Los jóvenes creerán que la pertenencia a un partido depende de las garantías, de las prestaciones que se ofrezcan mutuamente partido y político; por su parte, los viejos y los de edades medias, quienes vivieron bajo la batuta del PRI gobierno, pensarán que la transición democrática se trata del uso de siglas, de partidos franquicia sin importar convicciones, ideología, compromisos o lealtades.
No en vano, se ha popularizado la palabra “proyecto” para denotar el rumbo personal de los candidatos. Es cierto, son “proyectos personales” y parte del espectáculo que han dado los políticos en este periodo preelectoral que se cierra la primera semana de noviembre. Van y cargan con su “proyecto personal” a otros partidos, a tocar otras puertas con el tambache de ambiciones de poder; sin mayor consideración a sus antecedentes inmediatos, sin mayor respeto por militantes y simpatizantes que alguna vez, creyeron en “el proyecto” que emprendieron como parte de una colectividad, de un partido, de una formación política que los encumbró y de la cual dispuso de tiempo, dinero y esfuerzo.
En una mezcla de desorden y deslealtades, los partidos grandes se disputan candidatos y estos a su vez, se disputan a los partiditos que –a su vez- buscan la mejor oportunidad para seguir generando ganancias vía las prerrogativas económicas del IFE. Auténticas cuchilladas a la democracia que aumentan el descrédito de los políticos y sus partidos.
En medio de este revoltijo, finalmente, los partidos políticos han nominado –al parecer- a sus candidatos definitivos.
Además de otras acusaciones que lo implican en el crimen organizado, aderezado con la sospecha de un atentado en su contra, envuelto pues, en líos policiacos, de nota roja, que tan mala espina dan al electorado, la clase dirigente del estado parece ir a la debacle. Luis A. Díaz como producto electoral cada vez es más difícil de vender. Los expertos publicistas, conocedores del marketing, tendrán que elaborar una compleja y costosa campaña política, para hacer de Luis A. Díaz una opción competitiva y desde luego, convocar el respaldo de una militancia que hoy por hoy, también está hundida en la incertidumbre.
En un ambiente lleno de rumores, de trascendidos, en buena parte, estimulados por la propia dirigencia estatal, la incertidumbre también es el signo de la clase política que ha gobernado BCS, los últimos dos sexenio. Por si fuera poco, la situación del PRD se agrava con la dispersión de algunos de sus activos más significativos. En estas condiciones, la dirigencia estatal se muestra vacilante, indecisa, sin atinar a promover acuerdos fijos, duraderos, por lo tanto, alienta la percepción que sus decisiones son tomadas en el centro del país.
Mas aún, con candidatos cuestionados e impopulares a las alcaldías, el PRD parece ir hacia el despeñadero y que ahora sí, el fantasma de Zacatecas es una posibilidad muy próxima.
Covarrubias al PAN. Para continuar con la carencia de lógica elemental, Covarrubias anuncia su candidatura a la gubernatura por el PAN. Un partido con choques internos irremediables, sin estructura partidaria, con un escaso voto duro y el respaldo de un gobierno federal que acumula desprestigio, ante esta situación, el diputado federal con licencia, sin duda confía en su carisma, en su imán personal para triunfar en las elecciones, en eso que los políticos llaman “mi gente”.
Casi un novato en las lides políticas, nunca se le conocieron antecedentes en la izquierda; perredista de oportunidad, sin opinión política clara, definida, Covarrubias ciertamente puede emigrar a cualquier partido sin el estorbo de la ideología o de las convicciones. Su transformación de político de izquierda a político de derecha, no es algo que le preocupe, quizás ni siquiera tenga que cambiar el sentido del discurso. Tanto frankestein tiene que ser sustituido por su atractivo, su galanura y el dinero de sus sponsors. Ya lo decía: “iré hasta donde el pueblo quiera” y el pueblo –de alguna manera- le convenció que el PAN, sus estatutos, su filosofía, sus siglas, son las adecuadas para llegar al poder.
Ya desde el inicio de la lucha por la candidatura en el PRD, se le ubicaba en el PRI, se hablaba de pláticas en altos niveles de ese partido. La suspensión de la consulta del PRD, para algunos, significaba que, al hacer a Covarrubias su candidato, el PRD mataba varios pájaros de un tiro: a. Le arrebataba al PRI su plan A; b. Nominaba al candidato mejor considerado por el electorado y c. terminaba, de una vez por todo, con la comedia de pastelazos en que se había convertido el proceso de selección perredista. Sin embargo, Covarrubias ya mostraba sus encantos al mejor postor.
