BajaPaz
BLOG RENACENTISTA: MEDICINA, LITERATURA, POLITICA, RELIGION, POESIA, HISTORIA Y BAJA CALIFORNIA SUR. Inspirado desde esta rocosa península bañada por las aguas marinas tanto del Golfo de California como del Pacífico este blog es una "botella al mar" de una tierra por mucho tiempo ignorada.
jueves, 13 de junio de 2013
EL VERDULERO RUIDOSO, EL MEDICO Y EL AYUNTAMIENTO PACEÑO (Primera parte)
El doctor trabajaba en su consultorio en santa paz hasta que llegó el vecino, el de la frutería de al lado, alguien que supone que entre más decibeles imprime a las guapachosas melodías, el respetable tendrá mas apetito de frutas y verduras. Una extraña teoría mercadotécnica preferente en las aceras comerciales de La Paz, si no impulsada por el ayuntamiento, al menos, protegida, quizás, como bien cultural. Tres tremendas bocinas montadas en un tripié usa como arma letal. En la medida que tomates, aguacates y papayas invaden la banqueta, también escala el ruido. Lo siguiente fue un micrófono con el que arenga, voz en cuello, a aprovechar las ofertonas de dos por uno en sandías y melones, sin faltar el repetitivo “Azote de los careros” como se autodenomina el ruidoso verdulero. Después vuelve con alegría desbordante a los nostálgicos Mike Laure, Chico Che, para regresar a la actualidad grupera y todo el catálogo de El Recodo desde Cruz Lizárraga al gordo Preciado. Nunca se agota, el aparato sigue toca y toca.
El doctor, ahora se
tiene que estirar, atravesarse en el escritorio para poder escuchar la débil
voz del paciente disfónico; del que tiene febrícula, del que padece astenia y adinamia,
que apenas puede hablar. Como si estuviera en un antro, el médico observa los
gestos del paciente, el llanto de los niños, las muecas del doliente, la
ansiedad del hipertenso, pero no escucha sus palabras mientras los pasitos
duranguenses y bandas sinaloenses hacen que vibren tímpanos circunvecinos y los
cristales del gabinete.
Si apenas puede escuchar al paciente, ya tratar de escuchar un sonido suave, tenue como el tono cardiaco, el murmullo de los pulmones, el roce de las tripas o el refinado sonidito de un foco fetal, es misión imposible. Ni hablar de un soplo cardiaco, de un frote pleural, del mate de víscera maciza, del claro pulmonar, del timpánico intestinal. No puede trabajar, ha tenido que abandonar el consultorio porque es imposible. Su error inicial fue tratar de arreglar el asunto de forma civilizada. Se armó de valor y se apersonó ante el verdulero ruidoso, le dijo que le bajara un poquito a su excelsa música; craso tropezón, peor le fue, -ahora pa’ que se le quite lo mamón- la perilla del volumen anda en lo máximo.
El perfil psicológico del ruidoso no le permite acatar una
sugerencia por sutil que esta sea. El ruidoso suele ser fornido, fanfarrón; su
escolaridad es mínima – vende mansanas y auacates- le caen mal las personas como el médico -¿Qué
se cree este doctorcito?- repudia ese aire de falsa buena persona, esa delicadeza
fingida que tiene el doctor. El ruidoso tiene mejor carro, mejor casa, mejor
estéreo que el medicucho ese, la prueba que de poco sirve ir a la universidad.
El ruidoso no tiene escrúpulos, sabe que hacer con los inspectores, las
directrices municipales le tienen sin cuidado. Los vecinos saben que es inútil;
que ya han peregrinado por el organigrama municipal y no hay nada que hacer. El
ruidoso sabe que no está en Suiza, que todo vale. Ese pulso con los vecinos lo
ha ganado siempre.
