domingo, 5 de abril de 2009

LA PAZ, LA TISICA

En las postrimerías del siglo XIX, la tuberculosis azotó en todo el mundo, “La peste blanca” le llamaron.

En el mundo habían muerto de tuberculosis Shubert , Mozart y Chopin. La Dama de las Camelias muere de tuberculosis, igualmente, en la novela latinoamericana mas famosa de la época, “María”, del colombiano Jorge Issac muere del mismo mal; en el gran mundillo de la ópera, Mimí, de “La Boheme” fallece por tuberculosis; Paganini apagó su música el micobacterium; la tuberculosis no respetó ni al genio poético de Adolfo Bécquer ni el de Miguel Hernández; ni siquiera al generalísimo Simón Bolívar, libertador de América; el espíritu inquieto de Edgar A Poe terminaría a fuerza de hemoptisis; Thomas Mann presentaría “La Montaña Mágica” y las cuitas de los tuberculosos en los sanatorios antifímicos de los Alpes.

Franz Kafka, en esos días escribía “Tos con sangre” y en su larga y profunda melancolía le ponía sello a los tiempos.

En La Paz de la postrevolución, la escasez, la carestía, la falta de apoyos del centro del país, la disminución brusca de la madreperla, la actividad prioritaria, factores que juntos produjeron un fenómeno de pobreza extrema y la tuberculosis invadió la capital del entonces partido sur de Baja California.

En este lado del mundo, en nuestro rincón finisterra, los criaderos de perlas de La Paz habían producido una gran industria en la que trabajaban mas de 150 obreros y de la que dependían familias y otras actividades paralelas. El magnate perlero Gastón Vives, activo miembro del porfiriato, había tenido que huir de la purga con el triunfo de los caudillos revolucionarios Ortega y Cornejo y los placeres perleros fueron saqueados, destruídos y olvidados. La pobreza se expandió y el micobacterium tuberculoso se fijó en los cuerpos de los paceños que mal alimentados y desempleados, eran pasto fácil de la enfermedad.

La Paz cambió su nombre por “La Tísica”.

Robert Koch había descubierto , aislado y demostrado el causante de la tuberculosis a finales del siglo XIX, sin embargo pasó mas de medio siglo para que se encontrara un antibiótico capaz de atacar el bacilo. Fue hasta 1940 que se empezó a utilizar la estreptomicina y otros medicamentos eficaces. Los tratamientos antituberculosos eran hospitalarios, había nacido la radiología con la que se monitoreaban tales tratamientos, pero sobre todo, la tuberculosis, se sabía, no solo requería del contacto con el microbio para enfermar, la desnutrición era el otro componente esencial que prolongaba la enfermedad.

Para los años treinta y pese a los esfuerzos de Gastón Vives, Ruffo y otros empresarios, el negocio de las perlas no volvió a fructificar; por alguna misteriosa razón, las perlas desaparecieron y los cultivos no dieron ni la cantidad ni la calidad de antes. La Paz había encontrado otra vocación ya bien entrado el siglo XX. Los recursos del centro del país fluyeron gracias a las exigencias de grupos civiles que pedían no solo el cese del olvido, sino también la facultad de nombrar sus propios gobernantes y no ser refugio, destierro o castigo de viejos generales revolucionarios. El sur de la península había crecido y desarrollado como una provincia ajena al centro del país; extraña para quienes tomaban las decisiones de la república. En este nuevo orden que se gestaba, los sudcas mediante el Frente de Unificación Sudcaliforniana exigían su inclusión en los planes y el presupuesto; sus derechos y obligaciones como mexicanos.


Con un país un poco mas pacificado, con el gobierno progresista como el de Francisco J Mújica, el ya territorio de Baja California Sur iniciaba una nueva época. La institucionalidad sentó sus reales y las organizaciones civiles irrumpieron en el concierto público. Se abrieron cultivos de frutas y verduras en Los Planes, se aprovechó mejor la infraestructura de los oasis, se abrieron brechas para comunicar mejor a los sudcas, la pesca tomó un nuevo impulso y se establecieron tratamientos antituberculosos en el viejo hospital Salvatierra –la hoy Casa de la Cultura- .

Con la idea que retrataría magistralmente Thomas Mann en “La Montaña Mágica”, que los tuberculosos sanaban o al menos mejoraban cuando se internaban en los sanatorios montañosos, se inició en la zona de Santiago, en las faldas de la Sierra de la Laguna, la construcción de un hospital para tuberculosos. Dicho hospital nunca se terminó, hoy se pueden ver las ruinas, montículos de piedra, arcos y umbrales invadidos por la maleza. Era cierto, los tuberculosos mejoraban con el aire de las montañas, no se sabía exactamente la causa. A la luz de los conocimientos actuales, sabemos que el micobacterium, es ávido por el oxígeno, por esa razón su hábitat preferente son los pulmones, al disminuir la presión de oxígeno por encima del nivel del mar, el bacilo que descubriera Robert Koch, disminuye su velocidad de crecimiento con la consecuente mejoría de los pacientes.

