Introducción. El sistema Pri-gobierno sudcaliforniano sufrió primero una derrota, que luego sufriría, a principios de siglo, en el plano nacional. El derrumbe fue total. La militancia más sobresaliente se vio envuelta en acusaciones por el nuevo gobierno, cárcel y escarnio soportaron sus principales dirigentes, otros, sin poder vivir fuera del presupuesto, optaron por ingresar a las filas de los recién conversos al neoperredismo de Leonel Cota y se incorporaron al gobierno; otros, salieron del estado en busca de mejores aires; algunos –se dice- pactaron con el nuevo gobierno, se conformaban con no ser perseguidos y muchos se agazaparon, se mimetizaron en extrañas formas. Pocos, muy pocos sacaron pecho y comprendieron que eran tiempos de oposición, una situación inédita para el partido que lo ganaba todo en BCS.
El primer sexenio perredista fue aciago para el antiguo partido de estado. Sin el jefe nato, sin posiciones relevantes, sin escaños en el congreso, sin dinero, sin los jilgueros habituales, incluso, sin sede; un PRI itinerante, escasamente concurrido era sostenido por algunos valedores con más canguelo que ideas de cómo volver colocar el viejo partidazo en los primeros planos de la política local. La vieja generación de priistas, los llamados dinosaurios parecían extinguidos; la generación intermedia, la de Manríquez Guluarte, la que acababa de perder las elecciones estaba deprimida, abatida y, sin la emergencia de una nueva generación de priistas. Un partido hecho para gobernar, acostumbrado a triunfar, no tenía capacidad para convertirse en oposición. Sin embargo, el triunfo del PRI en varios estados; el surgimiento de un candidato popular a la presidencia; los errores de la administración de Narciso Agúndez, sus divisiones internas; la porfía de Estela Ponce, de Jesús Flores, de Martínez Mora, de Ángel Salvador y otros, dieron un nuevo impulso para recobrar el lustre perdido. Los pequeños triunfos, la pérdida acelerada de credibilidad del gobierno perredista, hicieron un hueco al PRI que se levantó entre los muertos y pronto, en la segunda mitad del gobierno de Agúndez, el PRI y sus posibles candidatos aparecían en las encuestas en plan de pelea.
Factores como la escasa convocatoria del PAN, las diferencias internas del partido en el gobierno, animaban a los cuadros jóvenes del PRI, reaparecían las generaciones intermedias y hasta los dinosaurios daban la cara en espera de las vacas gordas. En la elección estatal tuvieron la posibilidad de medir sus verdaderas fuerzas: nominaron candidatos de las generaciones intermedias, escondieron a los dinosaurios y se sorprendieron de la aceptación que tuvieron con sus candidatos jóvenes, los emergentes. El viejo partido de estado, el antiguo brazo político del sistema autoritario que gobernó la vida política de BCS y el país, que parecía desgastado, era requerido por parte del electorado que descreyó del gobierno perredista, por quienes creen que mas vale malo por conocido… o por quienes evocan un mejor tiempo pasado; un fenómeno psicológico que ya ha sucedido en otras transiciones, donde la añoranza produce seguridad. Por las razones que sea, el PRI sudcaliforniano está exultante y se apresta a dar la palea con modificaciones forzosas en su manera de contender.
La alegoría. Si se lo hubiera propuesto la dirigencia estatal del PRI no podrían haber encontrado mejor metáfora que explicara -mediante las figuras de Ricardo Barroso e Isaías González sus dos candidatos a dos de las senadurías en juego las próximas elecciones generales- una simbología que no parece ser planeada. Dos personajes, dos sujetos, dos formas de hacer política de dos individuos tan disímbolos pero que reflejan, como espejo, el momento que vive el PRI como partido y como engranaje de una antigua maquinaria que quiere parecer nueva, sin abandonar el dorado pasado que alguna vez gozó a sus anchas. Uno, un viejo dirigente sindical, con más de cincuenta años de reelección en reelección en una central obrera ligada
históricamente al PRI, el otro, Barroso, un joven miembro de la nueva clase política, procedente de la estirpe patricia de priistas sudcalifornianos.
Ricardo Barroso. Sin experiencia política, casi sin militancia. Sin mas carta de presentación que el parentesco con el gobernador de la transición de territorio a estado, Félix Agramont. Ricardo Barroso fue toda una revelación para el PRI primero, después, para el mundillo político sudcaliforniano. Debuta como candidato a gobernador en una elección donde el PRI no tenía ninguna oportunidad. Quedó en segundo lugar, no tan atrás del triunfador Covarrubias y muy adelante del candidato del PRD, Luis A. Díaz.