Los que tienen que trabajar de noche para que otros duerman:
la enfermera que acaba de llegar de guardia, el velador que vive atrás, el
mesero que llega tarde a dormir; la muchacha del rímel corrido de labores non
sanctas, el policía que anoche laboró, el perito, el bombero, el cantinero,
todos ellos tienen que dormir pero no los deja el ruidoso que vende silantro y
sevolla. Ya era suficiente con el claxon del gas, con la musiquita del agua
electropura o los tamales se Doña Chonita que se anuncian con altavoz, pero al
menos son ruidos pasajeros; se despiertan y se vuelven a dormir, pero el
ruidoso verdulero no descansa, todo el día dale que dale con el reguetón, los
corridos, la banda ¿Qué vamos hacer, doctor? le dicen los vecinos al atribulado
médico que tampoco encuentra la puerta del sosiego. Algunos creen que el pobre
médico tiene aquella respetabilidad y la autoridad moral que tuvieron alguna
vez los médicos.
El doctor
que cree en las leyes, en la convivencia pacífica; que tiene cierta conciencia
social derivada de que estudió en la UNAM y alguna vez pensó que el socialismo,
el pensamiento de Marx, la Revolución cubana y las acciones del Che Guevara
eran parte del futuro de América Latina. De ahí le quedó el respeto por el
proletariado y la conciencia de clase. Pero el proletariado estridente lo tiene
al borde del estallido y desde hace rato piensa que la clase obrera a la menor
provocación se va al paraíso; el verdulero escandaloso le ha colmado la
paciencia, le ha chupado la alegría. Tanto derecho tiene “El azote de los
careros” a trabajar como los hijos de Hipócrates y a dormir los desvelados.
Revisa el Bando
de Policía y Buen Gobierno fechado en noviembre del 94, modificado el 2001, no
encuentra otro así que supone que es el vigente. Encuentra en el capítulo VIII DEL
ORDEN PUBLICO el ARTICULO 34 que dice “Son
contravenciones del Orden Público: VII. Operar aparatos amplificadores de
sonido en lugares públicos, establecimientos comerciales o vehículos,
emitiéndolo hacia la vía pública, sin el permiso correspondiente o
contraviniendo este”, además, abajo sigue con el VIII, aún más explícito: “Turbar la tranquilidad social con ruidos,
gritos, aparatos mecánicos, magna voces u otros semejantes”.
Una risita
maligna esbozó el médico, tenía la razón y las leyes de su parte, ahora vería
“El Azote de los careros” que las disposiciones municipales no se pueden saltar
así como así
El doctor se
armó de ciudadanía, cerró el consultorio y fue al ayuntamiento paceño. Lo que
sucedió ahí lo sabremos hasta que el doctor vuelva.
TRES MIL –PINCHES- PESOS
Tengo un amigo que ha ganado un certamen de cuento al que
convocó el órgano municipal que se dedica a promover la cultura. Mi amigo está
orgulloso, se siente bien; siente bien que sus letras, su imaginación, su
oficio, su técnica para contar una historia, tenga cierto reconocimiento; que
otros, un jurado bien calificado, encuentren en su obra valores dignos de ser
premiados. Es un buen escritor, podría decir que es un gran escritor, pero es
mi amigo y no sería objetivo.
Lo he felicitado por el triunfo de su obra y le he
preguntado –nada elegante- de cuanto es el monto económico del premio –3 mil
pesos- responde –pero no me los han pagado…aún- repone. Es difícil siquiera
pensar que alguien, un burócrata cultural, por más ignorante del esfuerzo que
significa la creación artística, cuando se organiza el certamen, ahí en la
larga mesa de su oficina, rodeado de colaboradores, expertos en estos
menesteres; mientras delinean las bases de la convocatoria, mientras eligen,
quizás el jurado que se chutará los cuentos para luego decidir el ganador y se mencione
la magra cifra que se le pagará al mejor, no repare en la miseria que son tres
mil –pinches- pesos. En ese momento, cuando se establece el precio del cuento
ganador ¿no les dará vergüenza al o la responsable de la cultura municipal que
está tasando un cuento con, quizás menos del 10 por ciento de su salario
mensual? solo por materializar el
precio.
