miércoles, 7 de marzo de 2012

CANDIDATOS Y EL EMPOBRECIMIENTO DE LA DEMOCRACIA SUDCALIFORNIANA

Reacia a la autocrítica, la clase política sudcaliforniana entra en un nuevo periodo electoral en el que los partidos designan, sin mucho debate, sin capacidad pare verse las entrañas, mediante los amarres del partido –en petit comité-, a las figuras que ya han pasado una y otra vez por el tamiz
del sufragio sin mayor rendición de cuentas; con más confianza en la amnesia del electorado que en sus antecedentes; con mas confianza en la generosidad del sistema electoral que en su capacidad para convencer electores. Demasiados senadores, demasiados diputados para un estado de poco más de medio millón de habitantes, una sobrerrepresentación que hace mucho se ha convertido en una lacra, que se mantiene a pesar de las protestas de la ciudadanía que aboga por la desaparición de la cámara de senadores y de los candidatos plurinominales.
Quizás mas que en otras ocasiones, el sistema de partidos anda por un lado, el elector por otro. Los partidos vuelven a poner en consideración cartuchos quemados y personajes que pueden apelar a un grupo, un gremio, un capillita para hacerse de unos pocos votos. Los partidos confían en un triunfo solo porque sus adversarios son peores. A punto de presentar sus candidaturas, no hay una sola declaración interesante, ningún planteamiento digno de tomarse en cuenta. Las campañas internas que culminaron con el registro de candidatos “de unidad” se hicieron muy internamente y los que hicieron giras, visitas, entrevistas no pasaron de las promesas del esfuerzo y de las frases grandilocuentes y patrióticas. Promesas generales –muy generales- de “mejorar la calidad de vida de la población” “impulsar el empleo remunerativo” “luchar por la educación” “impulsodel turismo”. Después de este periodo pálido y parco de precandidaturas y de la
insólita veda acordada con el IFE, esperemos que al menos den –los políticos- material para comentar.
Unos que no se manifiestan porque tienen mucha cola que les pisen; otros pasan tan desapercibidos por falta de brillantez y exceso de lugares comunes; otros que se vuelven a presentar sin hacer un necesario acto de contrición; otros, cargados con su tambache de cinismo se aprestan a esperar, de perdida una plurinominal que los mantenga en el candelero. Bastan unos ejemplos:
El PAN, Carlos Mendoza “El Picore”. Tan indefinido como su propio apodo aunque tiene un
curriculum impresionante. Estudios en el extranjero y una hoja de servicios que inicia en la alta burocracia mexicana para arribar al terruño como Delegado del IMSS en tiempos panistas. Como todo mundo sabe, hijo del primer gobernador constitucional del Estado Ángel César Mendoza, un hombre respetado y con larga trayectoria en el PRI, de los pocos políticos que ese partido puede presumir, mostrar y enorgullecerse, por eso –sobre todo por eso- extraña el camino panista de los primeros pasos políticos en el Estado de Carlos Mendoza. De la Delegación del IMSS, Carlos Mendoza renuncia al puesto para ser coordinador de campaña del actual gobernador. El triunfo de Covarrubias lo lleva a ocupar la Secretaría General de Gobierno, cargo que desempeña unos cuantos meses, al que renuncia debido a su aspiración al senado, hasta entonces, se afilia al PAN.
Muy lejos del carisma del padre, Mendoza parece más un tecnócrata asimilado a la filosofía –así le llaman- administrativa del panismo que se asienta en un liberalismo de clase y tiene su respaldo cultural en la literatura de superación personal, el endiosamiento del liderazgo y las trampas de la “calidad”, todo esto, muy lejos del nacionalismo revolucionario y del regionalismo a ultranza que practicó su padre.
Ya panista, emprende una campaña al interior del PAN, no exento de críticas de panistas tradicionales que reclaman a su partido la inclusión de Mendoza Davis en la fórmula senatorial. Difícil situación de los críticos panistas contra los recién conversos que se han aferrado a las
candidaturas en juego, pues los ecos de tales críticas llegan directamente al gobernador Covarrubias, de obvia reciente conversión al PAN.
Arturo de la Rosa. Por si fuera poco, el PAN ha tenido que soportar las ambiciones de De la Rosa para ocupar una candidatura a uno de los escaños del Congreso de la Unión. Al igual que Covarrubias, del PRD se pasó al PAN e inmediatamente, con el triunfo del grupo político que compitió con las siglas de este partido, ocupó la secretaría particular del gobernador.
Diputado local por el PRD por la XI legislatura, De la Rosa fue acusado por otros diputados de apropiarse de al menos seis millones de pesos. Poco se ha sabido del desarrollo y destino de la investigación. Como se puede ver, la acusación no representó ningún obstáculo para ocupar un cargo en el gobierno actual mucho menos para posicionarse como candidato a una de las
diputaciones en juego.
Es obvio que el activismo político de De la Rosa molesta a los panistas de larga data, a los doctrinarios, los cuales, igual que en el caso de Mendoza Davis, han tenido que doblegarse ante los recién conversos porque gracias a estos, se mantienen en el poder.

