lunes, 7 de junio de 2010

EL PRI EN EL 2011

Es el PRI la única fuerza de oposición en BCS que, hoy por hoy, puede enfrentar con ciertas posibilidades de éxito al trabuco formado por el PRD, PT, Convergencia que desde 1999 arrancó del poder al que fue, a su vez, un partido de estado. Enfrentado a un adversario muy similar al viejo PRI, con estructuras parecidas y dinámicas internas también similares, el PRI, en su afán de sacudirse la prolongada modorra que los invadió durante una década, después de la derrota, ha logrado, al menos, frenar la curva descendente en las preferencias electorales.
Aun está lejos de constituir una fuerza política que pueda plantar cara a la coalición gobernante, pero si ésta, como parece ser la tendencia, opta por la división interna y el deslinde entre los diversos grupos, corrientes y personalidades, obviamente pondrá en peligro su permanencia en el poder, solo en estas circunstancias, el PRI podría constituir una primera fuerza política.
Sin la fuerza del gobernante en turno como “jefe nato” del partido; sin las basas sociales que formaron su densidad electoral; sin los recursos económicos y humanos que fluían alegremente del propio gobierno; sin las redes de recursos económicos de los beneficiarios del régimen y sin el aparato electoral en sus manos, como en otros tiempos, el PRI parece desdentado, descafeinado en su discurso, aun así, en Baja California Sur, ante la indigencia de la oposición, es la fuerza política que es capaz de disputar el pastel electoral o parte de éste que se disputará en el 2011.
Antecedentes inmediatos. Como en todo el país, el PRI sudcaliforniano no tuvo competencia desde el recién nacido estado en 1975. El movimiento Loreto 70, si bien se connotaba como movimiento ciudadano, sus demandas –gobernantes nativos y con arraigo- fueron hábilmente adheridas a las ideas nacionalistas y revolucionarias del PRI, de tal manera que una vez que la federación impulsó la transformación de territorio a estado, de forma natural, los gobiernos emanaron del tricolor.
La sucesión gubernamental, desde el gobernador Ángel César Mendoza, de manera paulatina, a ojos del sudcaliforniano promedio, fue disminuyendo su calidad hasta llegar al 99 cuando el cuestionado gobierno de Mercado Romero, coincidió con el desgaste priista nacional y el impulso ciudadano de la transición democrática que decidió castigar en las urnas al tricolor.
Los gobiernos del PRI se caracterizaron por el discurso localista, la sudcaliforniedad como estadio máximo al que puede aspirar un ciudadano. Esa condición, la del “sudcaliforniano bien nacido” fue, por un lado fuente de legitimación en el poder, aunque también divisa para el abuso y el exceso en las tareas gubernamentales. El último gobierno priista se caracterizó por una gran descomposición, fue tanta que los propios priistas –habitualmente disciplinados- señalaban las triquiñuelas del secretario de gobierno, la dejadez del gobernador, la avidez por los negocios desde el gobierno, los posibles nexos con crimen organizado, sectarismo y muchas otras lacras.
Había, por lo tanto una ola de descontento que Leonel Cota, político astuto, formado parte en la izquierda, parte en el PRI, pudo detectar, luego explotar para convencer a una buena parte de priistas de abandonar el partido. En esas condiciones se gestó un movimiento popular que venció, por paliza, al PRI en 1999.
Si bien el PRI supo llevar a sus puestos claves a ciudadanos de la mas diversas condiciones socioeconómicas, una élite de patricios permaneció detrás de los procesos políticos y económicos.
El quiebre del 99 originó transformaciones, en otros tiempos impensables en BCS. La entrada de capitales externos, el desarrollo del comercio sin las antiguas familias de comerciantes sudcalifornianos fue quizás, el cambio más visible al ciudadano común y corriente, muchos de estos vieron estos cambios como el progreso que el PRI detenía.
La derrota. La derrota no solo fue electoral; el PRI no solo perdió una elección. El trauma trascendió sus raíces y su moral; el derrumbe fue total, a lo cual se agregó las ínfulas justicieras del nuevo régimen encabezado por Cota Montaño. Titulares de periódicos con el gobernador y el secretario general en la cárcel, el despojo del edificio sede, desempleo de priistas que habían vivido del presupuesto, etc. produjo una nueva estampida hacia el grupo en el poder; otros, prefirieron el silencio y el exilio.
Esta cuesta abajo se prolongó durante toda la década y es hasta el año pasado que una nueva directiva, impulsada por Beatriz paredes y Estela Ponce, se ha mantenido en aceptable nivel de actividad. En muchas ocasiones esta directiva priista ha enseñado su falta de experiencia, casi una virtud cuando se trata de retirar dinosaurios de los escaparates.
