viernes, 17 de mayo de 2013

QUE TIEMPOS SEÑOR DON FELIX AGRAMONT



Loreto 70” era el movimiento que en 1970 promovía y demandaba al gobierno federal “gobernantes nativos y con arraigo” Baja California Sur era un territorio gobernado por militares fuereños –con excepción del General Olachea- el gobierno de Díaz Ordaz había respondido con un gobernante no nativo y sin arraigo pero con un gobernador civil en la persona de Hugo Cervantes del Río. Terminaba el gobierno de Díaz Ordaz, su sucesor, Luis Echeverría en la campaña electoral prometía, además de mayor integración con el continente, la conversión del territorio en Estado y como consecuencia, el gobernador nativo y con arraigo.

La clase política sudca enarbolaba proclamas soberanistas pero también la esperanza de ser beneficiados con sendos cargos políticos cuando el Territorio se convirtiera en Estado. Pero el presidente todopoderoso, imperial como se estilaba, parecía estar de broma y designó –en su primer año de gobierno- a un ingeniero agrónomo para llevar a cabo la transición: Félix Agramont Cota que nadie parecía conocer. 

En efecto, sin relaciones con la clase política sudcaliforniana, menos con el movimiento Loreto 70; sin antecedentes en el mundo de la política sudca ni nacional, tampoco era un destacado priista. Poco se sabe –en ese momento- de su currículo. Es nativo pero sin arraigo. Su posición más i titución con gran renombre en el campo de la agronomía.mportante había sido un cargo técnico: Director de PRONASE (Productora Nacional de Semillas) una ins
La clase política confundida, despreciada con todo y su “Loreto 70” tiene que apechugar, y mientras Hugo Cervantes del Río se da baños de pueblo en una larga despedida, el Ing. Félix Agramont Cota prepara su regreso triunfal al terruño. Políticos, periodistas, opinadores, reporteros y mitoteros en general investigan y revuelven archivos; preguntan por Agramont Cota a sus conocidos, amigos y vecinos. Se sabe que es oriundo de El Pescadero, que estudió en la Normal Campesina de San Ignacio, luego marchó a México para estudiar en Chapingo ingeniería agropecuaria y no mucho más.

A su llegada al aeropuerto de La Paz, la clase política está en primer plano, se acompaña de mariachis, matracas, confetis, mantas de apoyo de los sectores a un actor político que no estaba en el guion. Los políticos sudcas visten su mejor guayabera para recibir a quien el presidente ha designado y poco conocen; ni de que pie cojea, ni a quien seleccionará como parte de su círculo cercano; o si traerá su equipo de trabajo también impuesto por el presidente, se hacen todo tipo de especulaciones. Los nervios estallaban en los valedores de “Loreto 70” que no veían claro para cuando les traspasarían el poder pleno sobre el Estado. 

Cuentan los memoriosos que antes que los políticos, una señora con varios kilos de más, apenas entra Agramont al aeropuerto, se lanza en un abrazo mezclado con encontronazo mientras aullaba ¡Feeeeelix! quien es sorprendido, tambaleado y acaparado por la orgullosa señora que presumía de conocer al nuevo gobernador, suceso que fue muy comentado en la pequeña y mitotera La Paz de los setentas. A esto siguió un eterno besamanos que aguantaron a pie firme el nuevo gobernador y su esposa María del Carmen.

Poco tiempo pasó para que la memoria volviera a sus cabales y no faltaba quien había sido amigo de correrías del Félix; se acordaron de los apodos del Félix, de las anécdotas del Félix, las novias del Félix. Sus compañeros de la Normal Campesina de San Ignacio montaron una asociación que se llamó “Confraternidad Ignaciana” cuyos miembros se reunían en ese hermoso pueblo cada año, llevaban a cabo actividades filantrópicas y simbólicas; reunión que  terminaba con bailongo, risas y canciones. Muchas anécdotas se contarían después acerca de las maneras del ingeniero y su esposa. El trato sencillo tirando a rústico, poco sofisticado, políticamente incorrecto a veces, produjo dichos, charras, habladurías que se repetían en la Sudcalifornia de antes de “La Cortina de Cholla”.

El Presidente Echeverría, imperial e infalible, no se equivocó. El desconocido experto en semillas tenía tareas muy precisas, estaba por la labor de instituir el municipio libre, redactar una nueva constitución, trasformar un Territorio en Estado y convocar elecciones, quehaceres que llevó a cabo en cuatro años y entregó el poder, ahora sí, a la vieja clase política sudcaliforniana, que ya se les quemaban las habas. Una transición que se llevó a cabo de manera limpia y pacífica, tampoco había organizaciones opositoras ni partidos antagónicos, ni prensa hostil. El PRI controlaba todo, aun así, existía unidad de propósitos en los sudcalifornianos, algo que aligeró el trabajo del gobernador.

El Ing. Félix Agramont Cota habría después ocupado cargos de escasa relevancia, honorarios, representativos y se retiraría de manera digna –no como otros- a ocupar su lugar como cualquier ciudadano que podía caminar las calles; saludar a medio mundo sin avergonzarse, sin que nadie lo molestara; pasaba desapercibido sin que las generaciones de jóvenes supieran de quien se trataba, algo que no parecía molestarle. Para los tiempos que corren, no es poca cosa. Descanse en paz el Ing. Félix Agramont Cota.


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