¿Se puede evaluar con dinero el esfuerzo creativo?,
seguramente no, como muchas otras cosas que no tienen precio, pero si, al
menos, desde las razones por las que se realizan certámenes artísticos,
culturales o académicos que es, supongo, estimular la lectura, la creación literaria
–como en este caso- mostrar que el Estado asume su obligación de promocionar
los valores artísticos y culturales; provocar la búsqueda y reafirmación de la
identidad, de nuestra manera de ser, de nuestras tradiciones –el discurso puede
ser larguísimo al respecto- o, simplemente contar una buena historia –que ya es
bastante-. Si es cierto que el gobierno en turno busca todos estos valores
invaluables –como todos los valores morales- la estimación de tres mil pesos
–puestos en cualquier contexto- es muy poco; representa la desgana para
conseguir tales objetivos. El esfuerzo
económico es muy pequeño si se compara el premio con otros gastos del gobierno
como la obra material que tanto se festeja. Tres mil –pinches pesos- se los
gasta un funcionario de medio pelo en un día de viáticos.
Me encantaría saber cómo fue que se llegó a la conclusión que el ganador se merecía tres mil -pinches- pesos. Podría ser que hace muchos años, cuando se instituyó el certamen, entonces, la rueda de crisis e inflaciones del país estaba en una etapa donde 3 mil pesos eran 30 mil, solo que se les ha pasado, se les ha olvidado actualizar el premio a los costos actuales.
En el grosero plano material ¿Qué se puede comprar con tres
mil pesos? Un pasaje de avión al DF de ida pero no de vuelta; un traje finolis,
un estéreo buenón; el servicio de bocadillos de una inauguración de pavimento,
medio tanque de combustible del avión del secretario de finanzas; medio
castillo de varilla de pavimento hidráulico; dos días en un hotel de tres
estrellas. Tres mil pesos representan menos del 3 por ciento del sueldo mensual
de un diputado; el sueldo quincenal de un policía; con tres mil pesos se puede
pagar tenencia y revisado, seis tanques de gasolina, el mandado del mes y no
mucho más.
Si no creen en lo que hacen, mejor ni hacerlo porque darle
tres mil –pinches- pesos a quien gana un certamen de cuento es como hacerlo por
pura formalidad; para que forme parte de las estadísticas, del discurso a la
hora de los informes, para justificar presupuesto y cargo. Esos tres mil
–pinches- pesos son la muestra de la indolencia, el desinterés con la que se ve
desde arriba el fenómeno cultural; el desprecio a la creación artística…no
fuera pavimento…
Detrás del cuento de mi amigo –y de cualquiera que gane un
concurso- hay muchos años de lectura, numerosos papeles borroneados, cambios de
ideas, de palabras, de frases, de horas, días, de trabajo intelectual para
embonar palabra tras palabras, letra tras letra, comas, puntos. El cuento
requiere de una precisión tal que si una novela -para un escritor- es una
maratón, el cuento es una carrera de cien metros. Hacer cabriolas con el lenguaje
en un espacio muy limitado; contar una historia que contenga los elementos de
una novela: poner en situación al lector, conseguir un clímax de la acción con
un final escabroso, sorpresivo, revelador, nada fácil. Lo sabemos quienes lo
hemos intentado de manera infructuosa y admirado la maestría de Cortázar, de
Chejov, de Borges y más acá, de nuestro Fernando Escopinichi.
