“El gobernador nativo y con arraigo” –su demanda principal-a
se había intentado alguna vez con Agustín Arriola en 1920, sin embargo, la cosa
no funcionó y esa clase política tuvo que soportar que siguieran viniendo desde
el centro a gobernarnos. Fue hasta que enviaron a Francisco J. Múgica que los
políticos sudcalifornianos se abrieron de capa para solicitar, ante un señor
tolerante y sin las ínfulas de generalote, el gobernador nativo y con arraigo. El
disenso se selló con un abrazo de caballeros, Múgica turnó el asunto a las autoridades competentes, se fue y las cosas siguieron igual, pero ya
estaba fundado el FUS (Frente de Unificación Sudcaliforniana) que procesaría el
descontento soberanista.
Fue hasta los albores de los setentas que Luis Echeverría
prometió en su campaña que nos convertiríamos en Estado y así fue. Se nombró en
1970 a un civil -Hugo Cervantes del Río- en la gubernatura de BCS quien se
rodeó de los hijos de los patricios paceños que hacían sus pininos para
acercarse al poder. Cuatro años después
entrega el poder a Félix Agramont Cota, un desconocido ingeniero agrónomo que
nunca había gobernado nada pero era experto en semillas. Félix Agramont nunca
había participado en la política sudcaliforniana, nadie sabe bien a bien a
santos de que, Echeverría seleccionó a Agramont Cota, sus deudos pasarían a ser
parte de estas familias dominantes. Así eran las cosas: el presidente decidía y
nadie chistaba, mucho menos se le pedían explicaciones; al contrario, se le
aplaudía. Así llegó Agramont a La Paz, en medio del aplauso de la clase
política, del PRI y sus sectores. El nuevo gobernador satisfacía la parte
nativa, pero no el arraigo. Era de El Pescadero, apenas si se acordaban de él.
Se hizo cargo del territorio mientras se protocolizaba la conversión y la clase
política que no podía ser de otro partido que del PRI, preparaba su asalto al
poder. Lo hicieron en la figura de Mendoza Arámburo, un político respetable que
inició esta clase política y económica que sería reemplazada en nuestros días.
Transición y nativos.
Unida a la conversión a estado, la zona libre de comercio, la apertura de
centros turísticos y la mayor integración con el macizo continental, también hubo una oleada demográfica de los
estados vecinos, principalmente de Sinaloa que huían de la inseguridad producida
por el narco en aquella entidad. La proporción de sudcalifornianos de 60:40, al
cabo de treinta años se había convertido en 40 sudcalifornianos por 60 foráneos
que desconocían la historia y los
méritos de los miembros de la clase gobernante sudcaliforniana.
Aun así, después del primer gobernador constitucional en los
setentas, continuaron los patricios sudcalifornianos en el poder, a Mendoza
Arámburo, le siguió Alberto Alvarado, paceño y senador nombrado desde los
centros de poder del PRI; después sería Liceaga Ruibal, también senador,
recibido en el aeropuerto paceño por los sectores priistas para luego ya
entrados los años noventas, otro senador, Guillermo Mercado también llegara con
la candidatura por el aeropuerto paceño y recibido con bombos y platillos. Ya
con Guillermo Mercado, los viejos patricios habían perdido el poder político,
pero conservaban el económico. Los políticos ya no procedían del patriciado
sudca, solo cuidaban los negocios de los patricios.
Después de Mendoza Arámburo, el resto de los gobernadores
priistas conseguirían sus candidaturas, no en Baja california Sur, no en el
trabajo político con sus paisanos, sino, con la cercanía de los centros de
poder. En la medida que se sucedían los gobiernos de los sudcalifornianos
nativos y con arraigo, en esa medida se fueron dando gobiernos con mayor grado
de corrupción. Es decir, ni el origen ni el arraigo sudca, fueron un obstáculo
para los malos manejos. Así, después de considerado buen gobierno de Mendoza
Arámburo, el de Alberto Alvarado fue un gobierno de claroscuros, dominado por
una personalidad subyugante, poco dado al trabajo, desviación de recursos de la
construcción de presas como parte de un ambicioso plan hidráulico. El
inveterado apego al alcohol de Alvarado solo era cubierto por su buen beber,
las buenas anécdotas y la simpatía
personal.
