miércoles, 29 de junio de 2011

EXGOBERNADORES

Introducción. De las llamadas reglas no escritas del PRI -y del sistema que nos gobernó durante más de setenta años- entre tantas, había una especie de código del ex gobernante, en cuyas recomendaciones se encontraban ciertas conductas dirigidas, básicamente, a no inmiscuirse en los terrenos del gobernante en funciones –que casi siempre era de su propio partido- es decir, un comportamiento discreto, reservado y prudente una vez terminada su gobernanza.

Cada vez que un ex gobernante se atrevió enmendarle la plana al actual, cada vez que un ex gobernante salió del ostracismo impuesto por el sistema para inmiscuirse en los espacios del sucesor, fue apabullado por el sistema PRI-gobierno, vituperado y mal visto; se le endilgaba el mote de “Emisario del pasado” –una especie de marca indigna- que no era poca cosa en el mundillo del Revolucionario. El ex gobernante tenía que optar por el retiro a la vida familiar, a gozar de sus bienes materiales –al exilio dorado- o en su defecto, desplegar su actividad política en otro campo, diferente al cargo que había ocupado, de preferencia fuera de la entidad que había gobernado.

En Baja California Sur, desde que inició la conversión de Territorio a Estado con un gobierno de transición a cargo del Ing. Félix Agramont y después, la elección de Ángel César Mendoza, ambos siguieron los cánones de la época: Agramont se retiró a disfrutar de su jubilación, Ángel César Mendoza después de un tiempo en la administración nacional a cargo de una subsecretaría, ha permanecido como símbolo del buen ex gobernante; Alvarado Arámburo encontró la muerte trágica, retirado de toda actividad política; Liceaga Ruibal, ha sido representante del PRI en algunos estados, casi inactivo actualmente; Mercado Romero después de sus líos judiciales, sus apariciones son esporádicas y moderadas en actos del partido. A partir de la llamada transición democrática y la alternancia en el poder, los ex gobernadores sudcalifornianos, empiezan a dar que hablar, se han convertido en aves de tempestades, en buena parte porque no han seguido las pautas del viejo sistema.

Las cosas han cambiado y es bastante discutible si los ex gobernantes debieran seguir las reglas que al PRI-gobierno le funcionaban muy bien o si esos códigos de conducta son solo anacronismos que debieran estar en el museo de las antiguallas. Independientemente del debate acerca del comportamiento, los últimos dos ex gobernantes, no han seguido tales reglas y el ruido que han generado los ha llevado a perder prestigio, a poner en entredicho su reputación de personas equilibradas y sensatas, incluso, su salud mental.

Leonel Cota. Es quien marca la alternancia en el poder en BCS. Una vez terminado su periodo, es llamado a ocupar la dirigencia nacional del PRD, en cuyo ejercicio sucede la controvertida elección de Felipe Calderón a despecho de López Obrador, en la que se genera, todo lo que ya sabemos mientras Leonel Cota permanece en el ojo del huracán. Pasadas y enfriadas las hostilidades entre ambos polos sociales y políticos, Cota Montaño es relevado en una elección sumamente polémica, en la que es el propio Leonel quien abandona la dirigencia del partido, sin aun quedar clara su sucesión. Ahí empieza un cuesta bajo político que continúa con la negativa de la nueva dirigencia nacional y de sectores de perredistas sudcalifornianos, a ocupar una diputación federal plurinominal. Lo peor es que esa diputación federal se la adjudicaron a un general del ejército –Francisco Armando Meza Castro- que los sudcalifornianos no conocen, que nadie sabe ni ha sabido de su paradero. Las relaciones de Leonel Cota con sus anteriores valedores del PRD local cambian ostensiblemente, apoyados a la vez, por Narciso Agúndez.
Cota Montaño regresa al estado y pronto salta a la escena política para participar de manera activa. El panorama que encuentra es muy diferente al que dejó cuando salió de la gubernatura, unas cuantas semanas antes de concluir su mandato. Agúndez Montaño tiene las riendas del partido, la anuencia de la dirigencia estatal y nacional para conducir la sucesión, sin embargo, Leonel Cota trata de influir en ésta a través de un frente ciudadano con lo que quedaba de sus simpatizantes. Muy pocos perredistas enchufados en el gobierno acuden en su ayuda y empieza a endurecer el discurso en contra del gobierno de Narciso Agúndez.

Finalmente en medio de las intensas y calientes luchas internas perredistas, pierde la partida, no logra imponer candidato, triunfa Luis A. Díaz –el candidato de Agúndez- y decide abandonar el partido. En búsqueda de mayor protagonismo y de un espacio de poder, vende su alma a cualquier partido que respalde sus pretensiones de contender por la alcaldía de Los Cabos, es aceptado por el partido Nueva Alianza, de Elba Esther Gordillo, una maniobra inverosímil que daba cuenta del desquiciamiento de Cota Montaño. Quien había formado parte del primer círculo lópezobradorista, presidente nacional del PRD en 2006 cuando quedaron a menos de 0.5% de llegar a la presidencia, se precipitaba en el despeñadero de la incongruencia y la falta de sentido común.

La preferencia electoral de los cabeños por Leonel Cota que fue de 11.6 %, le daría su merecida pócima de realidad. Como colofón a esta manifestación rocambolesca de nostalgia por el poder, Leonel Cota, dos o tres días antes de la elección general estatal, llamó a sus simpatizantes –que ya eran muy pocos- a votar por el PRI.

Un ejemplo de apego al poder y de las peripecias a las que puede llegar un político que, hacía unos cuantos años había hecho temblar el rocoso sistema político estatal priista, cuya audacia y capacidad de convocatoria había derrotado sin remedio al partidazo borrándolo de la competencia electoral; el político sudcaliforniano que, sin duda, ha llegado más lejos en ámbito nacional -solo comparable a Agustín Olachea- protagonizaba uno de los descensos más agudos –y lastimosos- que carrera política alguna a pueda soportar.

