sábado, 28 de marzo de 2009

ESCRIBIA SONETOS

(EN MEMORIA DE NESTOR AGUNDEZ)
Tratar de escribir acerca de Néstor resulta complicado para quienes lo conocimos, admiramos, amamos. Son tantas las aristas, los rasgos que lo definieron; su obra escrita, su obra social; su ejemplo; su tránsito –tan peculiar- por el mundo –su mundo- al que llenó de maravillas, de cosas bellas y se rodeó de ellas, entre otras, de la amistad que acompañó invariablemente con su generosidad.
Uno es el personaje, el promotor cultural que luchó incansablemente para producir el fenómeno cultural único en Todos Santos; buscó, tocó puertas, cansó, irritó a políticos, administradores, burócratas, hasta conseguir sus fines que eran los de Todos Santos. Otro, la persona cálida y amable; calificado por algunos como “un señor de los de antes”, cierto, todo un caballero al que solo le faltaba la pipa, los guantes y el bombín; otro, el poeta que puso alma y vísceras en la rima de 14 versos
De largas conversaciones; de voz pausada, dulce de abuelo querendón. Solo había que preguntar o recordarle algún asunto para que soltara el torrente de memoria que se remontaba hasta los años del Todos Santos cañero, su estancia en la Normal Rural de San Ignacio, sus maestros y el primer soneto, su única forma poética; el regreso a Todos Santos, sus años de profesor, la actividad del teatro Márquez de León; las campañas política, los gobernadores que conoció, los políticos que criticó, las danzas que inventó y seguía hasta que nos despedíamos después de varios cafés. Siempre se nos hacía tarde para tomar la carretera a La Paz.
Era difícil sacarlo de Todos Santos, solo salía para acudir a sus citas médicas con el Dr. Buanaventura Díaz. Hacía poco mas de una década que había perdido, después de una operación desgraciada, la visión de un ojo. Usaba una lupa para leer y su séquito de mujeres –amigas, parientes- le ayudaban a desvelar documentos, a buscar archivos y a pasar en limpio sus escritos que mantenía con rigor caótico en cualquier rincón de su casa o en el Centro Cultural que lleva su nombre
Llamaba la atención la simpleza de su vida, su forma de conducirse. Era una las personas más tímidas que he conocido. Le costaba acceder a los privilegios que le daba ser conocido, ser considerado un ícono de la cultura en el Estado. Prefería hacer cola, esperar su turno, solicitar una audiencia o un simple favor.
Lo conocí de manera profesional. Las consultas médicas eran, en realidad, después de cinco minutos, una prolongada conversación sobre los más variados temas. La salud quedaba de lado y seguían los proyectos, las nuevas adquisiciones para el museo, las mejoras del centro cultural, el mural que tanto le preocupaba, pero también las anécdotas que contaba con singular picardía, la evocación de personajes populares de Todos Santos que remataba con una gran carcajada. Al final de la consulta, ni receta, ni medicamentos, solo algunas recomendaciones, la consulta terminaba con abrazo y un fuerte apretón de manos, cuando no, una visita guiada por el museo donde atesoraba, a veces sin acomodo ni orden una cantidad enorme de objetos que tenían valor artístico, otros no tanto, pero que de cualquier manera pasaban a engrosar la colección, pues no podía desprenderse de los lazos afectivos que acompañaban a las obras. Algún curador profesional en el futuro, decidirá acaso sobre la calidad de ciertas obras, seguramente sin saber que para Néstor, la obra artística tenía significados que no podrá detectar, porque eran los del afecto, los de la amistad, los de la solidaridad.
Nunca dejó de enviarnos el soneto de fin de año. Todos los años, en enero llegaba sin falta sus mejores deseos en forma de 14 versos, su escritura favorita. En soneto plasmó sus amores, miedos, pasiones y angustias y en soneto vivió. Afortunadamente, el año pasado, por iniciativa del Instituto de Cultura, Juan Melgar realizó una compilación –“Cien de catorce”- un juego de libro y CD ROM que inicia con una entrevista y luego una selección de cien soneto que, a juicio de Melgar, eran los más meritorios. Néstor, en julio pasado, acudió a la presentación de la obra y era conmovedor verlo emocionado –hasta las lágrimas- agradecer nuestra presencia y el homenaje que le realizó el Instituto de Cultura
Y es que era Néstor un tipo humilde. No soportaba el halago, de inmediato cambiaba de tema cuando la conversación tocaba sus méritos, sus virtudes. No comprendía la grandeza de su obra, quizás porque la promoción de la cultura era una vocación, quizás porque era parte de su piel, de su naturaleza; era parte del amor al pueblo de Todos Santos y a su gente a la que conocía su árbol genealógico y al pueblo todos sus rincones
Será difícil ahora ir al Todos Santos sin Néstor. Acostumbrarse a su ausencia y conformarse con la obra y la memoria de quien fue mas que un amigo, un maestro en el arte de vivir con elegancia, discreción y sabiduría.
¡Salud!

