domingo, 26 de abril de 2009

…. Y ERAMOS TAN FELICES

La manía conservadora de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, la mayoría de las veces, no es mas que parte de nostalgia, parte de deseo y parte de desmemoria. Muchos sudcas seguramente mantienen la idea de que “antes” era tan apacible la vida en Sudcalifornia y que “ahora” hay riesgos y peligros impensables en los pretéritos tiempos de perros amarrados con chorizo.
Siento decir que no es así: “antes”, en 1850 por ejemplo, la vida sudcaliforniana fue de lo mas agitada y movida por cada calamidad que les sobrevino, cuando no eran piratas, eran los gobernantes despóticos que mandaban del centro; las hambrunas, el desempleo o las revueltas, los alzamientos o la destitución de este o aquel jefe político del territorio.
Don Adrián Valdéz, el primer gran historiador sudcaliforniano, da cuenta de estas peripecias en un libro que ha sido compilado por el Dr. León Portilla, titulado “Historia de la Baja California 1850/1880” y editado por la UNAM en 1974.

Wiliam Walker y sus Flibusteros. La historia inicia en 1850 con la incursión del pirata William Walker que organizó una tropa de unos 40 hombres armados en San Francisco, California mientras el gobierno gringo se hacía de la vista gorda. Walker tenía la idea de tomar la Baja California primero y luego Sonora para proclamar la “República de Sonora”. La Baja California solo estaba poblada en la zona sur hasta San Ignacio; de lo que es hoy la parte Norte, según un informe de 1885, firmada por un tal Ferrer enviado desde La Paz a hacerse cargo de lo que es hoy el estado de Baja California, decía lo siguiente: “Desde San Ignacio hasta El Rosario, es poco menos que un desierto, y se hacen diez jornadas cuando no se llevan víveres ….. En El Rosario (ex - misión) habitan cuatro familias, a las cuales he tenido que facilitar cebada para que no murieran de hambre….. luego está el pueblo de Santo Tomás habitado por nueve familias mexicanas, en el mismo estado poco más o menos que las referidas; pero los Ranchos de Guadalupe y Valle de San Rafael, que son propiedad de norteamericanos residentes en Alta California, y el de Tía Juana, habitado por su propietario, sufren menos escasez ….” Y sigue la nota. Tijuana como se verá, era un rancho, Mexicali no existía y Ensenada era un campo pesquero donde se sacaba un marisco conocido como “aulón” –dice la referida nota-


En esas circunstancias, W. Walker y sus filibusteros llegan a La Paz, entonces gobernada por el Coronel Rafael Espinosa quien a pesar de las advertencias, no hizo ningún preparativo para defender la plaza, así que cuando Walker, el 3 de noviembre de 1853, fondeó “El Carolina” en Punta Prieta y mandó un piquete de mercenarios para hacer prisionero a Espinosa, ni las manos metió. Walker y sus filibusteros tomaron la casa de gobierno, arriaron la bandera mexicana que cambiaron por una bandera roja con dos estrellas blancas que simbolizaban la “República de Sonora y Baja California”; sometieron a quien se opuso y la tal república que fue proclamada a los cuatro vientos.


Al día siguiente W. Walker -sin pasar por "candidato de unidad"- es nombrado presidente por sus bucaneros. Los paceños asistieron a la dichosa ceremonia en inglés en la que nadie comprendió nada -cosas de gringos locos - dijo mas de uno. Se promulgaron leyes y se abolieron derechos aduanales. El 5 de noviembre se avistó un barco al cual los piratas abordaron y sin buscar mucho se encontraron al nuevo jefe político del territorio que venía a sustituir, por orden de Su Alteza Serenísima, al coronel Espinosa, así, Juan Clímaco Rebolledo fue también puesto prisionero y Walker se adueñó de la situación y de la República...pero no por mucho tiempo.




A Algunos vecinos les cayó el veinte y clandestinamente se organizaron; reunieron armas para hacer frente a los filibusteros. El mismo día del nombramiento de Walker, a los piratas les entró la sed y desembarcaron para echarse unos tragos en una cantina, ahí se suscitaron las primeras reyertas a tiros. Al ver que la población poco a poco se reunía para repeler a los invasores, el 6 de noviembre, Walker parte a Cabo San Lucas a esperar refuerzos, personal de California entusiasmados con la toma de La Paz, suceso que apareció en los periódicos californianos como un éxito rimbombante de Walker y sus muchachos.

