jueves, 13 de junio de 2013

EL VERDULERO RUIDOSO, EL MÉDICO Y EL AYUNTAMIENTO PACEÑO (Segunda parte)



Nos quedamos en que vecinos del verdulero ruidoso que se encuentra en las calles de Cabildo y 5 de mayo no soportan tanto ruido pero que le temen al veleidoso comerciante. El doctor –uno de los afectados- transfigurado en héroe por aclamación popular, es aupado por las víctimas del verdulero para que con su “influencia” acuda al ayuntamiento paceño y ponga en juego sus contactos, su don de palabra, su representación social, con el fin de frenar el contaminante ruido que sale de las enormes bocinas del escandaloso banquetero.


El doctor, todo un ciudadano, que solo va armado por la razón que se encuentra contenida en el Bando de Policía y Buen Gobierno (BP y BG). Así, acude a la sede del ayuntamiento paceño, llega a la explanada y se dispone a buscar un módulo de información. Apenas otea el horizonte cuando se encuentra con el Sergio Bautista –que mejor información- piensa el facultativo. El Sergio bautista es casi un cronista de la ciudad, conoce todo lo que hay que conocer de La Paz; de ágil y amena conversación, memorioso como pocos, de inmediato se introducen en el tema, el doctor le expone su pesar, Bautista ni siquiera le deja concluir su alocución –No hay nada que hacer- dice con pesadumbre. Baja los ojos y cuenta una y otra anécdota acerca de casos similares al del doctor. Cuenta que después de peregrinar de oficina en oficina, parece que no hay quien responda por las disposiciones del BP y BG.


El pesimismo de Bautista no habría de arredrar la fe que el médico tiene en las instituciones. En camino al edificio edilicio encuentra a una conocida que trabaja en el corazón del ayuntamiento. Repite la historia del verdulero ruidoso que no le deja trabajar en paz, en vez de ayudar a buscar donde resolver el asunto, la empleada del ayuntamiento lo recibe con la noticia de que el cabildo está a punto de aprobar una ley en la que se podrán permitir 70 decibeles de ruido público. –No puede ser- exclama el facultativo y ambos, casi al unísono se preguntan –¿sabrán los responsables cuanto de ruido son 70 decibeles?. Por lo visto, no.


Mas pesares, más dificultades encuentra en el recorrido. Por artes del destino se encuentra a un alto funcionario del ayuntamiento al que después de saludar de manera respetuosa, aprovecha el facultativo para explicarle sus desdichas con el escandaloso verdulero. Presto el funcionario, le indica que acuda a la oficina de Puestos Fijos y Semifijos -en aquella puerta- apunta con diligencia. Se apersona en la mencionada oficina y una vez que se desocupa la empleada del mostrador, vuelve a contar la misma historia. Cuando termina su disertación, la empleada que se distraía mientras el médico explicaba sus pesadumbres, concluye que no es en esa oficina donde se arreglan los asuntos de los ruidosos verduleros. –es en Espectáculos- y agrega –en la puerta de enseguida-


Prosigue su caminata hasta la oficina de Espectáculos. Hay mucho tráfico en la oficina de Espectáculos. Espera hasta que una empleada queda libre para volver a contar su asunto. –me envían de Puestos Fijos y Semifijos, apenas va a la mitad cuando saca una libreta y empieza a preguntar datos. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Como? Todo se le responde. –muy bien- dice en forma de despedida, se da la vuelta y deja al quejumbroso parado y en ascuas. –señorita- dice tímidamente que va a pasar con mi asunto?- La señorita regresa y trata de explicar algo mas o menos así: -vamos a llamar al inspector de la zona para que revise la situación, una vez que esto suceda, el inspector traerá un informe detallado que servirá para tomar una determinación respecto del asunto que usted acaba de explicar. – ¿Cuánto tarda el procedimiento? -pregunta descorazonado el facultativo. –depende- es la respuesta y como intuyendo la siguiente y obligada cuestión, añade –depende de que el inspector ande por la zona-.


Poco satisfecho con sus gestiones, el médico acude con un amigo que trabaja en el Ayuntamiento. Su amigo habla con un director de algo –a ver si te ayuda- dice. En efecto, a la media hora el médico recibe una llamada, es la secretaria del director –dice el director que elabore una queja por escrito- y le explica los detalles, los elementos que debe llevar la denuncia -deme su correo electrónico para enviarle un formato- Hasta la fecha el médico está esperando el formato que la secretaria del director le habría de enviar.