lunes, 16 de marzo de 2009

AQUÍ ESTAMOS IV (El Cuarto Informe de Gobierno)

Otra vez, como todos los años, los que antes criticaban la forma en la que el PRI funcionaba, la vuelven hacer. Mientras fueron opositores, señalaban “el Día del Gobernador”, el besamanos genuflexivo, el derroche indolente, la danza de cifras, el acarreo descarado, la compra de aplausos, toda esta parafernalia cíclica que era, parecía, patrimonio del PRI, patentada por el revolucionario e institucional, cada año, el gobierno del PRD repite el numerito.
No obstante la terrible desgracia donde murieron mas de veinte acarreados en la toma de posesión, Narciso Agúndez ha persistido en el acarreo tan vergonzante para la clase política; vergonzante como todos los valores que tienen precio y se compran con dinero. En este caso, los valores que el político –Agúndez- compra es la popularidad, la lealtad, la admiración, el agradecimiento, quizás hasta la gloria. Para conseguirlo tiene que desembolsar cantidades inconfesables, pero no de su dinero, sino del nuestro, en eso estriba lo deshonesto.
Para que el señor gobernador se sienta querido, admirado, agradecido, etc. tenemos que pagarle toda la puesta en escena: a). autobuses que acuden a todos los municipios para que llenos de “público” regresan a la capital; b). Gente que aplaudirá y gritará hurras mediante un guión establecido. A estas personas, generalmente humildes, a las cuales algo les han prometido o algo les dieron, no de parte del estado, ni siquiera del gobierno, ni como obligación del gobernante, sino como graciosa concesión de Narciso, a esas personas habrá que pagarles c). Estancia en hoteles baratones y como consecuencia también d). Comida, al menos tres veces al día. Pero también hay invitados de caché, como los gobernadores vecinos, los amigotes y los dirigentes partidistas que vienen del DF a los que hay que pagarles e). Hoteles costosos y además f). Comida cara que, aunque izquierdistas, el confort, bien se sabe, es adictivo y no tiene partido. También hay que pagar g). Medios de comunicación que machacan semanas antes, durante y después las obras del prohombre que tenemos como gobernador, al final, habrá que pagarles una h). Pachanguita a los acarreados y a la tropa de las porras y las matracas y otra i). Pachanga, esa si, en forma, con cubierto de lujo, mesa servida, viandas costosas y licor del mejor para invitados y allegados al primer círculo.
Gastos enormes que todos los sudcas tenemos que desembolsar para que el señor llene su ego y nos informe lo que le conviene, a su manera, ante un congreso aplaudidor y manipulado como en los mejores tiempos del PRI. Luego la prensa –que también es pagada- resaltará los logros del gran hombre que los sudcas eligieron, a pesar de sus pecados de ambición confesos.
En una encuesta acientífica y rupestre revelaría sin dudas, que a los sudcas poco les interesa el informe del gobernador; que si la fastuosa ceremonia se hiciera sin acarreados y sin pagarle a nadie por sus afectos, desierta quedaría la Plaza de la Reforma. En el supuesto que a los habitantes de BCS les interesara escuchar el informe, ahí están los medios de comunicación. Pero casi nadie está interesado es escuchar la danza de cifras y números que bien se pueden leer en los documentos que amparan dicho informe.
Por otro lado, si el gobernador quiere hacer su pachanga anual, nadie puede coartar su derecho a festejarse sus años en el poder, el asunto enojoso es que lo hace con nuestro dinerito, los impuestos que religiosa y encabronadamente pagamos y que, el gobernador, está obligado a cuidar y no gastarlo en una gran jolgorio solo porque cumplió otro año el frente del poder ejecutivo de BCS.
Bien podría hacer su pachanguita –como todos- e invitar a sus íntimos; hacer su carne asada, en su casa; tomarse sus cervecitas, compradas por el mismo o sus choferes o algún lambiscón –no faltará- ponerse hasta el gorrito y finalizar en la madrugada borracho contando intimidades del poder –y de las otras- cantando rancheras en karaoke, como cualquier cumpleañero que se respete, sin faltar la contrita cruda del día siguiente. Es decir, como cualquier mortal.
Todo este gasto millonario sale de nuestros impuestos, una ceremonia fútil, banal, ególatra y petulante que, quienes ostentan el poder, cuando eran oposición, criticaron y rechazaron pero que hoy, en la cumbre saben que son parte del pan y circo que le deben al “pueblo” que se queda viendo como el derroche millonario solo toca a algunos privilegiados y a la masa la torta y el refresco para gritarle vítores al gobernador que está de fiesta, una fiesta que debería pagar de su peculio, como lo hacemos todos –la mayoría- cuando nos enfiestamos.
Esas antiguas rutilancias debieron de cambiar para, al menos, no parecerse tanto al PRI y para que parezca también que, cuando la izquierda asumió el poder en Baja California Sur, también llegaron nuevas formas de gobernar, menos indolentes, menos canallas; mas demócratas, más conscientes de que se gobierna, no se reina; que distinguen entre una democracia y una monarquía .