Por su parte Waker se fortificaba en San Lucas pero los alcaldes de San Antonio y Todos Santos ya reunían hombres armados para hacer frente a los piratas, igualmente el alcalde de San José ya disponía de 40 hombres. Con estos movimientos, a Walker no le quedó otra mas que subirse al “Carolina” y alejarse de las costas. Como el gobierno estaba acéfalo con la prisión tanto de Espinoza como de Rebolledo, el 19 de noviembre, en San José, se nombró al Sr. Antonio Navarro jefe político del territorio de Baja California. La toma de posesión fue en San Antonio mientras en La Paz se seguía organizando la defensa del puerto.

Ya entrado diciembre, el gobernador de Sinaloa José María Yáñez enviaba a tres buques con 250 hombres armados que desembarcaron en Ensenada de Muertos, además de pertrechos y vituallas, nada menso, el gobernador sinaloense enviaba a Antonio Ochoa como Jefe Político interino. Así, Navarro, recién nombrado entrega el poder el día 12 de diciembre a Ochoa pero el día 25 de diciembre, Espinosa y Rebolledo logran escapara de los piratas así que en La Paz se juntan cuatro “gobernadores”: Espinosa que gobernaba cuando llegaron los piratas, Rebolledo que enviaban del centro a sustituirlo; Navarro nombrado cuando apresaron a ambos y Ochoa que llegaba nombrado por el gobernador de Sinaloa. Después de difíciles deliberaciones, se pusieron de acuerdo que sería Rebolledo, el nombrado por el dictador Santa Anna, el jefe militar mientras se organizaba una elección.



Walker que había huido al norte, se fortificó en la Ensenada de Todos Santos (hoy Ensenada) donde recibiría refuerzos para invadir la Baja California por el norte. En efecto, recibieron refuerzos pero nunca contaron con la furia de Antonio Meléndres, un ranchero fronterizo, valiente ciudadano, buenísimo para los cabronazos, quien a partir de sus hermanos y amigos, inició un ejército que llegaría a tener hasta 300 hombres, buena parte de ellos indígenas. Meléndres persiguió a los invasores –con todo y refuerzos- y aunque su fuerza era menor, con el conocimiento del terreno, su audacia y ardor patriótico, sin darles cuartel, atosigó a los filibusteros que sabían poco de andar entre chollas, chamizos y "uñaegatos" y llegó finalmente a derrotarlos hasta que huyeron por la frontera. Walker se refugió en California y ante la protesta del gobierno de Santa Anna, fue enjuiciado en los Estados Unidos por jueces que simpatizaban con su causa. Después de un juicio balín, Walker fue absuelto y quedó listo para emprender otra aventura que lo llevaría a ser presidente de Nicaragua y fusilado en Honduras ... pero esa es otra historia.

El Gobierno de Blancarte. En La Paz, el 8 de marzo de 1854, llega José María Blancarte, nombrado por Santa Anna, Comandante Principal y Jefe Superior Político, puesto que le entregó obediente Rebolledo. Blancarte era una alimaña de corazón peludo. Inculto, borracho y pendenciero, amigo personal de "El guerrero inmortal de Zempoala" (Santa Anna), Blancarte se encontró con la creciente popularidad de Antonio Meléndres quien se erigía como un verdadero héroe, un number one al que sus fans lo ovacionaba por doquier. Por tal razón, Blancarte -envidioso y mediocre- empezó a buscar la manera de deshacerse de Meléndres. Desde La Paz envió por barco al General Oñate para dizque ayudar a Meléndres, pero por tierra mandó a un tal José Fidel Pujol quien llevaba a Meléndres una carta con felicitaciones por sus encomiables servicios a la patria, además le ofrecía 500 pesos para aliviar en algo la sangría económica que le significó la corretiza que le puso a Walker y su banda. Pujol llegó a San Felipe antes que Oñate a la frontera, envió la carta a Meléndres quien acudió sin sospechar las intenciones, así desprevendio fue desarmado, apresado y de manera cobarde, fusilado y desaparecido. De Pujol no se volvió a saber. Oñate se hizo cargo del partido norte de Baja California ya sin el estorbo del héroe de la derrota bucanera que mal le habían pagado su arrojo y valentía.