El PRI había cambiado su estrategia cuando se pensaba que fuera Estela Ponce la abanderada, sin embargo, Ponce aceptó ir por una posición mucho más asequible que era la alcaldía de La Paz, que finalmente ganó. Así, el PRI, sin distanciarse de los dinosaurios, mantiene dos figuras destacadas por lo que hoy, alejada de las contiendas, Ponce ocupada en la alcaldía paceña, es Barroso quien lanza el PRI a la senaduría, con muchas posibilidades si el joven político es capaz de repetir la hazaña. Así, en cuanto se decidió la gubernatura, Estela Ponce tomó posesión como alcalde, Barroso, se estableció como Delegado del CEN del PRI, pero el PRI permanece en manos de la vieja escuela priista con Agapito Duarte en la dirigencia estatal.
Isaías González Cuevas. Con orígenes en la CROC sudcaliforniana, González Cuevas fue afirmando su liderato mediante consecutivas reelecciones –como se estila en el sector obrero- en una central sindical con mayor fuerza en el sur del Estado. La CROC ha llegado a liderar la mayoría de los sindicatos de hoteles, restaurantes y establecimientos afines del sector turístico.
En 1997 formó parte de la VVII legislatura como diputado de representación proporcional, cargo en que permaneció hasta el año 2000. Ya en el DF, su amistad con el entonces poderoso Secretario general de la CROC, Alberto Juárez Blancas, lo lleva a ocupar puestos de importancia en la central obrera. A la enfermedad y muerte de este, Isaías González salta a la dirigencia nacional para el periodo de 2004 hasta al 2010, posteriormente sería reelecto hasta el 2016. Diputado federal de nuevo en la actual legislatura en la que se ha convertido en diputado con licencia para disputar el senado en las próximas elecciones.
Isaías G. Cuevas, ha permanecido fuera del estado a causa de sus actividades en la CROC desde hace cerca de 15 años. No le tocó atestiguar la caída estrepitosa del PRI en el 2000 y tampoco ha sido factor en el resurgimiento del partidazo. Sin embargo, es quizás el único priista que tiene un inmenso capital político y económico y, el único que puede mostrar músculo con el apoyo de la central obrera.
Diferencias y similitudes. Ricardo Barroso e Isaías González Cuevas representan a un PRI con dos diferentes caras; representan a dos PRIs: uno que no acaba de irse y otro que no acaba por nacer ni desarrollarse.
El PRI de Barroso Agramont proviene de las capas ilustres de familias priístas: nieto de Félix Agramont, primer gobernador nativo y con arraigo, aunque impuesto desde la presidencia por Luis Echeverría, sirvió de puente para una transición de territorio a estado, del cual fue el primer gobernador democráticamente electo, Ángel César Mendoza A, paradójicamente, padre de uno de los rivales a la senaduría, Carlos Mendoza Davis. El PRI de Isaías G. Cuevas es del que empieza desde abajo, de pinche de cocina. De muy joven ingresa al gremio obrero y ahí se desarrolla –desde abajo- en una carrera sindical de más de 50 años.
Ricardo Barroso que nunca ha sabido lo que es el trabajo físico duro –hay quien lo acusa de perezoso- ni ha pertenecido a un sindicato, mucho menos ha hecho el trabajo sucio, el de las cañerías, ha tenido una vida académica en el área de las ciencias sociales, ha tenido las oportunidades de ilustrase y de acceder a la alta cultura, a la reflexión intelectual, mientras Isaías solo ha llegado a secundaria y muy lejos está de la vida intelectual. La práctica, la escuela de la vida ha sido su universidad.
Barroso Agramont tiene virtudes externas, notables, evaluables a primera vista: joven, apuesto, alto y bien nutrido. En casa nunca faltó alimento y recibió –de sus padres- genes de los que se pueden recibir en las clases altas. Isaías es un viejo, su aspecto senil es el de los viejos líderes obreros que tantos éxitos depararon al viejo sistema autoritario. Su aspecto recuerda a Fidel Velázquez, a la Güera Rodríguez Alcaine, a su antecesor, Juárez Blancas. Recibió los genes que le tocaron, los que al destino determinó para las clases bajas.