Tres mil pesos –finalmente- sirven también para invitar a
los amigos una gozosa cena con un buen vino, sabrosa conversación, por ejemplo,
pero sobre todo que el órgano cultural del municipio, al menos, entregue los
tres mil –pinches- pesos que ni siquiera han pagado.
martes, 28 de mayo de 2013
LA FUENTE DE NARCISO
No se trata de una referencia extraída de la mitología
griega sino de Narciso, nuestro Narciso Agúndez quien apenas llegado al llamado
Palacio de Cantera, empezó una activa transformación enfrente de su nuevo lugar
de trabajo: excavaciones primero, luego una enorme cantidad de caños, tubos,
llaves y tl
apalería en general invadieron el sitio. Todos nos preguntábamos que sucedía hasta que la obra estuvo terminada y un día sin más, pudimos ver en pleno a la misteriosa obra de Narciso, era una fuente con chorros descomunales que bailaba al son que le tocaran.
apalería en general invadieron el sitio. Todos nos preguntábamos que sucedía hasta que la obra estuvo terminada y un día sin más, pudimos ver en pleno a la misteriosa obra de Narciso, era una fuente con chorros descomunales que bailaba al son que le tocaran.
La fuente bullía día y noche, se estiraba y se acortaba como
el célebre chorrito de Gabilondo Soler y así permaneció todo el sexenio hasta
que llegaron los actuales huéspedes del canterano palacio convertidos en
panistas; desapareció el amarillo chillante de edificios, uniformes y carros
oficiales que se cambió por el azul panista ante el regocijo de los vendedores
de pintura sexenales y, entre otras cosas,
la fuente se desvaneció. No hay más ruido y movimiento de agua, hoy la
fosa donde se levantaba la los acuosos chorros está llena de fierros, caños y
mangueras que ya muestran óxidos y mohos.
Ignoro las razones igual que la urgencia para levantar una
fuente en la explanada del palacio gubernamental o el simbolismo profundo que
guarda su construcción, pero también los motivos para abandonarla a su suerte.
Independientemente de los rencores y rivalidades que puedan albergar los
“mandamases” del estado tendrían que considerar que dicha fuente está fabricada
con dinero de los contribuyentes y que su uso, igual que en cualquier ciudad
que pretende embellecerse –con todo lo que eso significa- merecería que se
pusiera en funcionamiento, total, ya está ahí, hay que disfrutarla.
Pero no, no sucede así quizás porque los que ganaron las
elecciones son ahora los dueños de fuentes y vidas y ya sabrán lo que hacen. Lo
cierto es que todas las ciudades –que se precien de serlo- tienen este tipo de
ornatos y en algunas ciudades, hay fuentes famosas como la de Canaletas en
Barcelona, la de Trevi en Roma o la de Diana Cazadora en Ciudad de México; más
acá, la Minerva en Guadalajara, muchas ciudades poseen fuentes que luego, por
otras razones, se hacen célebres y aunque la fuente de Narciso ha sido, quizás
hasta un capricho del exgobernador, como todas las fuentes arriba mencionadas, embellecen, emperifollan, dan personalidad a
la ciudad, en fin, la fuente hace bien a
La Paz y ningún estorbo.
Se vuelve sobre las malas costumbres de la inauguración del ”fuego nuevo”, algo que el PRI hacía por
razones de sobrevivencia: enterrar, borrar todo lo que oliera a gobierno
anterior, para iniciar el “nuevo” cuando todo mundo sabía que era uno solo. Pero
el PRI que ya se caía de viejo, necesitaba nuevos argumentos: hacía enemigo al gobierno anterior –que
siempre salía por la puerta de atrás- y entonces, el “nuevo”, producía el
efecto de la esperanza porque se habían ido los malos y llegaban los buenos,
que a la postre, como sabemos, salían peor. El PRI produjo en BCS una sucesión
descendente: en la percepción ciudadana, el gobierno de Alvarado fue menos
bueno que el de Mendoza, el de Liceaga fue peor que el de Alvarado y el de
Mercado –hasta ahí llegaron- fue nefasto, mucho peor que el de Liceaga, que ya
es decir.
Es obvio que la idea de enterrar el gobierno anterior para
que brille el nuevo, no es nueva.