Narciso Agúndez. Es sabido que Agúndez Montaño llegó al poder impulsado por Leonel Cota. Nadie sabe los factores que empujaron a LCM a apoyar a NAM, a falta de tales confesiones, algunos analistas piensan que la idea de Leonel Cota –conociendo su adicción al poder- era mantenerse, mediante una especie de hombre de paja, en el poder. Si esto fue así, es obvio que Narciso Agúndez desestimó el papel conferido y se aferró al poder como una lapa.
A pesar que los primeros años de gobierno, Leonel Cota se mantuvo ocupado en otras lides y fuera su atención de BCS, fue bastante respetuoso –al menos, en términos mediáticos- del gobierno de su sucesor, el último año de gobierno de NAM fue particularmente traumático, no solo por las andanadas de Leonel Cota y su frente, también porque las cosas empezaron a ir mal: sospechas y señalamientos de mal uso de los recursos; problemas para imponer a su candidato, dicho candidato con mala prensa y mal
a fama; municipios en la indigencia; complicaciones que no supo resolver y se enquistaron como la Universidad, el Tribunal, crímenes no resueltos con exceso de repercusión mediática, escándalos de colaboradores a los que apoyó hasta la ignominia; sospecha enriquecimiento bastante explicable; mala relación con la prensa, una serie de asuntos que terminaron por presentarlo a las nuevas elecciones como un gobierno descompuesto, con muy pocas posibilidades de repetir en el poder, como en efecto sucedió.

Más que un político con oficio, catalogado como un hombre con suerte, Agúndez Montaño, una vez que ha salido como pudo de la gubernatura, empieza a tentar a la fatalidad. Hace algunos días realizó una misteriosa aparición: rodeado de un estado mayor de tenebrosos personajes en un enigmático rancho del Valle, acompañado de gerifaltes obsequiosos del Partido Verde Ecologista, enfundado en una casaca de ese partido, emitió de forma secreta velada –casi subliminal- la disposición a proponerse para una próxima senaduría bajo la divisa del único partido que le faltaba transitar, el Verde.

Otra vez la nostalgia del poder, otra vez el apego morboso a regresar por sus glorias pasadas, única manera de explicar tal regreso. El ciudadano común no alcanza a comprender que es lo que pretende el ex gobernador y es la búsqueda de fuero la hipótesis más próxima a la intuición, motivos más nobles no parecen encuadrar en la personalidad de Agúndez. Más tardó en hacer el anuncio de su nuevo estatus político, que las instancias de justicia del nuevo gobierno en establecer una serie de acusaciones de malos manejos de Narciso en su
accidentada gobernanza.

Asuntos inmobiliarios, una conocida debilidad del ex gobernador. Bien acreditada fue su estratagema para, junto con una legión de ricachones de Los Cabos –que seguramente hoy hacen el fuchi a Agúndez- querían, mediante domicilios apócrifos, jambarse unos terrenos valiosos en una ejido aledaño a La Purísima. El Procurador hace el anuncio de una extraña denuncia -procede por el arquitecto José Refugio Carrillo Sánchez, en su carácter de Director del Patrimonio Inmobiliario y Regularización de la Tenencia de Tierra del Gobierno del Estado. La respuesta de Narciso ha sido un amparo federal que le da un amplio margen de maniobra. Para el común de los sudcalifornianos, la treta tiene más de ruido mediático, que una seria amenaza de castigar delitos administrativos. En eso están.

Marcos Covarrubias. Para Covarrubias no debe ser una situación cómoda tener al ex gobernador Agúndez respirándole en el occipucio; asomándose a los asuntos del estado; merodeando en los íntimos pasillos del poder sudca. Más aun cuando es muy probable que el propio Leonel Cota –un animal político- una vez lamidas las heridas, inicie un retorno reivindicador a las lides políticas sudcalifornianas. De esta manera, habría dos ex gobernadores sueltos, sin mayor recato, sin dirección ni partido, sin reglas escritas –menos, no escritas- sin la contención de una ética que modere las ambiciones de ambos.

Una situación inédita en la historia de los procesos políticos de BCS que requiere un tratamiento también, nuevo y original. Covarrubias tendrá que hacer acopio de todos sus recursos para neutralizar un posible descontrol o desestabilización de su gobierno. Urge al gobierno, acuerdos que pongan en su lugar a los ex gobernadores sin atentar contra sus libertades ciudadanas.
Epílogo. Las conductas de los ex gobernantes que el viejo régimen acuñó, estaban fundamentadas en el caudillismo postrevolucionario. Personajes ávidos de poder, de talante autoritario, que en el intento por permanecer el mayor tiempo posible en el candelero, se convertían en factores de obstrucción de las instituciones democráticas. Fueron las razones por las que Cárdenas envió al exilio a Plutarco Elías Calles, por ejemplo. Tales conductas, con el tiempo se afianzaron, demostraron su utilidad y se convirtieron en normas ineludibles del sistema PRI – gobierno.

En la transición democrática y alternancia del poder, se ha incubado una especie de caudillo en cada gobernador, fenómeno provocado por la falta de control político que antaño se daba desde la Presidencia de la República, así, en su intento por conseguir unidad política, adhesiones, lealtades, los presidentes han dado también mayores libertades y mayor poder a los gobernadores, no es raro entonces, que algunos gobernadores se transformen en pequeños caciques sexenales y que, este caciquismo promueva las conductas transexenales que estamos viendo en las figuras de Leonel Cota y Narciso Agúndez.

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