El 20 de octubre de 1854, Blancarte organiza un plebiscito para ratificar a Su Alteza Serenísima en el poder. Se levantaron actas en los ayuntamientos, se manipularon los votos de adhesión, se presionó a los habitantes -ni siquiera les repertieron despensas, ni compraron credenciales de elector, como ahora- y se tomaron presos a quienes no dieron su voto a favor del dictador.



Ya en 1855, cuando Santa Anna es obligado a dejar el poder mediante el Plan de Ayutla firmado por los liberales, Blancarte -como político de siempre- comprende para donde corre el agua, se une al Plan y convoca a elecciones para jefe político. El 3 de diciembre es nombrado el Sr. José María Gómez quien instaló la Diputación, el Consejo de Gobierno y expidió el Estatuto Orgánico del Territorio, sin embargo Blancarte seguía siendo el hombre fuerte, el que ostentaba las armas. Como puede esperarse en esta situación, pronto Blancarte vuelve a las andadas y en abril de 1856 exige que la diputación abandone su sede en la Casa de Gobierno y trata de disolverla. Obviamente entró en fuertes contradicciones con Gómez quien solo apechugaba ante los desplantes del tremendo Blancarte que conspiraba para deponerlo.

El 11 de mayo de ese año 56, en Santiago, se levanta en armas Mauricio Castro, desconoce a Gómez y proclama a Blancarte como Jefe Político. Gómez huye a San José donde establece gobierno aunque su Consejo queda en La Paz. Finalmente, como la prudencia lo aconsejaba, Gómez renuncia y Blancarte toma el poder en Baja California en septiembre de 1856 ante la anuencia del presidente interino Ignacio Comonfort. Enseguida Blancarte disuelve los organismos democráticos y da rienda suelta a sus pretensiones autoritarias.

Pero las ansias filibusteras no cesan. El país es un desmadre propicio para que intereses extranjeros invadan los territorios mas desiertos y despoblados. Blancarte a la sazón jefe omnímodo de la Baja California tiene noticias que un tal Crabb ha reunido hombres y municiones para invadir la Baja California y Sonora, consigue armar a 350 hombres con los que parte para Sonora en enero de 1857 a combatir a los invasores ante el disgusto de los bajacalifornianos que ven como Blancarte deja sin guarnición militar la península. A Blancarte le vale madre y cruza el charco pero resulta que los planes de Blancarte no tienen nada que ver con la defensa del territorio sino con hacerse presente en Guadalajara. Blancarte conspiraba con el clero que veía peligrar sus intereses con el gobierno de los liberales. Las fuerzas militares de Guadalajara andan en otros asuntos, por tal razón, Blancarte aprovecha para dar un golpe de mando pero no le funciona y es arrestado y enviado a México.

La Constitución de 1857. Aunque Blancarte había dejado a sus títeres de Jefes Políticos que le sucedieron en el gobierno, el 26 de abril de 1857 llega la noticia de que se ha aprobado una nueva constitución, por lo tanto, los californios proceden a adherirse a dicha constitución en un solemne acto en La Paz y proceden a nombrar un nuevo gobierno. El 20 de mayo de 1857, Manuel Amao toma el cargo de Jefe Político y el 13 de julio de ese año, 17 electores del Colegio Electoral Bajacaliforniano votan por Ignacio Comonfort para presidente de la República y por Benito Juárez como Presidente de la Suprema Corte de Justicia.

No terminaba julio cuando un grupo de militares se subleva y huye de La Paz, el general Yáñez jefe de la guarnición hace prisioneros a los amotinados y los envía a Sonora, luego Yáñez se retiró a Mazatlán y dejó encargado de la comandancia al Coronel Diego Castilla que será un dolor de cabeza para M. Amao pues Castilla se adhiere al Plan de Tacubaya que trata de dejar sin efecto la Constitución de 1857 y sin efecto también, los decretos que había promulgado el propio Amao, especialmente en el reparto de las tierras misionales. Castilla derroca a Amao y por medio de la fuerza obliga a los ayuntamientos a reconocer en mencionado Plan de Tacubaya.