Al final de los años cuarentas, el gran escritor, poeta y periodista Fernando Jordán coloca a la Baja California en la prensa nacional y escribe una serie de 22 valiosos artículos acerca de la península de Baja California que tituló “Tierra Incógnta”, los artículos de Jordán después aparecerían en un libro fundamental: “El Otro México” –Biografía de Baja California- que vio su luz primera en 1951. Su primer capítulo inicia así: “Hay libros desconcertados y desconcertantes. Este no es lo uno ni pretende ser lo otro. Pero puedo asegurar, sin pudor alguno, que el Otro México se originó en el desconcierto.
En el desconcierto y … en el amor. Ni más ni menos”

Jordán hace viajes en jeep y en un velero, recorre toda la Baja California entre y va relatando, en “El Otro México”, las características geográficas, costumbres e historia de los pueblos que visita. Cuando llega a La Paz, el capítulo se llama “En el que un nombre explica la ciudad”. Después de hacer un amplio elogio a la belleza de la bahía, a la jovialidad y frescura de su gente, a la paz que se respira y al imponente calor de su verano, al final dice “A pesar de los años de auge de las perlas y de la orchilla (cuya explotación resultó incosteable al descubrirse en Alemania las anilina sintéticas) La Paz sufrió hambre siempre y su población vivió generaciones de tuberculosos. Un poeta cruel la llamó “La Tísica”, y en verdad, considerándola como un ser vivo, la ciudad con sus pulmones corroídos, traía a las mentes la imagen de otra dama de las camelias, bella, tierna y enferma.”

Sin embargo, en el último párrafo repone: “Actualmente, la ciudad parece restablecerse de su prolongada enfermedad. Ha encontrado granero en los valles del sur. Ha hecho brotar el agua de las mas profundas venas de las montañas y de las capas del subsuelo. Desde hace un par de años el trigo se aclimata en la llanura, se produce tomate de excelente calidad que en gran parte se exporta, por avión a los Estados Unidos, y La Paz, en el verano y en el invierno, come fruta y legumbres, y bebe leche. Parece que el hambre ha terminado y que La Paz deja de ser “La Tísica”.
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Fue el ahora Benemérito Hospital Juan María de Salvatierra, situado en la calle Bravo 1010 el primer tuberculario que se estableció en Baja California Sur donde el Dr. Francisco Cardoza, C. Dr. Holguin, Dr. Carlos Zaragoza, Dr. Von Borstel y otros eminentes médicos casi se especializaron en tuberculosis, pusieron en práctica los adelantos de la época, realizaron el catastro torácico para detección temprana de la enfermedad, atendieron a los tuberculosos, realizaron el aislamiento del bicho, y dieron los tratamientos de la época que fueron mejorando con los años hasta que los tratamientos de tuberculosis gracias al mejoramiento de las drogas y al monitoreo, se pudieron hacer de manera ambulatoria y domiciliaria.

Algunos veteranos médicos del Hospital Salvatierra recuerdan divertidos anécdotas de su infancia respecto del antiguo tuberculario y el miedo al contagio de los paceños: se evitaba pasar, a toda costa frente ese hospital. Si por alguna razón no había más remedio que pasar por la calle Bravo, una o dos cuadras antes, se hacía una larga y profunda inspiración forzada, se tapaban boca y naríz y pies en polvorosa, en presurosa carrera, se cruzaba Lic. Verdad, el frente del hospital –por la acera contraria- se continuaba por Josefa O de Domínguez y se volvía a respirar hasta la calle Gómez Farías… si se podía. El oráculo popular aconsejaba no respirar al menos por cuatro cuadras, a riesgo de contraer la enfermedad.

El Hospital Salvatierra así, pasó a ser un hospital general y Jordán concluía: “Al paso que fortalece sus pulmones y su estómago, la ciudad se embellece el rostro. El paseo del malecón ya no es el polvoso paseo de antaño y hoy bordea el mar una avenida de hormigón que parte del Palmar de Abaroa y que pronto llegará, convertida en carretera, hasta el balneario de El Coromuel. Los “papalotes (aeromotores), típicos que fueran de La Paz y que servían para bombear el agua de los pozos, van desapareciendo para la introducción del agua potable. Nuevas construcciones se levantan a paso rápido donde antes se acumulaban basuras o se abrían lotes baldíos, y el pueblo, despertando de su sueño secular, va abriendo los ojos para mirar el futuro.”

Era La Paz de 1950 que había sobrevivido a la epidemia de tuberculosis mundial, a la pobreza, el desempleo, al hambre; a las revueltas de 1910 que produjeron caos político mientras el bacilo de Koch se ensañaba con los más amolados; al abandono que cedía poco a poco y cuyos anhelos de autogobierno se cumplirían 20 años después. Era La Paz que se adaptaba a los nuevos tiempos y emprendía la siguiente mitad del siglo con el vigor y el orgullo que hoy conocemos.

4 comentarios:

Jorge Arce (@arcejorge61) dijo...

Magnífica la manera como nos muestras la historia sudca, esa que poco o nada conocemos.

Felicidades!

Mimí dijo...

Ya me veo 4 cuadras sin respirar.

Saludos

Grisel Amador dijo...

ME PARECE MAS COMO QUE HIZO FALTA EL RESUMEN DEL ESTADO ACTUAL DE LA ENFERMEDAD EN LA LOCALIDA'

Grisel Amador dijo...

AAH PERO MUY BUENOS DATOS :D