Los pocos panistas sudcalifornianos se han podido subir a los carros de las delegaciones federales, anexar su voz a los antiabortistas, contra el matrimonio homosexual y hoy medran con la muerte del Lic. Jonathan Hernández.
El lunes quince de marzo, el día del informe del gobernador, un grupo de unos quince a veinte panistas, irrumpieron, primero la explanada, luego el recinto legislativo con camisetas azules distintivas, banderas con el logotipo panista, cartulinas con consignas, mantas y demás parafernalia protestante.
Enseguida dejaron ver su novatez en el arte de la manifestación y el sabotaje. Ciertamente el ruido que hicieron exasperó al gobernador y compañía, movilizaron al guaruraje y hasta fotografiaron bien en los noticieros locales. Ya en vivo se advertía que necesitaban con urgencia un curso de marcha, manifestación, sabotaje y provocación impartido por la izquierda ixtapalapense o por cualquier fósil de la UNAM.
La mecánica de la protesta era como sigue: con un altavoz, el líder de los manifestantes panistas gritaba una consigna, el resto completaba la frase, como si de una letanía religiosa –huellas del origen católico del partido- se tratase. El del altavoz profería, por ejemplo: -¡Narciso Agúndez!- los demás respondían -¡fuera!- Hasta ahí todo bien, el guion se cumplía y los veinte se escuchaban como una gran multitud. Cumplían su cometido, digamos.
Pero en varias de estas letanías, el grupo falló, lo que denotaba la carencia de ensayo, repetición y experiencia. -¡Gobernantes con arraigo!- En unas de esas gritó el del altavoz- ¡No queremos!- respondieron los panistas. Era evidentemente una puya contra el Secretario General de Gobierno de quien se dice que tiene origen salvadoreño.
Aun con falta de ritmo y de sincronía, los panistas, lograron poner atención y reaccionar cada vez que Narciso Agúndez se refería a la obra federal como logros propios y si mencionaba el nuevo hospital Salvatierra, interrumpían con el grito -¡Calderón!; si se refería a la carretera de cuatro carriles, de nuevo -¡Calderón!-. Aun con todo y fallas, el PAN logró apuntarse un triunfo porque al menos se mostró como un partido opositor, porque incomodó al gobernador y su equipo y porque al fin salieron de su madriguera y algo se supo de este partido agazapado que parecía extinto.
Cuando terminó la entrega del V informe del gobernador a los diputados, pasados los discursos y los grotescos gestos del gobernador en su claro afán de enseñar el cobre; una vez que se hicieron los homenajes a la bandera y se cantó el himno nacional, algunos de los panistas caminaron sigilosamente hacia la parte de atrás del honorable congreso, voltearon para todos lados, otearon el horizonte y doblaron como origami la cartulina –casi la desaparecieron- de las consignas; en brusco, relampagueante movimiento se levantaron y quitaron la camiseta azul, enseñaron su ropa habitual, unos y otros salieron por los pasillos del Palacio de Gobierno con rumbos diferentes, con las manos en la bolsa y entonando un silbidito de satisfacción; de cumplimiento del deber, con la vista fija en lontananza y quizás en un billete de los grandes. Nada malo para dos horas de gritos destemplados, arrítmicos y descompasados.
Ha sido un éxito de los conservadores que no salen a la calle pero tienen quien lo haga por ellos y es que gritar, manifestarse, no es muy nice, hay que pagar por el servicio. No se puede actuar como Noroña y al otro día salir en las sociales; no se puede gritar consignas a favor del “pueblo” y encabezar la portada de la revista Quienes. Hay que ser congruentes…¿noooo?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario