
La candidatura de Ricardo Barroso es un ejemplo, precisamente de ese mea culpa. Resulta que ahora el PRI se presenta como el partido joven, con una nueva cara, terso y sin arrugas. Es decir, el viejo partido de estado, el partido que heredara las glorias de la Revolución Mexicana niega su pasado solo porque no lo han sabido explicar, tampoco han podido discutir en BCS los errores del pasados inmediato, mucho menos se han atrevido a señalar a quienes los llevaron a la debacle.
Este viejo partido de estado que se desgastó en el ejercicio del poder, que ese desgaste coincidió con un gobierno percibido como omiso y corrupto, además del surgimiento de un liderazgo carismático en la oposición –salido de sus propias filas- que los llevó a perder la gubernatura y la hegemonía estatal en 1999, hoy se presenta con la cara lavada de una candidatura que se percibe mas como inexperta, sin antecedentes en la administración pública, que tiene que empezar a hacer un camino que otros miembros del PRI, políticos tradicionales ya tenían andado, y lo tiene que empezar, demasiado tarde, cuando sus adversarios tienen más de seis meses de campaña.

Se ve así, el PRI, con esas formas de negar lo que ha sido, como esas señoras con exceso de maquillaje, como esos señores con notorio bisoñé, que tratan de negar la edad. Actitudes que oscilan entre la extravagancia y el ridículo.