En el PRD las cosas no están mejor y van de nuevo con las caras conocidas, que nunca hicieron
una autocrítica de su pertenencia y connivencia con el gobierno de Narciso Agúndez, un acto necesario especialmente ahora que las lacras ha salido a relucir, con los casos de exfuncionarios de la administración perredista que han sido llamados a cuentas, el más reciente, Antonio Alcántar.
Víctor Manuel Castro Cosío. No termina aun su periodo al frente de una diputación federal por el
II distrito electoral cuando ya se ha apuntado para la candidatura al senado.
Es un perredista formado en los cuadros de la izquierda, en su juventud, militante furibundo contra el sistema. Ocupó la Secretaría de Educación Pública con el triunfo de Leonel Cota. Posteriormente fue Presidente Municipal de La Paz y luego, con el apoyo de Narciso Agúndez, diputado federal.
Se constituyó en el sexenio anterior en valedor de un gobierno sumamente cuestionado por latrocinios varios. A pesar de su fama de hombre íntegro, ha sido parte fundamental en la debacle del PRD en el estado, sin embargo, no ha emitido ni un ápice de autocrítica, mucho menos ha tenido la capacidad para deslindarse del pseudoizquierdismo que inundó a su partido.
Trascendieron sus constantes roces tanto con Leonel Cota como con Rosa Delia Cota, su sucesora en la Presidencia Municipal de La Paz, quien incluso llegó a pedir el voto en su contra cuando el Prof. Castro Cosío compitió por la diputación que hoy ostenta, en esa ocasión, la votación en el
municipio de La Paz fue tan exigua que su triunfo fue obra del perredismo cabeño. Llama la atención que, hoy con Rosa Delia Cota en la dirigencia del PRD, Castro Cosío pueda erigirse como candidato a senador.
El desastre electoral pasado del PRD dio por resultado que los restos del partido fueran recogidos por el grupo que ganó la presidencia municipal de Los Cabos, lo poco que salvaron del naufragio. Así las cosas, es ese grupo quien detenta el poder en un partido que tiene pocas posibilidades de
alzarse con el triunfo que no sea una posición plurinominal.
Extraña ver a Castro Cosío en esta politiquería que han montado Rosa Delia y los Agúndez de Los Cabos, que se han apoderado de un partido que poco tiene de izquierda. No se pueden descartar compromisos adquiridos en todos los años de brega política del Profesor para servir a los intereses de un PRD desgastado y corrompido al cabo de dos sexenios en el poder. Un perredismo cuyo poder de oposición, apenas le sirve, como una muralla de contención para evitar llamar a cuentas al exgobernandor Narciso Agúndez que permanece amparado.
Castro Cosío tendría mucho que explicar no solo a la sociedad a la que solicita su voto, sino al izquierdismo genuino, su posición respecto de los casos de corrupción de Jáuregui, Ibarra, Díaz, Porras y Alcántar, sus correligionarios y miembros del mismo gobierno al que apoyó. Asimismo sus opiniones acerca del gobierno de Narciso Agúndez y de los errores del partido, las causas que lo llevaron a su casi extinción. Y entonces sí, pedir el voto.
En el PRI ya se tenían las candidaturas de unidad con sus mezclas de priismo mas o menos
novedoso con dinosaurios del ava nzado jurásico. El novel Ricardo Barroso y el septuagenario Isaías G. Cuevas para la senaduría; Martínez Mora en el papel del nuevo PRI, acompañado de un recuerdo del viejo partidazo, Cota Osuna, para las diputaciones. La prueba del que el PRI no puede prescindir de la vieja guardia tan poderosa que, en contra de los intereses del partido, siguen apareciendo en las boletas electorales; la constatación de que los priistas ya maduros aun requieren de andaderas.
En eso estaban, en el festín de las "candidaturas de unidad" cuando apareció Jesús Flores que también aspiraba. Flores se había caracterizado por emprender una lucha casi heroica cuando el partido fue reducido a su mínima expresión con el Leonelazo del 99, cuando los priistas huían y se escondían, Jesús Flores era de los que se constituía, en Los Cabos, como una oposición al
leonelato. De ahí que sus aspiraciones se antojaban justas.
Cuando parecía que el gozo se dirigía al pozo, una estratagema –de esas para las que el PRI se pinta solo-, extraída de los amarillentos catálogos de chascos, trucos y embelecos, advirtieron que a Jesús Flores le faltaban unos requisitos fundamentales en su registro, los estatutos se aplicaron, Jesús Flores quedó fuera de la convocatoria y evitó así al PRI, tener que ir a una consulta. La fiesta siguió y Flores hizo gala de la capacidad de un priista para aplicar la fuerte presión dentaria sobre sus propias gónadas, es decir, lo que antiguamente se llamó, disciplina de partido. Se movió y no salió en la foto.
Al no competir con gente como Jesús Flores, el PRI se apunta a la elección con –como bien apunta el escritor Edmundo Lizardi: “acomodaticios surfers de la “ola” de Peña Nieto, su única tablita de salvación”.

Los partiditos. Ya cuando un partido de estos, llámese Convergencia –o Movimiento Ciudadano-
PT, Verde, el Partido de los Carballo o el de la Gordillo, se atreven a candidatear a Leonel Cota –que merece una editorial aparte- no hay mucho que decir de la clase política sudcaliforniana hoy en día tan mezclada y como llegaron, en esta etapa de transición, a parecerse tanto. No hay diferencias por eso es que cualquiera puede saltar a cualquier partido sin que se note.
Ante este panorama de candidatos insípidos, trastos usados y vejestorios del precámbrico, la sociedad votante no tiene mucho más de donde seleccionar, de tal manera que lo más seguro es que la abstención aparezca como la gran triunfadora y los candidatos sean elegido por un mínimo de ciudadanos modelos que mantienen la llama de la esperanza o de acarreados que venden su
voto al mejor postor, lo que empobrece mas aun la democracia sudcaliforniana.

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