Castilla nombró a un Consejo con el objeto de elaborar El Estatuto Provisional del Territorio, en el se pretendía regresarle las tierras a la iglesia, instigados por el obispo Juan Francisco Escalante, amigocho de Castilla y de los conservadores del Tacubaya. El Consejo, encabezado por Nicanor Cota se hizo inteligentemente pendejo y no dictó ninguna resolución mientras Castilla con malas maneras trataba de implementar alguna ley que regresara al clero las tierras misionales. El autoritarismo de Castilla hizo crisis y el 9 de septiembre fue desconocido por el Ayuntamiento de San José que se adhería a la Constitución de 1857, después lo haría Todos Santos a la vez que movilizaban un pequeño ejército que marchó hacia La Paz. Castilla amedrentado por falsas noticias abandonó la plaza a pesar de tener unos 200 hombres a su servicio, se pertrechó en Pichilingue y luego se subió en el primer barco que zarpó a Sinaloa donde fue destituido y juzgado por “falta de espíritu militar”. ..por cobarde, pues.


Las fuerzas triunfantes nombraron Jefe Político a Ramón Navarro quien el 23 de septiembre del 57 reestablecía la observancia de la Constitución promulgada el 5 de febrero de 1857.

Ya en 1858, con el gobierno de Benito Juárez, el desmadre de la administración del país había influenciado el Territorio de Baja California, no había una ley orgánica y si muchas leyes que se habían promulgado y luego quedado sin efecto en varias ocasiones. La confusión respecto de lo que sucedía en el centro era cada vez mayor. Juárez andaba de un lado para otro y no tenía sede fija el gobierno mexicano. Navarro y su Consejo deciden declarar independiente el Territorio e instala una diputación con los ayuntamientos.



Baja California Independiente. Se decretaron nuevos impuestos y se liberó el comercio; se disminuyeron los aranceles de importación, luego la diputación creyó conveniente promulgar lo siguiente: 1°. El Territorio de Baja California es parte integrante de la nación mexicana; 2°. Acata y defiende la Constitución de 1857, como única ley fundamental de la República y otros artículos que se refieren a la emergencia y a la temporalidad de la declaración de independencia; luego se consiguieron armas tanto en EU como en Sinaloa en preparación de una Guardia Nacional para la defensa del territorio.

Pronto tuvo que entrar en acción dicha Guardia, el territorio independiente había promulgado leyes sobre buceo, minería, comercio, franquicias, y otras leyes que afectaron a algunas personas que se revelaron en San José, así la Guardia apresó a Mauricio Castro, Pablo María Castro y Zacarías Castro y terminó el movimiento -de Los Castro- sin derramamiento de sangre.

Fue una buena época. De Nayarit y Sinaloa llegaron intelectuales, obreros y gente bien preparada que huía de la intolerancia política y religiosa; mejoró el nivel económico de los habitantes del territorio; se realizó una nueva división política; se establecieron los tres poderes republicanos y se llamó a nuevas elecciones. Recayó el nombramiento, ahora de gobernador, en la persona de Teodoro Riveroll a principios de 1860 pero antes que Riveroll tomara posesión, llegó procedente de la Cd de México el Sr. Gerónimo Amador enviado por B. Juárez para hacerse cargo del gobierno.

Este episodio amenazaba con suspender la buena racha para el Territorio y reacios a entregar el poder, la Asamblea y el Jefe Político hicieron reuniones secretas para sopesar el asunto. Por un lado, ya estaban bien organizados y marchando con políticas provechosas para el Territorio, por otra, no entregar el gobierno significaba desobedecer el poder central con probables consecuencias funestas. Finalmente, después de muchas deliberaciones, Navarro, previa resolución de la Asamblea, el 12 de abril de 1960 entrega el poder a Amador con todo el dolor del alma de los sudcas que veían como el edificio democrático y progresista se venía abajo con la llegada inesperada de del extraño Sr. Amador.

Ahora es Amador. Apenas se hizo de la administración pública el mentado Amador, enseñó el cobre. No tenía ni maldita idea de donde estaba parado; su indigencia intelectual era tanta que sus determinaciones rayaban en el ridículo y empezó a ser pasto de chistes y ocurrencias que pasaban de boca en boca ante las carcajadas de los sudcas, que sin poder hacer nada, solo se reían de “El Zongolica”, como le apodaban. Se recuerdan perlas como la creación de una policía mixta con la Alta California, el decreto para que los barcos que van de San Francisco a Panamá “pasen a Cabo San Lucas a recoger la correspondencia”. Los paceños daban rienda suelta a la carrilla, en lo que ya eran -como hoy- depurados maestros.

