domingo, 29 de junio de 2008

IDENTIDAD SUDCA

Supongo que es una marca indeleble en la que el lugar de nacimiento es importante, pero no tanto ni lo único. La identidad es mas bien un sentido de pertenencia que se logra en cierto nivel de conciencia individual que se cruza con la conciencia colectiva y que deriva de la cultura (entendida como todo aquello que el hombre transforma), es decir, el apego que es producto de un proceso de construcción que podemos hurgar en la historia de las comunidades.

Por lo tanto, necesariamente implica un reconocimiento de la alteridad, del "nosotros frente a los otros"

En Baja California Sur, nuestros indígenas, debido a lo agreste del terreno y el escaso contacto con otras culturas, sobrevivieron a duras penas, tal condición hizo que utilizaran la mayoría de su tiempo en la búsqueda de alimento, abrigo y la satisfacción de necesidades esenciales. Así era difícil que desarrollaran procesos culturales elevados como construcciones, lenguaje escrito, herramientas, cerámica, o arte complejo. Solo sabemos de ciertos ritos funerarios -conciencia de la muerte- desarrollo de armas para cazar, una cosmogonía simple y relaciones sociales tribales.


Las pinturas rupestres encontradas en el norte del estado -a nivel del paralelo 28- no parecen haber sido hechas por estos indios que los jesuitas y viajeros de la época, encontraron. Siguen siendo un enigma.


Los primeros asentamientos duraderos en la Antigua California los iniciaron los jesuitas mas de un siglo después de constantes expediciones exploratorias españolas, especialmente la de Sebastián Vizcaíno. Ya en 1667 se inició la primera misión y una acelerada construcción de misiones de norte a sur. Algunos historiadores han dividido la estancia jesuítica en Baja California en 3 etapas: la 1ª., de exploraciones o apertura, que va de 1697 a 1730; la 2ª., que comprende las sublevaciones de 1730 a 1740, y la 3ª., un período de decadencia de 1740 a 1768, año en que se cumplió la ley de expulsión de los jesuitas.

Monje que viajas con la cruz
Pidió el Guaycura
Monje de la sotana
Misionero, apóstol
Detente y salta la mar
Te necesito
Hace un millón de lunas
que abandonado estoy
Perdido en los caminos
que siguiera mi raza
mis hermano de ayer
llegaron a la tierra prometida
arrastrados por Tláloc y por Quetzalcóatl

Quedaron en Baja California, quienes son nuestros antepasados: burócratas, cobradores de impuestos, algunos oficiales y tropa, mineros, aventureros en busca de tesoros, maestros de oficios, curtidores, albañiles, ebanistas que habían trabajado en las misiones, muchos se convirtieron en rancheros, es decir, habitantes de rancherías cercanas a algún asentamiento mayor en donde vendían los productos del rancho: carne, queso, pieles- seguramente de apellidos Meza, Verdugo, Mayoral, Villavicencio, Peralta, Murillo, Lucero, Avilés, Osuna, Romero, Arce, etc. los apellidos que se repitieron en una endogamia que solo fue rota por extranjeros y continentales ocasionalmente.

Así, la independencia, en 1910 por ejemplo, no tuvo repercusión, o la tuvo mucho tiempo después. De la Reforma, se dice que uno de los grandes hombres de este movimiento político, Ignacio Ramírez, "El Nigromante", recorrió casi anónimo el territorio, quizás, porque el presidente Juárez tenía la intención de pagar con el territorio de Baja California la deuda eterna con los estadounidenses. La Revolución mexicana tuvo escasas repercusiones cuando ya en el centro del país las cosas se habían apaciguado y no pasó de pequeños levantamientos en armas que no llegaron a prosperar.

Con los gobiernos de la Revolución, el PRI y lo que sería el nuevo orden, la península sirvió para exiliar y desaparecer de la escena a figuras políticas poco convenientes el sistema, fue el caso del General Francisco J. Mújica, en lo sucesivo gobernadores militares de la postrevolución eran premiados o exiliados, -según se vea- en el territorio de Baja California Sur
En fin, la insularidad y el aislamiento han sido la tónica de la identidad del Sudcaliforniano, enclaustrado en un semidesierto, rodeado de agua salada y arena, con montañas volcánicas, bosques de mezquites, cactus por todos lados, rios secos y muy poca agua, la vida es un milagro. También es un milagro que el sudcaliforniano se sienta mexicano y acoja con gusto las manifestaciones culturales que vienen del continente, a pesar de que durante mucho tiempo, víveres y fayuca provino de los Estados Unidos.

Los ciudadanos sudcalifornianos se han organizado en diversas ocasiones para solicitar al gobierno federal mayor atención a nuestra condición . Así, en los setentas -apenas en los setentas- el territorio se convirtió en Estado y dejaron de mandarnos del centro gobernadores militares premiados por la postrevolución; se iniciaron las comunicaciones con el continente mediante transbordadores hacia Sinaloa y Sonora y un puente aéreo a la Cd. de México; finalmente se terminó de construir la carretera transpeninsular. Los sudcalifornianos empezamos a conocer los productos mexicanos cuando llegó la CONASUPO. Antes, solo jugábamos beisbol, el futbol casi nadie lo conocía; el futbol entró con el mundial del setenta, igual que la televisión; cultos como el de la Vírgen de Guadalupe, los altares de muertos, son digamos novedosos en Sudcalifornia. No conocíamos la comida con picante, ni muchas de las comidas mexicanas que hoy son parte de la mesa sudcaliforniana.

Sin embargo, nunca ha existido ni siquiera la insinuación de un movimiento separatista o rencor contra la federación.

En los setentas, los intelectuales sudcalifornianos se enfrascaron en una discusión acerca de lo que llamaron "la cortina de cholla": la sudcaliforniedad vista como un rasgo que nos aisla y nos define; que nos ensimisma y nos hace ver el interior o la identidad vista como una condición cambiante, que sale al mundo y se compara y se compromete con la alteridad.

El sudcaliforniano empezaba a romper la "cortina de cholla" para dar paso a un sentimiento de pertenencia mas dúctil e incluyente. El sudcaliforniano salía al mundo, se mezclaba y extasiaba con otros paisajes y entendía el fenómeno que hoy se llama globalización. Lejos de los nacionalismos asfixiantes, obligatorios, "orgullosistas" y puros.

El mestizaje del que hacía referencia al principio ha terminado con el sueño de la pureza; ni somos indios, ni españoles peninsulares; solo mexicanos de acá del -como decían los poetas cholleros "del brazo descarnado de la patria". Nuestros antepasados fueron trabajadores inmigrantes, maistros, soldados, aventureros que creyeron que podían volver a la península ibérica llenos de oro y de blasones. Solo encontraron una tierra estéril, dura y agreste, pero también una patria, un destino, un lugar donde podrían quedarse y desarrollarse ... y se quedaron... y en eso estamos
Todo esto siempre lo han expresado mejor los poetas, en este caso, las poetas, veamos:
Quien
En lánguido ritmo cadencioso se mece en mis brazos
la palmera solitaria, visto de sombra y cobijo
al escorpión
Soy olor de dátil y zumbido de abejas
El deseo dibuja el roce del sigilo de la serpiente en mis arenas
El sol escurre fuego líquido de sus mejillas
y gotea mi piel
Cuando me arrasa el viento envuelvo con furia
los gigantes en flor y en sus espinas prendo mariposas
Las dunas me transforman y nace un horizonte
niño cada día
Un océano erosiona mi contorno y me lame
su espuma
Me reflejo en la piel de la luna y en lo intenso
de la noche abrigo los susurros trashumantes
Vacío mis entrañas y el líquido vital corre como potro
desbocado por mis venas
Vomito esencias primitivas, sal y agua como ave
que alimenta sus crías
Brota el oasis en mi...el desierto.
Leticia Garriga
"A sus libertades alas" 2007