Con Liceaga Ruibal, los escándalos se sucedieron desde que
inició su gobierno; líos conyugales se filtraron a la prensa y a la
maledicencia pública, romances y lances amorosos con regalos millonarios, para
finalizar su sexenio con la prisión de sus hermanos acusados de colaborar con
el narco. Un sexenio desastroso que menguó la fortaleza del PRI para enfrentar
la siguiente elección en la que Guillermo Mercado sale triunfador con muchas
dudas acerca del conteo de votos y sospechas de transas electorales que lo
llevaron a la gubernatura. Una gubernatura oscura, con colaboradores abusones, que
terminó con la pérdida de poder del PRI y con Mercado Romero y su secretario
general, Antonio Ortega, en la cárcel por malversación de fondos públicos.
Es decir, las gubernaturas del PRI, impulsadas por los patricios sudcalifornianos, de esa clase
política que se había construido bajo el amparo del FUS y de las demandas
soberanistas nunca demostraron que fueran mejores ni más honestos que los
generales que nos enviaban desde el centro a gobernarnos. Los gobernadores
sudcalifornianos, los “nativos y con arraigo” habían abusado de su pueblo. Los
gobernantes del PRI, no solo en Baja California Sur, también en el resto del
país había dado muestras de un desgaste que se reflejó en Baja california Sur,
con gobiernos cada vez más cuestionados.
Fuera los patricios.
El golpe inicial lo da Leonel Cota, un
antiguo luchador de izquierda que se afilió al PRI. Si bien jugó con las reglas
del PRI, al final del gobierno de Mercado Romero, cuando en la lista de
patricios sudcalifornianos le tocaba la gubernatura a Antonio Manríquez
Guluarte. Tampoco miembro de la patrística sudca pero educado, subvencionado y
entrenado en el PRI para continuar los gobiernos del menguado –a estas alturas-
viejo capitalismo sudcaliforniano. El
PRI, que daba muestras de democratización - como patadas de ahogado- abre la
elección interna en la que sale, mediante maniobras conocidas en el PRI,
electo, efectivamente el Tony Manríquez, elección que no fue reconocida por
Leonel Cota y que una vez que midió fuerzas en la elección interna del PRI,
calculó sus posibilidades en el PRD, el cálculo fue certero y llegó, por
primera vez a la gubernatura un advenedizo, diferente a la clase política que
había gobernado el estado hasta entonces.
De los primeros fenómenos que se notaron con la asunción de
un gobierno que no pertenecía a la patrística político-económica fue la
liberalización del comercio. Empezaron abrir cadenas de supermercados –un
negocio de los patricios- tiendas departamentales y transnacionales que
existían en todo el país, menos en BCS porque los gobiernos estatales siempre
habían encarecido, por obra del poder económico, la instalación del comercio
nacional y extranjero. En cuanto abrieron los supermercados, los patricios
empezaron o a vender o a quebrar.
Como bien se sabe, continuaron por el PRD Narciso Agúndez,
de origen humilde en el sur del estado y luego Marcos Covarrubias, originario
del estado de Jalisco y miembro de prominentes empresarios agricultores del
Valle de Santo Domingo, por el PAN, mientras en el PRI se lamían aun las
heridas y, al igual que en el resto del
país, el PRI se rehacía para intentar recuperar el poder perdido, en Baja California
Sur, los hijos de los patricios paceños
se encuentran hoy en la línea que sus padres, alguna vez, en la exigencia de
gobernadores nativos y con arraigo, se hicieron del poder.
