organización de una procesión con cohetes y un gran escándalo. El gobierno respondió con una multa de 50 pesos que se negó a pagar con cierta altanería. Entonces fue tomado preso y conducido a pie hasta El Triunfo. Un gran número de damas se acercó a Miranda para pedir clemencia para Moreno, pero de todas maneras, el necio clérigo pagó su osadía con 8 días en el bote. Pero el obispo que era más terco que las ganas de defecar, en cuanto salió del bote volvió a sus andadas: salió vestido con hábitos de nuevo y de nuevo fue detenido por la policía, multado en 100 pesos o 15 días de arresto. El obispo pataleó, protestó; se negó a pagar así que pasó otra vez al botiquín. El prelado esperaba que los paceños se rebelaran contra la autoridad pero nada sucedió. La rancia tradición de indiferencia sudca se impuso; el obispo le había jugado los huevitos al tigre –se lo buscó-.


Espichadito y por la noche salió el –antes- fogoso obispo Moreno de la cárcel, se escondió en una casa frente al muelle y días después salió en un barco rumbo a Guaymas. Apenas llegó al puerto sonorense y se puso a echar pestes contra las Leyes de Reforma, autoridades y los masones sudcas. Igualmente las autoridades guaymenses le informaron al obispuco que si había llegado a hacer sus desmadres mal valía que ahuecara el ala y así lo hizo.


Otra vez el desmadre. El 16 de noviembre de 1876, un grupo de fanáticos en contubernio con algunos soldados preparaban un levantamiento en armas en contra de Miranda, Jefe Político y contra los masones, la conspiración fue descubierta y los cabecillas fusilados.


Dichas expresiones no eran otra cosa que parte del ambiente que se volvía a crispar en el país con la salida de Lerdo de Tejada del gobierno nacional, los liberales reconocían como nuevo presidente a José María Iglesias, pero Miranda, el nuevo Jefe Político del Territorio de BC, lejos del centro, sin noticias frescas, no sabía que partido tomar; permaneció indeciso y esperó el desenlace de los acontecimientos. Mientras Lerdo de Tejada e Iglesias se peleaban por la silla presidencial, Porfirio Díaz lanza el Plan de Tuxtepec para hacerse de la presidencia, entonces, en El Triunfo, un grupo de militares aprovechan el momento y desconocen al Coronel Miranda -que se encontraba de gira en San Antonio- al que sustituyen por el Capitán Claudio Zapata.
Miranda, casi sin tropa, decide dejarle la plaza a Zapata y se embarca rumbo a Guaymas. La única fuerza que quedaba del gobierno anterior, estaba al mando del capitán Riquelme a quien Zapata invitó a unirse a su causa para evitar el derramamiento de sangre. Riquelme que no confiaba en Zapata solicitó garantías, pero como Zapata ya se había fortificado y se le habían unido cerca de 200 voluntarios, mandó apresar a Riquelme que se rindió sin combatir.
Zapata prefirió quedarse como Comandante Militar y nombró a Antonio Aguilar Jefe Político. Aguilar era un tipo corriente, mas rudo que cursi, vivía de una casa de juego de mala muerte; trataba de quedarse con la jefatura política y para ello envió un comisionado a ver a Porfirio Díaz pero en lo que llegaba dicho comisionada, Porfirio Díaz ya había nombrado al Coronel Andrés L. Tapia aunque por sus múltiples ocupaciones no se podía hacer cargo de tal responsabilidad, nombraron de manera interina al teniente coronel Patricio Ávalos que llegó el 25 de febrero de 1877.


Durante el interinato de Avalos que duró 5 meses, se amplió el fundo legal de La Paz: las coordenadas se formaron por 20 metros de la orilla del mar, la Piedra Cagada, el Cerro de la Calavera y un lugar conocido como Los Excavaderos.


Ahora llega el Coronel Tapia. En julio llegó Tapia a hacerse cargo del gobierno del Territorio. Ya había estado en el territorio al frente de un batallón del ejército así que fue bien recibido. Las pasadas revueltas, otra vez, habían producido serias crisis en los ayuntamientos y no había dinero en el erario territorial. Se pidió prestado a Sonora, se les solicitaron anticipos a los impuestos de los comerciantes.


A poco de la llegada de Tapia, las cosas se pacificaron en el sur y pudo este reformar la administración. Apenas empezaban a medio marchar bien las cosas cuando en la parte norte se sucintaron una serie de alborotos que obligan a Tapia a constituirse en el primer jefe político de la península que visitó el Partido Norte. Los habitantes de aquella zona que había crecido rápidamente, solicitaron a Tapia un puerto en Ensenada y una comunicación con el resto del país puesto que dependían del comercio con San Diego mediante la aduana de Tijuana, además le solicitaban mano dura contra el contrabando que encarecía la vida en esa región. Tapia regresó del norte en enero de 1878 dejando como subprefecto al Sr. Brígido Castrejón.
Al coronel Tapia también le tocaron los temblores que en Loreto produjeron tremendos desastres en esa población. El propio Tapia auxilió a los damnificados llegando a tener una gran popularidad en el territorio.


Pero llegaban las nuevas elecciones al Congreso de la Unión y otra vez, las cosas se ponían difíciles para el gobernante en turno que nunca quedaba bien con las campañas y con los resultados. Y sucedió de nuevo: uno de los partidos en pugna acusó a Tapia de favorecer al partido rival. La adulteración del padrón que obligó a Tapia a intervenir en la elección fue suficiente para que no lo bajaran de manolarga, robahuevos, brincacercas y comecuandoai.
Aun así Tapia pudo retirarse del gobierno con cierta aceptación y reconocimiento público a su actuación.


Aparece el General Márquez de León. A finales de 1879, llega a La Paz, el General Márquez de León después de renunciar a la Comandancia de Marina del Pacífico, e inmediatamente la armó en contra del general Porfirio Díaz que se había instalado en el gobierno nacional. Aunque Tapia, sabía de los pronunciamientos de Márquez de León, no se atrevió ni siquiera a llamarle la atención, pues la fuerza que tenía bajo su mando era muy escasa, así que Márquez de León no le importaba ir por la vida echando pestes en contra de Porfirio y su régimen, además Márquez de León era ya una figura muy respetada – ya se veía traza de héroe, de monumento, de hombre en la rotonda, de nombre de aeropuerto y hasta de un teatro en Todos Santos- así que no se escondía para echar sus discursos, mientras Tapia apechugaba.
En una de sus alocuciones –del 22 de noviembre de 1879- en La Paz, decía lo siguiente: “
Conciudadanos: la corrupción y la mezquindad de sentimientos van poco a poco extinguiendo en la república el fuego santo del patriotismo y el amor a la libertad. Los abusos del poder han intimidado a la almas débiles y comprado con los tesoros públicos esos avaros miserables que solo piensan en su interés privado…..….. Tanta bajeza nos sumirá en la deshonra y en la ruina, si por medio de un esfuerzo supremo no reivindicamos nuestra dignidad mancillada”
Como se puede ver, la retórica encendida del General, se refería al gobierno de Porfirio Díaz. Pero en el siguiente párrafo, tocaba al coronel Tapia con directas referencias a su actuación en los sufragios pasados:
“Los desmanes cometidos por las autoridades del Territorio, y ese falseamiento escandaloso del voto público que se ha presenciado en las elecciones pasadas, solo son un débil reflejo de los que está pasando en el resto del país; son los actos reprobados de una administración ignorante y de mala fe, que arrastra por el fango el decoro nacional”

El encendido discurso sigue en el mismo tono y remata de la siguiente manera:

Nací entre vosotros, sois testigos de que he sacrificado una inmensa fortuna para servir a mi patria y tengo derecho a vuestra confianza. Juro, y no mentiré como ha mentido el hombre de Tuxtepec, que la Baja California recordará siempre con satisfacción que nació en su seno vuestro hermano y amigo. M.M. de León”

Márquez de León hablaba para la historia; ya se trataba de tú a tú con el bronce. La idea de Márquez de León no era iniciar un levantamiento en el Territorio, mas bien era, conseguir elementos para luego trasladarse a Sinaloa –donde era muy conocido- y ahí fomentar una revuelta contra Porfirio –que se estaba convirtiendo en Don Porfirio-.


El primer paso del plan rebelde fue, hacerse del gobierno local, para eso se contactó al capitán Manero, quien comandaba la guarnición de La Paz. Así, los contactos de M. de León conspiraron con Manero que a su vez, informaba al coronel Tapia del desarrollo de los preparativos. El día señalado para la asonada, Manero citó a los agentes de Márquez con el pretexto de ultimar detalles, los esperó con la fuerza pública y los aprehendió. Márquez supo que estaba perdido y sigilosamente se dirigió a Bahía Magdalena donde tomaría un barco rumbo a San Francisco, California. Frente al puerto se encontraba el cañonero “Demócrata” que evitaría la salida de M. de León del Territorio hacia el macizo continental.