Pero en el caso del gobierno perredista de
Narciso Agúndez, ni necesidad había de enterrarlo porque se enterró solo: perdió
las elecciones por paliza, salió desprestigiado y hasta a la cárcel fue a dar. La idea de suprimir
la fuente –solo porque se hizo en el periodo narcicístico- no es solo pueril, simplona, sino que también afecta
la vista de la ciudad; al entorno agradable que produce el ruido del agua para
quienes vivimos en el desierto.
Por otro lado, es claro que persiste la idea que las obras
son de los gobernantes que las encargaron o que se erigieron durante su
periodo, las placas alusivas que colocan
en las obras públicas son verdaderas egotecas que soban la vanidad y algunas
llegan al colmo de la pedantería. Como si no supiéramos que después, una vez
finalizado su sexenio o cuatrienio y medio, cuando ya no tiene posibilidade$ de controlar a los mismos que
los ensalzaron; cuando ya no hay contención
de los medios –porque hay fuego nuevo, precisamente- empiezan a caer los
ditirambos para ser, de nuevo, no solo comunes y corrientes sino que hasta
delincuentes. Hemos visto como el gobernador Agúndez, hace unos meses descorría
con jactancia, la cortinilla que cubría la placa metálica en la inauguración de
una obra que lo podía llevar a la rotonda o al CERESO.
La fuente no funciona, está seca y al punto de herrumbre, la
gente pasa y ve la fosa de fierros y mangueras retorcidas, tostadas por el sol;
los surtidores estropeados de una obra abandonada, derruida; no se observan
trazas de reparaciones, tampoco está desmantelada, está ahí, como una prueba de
la carencia de institucionalidad, de la falta de continuidad en asuntos de
gobierno, peor aún, la artimaña huele
más a sevicia, a ensañamiento, sentimientos poco edificantes, muy alejados de
las virtudes sudcalifornianas y de su prédica institucional.
sábado, 25 de mayo de 2013
EL ÓRDAGO DE GONZALEZ CUEVAS
Algunos ya ni se acordaban de su existencia,
casi olvidado por la clase política sudcaliforniana, con ocupaciones en el
liderazgo nacional de la CROC; en el senado plurinominal, reservado del PRI
para los eternos líderes obreros; con escaso arraigo en el estado en los
últimos años, a la hora de las elecciones generales donde había que colocar
senadores y diputados, apareció, como por arte de magia Don Isaías González
Cuevas que, quedaba como anillo al dedo,
como pieza de rompecabezas a la situación electoral del PRI sudca: Don Isaías
requería de un escaño para continuar en el senado, el PRI sudcaliforniano, en
cambio, de los dineros y la capacidad de movilización que la central obrera concita.
Bocabajeado en los últimos años, el PRI andaba necesitado de financiamiento y
de limpiar la cara, de presentarse como un “nuevo PRI”.
Si bien González
Cuevas es exactamente lo contrario a la cara que pretendía mostrar el priismo,
también es cierto que el líder de la CROC sin presencia política en el estado,
tampoco se le relacionaba con la camada de priistas que perdió el poder en
1999, así, sin más remedio, entró como pareja de Barroso Agramont en la fórmula
para el senado, una clara metáfora de las contradicciones del antiguo partido
de estado: la pretendida nueva imagen que no puede prescindir de los viejos
zorros que se mantuvieron el poder por setenta años… y pico.
Cuando se pensaba que
González Cuevas, una vez conseguido la senaduría, se retiraría –bien pagado- a sus actividades croquistas y dejaría el
cotarro a los impulsores de la “nueva imagen” del PRI en BCS, nada de eso
sucedió. Apenas pasadas las elecciones, Don Isaías sentó su base en la capital
sudcaliforniana y ha desplegado una febril actividad política: en los medios de
comunicación tradicionales, en las redes sociales, en giras, presentaciones,
discursos por aquí y por allá, entrevistas, etc. Ducho en la grilla, curtido en
menesteres políticos, el experimentado líder obrero ha olido sangre. Conocedor
de las reglas no escritas del PRI, se ha ido por la libre.