martes, 10 de marzo de 2009

MAS DE KING

Con cierto rubor por no haber colocado fotografías que ilustraran mejor el blog, nos dimos a la tarea de seguir los pasos de Francisco King, su estela, al menos, lo que evoca su paso por este mundo.







Hay en La Paz una calle con el nombre del Sr. King, dicha calle, situada en el barrio El Esterito, por debajo de la Colina del Sol -frente a las playas del Mar Bermejo- que desemboca en el paseo del malecón. En tal desembocadura se encuentra un parque dedicado a Francisco King. El parque está en buenas condiciones, pero el busto que recuerda su imagen, está cubierto, como se puede ver con una bolsa de polietileno atada fuertemente con alambre.
Es probable que el busto esté incompleto por daños, como se puede ver, los garfiti boy's ya le dieron un entre con un críptico mensaje en el pedestal.

Otro de los indicios de King es -obviamente- el Centro de Radio y Televisión que se encuentra igual como lo dejó, sin demasiados cambios como se puede ver. La gran antena que dominaba la ciudad -era la única- en los setentas. Con el paso del tiempo, la telefonía, las microondas, el aeropuerto, hubo muchas antenas que compitieron en altura con la antena de King.

Finalmente, como no podría ser de otra manera, la última huella de Francisco King se encuentra en el borde de la carretera Transpeninsular, en un suburbio de La Paz, Chametla. El lugar donde, por alguna razón especial, se determinó su última morada.



El lugar donde está enterrado el Sr. King se encuentra bien conservado: limpio, ordenado, aunque es extraño que no se encuentre, por ningún lado, una placa alusiva ni señales de haber existido. La mayoría que transita por esa zona de la ciudad se preguntará que pitos toca ese pequeño predio, pues no tiene, la tradicional fachada de monumento funerario que no sea los ciprés que lo rodean, que las usaban desde A de C las culturas mediterráneas, por ser longevos, delgados y puntiagudos, características que se asociaban con el alma al cielo. Por lo tanto, también se asocian al duelo y a la muerte.

Por ser un árbol de perenne y gran verdor, habida cuenta que sus raíces se entierran profundamente, para algunas culturas significaba, la relación del cielo y la tierra. Fue un árbol sagrado para los antiguos mediterráneos, tanto que la Isla de Chipre, debe su nombre al ciprés. Quizás el transúnte con esta información, alcanzará a asociar que en ahí hay una persona enterrada. Aunque para ser enterrado “frente a las playas del Mar Bermejo”, había sitios mejores.
Y a mi enterradme sin duelo entre la playa y el cielo...
En la ladera de un monte,más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.
Mi cuerpo será camino,le daré verde a los pinosy amarillo a la genista...

jueves, 5 de marzo de 2009

LA RADIO Y TV DE KING

Si bien, la radio formaba parte del mundo familiar; de los aparatos imprescindibles en cualquier casa y la única manera de relacionarnos con el exterior, en la Baja California Sur de los setentas, la TV no se veía excepto en La Paz. Fui de las generaciones que conocieron la TV ya entrada la adolescencia.

Cuando ingresé a la secundaria en Santa Rosalía, era muy poca la gente que tenía TV, pues esta solo se veía de vez en cuando. Para esto se colocaban antenas en los techos de las casas, entre mas alta mejor. Si la atmósfera estaba clara; el día sin viento ni nubes, era probable que entre la niebla de la pantalla, con cierta dosis de imaginación, algo se viera. Era común que entre dos personas se regulara la calidad de la recepción televisiva; uno en el techo y el otro abajo, con la vista en la pantalla. En la medida que el del techo manipulaba la antena, el otro, a gritos, señalaba la posición más conveniente.



Fue ya entrados los setentas, cuando el gobierno de Echeverría no solo construyó la carretera Transpeninsular, a lo largo de la carretera, en los picos montañosos, se colocaron receptores y emisores de microondas con las que la TV llegó a nosotros, al resto del estado.
En La Paz, la XENT incluyó TV desde finales de los sesentas. Don Francisco King, pionero de las telecomunicaciones, el de la voz peculiar, barítona y aguardentosa, el de “en la Colina del Sol, frente a las playas del Mar Bermejo” inició con la radio, luego fue la TV. Además de la niebla de TV que vi en Santa Rosalía, fue hasta que entré a la prepa en la Morelos que pude ver televisión como dios manda.