Los patricios en
busca del poder. Después de la pérdida de poder del PRI y de la modorra que
invadió a ese partido, no se veían en sus horizontes quienes podían tomar la
estafeta de los primeros patricios. En poco tiempo fueron dándose a conocer en
el ámbito político especialmente tres miembros de la vieja clase política: Carlos
Arámburo –hijo del primer gobernador constitucional, Juan Alberto Valdivia Alvarado
–nieto del segundo gobernador y Ricardo Barroso Agramont –nieto del gobernador
de la transición- que rápidamente escalaban posiciones. Carlos el mayor de
todos con muy buen respaldo intelectual y académico, con experiencia en las
grandes ligas del ministerio de hacienda; Juan Alberto que hace sus pininos en los
cuadros juveniles del PRI, ahora en el congreso local. Hijo del General
Valdivia a su vez, yerno del exgobernador Alberto Alvarado y eterno aspirante a
la gubernatura. Barroso Agramont, una sorpresa en la elección constitucional
anterior, con mayor cantidad de votos de los que se pensaba, ahora, senador de
la República
Los tres iniciaron su carrera en el PRI, el caso de Carlos
Mendoza es una historia aparte. Ingresa a BCS como delegado del IMSS, cuando
Marcos Covarrubias se lanza a la gubernatura por el PAN, lleva a Carlos Mendoza
como coordinador de campaña. Una vez que Covarrubias triunfa en la elección,
Mendoza se instala como Secretario General de Gobierno y se afilia al PAN,
partido que lo llevará al senado, donde permanece.
El PAN, sin embargo, nunca ha ganado una elección por
mayoría en BCS con personal propio. Un partido caótico ha sido el PAN en BCS
donde parece que no hay conservadores. Por lo tanto, Mendoza está en un
laberinto: es muy difícil que el PAN gane la próxima gubernatura, primero
porque nunca ha ganado nada, porque el PAN está desorganizado al nivel nacional
y porque una vez que el PRI ha tomado el mando nacional, saben –muy bien- como
hacer ganar a sus candidatos. Es decir, fuera del PRI, Carlos Mendoza no tiene
posibilidades de llegar a la gubernatura en BCS. Tendría que regresar al PRI.
Otro factor es el tiempo, los plazos se
acortan cuando el periodo de gobierno actual es de cuatro años y medio.
Sin duda es Carlos Mendoza el mejor preparado de los tres
patricios sudcalifornianos; Valdivia Alvarado, es joven y apenas ha iniciado su
carrera política, seguramente tendrá que rodar más en el ámbito priista,
mientras Barroso es el menos preparado –desde punto de vista académico- pero
tiene ante si una oportunidad únicamente explicable por su buena suerte. Sin
experiencia en las lides políticas, se hizo presidente del PRI estatal cuando
dicha presidencia era una papa caliente, junto con Estela Ponce, impulsaron un
priismo que agónico en BCS, tuvo la oportunidad de salir adelante gracias a los
magnos errores del PRD que había gobernado el estado. Sin candidatos en la
elección que enfrentaba a un perredismo dividido y a un PAN desangelado, es el
propio Barroso quien encabeza, como candidato a gobernador, la representación
priista. El resultado fue sorpresivo, desde entonces, la buena estrella de
Barroso no se ha apagado, tan buena como la de su abuelo, que de la nada llegó
a ser gobernador.
A Valdivia Alvarado lo persíguela sombra de su padre, un
militar retirado que ha sido víctima de su propia disciplina militar. El
General ha sido criticado como indeciso cuando sus partidarios lo impulsaban a
luchar por la candidatura, especialmente contra el Tony Manríquez cuando
perdieron el poder los priistas y los patricios en BCS. Algunos no le perdonan
tal pérdida.
Conclusión. De
cualquier manera, en circunstancias muy diferentes, mucho más complicadas que
cuando solo esperaban la señal para convertir el territorio en estado, para –en
automático- hacerse con el poder, los patricios sudcalifornianos están de
vuelta aunque ya sin poder económico, en un ambiente más democrático, con más
competencia; en una ámbito demográfico distinto donde a nadie le interesa,
nadie recuerda aquella frase, aquella consigna que enarbolaron para hacerse de
los derechos patriarcales al poder en BCS. Un poder que luego desperdiciarían
debido en buena parte, a la ambición patrimonialista de los políticos, a la
mengua de su poder económico, a su incapacidad para cambiar.
Hoy tendrán que mostrar capacidades y no tanto el pedigree.
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