jueves, 19 de junio de 2008

Comondú. Pueblo Blanco

A un comundeño; excelente anestesiólogo y mejor amigo

El pueblo de Comondú subyugó a Fernando Jordán, tanto que le llamó Shan-gri-la, tanto que en el capítulo que dedica a Comondú tuvo que poner un pie de página cuando advirtió que había perdido la objetividad con que se prometió hacer la Biografía de Baja California.
Hoy Comondú solo se conoce en la región por el nombre de uno de los cinco municipios que componen Sudcalifornia, un pueblo blanco de Serrat, que bajo un cielo que a fuerza de no ver nunca el mar se olvidó de llorar. Situado a mas de 200 kms al norte de La Paz, en el oeste pero a unos cuantos kilómetros del Océano Pacífico, Comondu yace en una hondonada compuesto por San José y San Miguel, comunidades de no mas de 200 personas separadas 2 a 3 kilómetros una de otra.
Desde principios del siglo XVIII los jesuitas encontraron este oasis donde recalaban los neófitos, Juan María de Salvatierra, ese santo barón que convencía con indulgencias y promesas eternas a los ricos de Jalisco y Nayarit para que cooperaran con la empresa de cristianizar a los indígenas californios- emprendió el proyecto y ayudado por Juan de Ugarte, persuadieron a un tal Marqués de Villapuente para iniciar la misión en 1708, que tuvo un destino similar a casi todas, el fracaso.
Para 1830 la misión estaba abandonada, mestizos y peninsulares se hicieron de los bienes de la iglesia que regularizaron con laa leyes de reforma que promulgaría Juárez en la segunda mitad del siglo XIX.
Uno de los gobernadores mas folclóricos que tuvo el estado –cuando era territorio- Juan Domínguez Cota, quizás acicateado y entusiasmado por las tesis de Garrido Caníbal, se le ocurrió derribar parte de la misión, para que con la piedra que se extrajera, hacer una escuela, así lo hizo con una de las naves, producto de un ambicioso trabajo de ingeniería jesuita, apenas se aprecia su ubicación. Las viejas familias comundeñas han guardado algunas reliquias como cuadros, trozos de retablos, enseres litúrgicos.
No hay ríos de leche como en el edén de Omar Kayam pero hay vino, la mejor aceituna, grandes aguacates, dátiles, queso de cabra, naranjas en toda estación que solo es una. Suficiente para lo que se ofrezca.
Hoy con 300 a 400 habitantes, Comondú funciona con una precaria economía medieval, donde casi no circula dinero y la autonomía productiva es el signo de este paraíso del que los jóvenes se van en cuanto las hormonas revolotean.
Eso si, médicos pasantes, profesores y otros profesionistas que han tenido que hacer sus pininos en Comondú han salido de ahí, por lo menos haciendo promesas cuando no con un anillo matrimonial y el corazón henchido y alborotado. A mujeres bellas no les gana nadie –lo afirmaba Jordán- y lo confirman su descendencia emigrada en otros lares que, de vez en cuando, regresan a conocer el pueblo blanco de sus abuelos, de los Verdugo, de los Prepulí, los Mayoral, los Meza.




Pueblo Blanco
Por Joan Manuel Serrat

Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco

bajo un cielo que a fuerza de no ver nunca el mar,

se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra


por no pasar, ni pasó la guerra,

sólo el olvido

camina lento bordeando la cañada,

donde no crece una flor

ni trashuma un pastor.
El sacristán ha visto


hacerse viejo al cura,

el cura ha visto al caboy el cabo al sacristán,
y mi pueblo después

vio morir a los tres,

y me pregunto: porqué nacerá gente

si nacer o morir es indiferente.
De la siega a la siembra


se vive en la taberna,

las comadres murmuran

su historia en el umbral,de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos


buscando, ocultas tras los visillos,

a ese hombre joven

que noche a noche forjaron en su mente,

fuerte para ser su señor

y tierno para el amor.
Ellas sueñan con él


y él con irse muy lejos,

de su pueblo y los viejos sueñan morirse en paz,

y morir por morir

quieren morirse al sol,

la boca abierta al calor, como lagartos

medio ocultos tras un sombrero de esparto.
Escapad gente tierna


que esta tierra está enferma,

y no esperéis mañana lo que no te dio ayer,

que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo,


sigue el camino del pueblo hebreo

y busca otra luna,
tal vez mañana sonría la fortuna
Y si te toca llorar,es mejor frente al mar.
Si yo pudiera unirme

a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí,
pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.

viernes, 13 de junio de 2008

La Revolución en el norte de Baja California Sur

La Baja California Sur era un territorio ignoto -mucho mas que hoy- de tal manera que los grandes episodios históricos que han marcado a México, en estas tierras, apenas si se supo de ellos. La vida colonial transcurrió con el tiempo de las ordenes religiosas que fundaron los pueblos; el movimiento de Independencia apenas fue una noticia escueta; la reforma transcurrió sin sobresaltos o la revolución que convulsionó al país, aquí suscitó levantamientos aislados, como sucedió en el norte de Baja California Sur.