La programación incluía, además de las caricaturas vespertinas, series de TV de las cuales recuerdo “Hawai 5-0”, un grupo de policías hawaianos –gordos, ojos jalados, camisas floreadas- que resolvían crímenes en la bella isla del Pacífico; “Los Intocables”, la persecución del gran Elliot Ness sobre capos como Al Capone y otros de origen italiano que asolaron el Chicago de la prohibición alcohólica; las aventuras de detectives no muy atractivos como Columbo, chaparro y contrahecho; Canon, gordo, bigotón pero muy abusado o Kojak, el irónico pelón con una voz maravillosa que le prestaba el actor mexicano Víctor Alcocer. “El Gran Chaparral”, las vicisitudes de un rancho fronterizo con las hordas de apaches y los forajidos merodeadores en el desierto de Arizona; “El Santo”, las peripecias de Simón Temple (Roger Moore), este sí, guapetón y bueno para las patadas; “Bonanza”, las vicisitudes de una familia de vaqueros cuyo rancho era el centro de las aventuras. Muchas otras series de TV que vimos pasar los hoy cincuentones que conocimos La Paz de los setentas.


Las series eran interrumpidas por el noticiario El Pulso del Mundo, que dirigía Don Francisco King y por el que pasaron –y aun siguen- algunos locutores como Federico Riestra, Román Pozo o el Prof. Murillo Aguilar. A propósito, una amiga mía de origen holandés, refiere que una de las razones por las que se quedó a vivir en La Paz, fue por el “Pulso del Mundo”. Según cuenta, acompañó a su esposo al Puerto de Ilusión por motivo de negocios, se hospedaron en un hotel y encendieron la tele donde estaba iniciando El Pulso del Mundo. En una ciudad de 50 mil habitantes –quizás menos- , refundida en una esquina del mundo, lejos de los centros neurálgicos mundiales, hablar de “El pulso del mundo” le pereció punto menos que exagerado, pero en fin, siguió viendo el noticiario. Además de las noticias comunes y corrientes en una pequeña comunidad, lo que más le impactó fue el rescate de un gato que había quedado encaramado en un árbol. Las fuerzas del orden, los bomberos, la Cruz Roja, además de mirones y metiches hicieron del rescate gatuno el acontecimiento del día. Al otro día salió a dar la vuelta por la ciudad, visitó tiendas, conversó con algunas personas, no se hablaba otra cosa que del gatito atollado y al final reflexionó que en una ciudad donde un suceso mayor puede ser un gato en apuros, es una ciudad para vivir y aquí se quedó.
Después de “El Pulso del Mundo”, Don Francisco King se despedía con una bella letanía que alguna vez me supe de memoria y que invitaba al público a iniciar un nuevo día con bríos y fe en el futuro, la melodía que invariablemente acompañaba la retahíla de Don Pancho, era “Marea Baja”, con la orquesta de Percy Faith, quizás Mantovani , mientras que por la tele pasaban hermosos paisajes de los litorales sudcas.

Con mucha frecuencia, el Sr. King se vestía de reportero y vaya si consiguió tremendas exclusivas. Recuerdo su visita al velero de la Armada de México; a un gigantesco crucero norteamericano; la visita de la Reina Isabel de Inglaterra; la visita de Ronald Reagan; las Pinturas rupestres de San Francisco; las Barrancas y la energía solar o los procesos de la ESSA en Guerrero en las salinas de Guerrero Negro o la historia de las misiones y el paso de los jesuitas. En muchos de esos reportajes, nos descubrió algunos enigmas de la geografía o de la historia de la Baja California Sur o simples curiosidades que King les encontraba su lado interesante. Hoy en día, la emisora tiene a bien pasar jueves con jueves tales reportajes como “El reportaje que hizo historia”, muchos de ellos aun vigentes, a pesar que el Sr. King murió hace 20 años, cuando menos.

Se sabía que el fundador del Centro de Radio y Televisión de La Paz, era muy afecto a los caballos y al tenis. En su residencia –donde es el Centro de Radio y TV- poseía una caballeriza y también una cancha de tenis. Algunas veces, de la cancha -de la “casacarita” tenística- corría a dar el noticiario; de prisa se colocaba camisa, corbata y un saco. Fue en más de una ocasión que, una vez despedido el noticiario, se levantó tan rápido que la cámara captó que, en efecto, solo llevaba camisa y saco, debajo, un short y las piernas peludas.