El verdulero y su ruido siguen tan campantes. El médico ha utilizado las redes sociales, ha recibido decenas de respuestas y todas son deprimentes –No hay nada que hacer- parece ser la objeción general. De lo poco que se puede hacer es: no darles el voto para sus próximas aventuras políticas y escribir dos artículos pesimistas en Octavo Día.


EL VERDULERO RUIDOSO, EL MEDICO Y EL AYUNTAMIENTO PACEÑO (Primera parte)

El doctor trabajaba en su consultorio en santa paz hasta que llegó el vecino, el de la frutería de al lado, alguien que supone que entre más decibeles imprime a las guapachosas melodías, el respetable tendrá mas apetito de frutas y verduras. Una extraña teoría mercadotécnica preferente en las aceras comerciales de La Paz, si no impulsada por el ayuntamiento, al menos, protegida, quizás, como bien cultural. Tres tremendas bocinas montadas en un tripié usa como arma letal. En la medida que tomates, aguacates y papayas invaden la banqueta, también escala el ruido. Lo siguiente fue un micrófono con el que arenga, voz en cuello, a aprovechar las ofertonas de dos por uno en sandías y melones, sin faltar el repetitivo “Azote de los careros” como se autodenomina el ruidoso verdulero. Después vuelve con alegría desbordante a los nostálgicos Mike Laure, Chico Che, para regresar a la actualidad grupera y todo el  catálogo de El Recodo desde Cruz Lizárraga al gordo Preciado. Nunca se agota, el aparato sigue toca y toca.


 El doctor, ahora se tiene que estirar, atravesarse en el escritorio para poder escuchar la débil voz del paciente disfónico; del que tiene febrícula, del que padece astenia y adinamia, que apenas puede hablar. Como si estuviera en un antro, el médico observa los gestos del paciente, el llanto de los niños, las muecas del doliente, la ansiedad del hipertenso, pero no escucha sus palabras mientras los pasitos duranguenses y bandas sinaloenses hacen que vibren tímpanos circunvecinos y los cristales del gabinete.

Si apenas puede escuchar al paciente, ya tratar de escuchar un sonido suave, tenue como el tono cardiaco, el murmullo de los pulmones, el roce de las tripas o el refinado sonidito de un foco fetal, es misión imposible. Ni hablar de un soplo cardiaco, de un frote pleural, del mate de víscera maciza, del claro pulmonar, del timpánico intestinal. No puede trabajar, ha tenido que abandonar el consultorio porque es imposible. Su error inicial fue tratar de arreglar el asunto de forma civilizada. Se armó de valor y se apersonó ante el verdulero ruidoso, le dijo que le bajara un poquito a su excelsa música; craso tropezón, peor le fue, -ahora pa’ que se le quite lo mamón-  la perilla del volumen anda en lo máximo.


El perfil psicológico del ruidoso no le permite acatar una sugerencia por sutil que esta sea. El ruidoso suele ser fornido, fanfarrón; su escolaridad es mínima – vende mansanas y auacates-  le caen mal las personas como el médico -¿Qué se cree este doctorcito?- repudia ese aire de falsa buena persona, esa delicadeza fingida que tiene el doctor. El ruidoso tiene mejor carro, mejor casa, mejor estéreo que el medicucho ese, la prueba que de poco sirve ir a la universidad. El ruidoso no tiene escrúpulos, sabe que hacer con los inspectores, las directrices municipales le tienen sin cuidado. Los vecinos saben que es inútil; que ya han peregrinado por el organigrama municipal y no hay nada que hacer. El ruidoso sabe que no está en Suiza, que todo vale. Ese pulso con los vecinos lo ha ganado siempre.


Los que tienen que trabajar de noche para que otros duerman: la enfermera que acaba de llegar de guardia, el velador que vive atrás, el mesero que llega tarde a dormir; la muchacha del rímel corrido de labores non sanctas, el policía que anoche laboró, el perito, el bombero, el cantinero, todos ellos tienen que dormir pero no los deja el ruidoso que vende silantro y sevolla. Ya era suficiente con el claxon del gas, con la musiquita del agua electropura o los tamales se Doña Chonita que se anuncian con altavoz, pero al menos son ruidos pasajeros; se despiertan y se vuelven a dormir, pero el ruidoso verdulero no descansa, todo el día dale que dale con el reguetón, los corridos, la banda ¿Qué vamos hacer, doctor? le dicen los vecinos al atribulado médico que tampoco encuentra la puerta del sosiego. Algunos creen que el pobre médico tiene aquella respetabilidad y la autoridad moral que tuvieron alguna vez los médicos.