Uno, Barroso, producto de ese México que construyeron los Isaías; el otro, producto del México bronco y de setenta años de construcción con sus defectos y aciertos de un sistema autoritario que trata de adaptarse a nuevo entorno mediante los Barrosos pero que no puede prescindir de los Isaías. Porque los Barrosos del PRI tienen presencia de candidatos, aunque los Isaías tienen músculo y son capaces de dirigir contingentes y llenar una plaza pública cuando se le antoje. Los Barrosos pueden mostrar una cara de modernidad, de nuevos rumbos con una buena dosis de ingenuidad política. Los Isaías son los viejos rumbos, los caminados y probados del PRI; siempre saben para donde corre el agua, la corriente de los vientos… “la línea” que es más importante. Los Barrosos creen conocer desde las aulas una teoría del Estado democrático. Los Isaías saben como es el Estado, han sido parte del Estado, han vivido en las tripas del monstruo.
Ricardo Barroso recuerda a Peña Nieto; Isaías González recuerda a Fidel Velázquez. Barroso está por demostrar que puede con el paquete; Isaías nada tiene que demostrar, aun tiene dirigencia de la CROC hasta el 2016.
Conclusión. Dos caras de las que no puede prescindir el PRI para dar las nuevas batallas que se avecinan: la cara amable de los jóvenes guapos e ilustrados, apoyados por los viejos vicios corporativistas de trabajadores acarreados por las promesas, las demagogias y la explotación de las necesidades. El PRI tiene en los Barrosos esos frascos vacíos de contenidos porque no han tenido carrera propia, la única manera de llenarlos, es con los antiguos contenidos, los perfumes ya probados en los viejos líderes obreros, los que han sabido como mantenerse, contra viento y marea en posiciones de privilegio. Hay que llenar los barrosos de Isaías. Isaías está ahí para recordarle a Barroso, que el arrastre, ese supuesto carisma que le ha valido la aspiración al senado, no es nada si no se tienen los apoyos de una corporación. Nada carismáticos eran Juárez Blancas ni La Quina y pudieron erigir un imperio que llegaron designar hasta el propio presidente de la república, al omnipotente presidente imperial de aquellos tiempos; que si Barrosos llena la plaza pública con anuncios, entrevistas en los medios –promoción- invitaciones, el estudio de la estrategia y líderes de colonia con sus enganches; los Isaías solo tienen que levantar el teléfono y mañana a primera hora la plaza estará a tope con mantas, matracas y mariachis.
El PRI está de vuelta, también en BCS. Es el mismo PRI de siempre, sus retoques de modernidad, no pueden prescindir del jurásico.
El primer sexenio perredista fue aciago para el antiguo partido de estado. Sin el jefe nato, sin posiciones relevantes, sin escaños en el congreso, sin dinero, sin los jilgueros habituales, incluso, sin sede; un PRI itinerante, escasamente concurrido era sostenido por algunos valedores con más canguelo que ideas de cómo volver colocar el viejo partidazo en los primeros planos de la política local. La vieja generación de priistas, los llamados dinosaurios parecían extinguidos; la generación intermedia, la de Manríquez Guluarte, la que acababa de perder las elecciones estaba deprimida, abatida y, sin la emergencia de una nueva generación de priistas. Un partido hecho para gobernar, acostumbrado a triunfar, no tenía capacidad para convertirse en oposición. Sin embargo, el triunfo del PRI en varios estados; el surgimiento de un candidato popular a la presidencia; los errores de la administración de Narciso Agúndez, sus divisiones internas; la porfía de Estela Ponce, de Jesús Flores, de Martínez Mora, de Ángel Salvador y otros, dieron un nuevo impulso para recobrar el lustre perdido. Los pequeños triunfos, la pérdida acelerada de credibilidad del gobierno perredista, hicieron un hueco al PRI que se levantó entre los muertos y pronto, en la segunda mitad del gobierno de Agúndez, el PRI y sus posibles candidatos aparecían en las encuestas en plan de pelea.
Factores como la escasa convocatoria del PAN, las diferencias internas del partido en el gobierno, animaban a los cuadros jóvenes del PRI, reaparecían las generaciones intermedias y hasta los dinosaurios daban la cara en espera de las vacas gordas. En la elección estatal tuvieron la posibilidad de medir sus verdaderas fuerzas: nominaron candidatos de las generaciones intermedias, escondieron a los dinosaurios y se sorprendieron de la aceptación que tuvieron con sus candidatos jóvenes, los emergentes. El viejo partido de estado, el antiguo brazo político del sistema autoritario que gobernó la vida política de BCS y el país, que parecía desgastado, era requerido por parte del electorado que descreyó del gobierno perredista, por quienes creen que mas vale malo por conocido… o por quienes evocan un mejor tiempo pasado; un fenómeno psicológico que ya ha sucedido en otras transiciones, donde la añoranza produce seguridad. Por las razones que sea, el PRI sudcaliforniano está exultante y se apresta a dar la palea con modificaciones forzosas en su manera de contender.