Una de las trasmisiones que mayor auditorio –seguramente- reunía, era el box del sábado, desde la Arena Coliseo. Era el tiempo de “los gallos” mexicanos, una generación de boxeadores de gran nivel que coincidieron, a cual más de bueno: Rubén Olivares, Chucho Castillo, Romeo Anaya, Rodolfo Martínez, Rafael Herrera, el Famoso Gómez y otros que daban excelentes peleas y que vi , a falta de tele, desde una barda que daba al patio de los vecinos, que sábado con sábado, hacían reuniones familiares en torno a la TV y el box, que no reparaban en el mirón que se relamía en las sombras, entre cerveza y cerveza y el olor de las viandas que engullían con pantagruélico entusiasmo.

Los patrocinadores que tenían comerciales memorables eran: Casa Cota, CCC, Hotel Los Cocos, Hotel Los Arcos, la cerveza que daba la hora exacta, “Carnes selectas”, panificadora “Gloria”, “La flor de mayo”, negocios pujantes en La Paz de antaño, algunos ya desaparecidos.

Después, llegaría con fuerza la TV nacional, las transmisiones del monopolio televisivo inundaron con el futbol, Raúl Velasco, Zabludovsky que cambiaron el modo de vida sudca. El Sr. King siguió haciendo TV, pero su fuerza se trasladó a la radio con el programa “Contacto Directo” que se convirtió en la voz de los paceños y en una autoridad moral en la media península. Quizás su último gran reportaje fue la detención de los Liceaga Ruibal, hermanos del gobernador en ejercicio. Interrumpió la programación del Centro de Radio y TV para anunciar – sin maquillajes- que por nexos con el narcotráfico, los hermanos del entonces gobernador, quedaban a disposición de la justicia. No podríamos saber que tipo de presiones políticas sufrió Don Francisco King cuando esto sucedió. Quizás, hoy en día, los medios de comunicación hubieran callado, al menos, “suvizado” el hecho.

Al poco tiempo, fue el mismo Francisco King quien anunció por la radio y la televisión su enfermedad y de la manera mas serena y lúcida se despidió, en TV, del auditorio que lo siguió por décadas y para quien sigue vivo en sus reportajes, su voz y en los profesionales de la comunicación, su ejemplo. Su entierro, sin duda, fue el más concurrido que persona alguna pudo tener. Grandes masas se dieron cita en los funerales, finalmente, en un predio que se encuentra en Chametla, a la vera de la carretera, descansan sus restos.
Gracias a King, fueron los paceños los primeros en ver TV clara y nítida, mientras en el resto de Sudcalifornia, fueron las microondas quienes obraron el milagro. Por lo tanto, en La Paz, desaparecieron las antenas del techo, ya no fue necesario el diálogo aquel que terminaba con: “¡ES ANQUE KING! cuando a pesar de moverle para uno u otro lado, la imagen no mejoraba. “¡Es anque King!” significaba que el problema venía del Centro de Radio y Televisión de la Colina del Sol frente a las playas del Mar Bermejo.

jueves, 26 de febrero de 2009

EL 14 DE FEBRERO

Bien podría llamarse “Día de la fruslería y la frivolidad”, quizás no hay otro día del año donde los sentimientos mas light alcanzan tal liviandad que de no ser por la atroz y pertinaz acción de la gravedad, sus celebradores(as) y oficiantes (as), bien podrían hacerse polvo un 14 de febrero o elevarse a los cielos, gráciles, sutiles, ligeros, detrás de un globo rosa en forma de corazón.

Ni la navidad alcanza tales niveles de banalidad, habida cuenta que además del consabido ataque al bolsillo y la fiebre consumista que alcanza ambas celebraciones, el 14 de febrero ni tiene la tradición navideña, ni las vacaciones, ni motivos religiosos, mucho menos aguinaldos. El 14 de febrero es mas bien una fecha impostada, de invención reciente, evidentemente estimulada por los comerciantes –vendedores de peluche, chácharas y chuchulucos- y resaltada por los medios de comunicación nacionales que creen a pie juntillas en el mercado libre y también en el monopolio.

Un día en el que se resume toda esa “filosofía” light que sale de las profundas páginas de Paulo Coelho, de Cuauhtémoc Sánchez o y de esas series de libracos con títulos aun mas ñoños como “caldo de pollo para el alma”y lecciones obvias de moral axiomática.

El día de las frases célebres que citan invariablemente a Víctor Hugo –aunque nunca han abierto Los Miserables-; a Oscar Wilde pero nunca visitaron El Retrato de Dorian Gray; a Borges que se revuelca en su tumba cada vez que lanzan un poema light del que lo culpan y que, pulula con fruición por correos electrónicos, pero ni siquieran se han solazado con "El poema de los dones" o "La Biblioteca de Babel". Con lo amargoso que era el viejo. A García Márquez que también, la cultura light lo ha elevado a surtidor de consejos y que, hace tiempo renunció a defenderse de tales infundios, seguramente tiene poca vida y cosas más importantes que hacer.