El doctor que cree en las leyes, en la convivencia pacífica; que tiene cierta conciencia social derivada de que estudió en la UNAM y alguna vez pensó que el socialismo, el pensamiento de Marx, la Revolución cubana y las acciones del Che Guevara eran parte del futuro de América Latina. De ahí le quedó el respeto por el proletariado y la conciencia de clase. Pero el proletariado estridente lo tiene al borde del estallido y desde hace rato piensa que la clase obrera a la menor provocación se va al paraíso; el verdulero escandaloso le ha colmado la paciencia, le ha chupado la alegría. Tanto derecho tiene “El azote de los careros” a trabajar como los hijos de Hipócrates y a dormir los desvelados.
 Revisa el Bando de Policía y Buen Gobierno fechado en noviembre del 94, modificado el 2001, no encuentra otro así que supone que es el vigente. Encuentra en el capítulo VIII DEL ORDEN PUBLICO el ARTICULO 34 que dice “Son contravenciones del Orden Público: VII. Operar aparatos amplificadores de sonido en lugares públicos, establecimientos comerciales o vehículos, emitiéndolo hacia la vía pública, sin el permiso correspondiente o contraviniendo este”, además, abajo sigue con el VIII, aún más explícito: “Turbar la tranquilidad social con ruidos, gritos, aparatos mecánicos, magna voces u otros semejantes”.


Una risita maligna esbozó el médico, tenía la razón y las leyes de su parte, ahora vería “El Azote de los careros” que las disposiciones municipales no se pueden saltar así como así
 El doctor se armó de ciudadanía, cerró el consultorio y fue al ayuntamiento paceño. Lo que sucedió ahí lo sabremos hasta que el doctor vuelva.


TRES MIL –PINCHES- PESOS



Tengo un amigo que ha ganado un certamen de cuento al que convocó el órgano municipal que se dedica a promover la cultura. Mi amigo está orgulloso, se siente bien; siente bien que sus letras, su imaginación, su oficio, su técnica para contar una historia, tenga cierto reconocimiento; que otros, un jurado bien calificado, encuentren en su obra valores dignos de ser premiados. Es un buen escritor, podría decir que es un gran escritor, pero es mi amigo y no sería objetivo.

Lo he felicitado por el triunfo de su obra y le he preguntado –nada elegante- de cuanto es el monto económico del premio –3 mil pesos- responde –pero no me los han pagado…aún- repone. Es difícil siquiera pensar que alguien, un burócrata cultural, por más ignorante del esfuerzo que significa la creación artística, cuando se organiza el certamen, ahí en la larga mesa de su oficina, rodeado de colaboradores, expertos en estos menesteres; mientras delinean las bases de la convocatoria, mientras eligen, quizás el jurado que se chutará los cuentos para luego decidir el ganador y se mencione la magra cifra que se le pagará al mejor, no repare en la miseria que son tres mil –pinches- pesos. En ese momento, cuando se establece el precio del cuento ganador ¿no les dará vergüenza al o la responsable de la cultura municipal que está tasando un cuento con, quizás menos del 10 por ciento de su salario mensual?  solo por materializar el precio.


¿Se puede evaluar con dinero el esfuerzo creativo?, seguramente no, como muchas otras cosas que no tienen precio, pero si, al menos, desde las razones por las que se realizan certámenes artísticos, culturales o académicos que es, supongo,  estimular la lectura, la creación literaria –como en este caso- mostrar que el Estado asume su obligación de promocionar los valores artísticos y culturales; provocar la búsqueda y reafirmación de la identidad, de nuestra manera de ser, de nuestras tradiciones –el discurso puede ser larguísimo al respecto- o, simplemente contar una buena historia –que ya es bastante-. Si es cierto que el gobierno en turno busca todos estos valores invaluables –como todos los valores morales- la estimación de tres mil pesos –puestos en cualquier contexto- es muy poco; representa la desgana para conseguir tales objetivos.  El esfuerzo económico es muy pequeño si se compara el premio con otros gastos del gobierno como la obra material que tanto se festeja. Tres mil –pinches pesos- se los gasta un funcionario de medio pelo en un día de viáticos.