Cuando parecía que la
lucha por la candidatura del PRI por la gubernatura quedaría entre los jóvenes
de la nueva cara priista, en los últimos meses se han visto rebasados por la
actividad inusitada del líder croquista. Por la edad, por la falta de arraigo,
por un pasado turbio en Sudcalifornia, se daba por hecho que González Cuevas no
tenía posibilidades de hacer siquiera sombra a los señalados como probables
candidatos; ahora, propios y extraños han tenido que recular y reconsiderar sus
cálculos políticos porque el viejo está más
vivo que nunca.
Además de mantenerse
activo en los medios y en la ola ascendente priista del estado, González Cuevas
ha venido agregando a su primer círculo, a los priistas que no formaban parte
de esa nueva imagen –del “nuevo PRI”- pero que fueron perseguidos, azuzados y
vilipendiados –con o sin razón- por Leonel Cota cuando perdieron el poder en el
99. Algunos como Jesús Flores que aguantó
firme el vendaval han obtenido el valioso apoyo de Don Isaías para
hacerse de la presidencia estatal del PRI: sin la discreción, sin las maneras
habituales del viejo PRI, González Cuevas ha declarado “es el próximo presidente del partido, no nos queda duda”
(Octavo Día 30 de mayo 2013) en
referencia a la disputa que mantienen Jesús Flores contra Juan Alberto
Valdivia, uno de los representantes de la “nueva cara” del PRI.
Sin ambages, claro,
muy claro, sin los subterfugios odiosos que suelen los políticos tomar cuando
se les pregunta algo comprometedor, González Cuevas ha apoyado de manera
contundente a Jesús Flores. Hay en esta proposición un órdago fenomenal, pero
también, una posible grieta en este PRI sudca que parecía tan unido. González
Cuevas ha tirado a matar, no tiene nada que perder, pero en caso de triunfar
Jesús Flores, tiene mucho que ganar: al líder croquista se le abre una amplia
avenida rumbo al 2015. Solo así adquiere sentido esta “indisciplina”. Conocedor
del asunto, González Cuevas se mueve, en esta ocasión, para salir en la foto.
Etiquetas:
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pri sudcaliforniano
viernes, 17 de mayo de 2013
QUE TIEMPOS SEÑOR DON FELIX AGRAMONT
“Loreto 70” era el movimiento que en 1970 promovía y
demandaba al gobierno federal “gobernantes nativos y con arraigo” Baja
California Sur era un territorio gobernado por militares fuereños –con
excepción del General Olachea- el gobierno de Díaz Ordaz había respondido con
un gobernante no nativo y sin arraigo pero con un gobernador civil en la
persona de Hugo Cervantes del Río. Terminaba el gobierno de Díaz Ordaz, su
sucesor, Luis Echeverría en la campaña electoral prometía, además de mayor
integración con el continente, la conversión del territorio en Estado y como
consecuencia, el gobernador nativo y con arraigo.
La clase política sudca enarbolaba proclamas soberanistas
pero también la esperanza de ser beneficiados con sendos cargos políticos
cuando el Territorio se convirtiera en Estado. Pero el presidente todopoderoso,
imperial como se estilaba, parecía estar de broma y designó –en su primer año
de gobierno- a un ingeniero agrónomo para llevar a cabo la transición: Félix
Agramont Cota que nadie parecía conocer.
En efecto, sin relaciones con la clase
política sudcaliforniana, menos con el movimiento Loreto 70; sin antecedentes
en el mundo de la política sudca ni nacional, tampoco era un destacado priista.