El repunte. Aun así, cuando parecía imposible, el PRI en otras entidades ha logrado regresar a los primeros planos. Las elecciones intermedias pasadas, demostraron que una buena porción de mexicanos se han desengañado de los gobiernos del PAN, sin embargo, los gobiernos del PRD, son muy parecidos al PRI de antaño. Quizás, la escuela es la misma, por lo tanto, las mismas maniobras para retener el poder. Aun así, los votos del PRI sudcaliforniano provocaron aprietos en ciertas candidaturas perredistas.
Hay en el PRI un vientecillo triunfal en la candidatura de Peña Nieto que, para algunos analistas, ha sido parte del repunte priista que ha podido recuperar gubernaturas, presidencias municipales y congresos.
Hasta hoy, ha sido Estela Ponce quien ha trabajado de manera abierta y con ahínco para conseguir la nominación de su partido. Ha enseñado una gran capacidad de trabajo, quizás entiende que es la única manera de sustituir la ausencia de carisma y las inercias de un partido que sigue sumido en la apatía y en la indolencia.
Para recuperar algo de lo perdido o para hacer la chica, se tendrían que dar una serie de circunstancias, a saber:
a). Una candidatura atractiva, novedosa, con un discurso opositor crítico e incisivo.
b). El diseño de una campaña política que reconozca errores y destaque aciertos.
c). Aprovechar de alguna manera el impulso que proveen los procesos políticos que en las mas recientes elecciones han triunfado en el ámbito nacional
d). Formar las coaliciones partidistas, además de atraer a personajes y grupos relacionados con los partidos en el poder.
El PRI actual. Hasta hoy, el PRI ha sido una oposición cómoda, dócil y manejable. Los errores que ha cometido la administración actual, no ha sido señalados como debiera por la única oposición visible que es el PRI. Dan la impresión que tienen demasiados muertos en el clóset como para señalar resbalones que ellos mismos cometieron; que sus críticas caerían fácilmente en el síndrome “botellita de Jerez”. Les cuesta ser oposición.
Temas como la deuda del Estado, como las invasiones de tierra o los traspiés recientes en la procuración de justicia no han sido denunciados ni resaltados por la oposición.
Continúan con la vieja dinámica priista: la del partido que nació para ejercer el poder. El problema es que no lo tienen y su representación en el congreso, por ejemplo, es exigua, sin capacidad para incidir en el rumbo del gobierno. Y es que no tienen experiencia en la oposición, en esa posición tan incómoda, a mas de una década de la clamorosa derrota, quizás al PRI sudcaliforniano apenas le ha alcanzado para correr por su vida y lamer heridas; no para fiscalizar el gobierno ni para revisar su pasado inmediato.
De ahí la necesidad del PRI de nominar en el 2011, a personalidades que no puedan ser fácilmente identificables con los insignes políticos del pasado, con aquellos barones de guayabera y discurso engolado y previsible.
Tiene el PRI, por ejemplo, la posibilidad de nominar a una mujer –Estela Ponce- que podría buscar afanosamente el voto del 50 o más por ciento del electorado, aun sin ser priista, es probable que el hecho de ser mujer jugara a favor si se realiza una campaña dirigida, en una parte, a promocionar los “valores femeninos”, la novedad y el cambio.
Por otro lado, existen dentro del PRI, fuerzas con fuerte olor a naftalina: al político arcaico que supo moverse en al ámbito de los padrinazgos y la dinámica priista del pasado, cuando había “jefe nato”, “apoyo irrestricto de los sectores” y lo demás era lo de menos. Cada movimiento electoral, sean elecciones generales o intermedias, sacan a relucir glorias remotas, a apadrinar generaiones, a saludar conocidos, una vez pasada la efervescencia electoral, se pierden en el anonimato para luego surgir en el siguiente periodo electoral. Este no ha sido la excepción.
El PRI vigente, es lo que menos necesita: las nostalgias de otros días; las añoranzas del esplendor, el tiempo detenido, la realidad negada, hoy insuficiente en un estado que cambió, desde el 99 en todos los aspectos.
Por otra parte, la ciudadanía requiere de una oposición fuerte y leal, que contribuya al equilibrio de poderes, a las propuestas sensatas, a las ideas brillantes y a fiscalización recíproca de la clase política, esa crítica de la que carecieron –o ignoraron- cuando estuvieron en el poder y tanta falta hace ahora que no lo tienen.