Me encantaría saber cómo fue que se llegó a la conclusión que el ganador se merecía tres mil  -pinches- pesos. Podría ser que hace muchos años, cuando se instituyó el certamen, entonces, la rueda de crisis e inflaciones del país estaba en una etapa donde 3 mil pesos eran 30 mil, solo que se les ha pasado, se les ha olvidado actualizar el premio a los costos actuales.


En el grosero plano material ¿Qué se puede comprar con tres mil pesos? Un pasaje de avión al DF de ida pero no de vuelta; un traje finolis, un estéreo buenón; el servicio de bocadillos de una inauguración de pavimento, medio tanque de combustible del avión del secretario de finanzas; medio castillo de varilla de pavimento hidráulico; dos días en un hotel de tres estrellas. Tres mil pesos representan menos del 3 por ciento del sueldo mensual de un diputado; el sueldo quincenal de un policía; con tres mil pesos se puede pagar tenencia y revisado, seis tanques de gasolina, el mandado del mes y no mucho más.

Si no creen en lo que hacen, mejor ni hacerlo porque darle tres mil –pinches- pesos a quien gana un certamen de cuento es como hacerlo por pura formalidad; para que forme parte de las estadísticas, del discurso a la hora de los informes, para justificar presupuesto y cargo. Esos tres mil –pinches- pesos son la muestra de la indolencia, el desinterés con la que se ve desde arriba el fenómeno cultural; el desprecio a la creación artística…no fuera pavimento…

Detrás del cuento de mi amigo –y de cualquiera que gane un concurso- hay muchos años de lectura, numerosos papeles borroneados, cambios de ideas, de palabras, de frases, de horas, días, de trabajo intelectual para embonar palabra tras palabras, letra tras letra, comas, puntos. El cuento requiere de una precisión tal que si una novela -para un escritor- es una maratón, el cuento es una carrera de cien metros. Hacer cabriolas con el lenguaje en un espacio muy limitado; contar una historia que contenga los elementos de una novela: poner en situación al lector, conseguir un clímax de la acción con un final escabroso, sorpresivo, revelador, nada fácil. Lo sabemos quienes lo hemos intentado de manera infructuosa y admirado la maestría de Cortázar, de Chejov, de Borges y más acá, de nuestro Fernando Escopinichi.
Tres mil pesos –finalmente- sirven también para invitar a los amigos una gozosa cena con un buen vino, sabrosa conversación, por ejemplo, pero sobre todo que el órgano cultural del municipio, al menos, entregue los tres mil –pinches- pesos que ni siquiera han pagado. 



martes, 28 de mayo de 2013

LA FUENTE DE NARCISO

No se trata de una referencia extraída de la mitología griega sino de Narciso, nuestro Narciso Agúndez quien apenas llegado al llamado Palacio de Cantera, empezó una activa transformación enfrente de su nuevo lugar de trabajo: excavaciones primero, luego una enorme cantidad de caños, tubos, llaves y tl

apalería en general invadieron el sitio. Todos nos preguntábamos que sucedía hasta que la obra estuvo terminada y un día sin más, pudimos ver en pleno a la misteriosa obra de Narciso, era una fuente con chorros descomunales que bailaba al son que le tocaran.

La fuente bullía día y noche, se estiraba y se acortaba como el célebre chorrito de Gabilondo Soler y así permaneció todo el sexenio hasta que llegaron los actuales huéspedes del canterano palacio convertidos en panistas; desapareció el amarillo chillante de edificios, uniformes y carros oficiales que se cambió por el azul panista ante el regocijo de los vendedores de pintura sexenales y, entre otras cosas,  la fuente se desvaneció. No hay más ruido y movimiento de agua, hoy la fosa donde se levantaba la los acuosos chorros está llena de fierros, caños y mangueras que ya muestran óxidos y mohos.

Ignoro las razones igual que la urgencia para levantar una fuente en la explanada del palacio gubernamental o el simbolismo profundo que guarda su construcción, pero también los motivos para abandonarla a su suerte. Independientemente de los rencores y rivalidades que puedan albergar los “mandamases” del estado tendrían que considerar que dicha fuente está fabricada con dinero de los contribuyentes y que su uso, igual que en cualquier ciudad que pretende embellecerse –con todo lo que eso significa- merecería que se pusiera en funcionamiento, total, ya está ahí, hay que disfrutarla.

