lunes, 19 de julio de 2010

POLITICA Y JET SET SUDCALIFORNIANO

Introducción. Se dice fácil, pero ya ha pasado un poco más de una década que el PRI perdió el poder –primero en el estado y luego en el país- y con el quebranto del tricolor, se fue también –no podría ser de otra manera- una época, al menos, en BCS, se cumplió un ciclo.
El todopoderoso partido de estado, ciertamente no dejó de serlo de un día para otro, fue perdiendo de manera paulatina su gran vigor e influencia en la vida política nacional pero en BCS, no fue así, el PRI y todo su esplendor, casi de manera repentina, de un año para otro estaba en la lona, pero muchos de los priistas, ya estaban encaramados al otro carro ganador, ya se habían pasado al PRD.


Por simple deducción: si el PRD era un partido que no llegaba siquiera al 10% de las preferencias electorales, se entiende que los que hoy ocupan el poder en BCS, son en su mayoría, políticos y funcionarios que pertenecían al PRI. Los perredistas de viejo cuño que en la actualidad se mantienen en primer plano del régimen, son en realidad, muy escasos. Se entiende también, que tales perredistas, en la historia priista lineal de BCS, jamás se hubieran acercado a posiciones de poder a causa de las bajas preferencias electorales que suscitaba el hoy partido en el poder
Buena parte de esos priistas que arribaron al poder en BCS, estaban en una segunda línea –o tercera- en las sucesiones del PRI. Formaban parte de una burocracia de mitad de tabla y quizás en el futuro -uno o dos sexenios mas- con los méritos suficientes en el tricolor, hubieran escalado los peldaños hacia la cima. Por eso, el leonelazo fue el golpe de su vida, un punto de inflexión. El leonelazo colocó a muchos priistas en posiciones que en otras condiciones les estarían vedadas.
La combinación de patricios capitalinos, abolengos regionales, clase media alta de profesionistas y viejas familias de comerciantes que ostentaron el poder en BCS, todos, emparentados en una endogamia que multiplicó los mismos apellidos durante casi medio siglo, que se había enquistado en los diferentes órdenes del gobierno, se rompió con la llegada intempestiva de cabecilla priistas, que carecían de la prosapia pretendida como para ostentar las posiciones reservadas a la cúspide del sistema.
Esta dispersión social, esta pérdida del orden ancestral se expresa, de manera nítida, en las páginas de sociales de los periódicos y en el surgimiento emergente de pasquines y revistas ocasionales con ínfulas de jet set sudca, donde se muestra una parte de la sociedad que requiere de exposición de su nuevo estatus. Mucha de la gente que se encuentra hoy en el poder, no había tenido –ni lo esperaba- la oportunidad de tener que lidiar con el asunto social- Una cosa es que el caudillo, el preclaro, el militante político, de pronto, de manera imprevista se encuentre en una posición soñada y otra, que su familia y allegados le acompañen en el viaje.
De prócer a socialité. Subir en la escala política conlleva, sin duda, también la ascensión en el plano social, más aún, que en buena parte del ámbito social también se hace política. Muchos eventos sociales, tienen significación política y viceversa. Eventos como cumpleaños, bodas, bautizos, quinceañeras, graduaciones, aniversarios, nacimientos, funerales, inauguraciones, etc. son oportunidades que se tienen para lucir la asunción del político exitoso.
Las graduaciones son un ejemplo; cuando el político es invitado a ser padrino de generación, representa que el puesto que ostenta la ha dado la visibilidad suficiente, que ya es reconocido en otros ámbitos, en otras circunstancias. Los estudiantes graduados obtienen así algún tipo de canonjía; el político adquiere reflectores tan necesarios cuando de dejarse ver se trata. También empieza a ser solicitado para bautizos, confirmaciones, primeras comuniones, bodas, etc. El nuevo socialité observa con agrado que empieza a ser un padrino codiciado.


Es así como en su cumpleaños se dan cita lo mejorcito de la sociedad. Sin embargo, al prócer con hijas o hijos en edad de merecer, lo que mejor le viene es una boda, si el enlace se hace con miembros de las viejas familias, del abolengo sudca, de los antiguos priistas con solvencia económica –de los que se han retirado y no trabajan, por ejemplo- mucho que mejor porque penetra ipso facto a una porción de la sociedad que le estaba vedada, que solo pudo ser abierta con su pericia política y el nene y la nena que saben lo que les conviene. El nene porque así regresa a la familia los planos perdidos; la nena porque enriquece el patrimonio social que la familia no había alcanzado.


Vemos a diario a esas nuevas familias, a esos nuevos apellidos que se repiten ahora tanto en oficinas gubernamentales –el multimencionado nepotismo- como en páginas sociales, en busca de esa notoriedad o de ese lugar social que hay que ocupar; de ese espacio de sociedad que dejaron algunos del PRI, cuando el leonelismo los llevó de las páginas de sociales a la nota roja; de las bodas y bautizos a la barandilla; de las cotidianas compras a San Diego a tener que huir hasta San Diego.


