miércoles, 9 de julio de 2008

LAS BANQUETAS DE LA PAZ

Ya estuvo bueno de política, dice un amable lector de este blog. Yo digo que tiene razón. Hablemos de banquetas.
Cuando llegué -adolescente- a La Paz a estudiar preparatoria, -entre otras , viví con la familia Ahumada Navarro- el profesor Jerónimo Ahumada de humor cáustico y ocurrente, cada vez que veía al peatón caminando fuera de las banquetas les soltaba un: - ¡pareces de cachanía!- En efecto, en Santa Rosalía, después de la quiebra de El Boleo, el pueblo se vino abajo y se notaba en las banquetas: desorganizadas, destrozadas; una mas altas otras mas anchas; en otra cuadra ausentes; unas empedradas, otras de tierra apisonada; las escasas banquetas que permanecían
estaban en muy mal estado de tal manera que el deambulante prefería torear vehículos, la intemperie, la calle.


Nótese que aquí, la propiedad se extiende hasta
la zona donde debería haber una banqueta. Aun-
que quisieran ponerla, no podrían.

En La Paz, hace tiempo sucede lo mismo. Hay extensos trechos de la ciudad donde es preferible caminar por la calle, lo mas pegado posible a la guarnición

En este fraccionamiento las banquetas están bien
organizadas pero algun vecino que tiene una
lancha con pretenciones que sobrepasan a la
casa de interés social, ha obstruido el paso
Algo tienen las banquetas, algo nos dicen. Es un lenguaje urbano altisonante, inespecífico y misterioso. Si los drenajes, tuberías y galerías subterráneas insospechadas son también reveladoras, las banquetas son el lenguaje de la superficie que reflejan, sobre todo, el aprecio que los ciudadanos tienen por su espacio vital.

Aquí faltan las banquetas, a lo lejos se ve un
puesto de mariscos que invade la zona don-
de debería estar la banqueta

Al principio de los noventas, La Paz tuvo como presidente municipal Antonio Wilson quien al ver que las instalaciones del subsuelo paceño estaban en ruinas, que las aguas negras del centro de la ciudad terminaban en la bahía, emprendió un programa de drenaje en la zona del centro. El Sr. Wilson se encargó de dar a conocer en cuanta tertulia, discurso, conferencia, entrevista y por todos los medios posibles que "su obra estaba enterrada". Reflejaba, seguramente, ese molesto cólico insoportable que siente un político cuando tiene que llevar a cabo una obra que el público

como ajedréz, casillas con banquetas, otras
sin ellas.
no tiene a la vista; que no lo lanzará a la posteridad. Obviamente, el político prefiere las obras de superficie, las que el público observa y solo por eso, da por bien gastado su dinero.
El siguiente presidente municipal de La Paz fue Leonel Cota que se olvidó del drenaje. Fue la pavimentación su obra principal. Wilson quizás tenía pocas ambiciones, era un veterano de la política, la alcaldía era un cierre con broche de oro a su carrera, pronto fallecería; en cambio Lionel brioso, jarioso, hiperactivo, sus ambiciones no tenían techo. El pavimento es mas visual, se tiene presente, sus materiales vienen de PEMEX -empresa siempre dadivosa con el estado-, prolonga la memoria del gobernante bienhechor. El pavimento tiene mucho mas glamour que la banqueta proletaria que es del pobre peatón y no del desdeñoso automovilista, que en esta ciudad somos legión.
Aun así, las banquetas de La Paz, siguen esperando a es@ president@ municipal con ambiciones superlativas que pueda alivianar el banquetaje.
La banqueta marca el carácter de sus habitantes, la eficiencia de sus gobernantes, en fin, el pulso de la ciudad y en ese lenguaje, el de las banquetas paceñas es un galimatías, un caló incomprensible, jerigonza ininteligible

Ignoro si hay una ley de banquetas -supongo que si- respecto a la propiedad, las dimensiones de estas, el estado de su conservación, los materiales, etc.
Como buen ignorante me surgen varias preguntas ¿de quien son las banquetas? ¿pertenecen a la calle o a la casa? ¿de quien depende su conservación?
Por lo visto esta propiedad es algo confuso.

Aquí, solo hay la mitad, el corte, como se ve, no
es muy geométrico. El teodolito no fue un
intrumento usado para cortar la banqueta

Las banquetas de La Paz son diferentes -hay de todo tipo, cuando hay-, el deambulante tiene que subir unas, bajar otras, en otras no hay; unas son anchas, otras delgadas; otras son de adoquin, otras de cemento; la uniformidad es la excepción.

Es una escena común en la ciudad: la banqueta
como depósito de materiales de construcción
Hay ciudades en donde, al menos, en el centro -las zonas turísticas, comerciales, de edificios gubernamentales- se logra cierta homogeneidad. En La Paz, quizás los administradores de la ciudad, como siempre son políticos con ambiciones, quizás han detectado que arreglar banquetas no redunda en beneficios, a la hora de pujar por el siguiente cargo en la lista ascendente de las ambiciones.

Hay banquetas que son verdaderas trampas para los tobillos -y delicias de los ortopedistas-, quizás no para el jovenazo ágil, veloz, diligente pero si para el anciano, el enfermo, el invidente, o simplemente el zuato distraído que no detecta las ondulaciones del terreno, esos largos y sinuosos caminos y requiere de terreno liso para su desplazamiento.
Sería bueno colarle a Rosa Delia -nuestra alcalde- por ahí traspapelada, una encuesta marca Mitofsky -por ejemplo- que mencionara al acicalamiento de las banquetas como capaces de producirle un envión propulsivo fenomenal hacia el 2012. Quizás, así algún día nuestra ciudad, con un poco de eso que llaman "voluntad política" de los administradores de la ciudad y un mucho de cooperación ciudadana, podamos darle a nuestra ciudad un poco de cariño de los dientes pa´dentro.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"El teodolito no fue un
intrumento usado para cortar la banqueta..."

Precisamente, un teodolito no es un instrumento para cortar banquetas.