Pero no, no sucede así quizás porque los que ganaron las elecciones son ahora los dueños de fuentes y vidas y ya sabrán lo que hacen. Lo cierto es que todas las ciudades –que se precien de serlo- tienen este tipo de ornatos y en algunas ciudades, hay fuentes famosas como la de Canaletas en Barcelona, la de Trevi en Roma o la de Diana Cazadora en Ciudad de México; más acá, la Minerva en Guadalajara, muchas ciudades poseen fuentes que luego, por otras razones, se hacen célebres y aunque la fuente de Narciso ha sido, quizás hasta un capricho del exgobernador, como todas las fuentes arriba mencionadas,  embellecen, emperifollan, dan personalidad a la ciudad, en fin,  la fuente hace bien a La Paz y ningún estorbo.

Se vuelve sobre las malas costumbres de la inauguración del  ”fuego nuevo”, algo que el PRI hacía por razones de sobrevivencia: enterrar, borrar todo lo que oliera a gobierno anterior, para iniciar el “nuevo” cuando todo mundo sabía que era uno solo. Pero el PRI que ya se caía de viejo, necesitaba nuevos argumentos:  hacía enemigo al gobierno anterior –que siempre salía por la puerta de atrás- y entonces, el “nuevo”, producía el efecto de la esperanza porque se habían ido los malos y llegaban los buenos, que a la postre, como sabemos, salían peor. El PRI produjo en BCS una sucesión descendente: en la percepción ciudadana, el gobierno de Alvarado fue menos bueno que el de Mendoza, el de Liceaga fue peor que el de Alvarado y el de Mercado –hasta ahí llegaron- fue nefasto, mucho peor que el de Liceaga, que ya es decir.
Es obvio que la idea de enterrar el gobierno anterior para que brille el nuevo, no es nueva. 

Pero en el caso del gobierno perredista de Narciso Agúndez, ni necesidad había de enterrarlo porque se enterró solo: perdió las elecciones por paliza, salió desprestigiado  y hasta a la cárcel fue a dar. La idea de suprimir la fuente –solo porque se hizo en el periodo narcicístico-  no es solo pueril, simplona, sino que también afecta la vista de la ciudad; al entorno agradable que produce el ruido del agua para quienes vivimos en el desierto.

Por otro lado, es claro que persiste la idea que las obras son de los gobernantes que las encargaron o que se erigieron durante su periodo,  las placas alusivas que colocan en las obras públicas son verdaderas egotecas que soban la vanidad y algunas llegan al colmo de la pedantería. Como si no supiéramos que después, una vez finalizado su sexenio o cuatrienio y medio, cuando ya no tiene  posibilidade$ de controlar a los mismos que los ensalzaron; cuando ya no hay  contención de los medios –porque hay fuego nuevo, precisamente- empiezan a caer los ditirambos para ser, de nuevo, no solo comunes y corrientes sino que hasta delincuentes. Hemos visto como el gobernador Agúndez, hace unos meses descorría con jactancia, la cortinilla que cubría la placa metálica en la inauguración de una obra que lo podía llevar a la rotonda o al CERESO.

La fuente no funciona, está seca y al punto de herrumbre, la gente pasa y ve la fosa de fierros y mangueras retorcidas, tostadas por el sol; los surtidores estropeados de una obra abandonada, derruida; no se observan trazas de reparaciones, tampoco está desmantelada, está ahí, como una prueba de la carencia de institucionalidad, de la falta de continuidad en asuntos de gobierno,  peor aún, la artimaña huele más a sevicia, a ensañamiento, sentimientos poco edificantes, muy alejados de las virtudes sudcalifornianas y de su prédica institucional.

sábado, 25 de mayo de 2013

EL ÓRDAGO DE GONZALEZ CUEVAS

Algunos ya ni se acordaban de su existencia, casi olvidado por la clase política sudcaliforniana, con ocupaciones en el liderazgo nacional de la CROC; en el senado plurinominal, reservado del PRI para los eternos líderes obreros; con escaso arraigo en el estado en los últimos años, a la hora de las elecciones generales donde había que colocar senadores y diputados, apareció, como por arte de magia Don Isaías González Cuevas que,  quedaba como anillo al dedo, como pieza de rompecabezas a la situación electoral del PRI sudca: Don Isaías requería de un escaño para continuar en el senado, el PRI sudcaliforniano, en cambio, de los dineros y la capacidad de movilización que la central obrera concita. Bocabajeado en los últimos años, el PRI andaba necesitado de financiamiento y de limpiar la cara, de presentarse como un “nuevo PRI”.



