jueves, 2 de mayo de 2013

UNA DE BEISBOL



Hace exactamente 75 años, un dos de mayo de 1938 fue la primera vez que Lou Gehrig no apareció en la alineación de los Yanquis de Nueva York, el 31 de mayo de 1925 había iniciado una racha de 2130 juegos continuos, no faltó a ningún juego en 13 años. “El Caballo de Hierro” dejaba una marca difícil de romper  hasta que Carl Ripken lo superó en 1995. Lou Gehrig  había formado una pareja excepcional con el gran Babe Ruth. Gehrig que era mucho mas joven que El Bambino, pero ya había empezado a jugar como bateador emergente. Se dice, que ese día de 1925, el primera base titular, Wally Pipp no tenía ganas de jugar, otros dicen que le dolía la cabeza, otros dicen que andaba “crudo” y se dirigió al joven Gehrig que deseaba una oportunidad –juega tú, morro- . Wally Pipp dejaría su nombre para un síndrome deportivo porque jamás volvió a jugar con los Yanquis, Lou empezó el grandioso –como decía el Mago Septién- record que lo llevaría a la inmortalidad.
Desde entonces, en la alta competición deportiva se conoce el síndrome de Wally Pipp, el veterano que descuida su posición, el novato que lo sustituye, ocupa su lugar y hace historia.

De esos trece años que jugó Gerhig, doce de ellos bateó arriba de trescientos, fue un fabuloso productor de carrera, su récord de 184 aun sobrevive. Además de las habilidades como bateador y fildeador, se le admiraba por la intensidad que imprimía en cada una de sus actuaciones. Sustituto en el corazón de los aficionados y de los batazos del gran Babe Ruth, le tocaron unos zapatos difíciles de llenar y pasó la prueba, fue también otra leyenda a las que se le han adherido  Dimagio, Mantle, Musial, Maris, los ídolos de la vieja guardia de los mulos de Manhattan. Mientras Babe Ruth declinaba, Lou Gehrig subía su juego pero juntos fueron dinamita, una pareja temida por los lanzadores. El mejor momento juntos fue el año de 1927, sus números juntos son impresionantes: porcentaje de casi 380; con 218 hits conectados, 50 de ellos, dobles y 170 carreras producidas. En 1934, año en que se retiró El Bambino Ruth, Gehrig alcanzaría la triple corona de bateo (porcentaje, jonrones y carreras producidas).

La inmortalidad también lo alcanzó por otra razón: Gehrig dejaría de jugar porque se sentía mal, tenía molestias difíciles de explicar: hormigueo en manos y pies, calambres frecuentes, se quejaba de falta de fuerzas en la piernas y dolores en la espalda. Su esposa Eleanor le pedía dejara de jugar para atender sus molestias, Gerhig quería jugar.  Tanto la velocidad como la potencia mermaron, sus números empezaron a bajar, probó nuevo swing, cambió bates, nuevas posiciones, hasta que, un día, un dos de mayo de hace 75 años, Gerhig que era el capitán del equipo, se retiró asimismo del rooster.  Nunca más volvería a jugar pues la enfermedad avanzó hasta la parálisis total. Una enfermedad cuyo nombre académico es  Esclerosis Lateral Amiotrófica que también se conoce como Enfermedad de Lou Gerhig; en Europa, Enfermedad de Charcot quien la describió a finales del siglo XIX.

La enfermedad es una de las llamadas desmielinizantes, en las que la mielina, una sustancia lipídica que rodea los axones de las neuronas que conducen el movimiento por la médula espinal hasta el cerebro va desapareciendo y así, inexorablemente, el afectado va quedando, a veces poco a poco, otras, rápidamente sin actividad motora. Se afecta el movimiento pero no la sensibilidad ni los procesos superiores del cerebro. La parálisis avanza por los músculos del abdomen y del tórax, se pierde la voz y se tienen dificultades para respirar, la parálisis de los músculos respiratorios llevan a la muerte. Igual que entonces, hoy tampoco hay remedio, solo algunos medicamentos y procedimientos para alargar la vida.



 En el caso de Lou Gerhig, la enfermedad avanzó tan rápidamente que apenas alcanzaron a hacerle un homenaje cuando la enfermedad estaba muy avanzada. Fue una ceremonia en el Yankee Stadium la cual asistió Ruth, fue un abrazo conmovedor, Gerhig ya casi no podía hablar, sin embargo alcanzó a balbucear “me siento un hombre afortunado”. Por primera vez en un deporte se retiró un número, el 4 de los Yanquis de Nueva York no se volvería a usar
Muchas lecciones de vida pueden extraerse de la biografía de Lou Gerhig, El Caballo de Hierro.

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