Un día especial para las psicólogas de programa de TV para mujeres –con perdón de las mujeres- que desprecian las neurociencias y creen que la psicología es para dar “buenos” consejos y apapachar a los deprimidos con palabras de aliento y estímulos rosas. Para acabarla, como si los paceños no tuviéramos suficiente con los canales de Televisa y de TV Azteca, la radio local –en la Colina del Sol, frente a las playas del Mar Bermejo- nos receta un programita matutino almibarado titulado "Que dicen ellas" donde la ñoñería burbujea al compás del lenguaje más elemental (esto y lotro, hasdecuenta, asíasí y no se que), el lugar común en todo su esplendor; la simpleza sale a relucir ante la falta de sustancia, de lecturas; espuma, mucha espuma; esencia, casi nada.

Tanta liviandad, tan borboteantes emociones hacen ver el amor como una caricatura y no como forma de huir de la angustia de la separatividad, según Fromm ; como elemento biológico: neurotransmisores que producen tensiones químicas, caldos hormonales y receptores dispuestos desde la piel hasta el sistema límbico; feromonas feroces, obnubiladoras de conciencia en busca del centro del amor. Vimos, otro año –otro más- la ñoñería de el amor como sentimiento “bonito”, de mariposas en el “estómago y de cancioncitas “románticas”, pero no se les ocurre jamás tratar de entender el fenómeno mediante los aspectos psicobiológicos de la sexualidad o la discusión de la exclusividad del amor erótico; la evolución del amor mamífero y la civilidad contra la biología en la asignación de pareja; o la invención del amor galante como búsqueda de la libertad, junto con la igualdad, la fraternidad en los tiempos de la guillotina; el amor en los tiempos del cólera y de la romántica tuberculosis del siglo XIX; el amor después de la píldora anticonceptiva, el hippismo, el amor libre; el existencialismo y demás ismos que se llevaron entre las patas -of course- el amor...y la amistad.

Aunque no a todos interese, seguro es que todos estamos influidos o, al menos nos hemos involucrado con el amor. Limitar el amor a las telenovelas de Televisa o peor aún, de TV Azteca –entre la vulgaridad de “los abonos chiquitos” o “el vuelo del águila”- es limitarlo al manoseo de las estrellitas de moda entre el muchacho y la muchacha bonita; a una historia manida y recurrente que ya sabemos en que termina. En ese terreno habría que atender a la ínclita Corín Tellado para no ir tras su paso como un penitente.

El asunto es celebrar como obligación y como autosatisfacción; celebrar a falta de arte -El Arte de Amar-, de conocimiento, de búsqueda, de inquietud, de discusión, de curiosidad acerca de la intimidad de un sentimiento poderoso, arrollador, apasionado –nunca mejor dicho- . Las sociedades light prefieren lanzar el amor al exterior sin misterio, desnudo; desprovisto de enigmas, de toda profundidad; como cancioncita de Juan Gabriel, del Buki en donde “te quiero mucho” se repite ad nauseum y cumplen la orfandad de Nerudas, de Machados o de Sabines o si se quiere de Sabina o de Serrat.

Este día, invariablemente sale a relucir lo “bonito”-lo hermoso, lo bello, oh la la- del amor y aquel, aquella que no me ha saludado en todo el año, de pronto encuentro que me ama y como prueba me entrega un caramelo adornado con cintas rosas, malvaviscos de colores blandos y livianos -ad hoc- envueltos en celofán o un corazón de chocolate. Mañana volverá a voltearme la jeta, como si no me conociera porque resulta que le caigo gordo por amargado, por Grinch por pertenecer al club de Scrooge, porque sabe perfectamente que me parece ridícula su celebración. Pero ese día hace alarde de su paciencia y procura ejercer como amorosa y hasta me perdona la bilis negra, mi resentimiento con la vida.