Si bien González Cuevas es exactamente lo contrario a la cara que pretendía mostrar el priismo, también es cierto que el líder de la CROC sin presencia política en el estado, tampoco se le relacionaba con la camada de priistas que perdió el poder en 1999, así, sin más remedio, entró como pareja de Barroso Agramont en la fórmula para el senado, una clara metáfora de las contradicciones del antiguo partido de estado: la pretendida nueva imagen que no puede prescindir de los viejos zorros que se mantuvieron el poder por setenta años… y pico.

Cuando se pensaba que González Cuevas, una vez conseguido la senaduría, se retiraría –bien pagado-  a sus actividades croquistas y dejaría el cotarro a los impulsores de la “nueva imagen” del PRI en BCS, nada de eso sucedió. Apenas pasadas las elecciones, Don Isaías sentó su base en la capital sudcaliforniana y ha desplegado una febril actividad política: en los medios de comunicación tradicionales, en las redes sociales, en giras, presentaciones, discursos por aquí y por allá, entrevistas, etc. Ducho en la grilla, curtido en menesteres políticos, el experimentado líder obrero ha olido sangre. Conocedor de las reglas no escritas del PRI, se ha ido por la libre.

Cuando parecía que la lucha por la candidatura del PRI por la gubernatura quedaría entre los jóvenes de la nueva cara priista, en los últimos meses se han visto rebasados por la actividad inusitada del líder croquista. Por la edad, por la falta de arraigo, por un pasado turbio en Sudcalifornia, se daba por hecho que González Cuevas no tenía posibilidades de hacer siquiera sombra a los señalados como probables candidatos; ahora, propios y extraños han tenido que recular y reconsiderar sus cálculos políticos porque  el viejo está más vivo que nunca.

Además de mantenerse activo en los medios y en la ola ascendente priista del estado, González Cuevas ha venido agregando a su primer círculo, a los priistas que no formaban parte de esa nueva imagen –del “nuevo PRI”- pero que fueron perseguidos, azuzados y vilipendiados –con o sin razón- por Leonel Cota cuando perdieron el poder en el 99. Algunos como Jesús Flores que aguantó  firme el vendaval han obtenido el valioso apoyo de Don Isaías para hacerse de la presidencia estatal del PRI: sin la discreción, sin las maneras habituales del viejo PRI, González Cuevas ha declarado es el próximo presidente del partido, no nos queda duda” (Octavo Día 30 de mayo 2013) en referencia a la disputa que mantienen Jesús Flores contra Juan Alberto Valdivia, uno de los representantes de la “nueva cara” del PRI.


Sin ambages, claro, muy claro, sin los subterfugios odiosos que suelen los políticos tomar cuando se les pregunta algo comprometedor, González Cuevas ha apoyado de manera contundente a Jesús Flores. Hay en esta proposición un órdago fenomenal, pero también, una posible grieta en este PRI sudca que parecía tan unido. González Cuevas ha tirado a matar, no tiene nada que perder, pero en caso de triunfar Jesús Flores, tiene mucho que ganar: al líder croquista se le abre una amplia avenida rumbo al 2015. Solo así adquiere sentido esta “indisciplina”. Conocedor del asunto, González Cuevas se mueve, en esta ocasión, para salir en la foto.


viernes, 17 de mayo de 2013

QUE TIEMPOS SEÑOR DON FELIX AGRAMONT



Loreto 70” era el movimiento que en 1970 promovía y demandaba al gobierno federal “gobernantes nativos y con arraigo” Baja California Sur era un territorio gobernado por militares fuereños –con excepción del General Olachea- el gobierno de Díaz Ordaz había respondido con un gobernante no nativo y sin arraigo pero con un gobernador civil en la persona de Hugo Cervantes del Río. Terminaba el gobierno de Díaz Ordaz, su sucesor, Luis Echeverría en la campaña electoral prometía, además de mayor integración con el continente, la conversión del territorio en Estado y como consecuencia, el gobernador nativo y con arraigo.

La clase política sudca enarbolaba proclamas soberanistas pero también la esperanza de ser beneficiados con sendos cargos políticos cuando el Territorio se convirtiera en Estado. Pero el presidente todopoderoso, imperial como se estilaba, parecía estar de broma y designó –en su primer año de gobierno- a un ingeniero agrónomo para llevar a cabo la transición: Félix Agramont Cota que nadie parecía conocer. 