Afortudamente, Amador sintió que era mas necesario en el centro del país para combatir a los conservadores y un buen día hizo itacate y se fue dejando de interino a Manuel Clemente Rojo el 1 de julio de 1860.

Mas tardó en irse Amador cuando Rojo lo desconoció apenas con 15 días en el poder. Como Mauricio Castro estaba dolido con el gobierno independiente -anterior al de Amador-, supo Amador que podía entrar por San José del Cabo, conseguir el apoyo de la muchachada Castro y hacerse de nuevo con el poder. En agosto Mauricio Castro había reunido una fuerza que creía suficiente para restablecer a Gerónimo Amador. Tal fuerza marchó hacia La Paz sin encontrar resistencia, ya para ese entonces, Rojo y el gobierno se habían embarcado para Sinaloa. Los Castros josefinos enviaron a José Arano para tomar la plaza. En cuanto llegó a La Paz les leyó el Acta de San José que restituía a Amador en el poder. Nadie la firmó, pues decía en el prólogo que su adhesión tendría que ser “libre y espontánea”. Entonces Arano cambió la redacción, le agregó a la dichosa acta “sometiéndose gustosos a sufrir, en caso contrario, la pena de ser pasados por las armas” y claro -en chinga- fue firmada y puesta la huella digital...no fuera a ser.

Rojo y los demás emigrados en Mazatlán buscaron a Márquez de León que ya andaba en las grandes ligas de las armas y los uniformes. El caudillo sudca les ayudó con 300 hombres y el mismo Márquez se trasladó a San José para sofocar el alboroto que Los Castro habían armado en el sur. Arano que estaba en La Paz se replegó a San José y dejó el poder a Pablo Pozo, a la sazón presidente del ayuntamiento de La Paz. Arano cometió su peor babosada: envió a sus hombres por tierra y las armas por barco. Craso error, Márquez de León que ya era una chucha cuerera en eso de la guerra, le interceptó el barco en el Canal de Cerralvo y sin esfuerzo, los desarmó y dióles mortal golpe.

Marquez de León entró a La Paz en septiembre de 1860, luego se dirigió a San José y tomó prisioneros a los promotores del gobierno de Amador. Reinstaló a Rojo que apresó a los dirigentes del levantamiento de San José, mientras, el buen Márquez de León volvía a Sinaloa donde lo necesitaban en la lucha contra los conservadores. El 3 de noviembre Rojo renunció al poder y se instaló a Teodoro Riveroll como era el deseo de la Asamblea antes de la llegada de Amador. Obviamente quedaron sin efecto los ridículos decretos y disposiciones de El Zongolica que empezaba a formar parte de la picarezca sudca de la época.

HASTA AQUI SOLO SON DIEZ AÑOS (1850-1860) Al siguiente año se enfrentaría la Invasión Francesa y el Imperio de Maximiliano.
Como se puede ver, sobresaltos no faltaban a los habitantes del siglo XIX en Baja California. Nada de vida apacible.
No se pierda el siguiente capítulo: "Los sudcas ante Maximiliano"... en su gustada serie: "... Y éramos tan felices..."

domingo, 5 de abril de 2009

LA PAZ, LA TISICA

En las postrimerías del siglo XIX, la tuberculosis azotó en todo el mundo, “La peste blanca” le llamaron.

En el mundo habían muerto de tuberculosis Shubert , Mozart y Chopin. La Dama de las Camelias muere de tuberculosis, igualmente, en la novela latinoamericana mas famosa de la época, “María”, del colombiano Jorge Issac muere del mismo mal; en el gran mundillo de la ópera, Mimí, de “La Boheme” fallece por tuberculosis; Paganini apagó su música el micobacterium; la tuberculosis no respetó ni al genio poético de Adolfo Bécquer ni el de Miguel Hernández; ni siquiera al generalísimo Simón Bolívar, libertador de América; el espíritu inquieto de Edgar A Poe terminaría a fuerza de hemoptisis; Thomas Mann presentaría “La Montaña Mágica” y las cuitas de los tuberculosos en los sanatorios antifímicos de los Alpes.

Franz Kafka, en esos días escribía “Tos con sangre” y en su larga y profunda melancolía le ponía sello a los tiempos.

En La Paz de la postrevolución, la escasez, la carestía, la falta de apoyos del centro del país, la disminución brusca de la madreperla, la actividad prioritaria, factores que juntos produjeron un fenómeno de pobreza extrema y la tuberculosis invadió la capital del entonces partido sur de Baja California.