La alegoría. Si se lo hubiera propuesto la dirigencia estatal del PRI no podrían haber encontrado mejor metáfora que explicara -mediante las figuras de Ricardo Barroso e Isaías González sus dos candidatos a dos de las senadurías en juego las próximas elecciones generales- una simbología que no parece ser planeada. Dos personajes, dos sujetos, dos formas de hacer política de dos individuos tan disímbolos pero que reflejan, como espejo, el momento que vive el PRI como partido y como engranaje de una antigua maquinaria que quiere parecer nueva, sin abandonar el dorado pasado que alguna vez gozó a sus anchas. Uno, un viejo dirigente sindical, con más de cincuenta años de reelección en reelección en una central obrera ligada
históricamente al PRI, el otro, Barroso, un joven miembro de la nueva clase política, procedente de la estirpe patricia de priistas sudcalifornianos.
Ricardo Barroso. Sin experiencia política, casi sin militancia. Sin mas carta de presentación que el parentesco con el gobernador de la transición de territorio a estado, Félix Agramont. Ricardo Barroso fue toda una revelación para el PRI primero, después, para el mundillo político sudcaliforniano. Debuta como candidato a gobernador en una elección donde el PRI no tenía ninguna oportunidad. Quedó en segundo lugar, no tan atrás del triunfador Covarrubias y muy adelante del candidato del PRD, Luis A. Díaz.
El PRI había cambiado su estrategia cuando se pensaba que fuera Estela Ponce la abanderada, sin embargo, Ponce aceptó ir por una posición mucho más asequible que era la alcaldía de La Paz, que finalmente ganó. Así, el PRI, sin distanciarse de los dinosaurios, mantiene dos figuras destacadas por lo que hoy, alejada de las contiendas, Ponce ocupada en la alcaldía paceña, es Barroso quien lanza el PRI a la senaduría, con muchas posibilidades si el joven político es capaz de repetir la hazaña. Así, en cuanto se decidió la gubernatura, Estela Ponce tomó posesión como alcalde, Barroso, se estableció como Delegado del CEN del PRI, pero el PRI permanece en manos de la vieja escuela priista con Agapito Duarte en la dirigencia estatal.
Isaías González Cuevas. Con orígenes en la CROC sudcaliforniana, González Cuevas fue afirmando su liderato mediante consecutivas reelecciones –como se estila en el sector obrero- en una central sindical con mayor fuerza en el sur del Estado. La CROC ha llegado a liderar la mayoría de los sindicatos de hoteles, restaurantes y establecimientos afines del sector turístico.
En 1997 formó parte de la VVII legislatura como diputado de representación proporcional, cargo en que permaneció hasta el año 2000. Ya en el DF, su amistad con el entonces poderoso Secretario general de la CROC, Alberto Juárez Blancas, lo lleva a ocupar puestos de importancia en la central obrera. A la enfermedad y muerte de este, Isaías González salta a la dirigencia nacional para el periodo de 2004 hasta al 2010, posteriormente sería reelecto hasta el 2016. Diputado federal de nuevo en la actual legislatura en la que se ha convertido en diputado con licencia para disputar el senado en las próximas elecciones.
Isaías G. Cuevas, ha permanecido fuera del estado a causa de sus actividades en la CROC desde hace cerca de 15 años. No le tocó atestiguar la caída estrepitosa del PRI en el 2000 y tampoco ha sido factor en el resurgimiento del partidazo. Sin embargo, es quizás el único priista que tiene un inmenso capital político y económico y, el único que puede mostrar músculo con el apoyo de la central obrera.
Diferencias y similitudes. Ricardo Barroso e Isaías González Cuevas representan a un PRI con dos diferentes caras; representan a dos PRIs: uno que no acaba de irse y otro que no acaba por nacer ni desarrollarse.
El PRI de Barroso Agramont proviene de las capas ilustres de familias priístas: nieto de Félix Agramont, primer gobernador nativo y con arraigo, aunque impuesto desde la presidencia por Luis Echeverría, sirvió de puente para una transición de territorio a estado, del cual fue el primer gobernador democráticamente electo, Ángel César Mendoza A, paradójicamente, padre de uno de los rivales a la senaduría, Carlos Mendoza Davis. El PRI de Isaías G. Cuevas es del que empieza desde abajo, de pinche de cocina. De muy joven ingresa al gremio obrero y ahí se desarrolla –desde abajo- en una carrera sindical de más de 50 años.