En efecto, sin relaciones con la clase política sudcaliforniana, menos con el movimiento Loreto 70; sin antecedentes en el mundo de la política sudca ni nacional, tampoco era un destacado priista. Poco se sabe –en ese momento- de su currículo. Es nativo pero sin arraigo. Su posición más i titución con gran renombre en el campo de la agronomía.mportante había sido un cargo técnico: Director de PRONASE (Productora Nacional de Semillas) una ins
La clase política confundida, despreciada con todo y su “Loreto 70” tiene que apechugar, y mientras Hugo Cervantes del Río se da baños de pueblo en una larga despedida, el Ing. Félix Agramont Cota prepara su regreso triunfal al terruño. Políticos, periodistas, opinadores, reporteros y mitoteros en general investigan y revuelven archivos; preguntan por Agramont Cota a sus conocidos, amigos y vecinos. Se sabe que es oriundo de El Pescadero, que estudió en la Normal Campesina de San Ignacio, luego marchó a México para estudiar en Chapingo ingeniería agropecuaria y no mucho más.

A su llegada al aeropuerto de La Paz, la clase política está en primer plano, se acompaña de mariachis, matracas, confetis, mantas de apoyo de los sectores a un actor político que no estaba en el guion. Los políticos sudcas visten su mejor guayabera para recibir a quien el presidente ha designado y poco conocen; ni de que pie cojea, ni a quien seleccionará como parte de su círculo cercano; o si traerá su equipo de trabajo también impuesto por el presidente, se hacen todo tipo de especulaciones. Los nervios estallaban en los valedores de “Loreto 70” que no veían claro para cuando les traspasarían el poder pleno sobre el Estado. 

Cuentan los memoriosos que antes que los políticos, una señora con varios kilos de más, apenas entra Agramont al aeropuerto, se lanza en un abrazo mezclado con encontronazo mientras aullaba ¡Feeeeelix! quien es sorprendido, tambaleado y acaparado por la orgullosa señora que presumía de conocer al nuevo gobernador, suceso que fue muy comentado en la pequeña y mitotera La Paz de los setentas. A esto siguió un eterno besamanos que aguantaron a pie firme el nuevo gobernador y su esposa María del Carmen.

Poco tiempo pasó para que la memoria volviera a sus cabales y no faltaba quien había sido amigo de correrías del Félix; se acordaron de los apodos del Félix, de las anécdotas del Félix, las novias del Félix. Sus compañeros de la Normal Campesina de San Ignacio montaron una asociación que se llamó “Confraternidad Ignaciana” cuyos miembros se reunían en ese hermoso pueblo cada año, llevaban a cabo actividades filantrópicas y simbólicas; reunión que  terminaba con bailongo, risas y canciones. Muchas anécdotas se contarían después acerca de las maneras del ingeniero y su esposa. El trato sencillo tirando a rústico, poco sofisticado, políticamente incorrecto a veces, produjo dichos, charras, habladurías que se repetían en la Sudcalifornia de antes de “La Cortina de Cholla”.

El Presidente Echeverría, imperial e infalible, no se equivocó. El desconocido experto en semillas tenía tareas muy precisas, estaba por la labor de instituir el municipio libre, redactar una nueva constitución, trasformar un Territorio en Estado y convocar elecciones, quehaceres que llevó a cabo en cuatro años y entregó el poder, ahora sí, a la vieja clase política sudcaliforniana, que ya se les quemaban las habas. Una transición que se llevó a cabo de manera limpia y pacífica, tampoco había organizaciones opositoras ni partidos antagónicos, ni prensa hostil. El PRI controlaba todo, aun así, existía unidad de propósitos en los sudcalifornianos, algo que aligeró el trabajo del gobernador.

El Ing. Félix Agramont Cota habría después ocupado cargos de escasa relevancia, honorarios, representativos y se retiraría de manera digna –no como otros- a ocupar su lugar como cualquier ciudadano que podía caminar las calles; saludar a medio mundo sin avergonzarse, sin que nadie lo molestara; pasaba desapercibido sin que las generaciones de jóvenes supieran de quien se trataba, algo que no parecía molestarle. Para los tiempos que corren, no es poca cosa. Descanse en paz el Ing. Félix Agramont Cota.


MI VECINO VENDE HOT DOGS AL PONIENTE DE LA CIUDAD



Hace casi un año, mi vecino, un joven de los muchos que no encuentran -después de estudiar una carrera universitaria- trabajo decoroso en el área en la que se han preparado. En fin, sin vocación para robar, sin dotes de político ni temeridad para meterse al narco, mi vecino ha conseguido un carrito que saca a la competencia con los siempre concentrados olores de la laguna de oxidación que se aloca con los recientes calores.