Poco se sabe –en ese momento- de su currículo. Es nativo pero sin arraigo. Su
posición más i titución con gran renombre en el campo de la agronomía.mportante
había sido un cargo técnico: Director de PRONASE (Productora Nacional de
Semillas) una ins
La clase política confundida, despreciada con todo y su
“Loreto 70” tiene que apechugar, y mientras Hugo Cervantes del Río se da baños
de pueblo en una larga despedida, el Ing. Félix Agramont Cota prepara su
regreso triunfal al terruño. Políticos, periodistas, opinadores, reporteros y
mitoteros en general investigan y revuelven archivos; preguntan por Agramont
Cota a sus conocidos, amigos y vecinos. Se sabe que es oriundo de El Pescadero,
que estudió en la Normal Campesina de San Ignacio, luego marchó a México para
estudiar en Chapingo ingeniería agropecuaria y no mucho más.
A su llegada al aeropuerto de La Paz, la clase política está
en primer plano, se acompaña de mariachis, matracas, confetis, mantas de apoyo
de los sectores a un actor político que no estaba en el guion. Los políticos
sudcas visten su mejor guayabera para recibir a quien el presidente ha
designado y poco conocen; ni de que pie cojea, ni a quien seleccionará como
parte de su círculo cercano; o si traerá su equipo de trabajo también impuesto
por el presidente, se hacen todo tipo de especulaciones. Los nervios estallaban
en los valedores de “Loreto 70” que no veían claro para cuando les traspasarían
el poder pleno sobre el Estado.
Cuentan los memoriosos que antes que los
políticos, una señora con varios kilos de más, apenas entra Agramont al
aeropuerto, se lanza en un abrazo mezclado con encontronazo mientras aullaba
¡Feeeeelix! quien es sorprendido, tambaleado y acaparado por la orgullosa
señora que presumía de conocer al nuevo gobernador, suceso que fue muy comentado
en la pequeña y mitotera La Paz de los setentas. A esto siguió un eterno
besamanos que aguantaron a pie firme el nuevo gobernador y su esposa María del
Carmen.
El Presidente Echeverría, imperial e infalible, no se
equivocó. El desconocido experto en semillas tenía tareas muy precisas, estaba
por la labor de instituir el municipio libre, redactar una nueva constitución, trasformar
un Territorio en Estado y convocar elecciones, quehaceres que llevó a cabo en
cuatro años y entregó el poder, ahora sí, a la vieja clase política
sudcaliforniana, que ya se les quemaban las habas. Una transición que se llevó
a cabo de manera limpia y pacífica, tampoco había organizaciones opositoras ni
partidos antagónicos, ni prensa hostil. El PRI controlaba todo, aun así,
existía unidad de propósitos en los sudcalifornianos, algo que aligeró el
trabajo del gobernador.
El Ing. Félix Agramont Cota habría después ocupado cargos de
escasa relevancia, honorarios, representativos y se retiraría de manera digna
–no como otros- a ocupar su lugar como cualquier ciudadano que podía caminar
las calles; saludar a medio mundo sin avergonzarse, sin que nadie lo molestara;
pasaba desapercibido sin que las generaciones de jóvenes supieran de quien se
trataba, algo que no parecía molestarle. Para los tiempos que corren, no es
poca cosa. Descanse en paz el Ing. Félix Agramont Cota.
MI VECINO VENDE HOT DOGS AL PONIENTE DE LA CIUDAD
Hace casi un año, mi vecino, un joven de los muchos que no
encuentran -después de estudiar una carrera universitaria- trabajo decoroso en
el área en la que se han preparado. En fin, sin vocación para robar, sin dotes
de político ni temeridad para meterse al narco, mi vecino ha conseguido un
carrito que saca a la competencia con los siempre concentrados olores de la laguna de oxidación que se aloca con los recientes calores.
Desde muy joven la tarde, el vecino avisa, se promueve con
el aroma a cebolla tatemada, grasas y salsas exóticas que invaden nuestra
pequeña colectividad al poniente de la ciudad. La promesa de la exquisitez contenida
en un pan partido por la mitad impele los vecinos, quizás apurados por los
olores traviesos que parten la tarde, en abierta esquina, todos los días y como
parte de la solidaridad social que no viene de arriba, sino del barrio, los
comensales, salen, por ahí, a la hora mágica del beisbol, a comprar su perro
caliente.