Ricardo Barroso que nunca ha sabido lo que es el trabajo físico duro –hay quien lo acusa de perezoso- ni ha pertenecido a un sindicato, mucho menos ha hecho el trabajo sucio, el de las cañerías, ha tenido una vida académica en el área de las ciencias sociales, ha tenido las oportunidades de ilustrase y de acceder a la alta cultura, a la reflexión intelectual, mientras Isaías solo ha llegado a secundaria y muy lejos está de la vida intelectual. La práctica, la escuela de la vida ha sido su universidad.
Barroso Agramont tiene virtudes externas, notables, evaluables a primera vista: joven, apuesto, alto y bien nutrido. En casa nunca faltó alimento y recibió –de sus padres- genes de los que se pueden recibir en las clases altas. Isaías es un viejo, su aspecto senil es el de los viejos líderes obreros que tantos éxitos depararon al viejo sistema autoritario. Su aspecto recuerda a Fidel Velázquez, a la Güera Rodríguez Alcaine, a su antecesor, Juárez Blancas. Recibió los genes que le tocaron, los que al destino determinó para las clases bajas.
Uno, Barroso, producto de ese México que construyeron los Isaías; el otro, producto del México bronco y de setenta años de construcción con sus defectos y aciertos de un sistema autoritario que trata de adaptarse a nuevo entorno mediante los Barrosos pero que no puede prescindir de los Isaías. Porque los Barrosos del PRI tienen presencia de candidatos, aunque los Isaías tienen músculo y son capaces de dirigir contingentes y llenar una plaza pública cuando se le antoje. Los Barrosos pueden mostrar una cara de modernidad, de nuevos rumbos con una buena dosis de ingenuidad política. Los Isaías son los viejos rumbos, los caminados y probados del PRI; siempre saben para donde corre el agua, la corriente de los vientos… “la línea” que es más importante. Los Barrosos creen conocer desde las aulas una teoría del Estado democrático. Los Isaías saben como es el Estado, han sido parte del Estado, han vivido en las tripas del monstruo.
Ricardo Barroso recuerda a Peña Nieto; Isaías González recuerda a Fidel Velázquez. Barroso está por demostrar que puede con el paquete; Isaías nada tiene que demostrar, aun tiene dirigencia de la CROC hasta el 2016.
Conclusión. Dos caras de las que no puede prescindir el PRI para dar las nuevas batallas que se avecinan: la cara amable de los jóvenes guapos e ilustrados, apoyados por los viejos vicios corporativistas de trabajadores acarreados por las promesas, las demagogias y la explotación de las necesidades. El PRI tiene en los Barrosos esos frascos vacíos de contenidos porque no han tenido carrera propia, la única manera de llenarlos, es con los antiguos contenidos, los perfumes ya probados en los viejos líderes obreros, los que han sabido como mantenerse, contra viento y marea en posiciones de privilegio. Hay que llenar los barrosos de Isaías. Isaías está ahí para recordarle a Barroso, que el arrastre, ese supuesto carisma que le ha valido la aspiración al senado, no es nada si no se tienen los apoyos de una corporación. Nada carismáticos eran Juárez Blancas ni La Quina y pudieron erigir un imperio que llegaron designar hasta el propio presidente de la república, al omnipotente presidente imperial de aquellos tiempos; que si Barrosos llena la plaza pública con anuncios, entrevistas en los medios –promoción- invitaciones, el estudio de la estrategia y líderes de colonia con sus enganches; los Isaías solo tienen que levantar el teléfono y mañana a primera hora la plaza estará a tope con mantas, matracas y mariachis.
El PRI está de vuelta, también en BCS. Es el mismo PRI de siempre, sus retoques de modernidad, no pueden prescindir del jurásico.
1 comentario:
Muy buen análisis, desde luego que se trata de explotar el gran posicionamiento adquirido por Ricardo Barroso Agramont, sigue vigente(así lo señalan las encuestas); imagínate que hasta al hombre de más confianza de Manuel López Obrador, aquel al que designo presidente del PRD nacional para que lo acompañara en la contienda por la presidencia de la república en el 2006, es su ferviente seguidor, seguramente no tarda en pronunciarse nuevamente apoyándolo, por la cautivación que le provoca.
Adicionalmente, ante el descrédito del PRD en el estado, bastante merecido por cierto por la gran corrupción demostrada en el ejercicio del poder durante dos periodos, hasta nadando de muertito ganara.
Por otro lado, sin demeritar el artículo, en el párrafo 8 renglón uno hay un error de tecla dice VVII debe decir LVII
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