Rumbo al exilio, M. de León se refugió unas horas en Todos Santos, de ahí envió emisarios hacia las localidades donde había conjurados -que no sabían que la conspiración había sido descubierta- para comunicarles las malas noticias y que por lo tanto, no hicieran ningún movimiento. Pero el comunicado de M. de León no llegó con prontitud y en Miraflores se levantaron en armas Jesús Álvarez, Ponciano Romero y Jesús Verduzco que ignoraban las últimas disposiciones de su caudillo. Marcharon hacia El Triunfo y enseguida, en Todos Santos se levantaron Clodomiro Cota y Manuel Legaspy que comunicaron a M. de León sus correrías. Se cuenta que Don Manuel se encabronó muchísimo por las consecuencias que tendría para el Territorio dicho levantamiento. Sin embargo, arrepintiéndose de tomar el barco a San Francisco, regresó a unirse con los rebeldes y se puso al frente de la tropa.


Márquez de León Ataca. En Todos Santos se reunieron unos 40 hombres; en El Triunfo, Clodomiro y legaspy se encontraron con el capitán Claudio Zapata que contaba con 50 hombres a caballos, así marcharon hacia La Paz, defendida por el capitán Manero que solo contaba con 25 hombres. Tapia, por su parte se fortificó en la Casa de Gobierno y otro piquete en la cárcel de la ciudad, una buena parte de funcionarios públicos se sumaron a defender el gobierno; era personal mal armados, sin parque y sin experiencia, además de un cañón que nadie sabía manejar. Sin disciplina militar, sin los pertrechos necesarios, los empleados públicos, saltaban de las trincheras a sus casas a comer, a visitar a su familia –quizás a echar un rapidito- y hasta a dormir.


Pero la tropa con la que contaba Márquez de León, tampoco estaba en situación de presumir ni de armamento ni de pautas militares de comportamiento. Cuando llegaron a La Paz, se situaron en los suburbios y esperaron la ocasión idónea para atacar. Ahí se la pasaban en el malecón jugando rayuela, echando dados y dándole a la malilla y al conquián. Una noche, Zapata reunió a su gente, armó un griterío y se fortificó en la esquina del viejo palacio municipal. Mientras esperaban el asalto, los fortificados en la casa de gobierno –el hoy museo de Las Californias, enseguida del Jardín Velazco- empezaron a moverle al cañón que creían inservible, lo cargaron, prendieron mecha y ante la sorpresa y el susto de sus operarios –como el burro que tocó la flauta-, el cañón disparó haciendo un fuerte estallido que dispersó a los conjurados. Zapata que si era militar trataba de agrupar a la tropa pero estos huyeron despavoridos. Así los rebeldes la pensaron para volver a atacar.


Así se mantuvieron, con refriegas ocasionales, un balazo por aquí otro por allá; tropeles y corretizas que no provocaron siquiera un muerto. Solo falleció en esas reyertas un borrachito, chopa, perdido, que tuvo la mala ocurrencia de atravesarse en uno de tantos tiroteos. Así permanecieron varios días y tanto los sitiados como los sitiadores empezaron a sentir el cansancio, el tedio y la falta de recursos. Entonces, Tapia pidió hablar con Márquez de León y por intermedio del los señores Félix Gibert y Juan Hidalgo –amigos del caudillo todosanteño- informaron a Tapia que a los rebeldes les habían llegado refuerzos, entre otros recursos, 400 rifles modernos y del paquete y otras falsedades.


Tapia que no era ningún baboso, pensó que si esa fuera la situación, hubieran armado –los rebeldes- un verdadero sitio, además hubieran atacado, pero no, el sitio era bastante flojo, con muchos agujeros y no contaron mas de 7 rifles que eran los que accionaban de larga distancia de vez en cuando las huestes del General. De cualquier manera, Tapia propuso a Don Manuel la suspensión de las hostilidades con el compromiso de entregarle la plaza en 8 días, éste aceptó –lo que corroboraba que no contaba con fuerzas suficientes para el golpe final-. Antes de cumplirse el plazo, apareció en el puerto de La Paz el cañonero “Demócrata” con 50 hombres al mando del capitán Carbó, que ya había desembarcado en La Ventana 80 hombres al mando del comandante Zamarripa. Los conjurados se replegaron a un rancho cercano a La Paz hasta donde les alcanzó una bomba del cañonero. El 4 de diciembre de 1879, llegaron más refuerzos para el gobierno por lo que el General Márquez de León y sus huestes tuvieron que poner pies en polvorosa hacia Todos Santos.


