Hace
exactamente 75 años, un dos de mayo de 1938 fue la primera vez que Lou Gehrig
no apareció en la alineación de los Yanquis de Nueva York, el 31 de mayo de 1925
había iniciado una racha de 2130 juegos continuos, no faltó a ningún juego en
13 años. “El Caballo de Hierro” dejaba una marca difícil de romper hasta que Carl Ripken lo superó en 1995. Lou
Gehrig había formado una pareja
excepcional con el gran Babe Ruth. Gehrig que era mucho mas joven que El
Bambino, pero ya había empezado a jugar como bateador emergente. Se dice, que
ese día de 1925, el primera base titular, Wally Pipp no tenía ganas de jugar,
otros dicen que le dolía la cabeza, otros dicen que andaba “crudo” y se dirigió
al joven Gehrig que deseaba una oportunidad –juega tú, morro- . Wally Pipp
dejaría su nombre para un síndrome deportivo porque jamás volvió a jugar con
los Yanquis, Lou empezó el grandioso –como decía el Mago Septién- record que lo
llevaría a la inmortalidad.
Desde
entonces, en la alta competición deportiva se conoce el síndrome de Wally Pipp,
el veterano que descuida su posición, el novato que lo sustituye, ocupa su
lugar y hace historia.
De esos trece
años que jugó Gerhig, doce de ellos bateó arriba de trescientos, fue un fabuloso
productor de carrera, su récord de 184 aun sobrevive. Además de las habilidades
como bateador y fildeador, se le admiraba por la intensidad que imprimía en
cada una de sus actuaciones. Sustituto en el corazón de los aficionados y de
los batazos del gran Babe Ruth, le tocaron unos zapatos difíciles de llenar y
pasó la prueba, fue también otra leyenda a las que se le han adherido Dimagio, Mantle, Musial, Maris, los ídolos de
la vieja guardia de los mulos de Manhattan. Mientras Babe Ruth declinaba, Lou
Gehrig subía su juego pero juntos fueron dinamita, una pareja temida por los
lanzadores. El mejor momento juntos fue el año de 1927, sus números juntos son
impresionantes: porcentaje de casi 380; con 218 hits conectados, 50 de ellos,
dobles y 170 carreras producidas. En 1934, año en que se retiró El Bambino Ruth,
Gehrig alcanzaría la triple corona de bateo (porcentaje, jonrones y carreras
producidas).
La
inmortalidad también lo alcanzó por otra razón: Gehrig dejaría de jugar porque
se sentía mal, tenía molestias difíciles de explicar: hormigueo en manos y
pies, calambres frecuentes, se quejaba de falta de fuerzas en la piernas y
dolores en la espalda. Su esposa Eleanor le pedía dejara de jugar para atender sus
molestias, Gerhig quería jugar. Tanto la
velocidad como la potencia mermaron, sus números empezaron a bajar, probó nuevo
swing, cambió bates, nuevas posiciones, hasta que, un día, un dos de mayo de
hace 75 años, Gerhig que era el capitán del equipo, se retiró asimismo del
rooster. Nunca más volvería a jugar pues
la enfermedad avanzó hasta la parálisis total. Una enfermedad cuyo nombre
académico es Esclerosis Lateral
Amiotrófica que también se conoce como Enfermedad de Lou Gerhig; en Europa,
Enfermedad de Charcot quien la describió a finales del siglo XIX.
La enfermedad
es una de las llamadas desmielinizantes, en las que la mielina, una sustancia
lipídica que rodea los axones de las neuronas que conducen el movimiento por la
médula espinal hasta el cerebro va desapareciendo y así, inexorablemente, el
afectado va quedando, a veces poco a poco, otras, rápidamente sin actividad
motora. Se afecta el movimiento pero no la sensibilidad ni los procesos
superiores del cerebro. La parálisis avanza por los músculos del abdomen y del
tórax, se pierde la voz y se tienen dificultades para respirar, la parálisis de
los músculos respiratorios llevan a la muerte. Igual que entonces, hoy tampoco
hay remedio, solo algunos medicamentos y procedimientos para alargar la vida.
En el caso de Lou Gerhig, la enfermedad avanzó
tan rápidamente que apenas alcanzaron a hacerle un homenaje cuando la
enfermedad estaba muy avanzada. Fue una ceremonia en el Yankee Stadium la cual
asistió Ruth, fue un abrazo conmovedor, Gerhig ya casi no podía hablar, sin
embargo alcanzó a balbucear “me siento un hombre afortunado”. Por primera vez
en un deporte se retiró un número, el 4 de los Yanquis de Nueva York no se
volvería a usar
Muchas
lecciones de vida pueden extraerse de la biografía de Lou Gerhig, El Caballo de
Hierro.
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