En este lado del mundo, en nuestro rincón finisterra, los criaderos de perlas de La Paz habían producido una gran industria en la que trabajaban mas de 150 obreros y de la que dependían familias y otras actividades paralelas. El magnate perlero Gastón Vives, activo miembro del porfiriato, había tenido que huir de la purga con el triunfo de los caudillos revolucionarios Ortega y Cornejo y los placeres perleros fueron saqueados, destruídos y olvidados. La pobreza se expandió y el micobacterium tuberculoso se fijó en los cuerpos de los paceños que mal alimentados y desempleados, eran pasto fácil de la enfermedad.

La Paz cambió su nombre por “La Tísica”.

Robert Koch había descubierto , aislado y demostrado el causante de la tuberculosis a finales del siglo XIX, sin embargo pasó mas de medio siglo para que se encontrara un antibiótico capaz de atacar el bacilo. Fue hasta 1940 que se empezó a utilizar la estreptomicina y otros medicamentos eficaces. Los tratamientos antituberculosos eran hospitalarios, había nacido la radiología con la que se monitoreaban tales tratamientos, pero sobre todo, la tuberculosis, se sabía, no solo requería del contacto con el microbio para enfermar, la desnutrición era el otro componente esencial que prolongaba la enfermedad.

Para los años treinta y pese a los esfuerzos de Gastón Vives, Ruffo y otros empresarios, el negocio de las perlas no volvió a fructificar; por alguna misteriosa razón, las perlas desaparecieron y los cultivos no dieron ni la cantidad ni la calidad de antes. La Paz había encontrado otra vocación ya bien entrado el siglo XX. Los recursos del centro del país fluyeron gracias a las exigencias de grupos civiles que pedían no solo el cese del olvido, sino también la facultad de nombrar sus propios gobernantes y no ser refugio, destierro o castigo de viejos generales revolucionarios. El sur de la península había crecido y desarrollado como una provincia ajena al centro del país; extraña para quienes tomaban las decisiones de la república. En este nuevo orden que se gestaba, los sudcas mediante el Frente de Unificación Sudcaliforniana exigían su inclusión en los planes y el presupuesto; sus derechos y obligaciones como mexicanos.


Con un país un poco mas pacificado, con el gobierno progresista como el de Francisco J Mújica, el ya territorio de Baja California Sur iniciaba una nueva época. La institucionalidad sentó sus reales y las organizaciones civiles irrumpieron en el concierto público. Se abrieron cultivos de frutas y verduras en Los Planes, se aprovechó mejor la infraestructura de los oasis, se abrieron brechas para comunicar mejor a los sudcas, la pesca tomó un nuevo impulso y se establecieron tratamientos antituberculosos en el viejo hospital Salvatierra –la hoy Casa de la Cultura- .

Con la idea que retrataría magistralmente Thomas Mann en “La Montaña Mágica”, que los tuberculosos sanaban o al menos mejoraban cuando se internaban en los sanatorios montañosos, se inició en la zona de Santiago, en las faldas de la Sierra de la Laguna, la construcción de un hospital para tuberculosos. Dicho hospital nunca se terminó, hoy se pueden ver las ruinas, montículos de piedra, arcos y umbrales invadidos por la maleza. Era cierto, los tuberculosos mejoraban con el aire de las montañas, no se sabía exactamente la causa. A la luz de los conocimientos actuales, sabemos que el micobacterium, es ávido por el oxígeno, por esa razón su hábitat preferente son los pulmones, al disminuir la presión de oxígeno por encima del nivel del mar, el bacilo que descubriera Robert Koch, disminuye su velocidad de crecimiento con la consecuente mejoría de los pacientes.