Finalmente, víctima de su espejito, del irresistible impulso de su carisma, de su confianza en el manejo de las masas, dejó con un palmo de narices al partido que lo convirtió en alcalde de Comondú y posteriormente Diputado Federal, como si no le debiera nada al PRD, como si los cargos que alcanzó en ese partido, fueron por propios méritos y de nadie más.
El PAN, a su vez, sin mucho esfuerzo, sin siquiera atinar a resolver de manera satisfactoria sus diferendos internos, sirve de receptáculo del candidato –aparentemente- mejor catalogado –hasta hoy- y para no ver lastimado su ideario político, para no zarandear en su tumba a los padres fundadores, llama a Covarrubias “candidato ciudadano”. Es también, seguramente una lotería estimulada, desde el calderonismo, es decir, desde el centro del país.
Señal de tan superior mandato podría ser la incorporación de Carlos Mendoza Davis a la campaña panista, un sacrilegio para la clase política sudcaliforniana de antigua raigambre priista, habida cuenta que Mendoza es hijo de Ángel César Mendoza A. primer gobernador de BCS, el lance mendocista sin duda, representa una ruptura en ese núcleo duro y estable que parecían ser los patricios sudcas que se mantuvieron en el poder hasta el 99.
El PRI y Barroso. De la pasarela de precandidatos que trajo octubre, la última semana, el PRI sorprendió con Ricardo Barroso Agramont. Presidente de ese partido desde hace dos años y quien, junto con su comité ejecutivo, desde el inicio de esta carrera, operó de manera errática e incierta, la nominación priista.
Primero fue Estela Ponce, luego Manríquez Guluarte a quien se le dejó la mano estirada con sus documentos de registro. Sin ninguna resistencia interna, sin ninguna convención, solo por el dedazo nacional o el autodedazo estatal, Barrón Agramont se alzó con la candidatura del PRI mediante las mismas artes del viejo PRI, que a estas alturas y después del batidillo democrático del PRD, el “dedazo” parece una virtud.
Sin antecedentes en las funciones políticas, sin ningún cargo de elección popular en su haber; de manera inexplicable el PRI lanza al novel Barroso cuyos méritos no resaltan de manera inmediata. El PRI así, al verse sin candidato competitivo cuando se vencía el plazo, sin la reserva –que en otros tiempos sobraba- de candidatos a la gubernatura, se ha visto en la necesidad de nominar a quien sus atributos principales evitan puntos de contacto –¡oh! paradoja- con el PRI: 1. Juventud. Signo de nuevos tiempos, de ruptura con el pasado; 2. Inexperiencia. Explotada como falta de malicia, como ingenuidad, que con los tiempos que corren, en un candidato priista, resultan virtudes. Dos características que representan una huída hacia adelante, una negación del paleolítico –con todo y dinosaurios- que representa el PRI nacional.
El mercadeo de la imagen es predecible, además de las virtudes anotadas, se revivirá la figura del Ing. Agramont, abuelo del juvenil candidato priista, quien operó como gobernador, por encargo de Echeverría, la transición de Territorio a Estado…y no mucho más.
Incertidumbre y confusión. Así parecen haberse conformado las candidaturas a la gubernatura.
Falta que se definan las legislaturas y bien a bien, los candidatos a las alcaldías. Faltan también algunas alianzas y quizás, otro paquete de sorpresas en esta actividad política llena de “proyectos” personales. Por lo tanto, una gran variedad de personajes en donde no se distinguen los oportunistas de los leales, ni los verdaderos de los falsos, ni los políticos de los comerciantes, ni los partidos de las franquicias, ni las instituciones de las agencias de empleo.
Una mezcolanza tal, que al electorado le será muy difícil elegir; un panorama tan confuso donde el izquierdista ahora es derechista, donde los perdedores caen para arriba, donde los dinosaurios rejuvenecen; en el que la clase política sudca ha retrocedido y en su actitud timorata, muestra su falta de autonomía y vuelve a depender, hasta para nombrar candidatos, de los dictados del centro del país.
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