La Batalla de San Juan. El capitán Manero salió con 50 hombres hacia La Ventana donde se uniría a los refuerzos. Márquez que sabía sería perseguido, preparó la resistencia en la falda del cerro de San Juan a menos de un kilómetro de Todos Santos. Al mando de la caballería colocó a Zapata. Por la noche, Zamarripa se encontró con una avanzada de las fuerzas de M de León con lo que supo la posición de este. Así, Zamarripa se colocó al flanco derecho de los rebeldes pero por la noche, M de León –viejo zorro- cambió su frente y en cuanto aclaró el día, inició el combate.


M de León tenía buenos tiradores y mejor posición. Zamarripa empezó a sufrir bajas; por su parte Zapata al mando de la caballería envolvió a Zamarripa y los obligó a colocarse a la retaguardia. A los pronunciados se les acababa el parque por lo que Márquez junto con Legaspy intentaron un golpe final. Lograron rechazar a Zamarripa de la cima del cerro, así, los rebeldes tomaron mejor posición. Aunque Manero insistía en atacar, Zamarripa, ya desmoralizado por las numerosas bajas, se rindió. Manero logró escapar a San José del Cabo.


El combate duró cerca de 4 horas. Las tropas del gobierno tuvieron 11 muertos y más de 30 heridos, mientras las tropas de Don Manuel solo tuvieron 4 muertos y 8 heridos, entre ellos el propio Legaspy. Márquez de León dejó libres a los oficiales enemigos y aceptó a los soldados que quisieran seguirlo.


La noticia de la derrota de Zamarripa llegó a La Paz al otro día; casi nadie daba crédito, dada la superioridad de las fuerzas del gobierno. Una vez constatada la noticia, Carbó y Tapia se embarcaron junto con todos los empleados públicos, se agregaron también comerciantes de La Paz que habían contribuido con las tropas del gobierno. Los pronunciados al mando de Zapata atacaron El Triunfo que bajo la responsabilidad de Manuel Navarro se rindió a los tres días de combate con la llegada de Márquez de León. De esta manera se dirigieron a La Paz y fue nombrado Jefe Político el coronel Clodomiro Cota.


Aun así, el cañonero “Demócrata” seguía resguardando el puerto de tal manera que hiciera imposible que el Gral. Márquez de León expandiera a Sinaloa su movimiento como era su deseo. De vez en cuando el cañonero hacía disparos contra el puerto. Las bombas caían entre las hoy calles 16 de septiembre y 5 de mayo, con tremendo estruendo, provocando desasosiego y serias tribulaciones en los paceños que no sentían los duro sino lo tupido.


Caída de Don Manuel Márquez de León. Las fuerzas de Márquez de León habían hecho secuestros en los ranchos aledaños a El Triunfo y San Antonio, por tal razón en esa zona, varios rancheros iniciaron una guerra de guerrillas al mando de Enrique Ceseña, Concepción Ortega, Raymundo Avilés, Carlos Contreras y Tomás Moreno, todos al mando de Espiridión Contreras quienes ayudaron al gobierno como fuerza contrarrevolucionaria, a la vez que protegían sus propiedades.


En enero de 1880, la cañonera México arribó a Pichilingue con el fin de llenar sus carboneras, después se dirigió al puerto de La Paz a recoger una lancha pero los rebeldes, en posesión de la plaza abrieron fuego contra el barco, este respondió con fuertes disparos de artillería y el personal de la cañonera regresó sin poder recuperar la lancha. Por la noche, intentaron de nuevo el rescate de la lancha y aunque hubo de nuevo fuego entre los dos bandos, los disparos de cañón obligaron a los rebeldes a abandonar la resistencia y el personal de la “México” cumplió su cometido y regresó a Mazatlán. Tal refriega fue publicada en los periódicos del centro como fuertes bombardeos contra La Paz y otras exageraciones.

29 de enero 1880 llegó a La Paz en coronel José María Rangel con el octavo batallón de infantería, traía además consigo, a Tapia, a los funcionarios públicos y a varios comerciantes. Así se restableció el gobierno y Márquez de León con su palomilla huyeron hacia el norte. Rangel salió en su persecución y, después de muchas penalidades, atravesaron el desierto, llegaron hasta la frontera y obligó a los rebeldes a salir del Territorio ya muy dispersos.
Don Manuel, como se sabe, vivió el resto de sus días en San Francisco, mientras en México se instalaba lo que sería la larga dictadura de Porfirio Díaz. En San Francisco escribiría su testamento político titulado “En mis ratos de soledad”. Solo se le permitió la entrada a México ya gravemente enfermó en donde murió en mayo 1883.


En México se impondría la paz de los sepulcros aunque en este desolado territorio, la fogosa clase política siguió haciendo de las suyas, como luego veremos.