Al final de los años cuarentas, el gran escritor, poeta y periodista Fernando Jordán coloca a la Baja California en la prensa nacional y escribe una serie de 22 valiosos artículos acerca de la península de Baja California que tituló “Tierra Incógnta”, los artículos de Jordán después aparecerían en un libro fundamental: “El Otro México” –Biografía de Baja California- que vio su luz primera en 1951. Su primer capítulo inicia así: “Hay libros desconcertados y desconcertantes. Este no es lo uno ni pretende ser lo otro. Pero puedo asegurar, sin pudor alguno, que el Otro México se originó en el desconcierto.
En el desconcierto y … en el amor. Ni más ni menos”

Jordán hace viajes en jeep y en un velero, recorre toda la Baja California entre y va relatando, en “El Otro México”, las características geográficas, costumbres e historia de los pueblos que visita. Cuando llega a La Paz, el capítulo se llama “En el que un nombre explica la ciudad”. Después de hacer un amplio elogio a la belleza de la bahía, a la jovialidad y frescura de su gente, a la paz que se respira y al imponente calor de su verano, al final dice “A pesar de los años de auge de las perlas y de la orchilla (cuya explotación resultó incosteable al descubrirse en Alemania las anilina sintéticas) La Paz sufrió hambre siempre y su población vivió generaciones de tuberculosos. Un poeta cruel la llamó “La Tísica”, y en verdad, considerándola como un ser vivo, la ciudad con sus pulmones corroídos, traía a las mentes la imagen de otra dama de las camelias, bella, tierna y enferma.”

Sin embargo, en el último párrafo repone: “Actualmente, la ciudad parece restablecerse de su prolongada enfermedad. Ha encontrado granero en los valles del sur. Ha hecho brotar el agua de las mas profundas venas de las montañas y de las capas del subsuelo. Desde hace un par de años el trigo se aclimata en la llanura, se produce tomate de excelente calidad que en gran parte se exporta, por avión a los Estados Unidos, y La Paz, en el verano y en el invierno, come fruta y legumbres, y bebe leche. Parece que el hambre ha terminado y que La Paz deja de ser “La Tísica”.
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Fue el ahora Benemérito Hospital Juan María de Salvatierra, situado en la calle Bravo 1010 el primer tuberculario que se estableció en Baja California Sur donde el Dr. Francisco Cardoza, C. Dr. Holguin, Dr. Carlos Zaragoza, Dr. Von Borstel y otros eminentes médicos casi se especializaron en tuberculosis, pusieron en práctica los adelantos de la época, realizaron el catastro torácico para detección temprana de la enfermedad, atendieron a los tuberculosos, realizaron el aislamiento del bicho, y dieron los tratamientos de la época que fueron mejorando con los años hasta que los tratamientos de tuberculosis gracias al mejoramiento de las drogas y al monitoreo, se pudieron hacer de manera ambulatoria y domiciliaria.

Algunos veteranos médicos del Hospital Salvatierra recuerdan divertidos anécdotas de su infancia respecto del antiguo tuberculario y el miedo al contagio de los paceños: se evitaba pasar, a toda costa frente ese hospital. Si por alguna razón no había más remedio que pasar por la calle Bravo, una o dos cuadras antes, se hacía una larga y profunda inspiración forzada, se tapaban boca y naríz y pies en polvorosa, en presurosa carrera, se cruzaba Lic. Verdad, el frente del hospital –por la acera contraria- se continuaba por Josefa O de Domínguez y se volvía a respirar hasta la calle Gómez Farías… si se podía. El oráculo popular aconsejaba no respirar al menos por cuatro cuadras, a riesgo de contraer la enfermedad.

El Hospital Salvatierra así, pasó a ser un hospital general y Jordán concluía: “Al paso que fortalece sus pulmones y su estómago, la ciudad se embellece el rostro. El paseo del malecón ya no es el polvoso paseo de antaño y hoy bordea el mar una avenida de hormigón que parte del Palmar de Abaroa y que pronto llegará, convertida en carretera, hasta el balneario de El Coromuel. Los “papalotes (aeromotores), típicos que fueran de La Paz y que servían para bombear el agua de los pozos, van desapareciendo para la introducción del agua potable. Nuevas construcciones se levantan a paso rápido donde antes se acumulaban basuras o se abrían lotes baldíos, y el pueblo, despertando de su sueño secular, va abriendo los ojos para mirar el futuro.”

Era La Paz de 1950 que había sobrevivido a la epidemia de tuberculosis mundial, a la pobreza, el desempleo, al hambre; a las revueltas de 1910 que produjeron caos político mientras el bacilo de Koch se ensañaba con los más amolados; al abandono que cedía poco a poco y cuyos anhelos de autogobierno se cumplirían 20 años después. Era La Paz que se adaptaba a los nuevos tiempos y emprendía la siguiente mitad del siglo con el vigor y el orgullo que hoy conocemos.