Algunos revolucionarios sonorenses, quizás operarios mineros, en 1913, llegaron de manera clandestina a San Ignacio con el fin de atacar la compañía francesa el Boleo producto de una concesión porfirista con grandes ventajas para dicha compañía. La sobreexplotación obrera era la tónica de la empresa minera, donde empezaron a aparecer proclamas revolucionarias que alertaron a la gerencia de El Boleo, mientras en San Ignacio, los revolucionarios sonorenses´convertían el pueblo en cuartel y ganaban adeptos en los vecinos de la región.


El Boleo que controlaba toda la vida política, económica y social de la región, se armó y contrató guardias, además que era apoyado por ejército y la policía local. Aumentaron la vigilancia en las costas y los caminos, cualquier desconocido era detenido, revisado e interrogado,. mientras que desde las costas de Sonora, por la zona de Bahía de los Ángeles, seguían llegando militantes sonorenses que formaban una guerrilla, después remanantes del ejército constitucionalista liderada por un tal Luis S. Hernández, formaron una tropa que llegó a 150 hombres donde militaban algunos anarquistas provenientes de las luchas mineras que iniciaron la Revolución Mexicana.


El Boleo -en su afán expansionista- había despojado a algunos rancheros de sus tierras, de tal manera que los revolucionarios utilizaron estas amenazas bolerianas para añadir vecinos al movimiento en San Ignacio. En principio, los combatientes fueron recibidos como salvadores y el pueblo se hacía cargo de su avituallamiento.


En octubre de 1913 se efectuó el primer ataque a Santa Rosalía, el resultado de la reyerta dejó 31 muertos y 2 heridos de parte de los rebeldes, 6 muertos y 3 heridos por parte de los soldados y un policía de la gendarmerìa local. Los rebeldes regresaron a San Ignacio a refugiarse, esperando que los obreros de Santa Rosalía efectuaran rebeliones mediante la guía de Manuel F. Montoya -contacto rebelde- pero este fue cañoneado desde un barco atracado en el puerto y muerto junto con Gaspar Vela el 27 de octubre, después las aprehensiones en Santa Rosalía estuvieron a la orden del día.


Mientras, en San Ignacio, en su afán de rehacerse, los rebeldes trataban de ganar mas adeptos a la causa y Luis S Hernández había viajado a Sonora con la promesa de regresar con 200 hombres que aseguraran la victoria sobre Santa Rosalía. Así, el movimiento en San Ignacio quedó a cargo de Pedro Altamirano, originario de ese pueblo. Los ataque se pospusieron una y otra vez; la espera de Hernández con personal y parque se alargó; una disputa por el liderazgo empeoró las cosas entre los rebeldes y durante la primera mitad de 1914 no pudieron organizar ninguna incursión a El Boleo.


Los pobladores de San Ignacio exasperados y molestos con los revolucionarios que nada hacían y había que mantenerlos, empezaron a recelar de sus "salvadores" que finalmente fueron repudiados por los ignacianos que no quisieron saber nada de ellos.


Mientras la compañía El Boleo, por mediación del embajador francés recibió mas ayuda del ejército federal y llegaron a armar hasta los dientes a cerca de 300 defensores del puerto y la empresa. Hernández nunca regresó; los combatientes desaparecieron cuando el pueblo finalmente les negó la ayuda y para junio de 1914 solo permanecía armado Pedro Altamirano y unos cuantos hombres vecinos de San Ignacio que podían ser aplastados fàcilmente por las tropas federales.


Sin embargo, los acontecimientos en el centro del país y el otro movimiento revolucionario que había iniciado Félix Ortega en el sur, hicieron que mediante un pacto con El Boleo, los rebeldes de San Ignacio depusieran las armas el 8 de agosto de 1914.

