jueves, 17 de julio de 2008

EL PADRE JUAN DE UGARTE

Imagínese el lector la época en la que llegaron los jesuitas a nuestra tierra. Solo existían veredas por donde los clanes de indios nómadas buscaban el sustento y mejores condiciones climáticas; pequeñas rancherías mas o menos fijas, ojos de agua que se disputaban tales clanes que guerreaban entre ellos con asiduidad; en estos senderos se preparaban emboscadas, se asaltaba, se cobraban agravios.

Eran los caminos por donde los jesuitas habrían de comenzar su labor.
Si en la actualidad, con carretera pavimentada, tracción motriz y vituallas adecuadas, emprender un viaje por el agreste terreno californio, resulta si no penoso, si algo complicado, al menos fatigoso, habrá que imaginar lo que sucedía aquí hace 300 y pico de años, cuando un grupo de religiosos de la Compañía de Jesús, pensó que podían instaurar una especie de “Ciudad de dios” en estos pagos.

Quizás quien representa el espíritu y la fuerza de esos jesuitas, podría ser el Padre Juan de Ugarte. Nacido en el territorio de lo que es hoy Honduras en 1662, tenía apenas 17 años cuando ingresó a la Compañía de Jesús. Brillante en sus estudios, pronto se convirtió en catedrático de filosofía en el Colegio jesuita de San Pedro y San Pablo en México, donde conoció al Padre Juan María de Salvatierra con quien lo uniría una amistad entrañable. Ambos conocieron al Padre Eusebio Kino, cosmógrafo y excelente navegante, juntos emprendieron la fundación del Fondo Piadoso de las Californias, instituido en 1697, renunciaron a sus cátedras y se lanzaron a la conquista espiritual de las Californias.
Cuando llegaron a la zona de Loreto, pronto advirtieron que las condiciones para la edificación de misiones requerían de mayores recursos, Salvatierra pensó abandonar la empresa, posponerla para mejores tiempos. Ugarte, dicen, se arrodilló ante la Virgen de Loreto a la que prometió que dedicaría toda su energía y conocimientos para llevar la palabra de dios a los neófitos.
Fundaron como se sabe, la primera misión en Loreto (después del fracaso de San Bruno), la segunda, la de San Francisco Javier Viggé Biaundó la iniciaron el P. Piccolo y Salvatierra, la que tuvieron que abandonar apenas iniciada, debido al ataque de los indios. Fue Juan de Ugarte quien la continuó.
El P. Ugarte, de formación intelectual, era alto, fuerte y fornido. Se dice que cuando arribó a San Francisco Javier, ordenó que lo dejaran solo y regresó a Loreto a la tropa que lo custodiaba, sin embargo los indios que habían atacado la misión no se atrevieron a incursionar de nuevo y así, los indios que ya habían acudido a la misión, retornaron e inició una época de esplendor.
Se cuentan muchas historia de Ugarte, quizás sea parte de la leyenda, quizás exista un hilo de verdad, de cualquier manera describen el espíritu de Ugarte y de la Compañía de Jesús.
Cuando los indios que habitaban la misión iniciaron desordenes y relajaron la disciplina, Ugarte retó al más fuerte de los neófitos en el patio de la misión, no tardó en aparecer el gandalla macho alfa que respondió el duelo. Ugarte camelò sus movimiento y en un santiamén ya le había aplicado una llave de lucha libre con lo que dejó fuera de combate al gorilón, ante la sorpresa de sus canchanchanes y las burlas de sus malquerientes. Acto seguido Ugarte, cual Tarzán triunfante pasó la vista a los concurrentes, nadie mas se atrevió.
Otra vez –dicen- después de explorar hacia el sur, uno de sus cargadores sufrió una torcedura, Ugarte se lo echó en andas con todo y carga, así llegó a San Francisco Javier partiendo pueblo ante la admiración de los gentiles que calculaban que tal carga difícilmente la soportaría una bestia.
FOTO DE NATIONAL GEOGRAPHIC
El episodio del león es muy famoso. De una pedrada mató a un león merodeador, partióle la cabeza al felino y luego rematólo, los indios no daban crédito, pues además los guamas habían soltado la especie que quien mataba a un león, poco después moría. Nada de eso sucedió, pues el P. Ugarte una vez que puso orden en la misión e hizo de ella un vergel, sus inquietudes exploratorias lo empujaron a tratar de discernir si California era realmente una isla o si podía abrir un camino hacia Sonora.
Así se lanzó a la edificación de una balandra que se construyó con gueribo –“güirigo” para los sudcas- a la que llamò “Triunfo de la Cruz” que por cierto tuvo larga vida y se calcula que realizó mas de 100 travesías por el golfo. El Triunfo de la Santa cruz se botó el 14 de septiembre y navegó cerca de 25 años. En ella
Ugarte llegó hasta la desembocadura del Río Colorado y vivió múltiples aventuras como en 1721 cuando por fuertes vientos y corrientes contrarias perdieron el lanchón con 8 marineros que los acompañaba que, felizmente encontraron salvos en Loreto. En “El Triunfo de la Cruz”, de Ugarte visitó a los indios seris en Sonora, descubrió la Bahía de San Felipe, lo que es hoy el Puerto de San Felipe.
Hay historia patria que deja mucho que desear. Buena parte de esa historia està hecha para adoctrinar niños, si de adulto revisa la historia que le enseñaron en primaria, o en secundaria, los héroes ya no son tan héroes, por ejemplo: Miguel Hidalgo, un cura alentando a sus feligreses para que mataran a otras personas -¡A MATAR GACHUPINES! -dicen que alardeaba- solo por el hecho de ser españoles o Zapata, un tipo que se levanta en armas un mes después de que se ha instalado un gobierno democrático, solo por citar dos héroes indiscutibles, de calle, billete y monumento.
Héroes los personajes como Juan de Ugarte –digo yo- el tipo enseño a los indios a construir acequias, represas, a sembrar variedades de frutas y ha procesar el trigo para hacer pan; les enseñó albañilería, a labrar madera, incluso, cuando por cosas del clima, las siembras se malograban, de Ugarte salía de pesca para completar la pitanza.
Además de que se dio tiempo para fundar la Misión de San José de Comondú e iniciar la de Guasinapí, ya fatigado y añoso, escribió “Noticia del viaje de la balandra nombrada El Triunfo de la Cruz, hecho en 1709 al Golfo de Californias y costa del sur de América Septentrional” , y “Diario, relaciones y cartas de las cosas de Californias” y muere en la Misión de San Francisco Javier en diciembre de 1730.

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