Ni las promesas de El Puchas,
ni los vientos alisios, ni el mítico coromuel han podido con tales miasmas,
solo los hot dogs de mi vecino. Pero la noche se hace vieja, mi vecino apaga
los últimos restos de tocino en la placa caliente y los olores siguen ahí. La pestilencia intrusa que se origina en la laguna de
oxidación al poniente de La Paz es capaz de irrumpir las más sofisticadas
fragancias y así sucede.
Colocada la dichosa laguna cercana a los nuevos
desarrollos del consumismo sudca, casinos, tiendas departamentales,
supermercados y plazas de moda, cuando aún no empieza el verano, los calores
que aumentan la velocidad de los átomo y por lo tanto, también los de las
partículas que se subliman de nuestras excreciones y aguas negras que penetran
y compiten con las fragancias de Liverpool, por ejemplo. Nina Ricci, Estee
Lauder, Ralph Lauren o Don Oscar de la Renta salen francamente apabullados con
la potencia de las inmundicias y desechos que ahí, muy cerca, se depositan. Una
sinfonía de fragancias para el extraño Grenouille –personaje de El Perfume-
pero muy maléfico para la Barbie que se va a probar un Dolce y Gabbana en el la
sofisticada tienda del poniente paceño.
El personal del rumbo espera aun, aquella promesa del
entonces Presidente Municipal de La Paz, Prof. Víctor Castro Cosío de que, la
pestilencia de la laguna oxidación sería yugulada, sometida y desaparecida por
quien sabe que artes. Contaba un ingeniero del ramo que después de hecha la
promesa, el alcalde se dirigió a los técnicos para ver si era posible su
ofrecimiento, el ingeniero que trataba de ser claro y didáctico en su
explicación, en franco machetazo a caballo de espadas, sometió al profesor -
alcalde a una serie de cuestionamientos mayéuticos: -¿a que huele una
panadería? –a pan- dijo el alcalde; ¿a que huele una florería? –a flores- ¿a
que huele una carnicería? –a carne- respondía el alcalde con lógica aplastante y
así hasta colmar de ejemplos vino la pregunta que aclaraba –con la respuesta-
el asunto ¿a qué olerá –entonces- una zona donde se depositan las heces
fecales?, el alcalde ya no respondió y comprendió que la promesa quedaría
incumplida; que hiciera las promesas que hiciera, la única solución era la
desaparición de la laguna de oxidación y quizás, ni así. Era tierra cagada.
Y así, mi vecino que vende hot dogs ha aliviado con sus
aromas de cebolla asada y tocino frito, por lo pronto, mientras el veranillo
sublima los depósitos de nuestras suciedades corporales que atacan con singular
ferocidad, por las tardes, cuando el sol calienta la laguna de oxidación;
mientras nuestros olfatos se adaptan y entienden que, otra vez, como en muchas
otras ocasiones, la periferia paceña se acerca al centro e irrumpe y asedia a la
pretenciosa clase media que toma café latte de cincuenta pesos, gasta como en Las
Vegas y se perfuma con las fragancias que muestran –en grandes carteles- las
estrellas de Hollywood.
Y es que el capitalismo trasnacional con tiendotas y casinos
invadió la zona de huizaches, mezquites y lomboyes por donde luego cruzó el
Boulevard Pino Payas –pa’ mayor simbolismo- y la laguna de oxidación, la de los
gases vespertinos ya estaba ahí, cuando llegaron las tiendotas y los casinos por
eso, mientras no se tome una determinación del gobierno municipal, habrá que
hacer mutis en el restaurante chilango con sus enchiladas suizas o refugiarse en
la perfumería de la tiendota; los que vivimos en al poniente de la ciudad,
mientras el vecino no consiga chamba- difícil misión, no es de El Valle- nos
conformamos con los aromas que producen, sin tanto caché, sus perros calientes.
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