Un episodio desconocido, investigado y documentado por la maestra Edith González


Fuente:
(Seminario de Historia regional. Estudios de Historia Sudcaliforniana)

miércoles, 11 de junio de 2008

Otro Libro; El Otro México


En 1951 Fernando Jordán publicó "El Otro México", un libro de viajes de un reportero de la revista Impacto. Ya había escrito otros relatos como viajero, su buen olfato periodístico lo llevó a Baja California y desde este Estado emprendió camino hacia el sur. El Otro México se ha convertido en un clásico para los sudcalifornianos y en un hito para los escritores -por su elegante prosa, su capacidad de observación y para introducir al lector en un mundo desconocido- El propio Jordán convertiría su vida en un mito y como todo mito, su figura en la actualidad, discurre entre la realidad y la fantasía.
Y es que Fernando Jordán se quedó a vivir en La Paz y desde aquí, emprendió numerosos viajes por las islas y por las costas del Mar Roxo -como llamó al Golfo de California, Mar de Cortés o Mar Bermejo- y un año antes de morir, ganó un certamen de poesía con Calafia, un poema que los sudcalifornianos nos aprendemos de memoria en la escuela. Murió en La Paz de un tiro en la cabeza, todo parece indicar que se tratóde un suicidio, sin móviles claros, sin motivos aparentes, el mito Jordán -y la natural suspicacia- ha dado pie a numerosas interpretaciones acerca de su muerte-
El viaje se inicia en Ensenada y como se sabe, de Ensenada hacia el sur, la vida empezaba -empieza?- en el Paralerlo 28, donde se inicia Baja California Sur. Por el camino pedregoso, indefinido a veces, con brechas ocasionales, hondos barrancos y médanos de marismas, Jordán va describiendo con un sintético lenguaje cada uno de los pueblos y va así formando un perfil del sudcaliforniano de la época. Faltaban 20 años para que se iniciara la carretera transpeninsular que haría mas cómodos los 1600 km -las mil millas- que van de Ensenada a al final de la tierra.

Después, justo en el año 2000, Federico Campbell, el gran escritor tijuanense escribe "Transpeninsular", una novela en busca de Fernando Jordán y donde se hace las preguntas acerca del extraño personaje que habitó el escritor. Mito y genialidad permanecen en Fernando Jordán y desde luego, el agradecimiento nuestro por haber escrito esta "biografía de Baja California" que ha ayudado a descifrar y tratar de comprender la incógnita de nuestra tierra y del ser sudcaliforniano.

martes, 10 de junio de 2008

Los Pueblos de BCS

Casi todos los pueblos de la Baja California Sur son de origen jesuita y fundados en el siglo XVI y XVI, solo Santa Rosalía, fundado en el siglo XIX por franceses parece totalmente diferente al resto de comunidades sudcalifornianas. Vea si no:






Casas de madera con techo a dos aguas, de un pueblo obrero fundado con el objeto de extraer mineral de cobre. El otro, San Ignacio, un pueblo fundado a inicios del siglo XVII, con el objeto de establecer una misión al que acudieran los indios californios para ser evangelizados. Finalmente, el cobre se agotó en Santa Rosalía y la Compañía minera francesa "El Boleo", a principio de los años cincuenta se declaró en quiebra dejando desolación, desempleo y una gran cantidad de chatarra
A esto le siguió un enorme éxodo que diseminó rosalienses por toda la Baja California y Sonora. Aún así el pueblo se negó a morir y el gobierno hizo esfuerzos por mantener el trabajo de la minería mediante la extracción de cobre de los despojos franceses. La actividad duró unos cuantos años y Santa Rosalía vive hoy de la pesca del calamar que es abundante en el Golfo de California y de la buricracia puesto que es la cabecera del municipio de Mulegé.