Entonces, cuando los priistas se resistían a dejar los espacios sociales -los espacios políticos ya se habían perdido en las urnas- ya las nuevas hordas se habían hecho de las instituciones que los priistas levantaron con tanto celo. Ahora amenazan con invadir esos espacios exclusivos que identifican a los exitosos sociales: hijos estudiando en el extranjero, lancha en el garaje, ropa de marca, carro que es llamado por su nombre –la liberty, la cherokee, la lobo, la explorer- compras en la frontera, vacaciones en Las Vegas, el nuevo look, la red social ampliada y la inefable página de sociales, vocera a los cuatro vientos de la nueva condición política, social y económica que el prócer y su familia han asumido.


Sucede con todos los nuevos ricos cuando carecen de un soporte cultural sólido: también producen mal gusto y júniors, una nueva generación de jóvenes que viven en la abundancia, que les llegó de súbita manera y que nada les ha costado


Elecciones y sociales. La carrera por la página de sociales se acelera cuando el prócer ve la oportunidad de una promoción ya sea mediante el voto popular, la escala directa o los huecos que dejan quienes van a buscar votos, en esas condiciones cabecilla no puede creer en su buena estrella.


Entonces es cuando busca de manera denodada la visibilidad pública, no solo en las primeras planas, también de las sociales porque el prócer no es solo un amasijo hecho de cuerdas y tendones, no es solo el inclemente y despiadado zoon politikon, es también un ser que tiene una bonita familia, que siente, que ama, que puede ser tierno –aunque implacable con sus enemigos políticos- que tiene amigos, un entorno íntimo, ensoñador y deseable que lo pinta de cuerpo entero.


Cuando se acercan las épocas electorales, se puede observar, de manera cotidiana que las páginas de sociales tienen un fuerte aroma a página política, porque es la política la mejor manera de hacerse de recursos materiales suficientes para, ahora sí, intentar la escalada social. El preclaro hombre no está solo, tiene una familia que resiente el ascenso político. Esa familia tendrá que lidiar con otro nivel de vida, otra manera de organizar la cotidianeidad; otras amistades con otras costumbres, otros gustos, otras modas.

Aunque codiciados, no son cambios fáciles. Familias sencillas con vidas simples, normales, de pronto se ven en un aluvión que hay que asimilar de alguna manera. Hay que darse otros aires y a veces, los recursos culturales para experimentar el cambio, no son los más adecuados, porque cuando el prócer fundó la familia, no imaginaba que el destino lo premiaría con esa ansiada y muy mexicana solicitud: “no pido que me den, sino que me pongan donde hay” y una vez puesto ahí, tampoco imaginaba que tendría que cumplir funciones sociales, necesarias para mantenerse en el grupo, en la élite y en el juego de la política.



Los eventos sociales se convierten en obligatorios, en ocasiones hay que simular que le encanta la música clásica cuando en realidad es fan de Chalino Sánchez o tener que acudir a una somnífera función de ópera que han organizado los cultos del Instituto de Cultura, que además le han obsequiado boletos para que no falte; tener que soportar esos tipos de voz engolada y tipas con voz de pito, que cantan en italiano cuando, en realidad le apetece, que termine el programa y enjuagarse los oídos con la banda sinaloense.

Son las primeras generaciones de quienes llegaron de manera prematura, cuando no les tocaba o por equivocación al poder, cuando no estaban del todo preparados para ello, porque en el PRI, las expectativas no eran muy promisorias. Sin abolengo, sin ascendencia y sin padrinos adecuados había que picar piedra durante muchos años. El prócer tuvo la visión para comprender que el PRI ya no garantizaba ningún bienestar, que la vida estaba en otra parte, que el nuevo orden necesitaría de su experiencia, que los que constituían el obstáculo para su ascenso en el PRI andaban huyendo, en el autoexilio o al borde de la cárcel, en el mejor de los casos, sus antiguos jefes deseaban pasar desapercibidos. Había huecos que llenar en el nuevo partido en el poder.

Sociedad y lenguaje. Además de las transformaciones en el ámbito social, también el lenguaje sufre mutaciones. Aquellos discursos formales dichos con guayabera, aquella jerga del “apoyo irrestricto” y del “jefe nato”, de “la concatenación de esfuerzos”, de “el apoyo de los sectores”, han sido cambiados por un discurso menos formal en el que hay que lucir la pronunciación típica sudcaliforniana –como los Huizapoles- y la nueva jerigonza, tiro por viaje incluye palabras infaltables como “el feroz neoliberalismo” “la oligarquía parásita”, los adversarios son “apátridas”, “neoliberales”, “vendepatrias”; los obstáculos son “los poderes fácticos”, AMLO es simplemente “Andrés”, los norteamericanos es “el imperio yanqui”; el PAN es “la derecha yunquista”, los priistas son “añorantes del poder”; los ciudadanos son “el pueblo que nunca se equivoca”, etc.


La guayabera no solo es inoperante, es hasta delatora de revisionismo.

Toda una forma de vida. Una especie de izquierda revolucionaria institucional que aspira a gobernar, igual que gobernaron sus antiguos jefes, con las mismas comodidades, con las mismas aspiraciones, pero con la pretensión de ser diferentes, aunque los cambios son tan superficiales que se pueden observar cuando posan, sin rubor, en las páginas de sociales.
Artmeza55@hotmail.com
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