Me da el chocolate y se aleja levitando debajo de su globo de helio, de corazón rojo, bonachón, sanguíneo... y juro que vi cuando se elevó, de tan light.

jueves, 19 de febrero de 2009

EL BEISBOL, LA RADIO

Otra de las delicias de la radio de mi infancia era el beisbol de la Liga Mexicana. A las 19.30 –“la hora mágica del beisbol”- sintonizábamos la radio pero a medida que avanzaba la noche, la radio perdía claridad y entraban los gringos. Lo peor era cuando la radio fallaba en situación crítica, por ejemplo: “con hombre en primera, hombre en tercera, dos outs, con cuenta llena, empatados en la novena entrada…..” luego entraba el ruido que crecía en intensidad y la voz del mago Septién se perdía mientras cada vez más clara llegaba la voz de un locutor gringo. Ya sabíamos que no había nada que hacer pero movíamos la antena para todos lados desesperados, la espera a que regresara “la onda” era un suplicio. Si bien nos iba, al menos nos enterábamos del final del juego.
Nuestros preferidos eran los Tigres –los fabulosos Tigres capitalinos- en buena parte porque ahí jugaban peloteros oriundos de Santa Rosalía, entre ellos Arturo Cacheaux a quien debo el nombre de Arturo. Cacheaux era un tremendo pitcher que rompía la liga local cuando yo nací. Una tía a quien le gustaba el lanzador, pujó fuertemente para que me colocaran ese nombre en la pila bautismal. Además jugaban Vicente Romo, Obed Plasencia –empezaba su carrera- y el zurdo Robles que se había casado con una cachanía. Éramos tigristas y escuchábamos embelesados los gritos destemplados de El Mago Septién exagerando las atrapadas del Pulpo Remes, las increíbles fildeadas de Manuel El Estrellita Ponce, los dobleplay fulgurantes del infield del millón de pesos, el bateo oportuno de Ricardo Garza, los tapones de El Bombero Enrique Castillo, las estrategias de ejedrecista de El Chito García o los juegos de 15 pochados de El grandote Peña y de El Huevo Romo. Desde luego Cacheaux era mi ídolo.


El Tigres del 65 campeonaron y aplastaron a Los Diablos, los acérrimos rivales. Emocionados por la excelente temporada, un grupo de niños enviamos cartas a las oficinas de El Tigres y nos respondieron con una gran fotografía de todo el equipo campeón, firmada por cada uno de ellos, además de un banderín; tesoros infantiles que guardé con celo y que por ahí deben andar perdidos en algún baúl.
Cuando tuve la oportunidad de ir a la ciudad de México a estudiar a la UNAM, después de ir a la Ciudad Universitaria, el siguiente sitio que visité fue el estadio del Seguro Social, el escenario de tantos juegos escuchados, tantas veces imaginado y soñado. Difícil explicar la sensación de estar en ese estadio, sobre todo para un sudcaliforniano que jamás había visto un campo de pelota con césped, mucho menos de noche. Hasta entonces comprendí porqué se le llama “el diamante”; la brillantez del alumbrado, la perfecta sincronía del campo, las líneas de cal pulcras , exactas y el graderío rojo -de los Diablos- de un lado y azul del otro; era algo alucinante, una de las experiencias mas bellas; una especie de deja vu anunciado, buscado, imaginado que alcanzó el clímax cuando vi a El Mago Septién entrar a la cabina de trasmisión junto con Enrique Kerlegand, el anotador oficial y un Toño de Valdéz casi adolescente que hacía sus pininos.

Por fortuna, una vez establecido en la ciudad, me tocó vivir bastante cerca del estadio y fueron muchas tardes que de regreso de la escuela, llegué al estadio, con mochila y todo, muy temprano a esperar sentado en sol general -3 pesos- a que iniciara el juego, a “la hora mágica del beisbol”. Mientras hacía tareas, pasaba apuntes o me echaba un sueñito reparador, los jugadores calentaban, platicaban entre ellos, los trabajadores del estadio arreglaban el campo, los umpires hacían calistenia y esperaba el play ball que tantas veces escuché en la radio.
Entrados los setentas, fue una mala época para los Tigres. La academia de beisbol de Pastejé no dio los frutos esperados y sin inversión, el equipo se vino abajo. Era normal que los Tigres se mantuvieran a diez, quince juegos del primer lugar pero la “guerra civil” –los encuentros Tigres-Diablos- era otra cosa; esos juegos eran de garra, emoción y gritos destemplados. La única vez que el estadio se veía abarrotado y animado.
Aún así, pude ser testigo del bateo inteligente de J.J. Bellacetin, del crecimiento como jugador de Matías Carrillo, eterno aspirante a jugador de grandes ligas; el “churro” de Celerino Sánchez para sacar outs en la primera base; atrapadas increíbles del super ratón Zamudio, juegos completos de uno o dos hits de Alfredo El Zurdo Meza –cachanía también-; los pleitos de El Chito García con el Musulungo Herrera, un umpire negro, corpulento que creía en la santería; y desde luego, las ocurrencias que el público gritaba, desde el “¡ai va el agua de riñón!” hasta el “¡que batee El Pájaro!”, El Pájaro era el batboy, el grito surgía cuando Los Tigres dominados por el pitcheo rival, enfadaban a sus aficionados; los taquitos de canasta de tres por peso de debajo de la rampa y muchas noches de buen beisbol, otras de palizas a Los Tigres que luego, como se sabe, tuvieron que emigrar del DF.
De el lado de Los Diablos, vi a Ramón Arano, Enrique Romo, Fernando Villaescusa, Daniel Fernández, Kalimán Robles, el Abulón Hernández, Nelson Barrera, el Zurdo Ortíz y muchos otros grandes jugadores, rivales del Tigres que hicieron de la “guerra civil”, juegos reñidos como apasionados, eso que solo se puede percibir en el calor del estadio...y en la radio de la infancia, con la imaginación viva y la ingenuidad de la edad.
Todos los años esperábamos el juego de Los Cómicos contra Los Luchadores. Por una módica cantidad, antes del juego principal –Tigres-Diablos- podíamos ver a los cómicos mas populares de México jugar tres entradas. Ahí estaban Resortes, Vitola, el enano Santanón, Cepillín, Pomponio, Kíkaro y muchos otros que hacían sus monerías corriendo, bateando, haciendo trampas y provocando carcajadas en el público, especialmente los niños que eran legión y que en esa ocasión entraban gratis.