Una gran diferencia con San Ignacio que parece eterno, quizás porque fue fundado con la idea de la "Ciudad de dios", que evoca, sin duda, la utopía agustina. Después de la expulsión de los jesuitas y de la secularización de posesiones de la iglesia y la extinción de los indios, San Ignacio pasó a ser un lugar de paso entre la sierra y la playa; entre las salinas y los campos pesqueros que los ignacianos fundarían en el Pacífico Norte. Ahora permanece como nuestro Macondo, silencioso, misterioso; con la belleza de un oasis, no solo para la sed y el hambre del cuerpo, también para la vista. Solo el viajero que llega desde el norte arenoso, ventoso y árido puede entender la gracia que significa un locus de agua fresca y palmera datilera, dulce y nutritiva.

Dos pueblos, uno que fue fundado para fenecer; otro que fue fundado para permanecer. Sin embargo, sus habitantes se aferran a la matria aunque esté en el final de la tierra.
Ambos requieren de fuentes de empleo, de mejores niveles de vida; ambos están plantados en este peñón con arena, cardones y chamizos llamada península por la topografía, pero que tanto por su pasado, su cultura y su sentimiento, bien sabemos que es una isla rodeada de agua por todas partes menos por una, que es desierto. Ocupada por hombres y mujeres con destino tan cierto como su voluntad rocosa.





lunes, 9 de junio de 2008

El Libro de Baegert





Hace 210 años, el 3 de febrero de 1768 a causa de un decreto real español, fueron expulsados de tierras californias los Jesuitas, entre ellos, el Padre Juan Jacobo Baegert, que había ejercido su apostolado en San Luis Gonzaga - al norte de la Bahía de La Paz- cinco años después, escribiría "Noticias de la península americana de California", acerca de sus 17 años de labor en Chiriyaquí, un libro fundamental para entender el proceso de colonización -¿evangelización?- de la Baja California.
Un libro que he buscado sin descanso sin poderlo encontrar. Quizás alguien este "mensaje en la botella" y me pueda guiar haci donde encontrarlo. No me imagino quien pueda estar interesado en reeditarlo. La más reciente edición fue, quizás la del Gobierno del Estado de Baja California Sur en 1989, pero no hay rastros de ese libro. En la biblioteca Pablo L. Martínez había una edición que está desaparecida. Solo existe la ficha, el libro, no.
El estudio que el Padre Baegert hace, tiene la forma del ensayo moderno, adelantado para su época. Las descripciones son parecidas a las que hicieron Linneo, Darwin o Humboldt, y otros grandes exploradores y escritores

viernes, 6 de junio de 2008

reforma energética

Que quieren hacer una consulta acerca de la Reforma Energética?
Me pregunto ¿como?, ¿a quien le preguntarán? ¿que preguntarán?

Doy clases a universitarios, mexicanos de mas de 18 años, supuestamente la parte ilustrada de nuestra sociedad, la mayoría no tiene ni idea de la reforma, ni siquiera que se están llevando a cabo debates sobre la materia en el país, entonces me pregunto ¿que responderán si les preguntan?
¿que responderá mi Tía Lolita que anda mas ocupada en conseguir el sustento diario que en lo que llama ¨pleito de políticos¨

Le llaman ¨consulta popular¨, el pueblo, se me hace, tiene una opinión simplona de un asunto tan complejo. Nunca he creído que el pueblo sea sabio, como dicen algunos demagogos.

La sabiduría popular está muy davaluada
Podrían preguntarle a la Amelie. La única perra intelectual conocida al sur del paralelo 28 y al norte del trópico de cáncer

bajapaz inicia

L a sede de este blog está ubicado en La Paz Baja California Sur. Se llama Bajapaz por varios motivos:
Primero (y obvio). Está ubicado en La Paz, en el estado de Baja California Sur, México
Segundo. Para diferenciarla de La Paz, Bolivia, que es muy alta (sobre el nivel del mar).
Tercero. Para cultivar las bajas pasiones -que suelen ser las mas altas- Una de ellas, el ateísmo, el escepticismo y demás pasiones que no constituyen una red de protección de la existencia, es decir, el piso duro, el suelo llano, la rigidez del planeta; la parte mas baja.
y cuarto- La Pasión por la Baja California Sur, este pequeño rincón en finisterra; su historia, su gente, sus pesares y sus encantos.
Una misión jesuita del siglo XVII en San Ignacio:


Vean si no: una construcción francesa del siglo XIX en Santa Rosalía:

¿que les parece?