Desde muy joven la tarde, el vecino avisa, se promueve con el aroma a cebolla tatemada, grasas y salsas exóticas que invaden nuestra pequeña colectividad al poniente de la ciudad. La promesa de la exquisitez contenida en un pan partido por la mitad impele los vecinos, quizás apurados por los olores traviesos que parten la tarde, en abierta esquina, todos los días y como parte de la solidaridad social que no viene de arriba, sino del barrio, los comensales, salen, por ahí, a la hora mágica del beisbol, a comprar su perro caliente. 

Ni las promesas de El Puchas, ni los vientos alisios, ni el mítico coromuel han podido con tales miasmas, solo los hot dogs de mi vecino. Pero la noche se hace vieja, mi vecino apaga los últimos restos de tocino en la placa caliente y los olores siguen ahí. La pestilencia intrusa que se origina en la laguna de oxidación al poniente de La Paz es capaz de irrumpir las más sofisticadas fragancias y así sucede. 

Colocada la dichosa laguna cercana a los nuevos desarrollos del consumismo sudca, casinos, tiendas departamentales, supermercados y plazas de moda, cuando aún no empieza el verano, los calores que aumentan la velocidad de los átomo y por lo tanto, también los de las partículas que se subliman de nuestras excreciones y aguas negras que penetran y compiten con las fragancias de Liverpool, por ejemplo. Nina Ricci, Estee Lauder, Ralph Lauren o Don Oscar de la Renta salen francamente apabullados con la potencia de las inmundicias y desechos que ahí, muy cerca, se depositan. Una sinfonía de fragancias para el extraño Grenouille –personaje de El Perfume- pero muy maléfico para la Barbie que se va a probar un Dolce y Gabbana en el la sofisticada tienda del poniente paceño.

El personal del rumbo espera aun, aquella promesa del entonces Presidente Municipal de La Paz, Prof. Víctor Castro Cosío de que, la pestilencia de la laguna oxidación sería yugulada, sometida y desaparecida por quien sabe que artes. Contaba un ingeniero del ramo que después de hecha la promesa, el alcalde se dirigió a los técnicos para ver si era posible su ofrecimiento, el ingeniero que trataba de ser claro y didáctico en su explicación, en franco machetazo a caballo de espadas, sometió al profesor - alcalde a una serie de cuestionamientos mayéuticos: -¿a que huele una panadería? –a pan- dijo el alcalde; ¿a que huele una florería? –a flores- ¿a que huele una carnicería? –a carne-  respondía el alcalde con lógica aplastante y así hasta colmar de ejemplos vino la pregunta que aclaraba –con la respuesta- el asunto ¿a qué olerá –entonces- una zona donde se depositan las heces fecales?, el alcalde ya no respondió y comprendió que la promesa quedaría incumplida; que hiciera las promesas que hiciera, la única solución era la desaparición de la laguna de oxidación y quizás, ni así. Era tierra cagada.

Y así, mi vecino que vende hot dogs ha aliviado con sus aromas de cebolla asada y tocino frito, por lo pronto, mientras el veranillo sublima los depósitos de nuestras suciedades corporales que atacan con singular ferocidad, por las tardes, cuando el sol calienta la laguna de oxidación; mientras nuestros olfatos se adaptan y entienden que, otra vez, como en muchas otras ocasiones, la periferia paceña se acerca al centro e irrumpe y asedia a la pretenciosa clase media que toma café latte de cincuenta pesos, gasta como en Las Vegas y se perfuma con las fragancias que muestran –en grandes carteles- las estrellas de Hollywood.

Y es que el capitalismo trasnacional con tiendotas y casinos invadió la zona de huizaches, mezquites y lomboyes por donde luego cruzó el Boulevard Pino Payas –pa’ mayor simbolismo- y la laguna de oxidación, la de los gases vespertinos ya estaba ahí, cuando llegaron las tiendotas y los casinos por eso, mientras no se tome una determinación del gobierno municipal, habrá que hacer mutis en el restaurante chilango con sus enchiladas suizas o refugiarse en la perfumería de la tiendota; los que vivimos en al poniente de la ciudad, mientras el vecino no consiga chamba- difícil misión, no es de El Valle- nos conformamos con los aromas que producen, sin tanto caché, sus perros calientes.