Sentado en las butacas azules de Los Tigres, nunca dejé de evocar las noches en San Ignacio con la oreja pegada a la radio, comiendo naranjas con chile y sal, mientras los adultos jugaban dominó y me preguntaban las incidencias del juego, que anotaba rigurosamente en la contraportada de la revista “Hit”, eso, solo si los “gringos” no se metían y el clima era benigno o al radio no se le iba “la onda” y no teníamos que mover la antena, porque ciertamente, la onda volvía cuando le daba la gana. Ya lo sabíamos.

viernes, 6 de febrero de 2009

Hombre Delgado al Garete

Entre las novedades editoriales que este blog ha recibido, se cuenta el libro de cuentos “Hombre delgado al garete”, escrito por Juan Melgar que salió a la luz a finales del año pasado. Ganador del Premio Estatal de Cuento 2007”, muestra nueve cuentos, uno de los cuales le da título al libro.
Escritor sudcaliforniano, conocido en el ancho público por sus incursiones en periódicos y revistas de toda catadura; sus crónicas de Los 7 pilares -la cantina mas guarra y dicharachera de este iluso puerto- han merecido ya, la antología y el reconocimiento del culto –escaso pero muy exclusivo- mundo de las letras.
Este volumen parece desprovisto de los personajes con los que el lector asiduo identifica a Juan Melgar: El Parara, La Doñita, El Juntabotes, o el joven universitario de El Calandrio, con los que arremete la crítica social, habla de la gente, cuenta mentiras, se queja del gobierno, pontifica, filosofa y hasta da consejos a través de una garigoleada y sabrosa prolijidad sudca. Aunque cuando se le hinca el diente a “Hombre delgado al garete”, en algunos de los cuentos hace una misteriosa y fantasmagórica aparición una especie de chamán yaqui, que recuerda al viejo sabio sonorense del pensamiento profundo y palabra breve que recala con frecuencia en “Los 7 pilares”-
En “Hombre delgado al garete” se puede constatar el depurado estilo de Juan Melgar. Apantalla por el ritmo aplicado sobre una prosa aseada, sin artificios de escritor culto. El prodigio surge aparentemente sin esfuerzo; se comprueba así que la eficacia está en la sencillez, algo que el lector agradece sin despegar los ojos del relato.
La temática es de lo mas variada, sin embargo, los hechos, los personajes se mueven en dos constantes, la Baja California y el mar, dos pasiones, dos amores con los que Melgar va desde el realismo histórico a la ficción jocosa; la emoción del suspenso al drama de la muerte solitaria. Aun así, los cuentos de “Hombre delgado al garete” ocupan múltiples y diferentes universos: el cosmopolita aventurero español de insólita profesión de cuenta-cuentos, encontrado en un bombardeo en Panamá; el aventón de un barco ballenero a un indio yaqui por la costa de California; la épica batalla del Cerro Amarillo donde los muleginos defendieron con garbo y patriotismo del bueno los pendones nacionales; la historia de un náufrago que salió de Santa Rosalía y fue rescatado casi sin vida solo para acometer tremenda aventura por el Golfo de California; un peculiar Robinson que llega a Cabo San Lucas; la muerte de un científico del siglo de las luces en los pedregales californios; un pingüino que un día, así como así, arribó hambriento a un pueblo de pescadores del Pacífico Norte y la armó en grande.
Aunque el lector sudcaliforniano encontrará imágenes, expresiones y lugares familiares, la espléndida prosa de Melgar, sin duda, mantiene el tono del escritor universal y los merecimientos para conmover y maravillar mas allá del charco, mas allá de “la cortina de cholla.
Así sea.